Sylvana:
Salgo del café donde trabajo son las 6 pm, como es costumbre. Camino hacia el hospital donde mi padre se encuentra, cruzo las calles mirando varias veces pero mi paso es apresurado y cansado a la vez. Inconscientemente mi mente da mil vueltas por todas esas facturas que hay que pagar. Mañana es el corte y no creo que este mes pueda cubrir toda la cuota del hospital y no tengo idea de que hacer, he gastado lo menos que puedo, he invertido todo en el hospital, en los medicamentos, en las terapias. No quiero tener que pedirle de nuevo a Jimena, no me agrada que la gente sepa mucho sobre mi situación económica, aunque no es muy difícil adivinar que no tengo casa donde dormir tranquila, ya que tuve que hipotecarla para pagar los costosos tratamientos. Y esa es la razón por la cual paso mis noches en un cuarto de hospital con mi padre.
Doblo a la derecha y paso por el restaurante que tanto me fascina, pero sé que jamás podré llegar a poder pagar un platillo. Puedo sentir en mi lengua la deliciosa comida que allí prepara, el olor es inconfundible, papás horneadas y un enorme bistec… Comienzo a caminar de nuevo para dejar de torturar a mis papilas gustativas.
Como estaba diciendo, mis días se van trabajando de 6 am a 6 pm en una cafetería del centro, después me dirijo al hospital. Duermo y me alimento de las cosas que puedo pagar… prácticamente soy una esclava.
Todo comenzó hace 3 años, cuando diagnosticaron a mi padre con cáncer de pulmón. Nos dijeron que el tratamiento sería sencillo ya que no estaba muy avanzado pero… no fue así. Esa horrible enfermedad se terminó extendiendo por todo su cuerpo y ahora está acabando con él y conmigo.
Llego al lugar y saludo como es costumbre a Jimena, una de las mejores personas que conozco.
—Sylvana tengo un evento esta noche, serán 300 dólares—guiña un ojo y me quedo sorprendida.
—Vaya… es mucho dinero —asiente y jala de mi brazo.
—Sé que lo necesitas, vamos, eres excelente en lo que haces, además no porque no hayas podido pagar tu título significa que no eres una enfermera como nosotras —sus palabras me duelen en el corazón y el escucharlas en voz alta me dan un golpe en el pecho.
Con la enfermedad de papá y los gastos que llevaba, tuve que abandonar la escuela de enfermería con solo un año restante para obtener mi título. Fue algo catastrófico para mí, pero, no dejaba de recordarme que esto lo hacía por mi papá, por su salud.
—¿Entonces, me acompañaras? —dice mi amiga con una enorme sonrisa. No tengo otra opción así que asiento y ella sonríe.
—Pero dime por favor que ya no habrá motos —digo casi rogando porque su respuesta sea negativa.
—No, está vez no habrá motos —y respiro, la última vez que acudí a uno de esos eventos con Jimena era para atender a corredores de motos heridos, pero estas eran carreras clandestinas. Así es, casi a todos esos lugares a los que vamos a prestar servicio de enfermería son eventos no autorizados.
—Todo estará bien, es algo de box y esas cosas —la miro de mala gana—. Necesitas el dinero.
Su voz es más una advertencia, pero ¿qué más puedo hacer?, lo necesito. Ese dinero nos ayudará a mantenernos a mi padre y a mí por una semana más.
Doy por terminada la conversación y voy hacia la habitación de mi padre. Llamo a la puerta y me adentro. Como siempre mi padre sonríe con trabajo, está pálido y respira por medio de un aparato que le proporciona oxígeno.
—Mi pequeña —dice con un hilo de voz. Me acerco y lo abrazo con cuidado—. ¿Todo está bien? — asiento, beso su frente. Coloco mis cosas en el sofá que se ha convertido en mi cama. Comienzo a sacar unos jeans y una blusa color negro sin mangas de la maleta pequeña que he dejado.
—¿Trabajaras con Jimena? —asiento y sonrío sin mirarlo. No puedo decirle ni una sola palabra de lo que se trata. Me siento un poco culpable al mentirle, según él trabajo por las noches en la botica del hospital, surtiendo medicamentos y demás, pero ¿Qué otra cosa puedo hacer?, no puedo confesarle lo que en realidad hacemos. Me obligaría a dejarlo y estas últimas semanas es como hemos podido sobrevivir.
Tomo mi ropa y me adentro en el baño para darme una ducha y terminar de arreglarme. Para mis próximas horas de trabajo.
▮▮▮▮▮
Después de una hora Jimena llama a la puerta.
—¿Lista? —doy el último bocado de su cena a mi padre.
—Lista —Me despido de él con un beso en su frente. Tomo mi bolsa y salimos de la habitación de hospital. Llevo mi bolsa pequeña de mano y los zapatos deportivos más cómodos que encontré. Salimos por la puerta trasera y camino con mi amiga hasta su auto.
—¿Has cenado? —pregunta y yo la miro con los ojos bien abiertos.
—Yo… comprare una barrita… —se detiene casi al instante y por poco caigo al frenar.
—Sylvana ¿Qué te dije sobre no comer bien?, ¿quieres que te vuelva a ingresar y tener que poner suero vitaminado?, te recuerdo que la anemia aún sigue ahí… —sus palabras me hacen sonrojar pues me siento atacada. Siento mucha vergüenza al tener que admitir que no tengo dinero ni para comprarme comida, pero no quiero volver a ser alimentada con esa mezcla de vitaminas… eso solo significa más dinero que deber.
—¿Sylvana? —muerdo mi labio
—No quiero que pase eso de nuevo, y sé muy bien que la anemia sigue ahí, pero… no he podido comprar… —sus ojos se suavizan.
—¿Por qué no me has dicho?, tu orgullo te pone en peligro —miro hacia todos lados incómoda, sin mencionar que estamos detenidas en media calle.
—¿Desde cuándo no comes? —pregunta —. Dímelo Sylvana.
—Ayer por la mañana —digo entre dientes y mi amiga niega.
—Esto no es posible —me toma de forma tosca de la mano y jala mi cuerpo en dirección a su auto. Subimos y presiona el acelerador pegándome al asiento y obligando a que coloque mi cinturón de inmediato.
Sylvana:Nos dirigimos a un restaurante de baguettes y pide el que contiene más ingredientes del menú.—Creo que te has pasado un poco Jimena —niega y me obliga a darle una mordida al delicioso emparedado. Me sabe a gloria, sobre todo porque llevo 2 días sin probar un buen alimento.—Amiga, prométeme que no volverás a hacer esto de nuevo —dice señalándome con una papa frita. Asiento con la boca llena, no quiero perder ni un minuto de esta deliciosa comida.Cuando por fin acabamos la cena, subimos su Jetta rojo y conduce a toda velocidad hacia nuestro destino. Estoy realmente llena, creí que jamás volvería a sentir esto.<
Sylvana:La boca se me cae a los pies al visualizar semejante hombre. De piel tostada, cubierto con varios tatuajes, cabello oscuro, su rostro es mera masculinidad, tiene la mandíbula pronunciada, labios pequeños, barba crecida y nariz perfecta. Sus ojos cubiertos por pobladas pestañas y por si fuera poco las cejas hacen ver a sus ojos verdes aún más penetrantes.Me quedo como estúpida mirándolo para después bajar por su cuerpo. Su espalda es ancha, brazos muy gruesos y pectorales sorprendentes. Su abdomen esta tonificado a la perfección al igual que sus oblicuos.Él también lleva un pequeño bóxer color negro con patrocinadores. La verdad es que luce mucho mejor en él, que en su contrincante. Sus piernas torneadas se mueven &a
Kaleb:—Adrián —tomo una fuerte bocanada de aire, aun puedo sentir ese aroma—. Manda a alguien a seguir a esa chica, Sylvana Borrell, quiero saber todo sobre ella, investígala.Mi jefe de seguridad asiente y toma su móvil. Comienza a hablar y yo no puedo dejar de pensar en sus hermosos labios y su piel tan pálida…—Me comunicaron que va con otra mujer acompañándola —asiento—Me lo ha dicho, su amiga algo así —Adrián vuelve al móvil. Me pongo un pantalón deportivo, zapatos deportivos y una camisa antes de salir por el pasillo con mis pertenencias. Ya me bañare llegando a casa.—Felicidades por la v
Sylvana:—¿Ya piensas decirme que carajos pasa contigo? —como una estúpida y aún temblando abro la bolsa y saco el sobre que el sexy moreno me entrego. Al abrirlo me encuentro con…—Madre Santa —digo sin aliento y solo veo como mi amiga me mira una y otra vez sin apartar la mirada de la carretera.—¿QUE?, ¿SYLVANA QUE HICISTE?—Esto me lo dio el hombre… —mi amiga parece confundida, se detiene a un lado de la carretera y me mira fijamente.—¿Quién te dio esto?, son… hay como 2 mil dólares aquí —asiento con lágrimas en los ojos.&mdash
Kaleb:—¿Ya sabes dónde vive? —pregunto a Adrián y me mira confundido. Vamos camino a casa después de haber cenado—. ¿Y bien?—No encuentro registro de ninguna casa a su nombre.—¿Y qué hay del hospital donde trabaja?, ¿su amiga?, ¿pareja?, ¿familia? —mi amigo sabe que soy curioso.—Te he mandado lo que encontré a tu móvil —asiento y al instante lo tomo. Veamos:Nombre: Sylvana Borrell Cruz.Edad: 25 añosNacimiento: 14 de Septiembre de 1990 en Nuevo México.Padre: Roberto Borrell<
Sylvana:—Mierda —despierto sobresaltada, miro el reloj 5:50 am—. No puede ser.Corro a la ducha rápidamente y en cuestión de 4 minutos estoy afuera. Me coloco el uniforme, doy un beso a mi padre que aún está descansando y salgo de la habitación.No puede ser, en dos minutos entro a la cafetería. El señor Hernán me matará. La ventaja es que el lugar está a 4 manzanas del hospital. Al salir corro como una loca desquiciada. Agradezco que no haya mucha gente por las calles. Cruzo una, es inevitable no pensar en lo sucedido ayer, la verdad es que no he podido sacar de mi cabeza esos hermosos ojos café verdosos y su ronca voz y como me ha ayudado. Cruzo la última calle para llegar al trabajo cuando un golpe me desequilibra.&nbs
Kaleb:La llamada de Adrián me sobresalta, estoy recostado en la silla del despacho y apenas logor dormir un par de minutos cuando me he despertado.—Jefe, la han atropellado— salto de la silla—¡¿QUÉ?!, ¿A QUIÉN? —grito—A Sylvana Borrell, nos pidió que la vigiláramos y me han avisado que ha tenido un accidente camino al trabajo —antes de que Adrián terminara de dar el informe yo ya estaba con ropa deportiva a punto de salir de casa.—Llévenla al hospital —carraspea—Se ha ido corriendo, según mi informe corrió hasta esa cafeter
Sylvana:Camino sin ánimos, y con un dolor horrible de cabeza. Me siento debilitada. Cruzo unas cuantas miradas con Manuela y continúo en dirección a la oficina de Hernán.—Pasa— me indica y cierra la puerta.—Lo siento mucho Hernán yo no… —alza la mano—Hay muchas excusas Sylvana, la verdad es que ya tengo varias quejas de tu servicio, y sobre la preparación del café —mis ojos se abren como platos. He trabajado para Hernán el último año y nunca he tenido ningún reclamo de algún cliente, solo el de hoy.—No he querido mencionarte nada, pero pensaba en darte otra oportunidad, es sólo