Sylvana:
—Mierda —despierto sobresaltada, miro el reloj 5:50 am—. No puede ser.
Corro a la ducha rápidamente y en cuestión de 4 minutos estoy afuera. Me coloco el uniforme, doy un beso a mi padre que aún está descansando y salgo de la habitación.
No puede ser, en dos minutos entro a la cafetería. El señor Hernán me matará. La ventaja es que el lugar está a 4 manzanas del hospital. Al salir corro como una loca desquiciada. Agradezco que no haya mucha gente por las calles. Cruzo una, es inevitable no pensar en lo sucedido ayer, la verdad es que no he podido sacar de mi cabeza esos hermosos ojos café verdosos y su ronca voz y como me ha ayudado. Cruzo la última calle para llegar al trabajo cuando un golpe me desequilibra.
—¿Señorita?, ¿está bien? —escucho gritos, pestañeo varias veces.
—¿Qué está pasando?, mi trabajo, llegaré tarde… —me pongo de pie de un solo salto, pero la mano de un hombre mayor me sostiene.
—No puede irse así, la acabo de arrollar, tiene sangre en su… —niego varias veces.
—No se preocupe señor, estoy bien, solo fue un raspón, tengo que irme —me libero de su brazo. Miro a mi alrededor y hay mucha gente mirándome
—Estoy bien —digo con una sonrisa y continúo corriendo. Me siento un poco mareada pero trato de ignorarlo. Al fin llego al local, por Dios, Hernán no ha llegado. Hago memoria, ¿me dijo que debía abrir hoy?, dejo de hacerme preguntas estúpidas y abro el lugar. Libero los candados y corro a guardar mi bolsa en el casillero para comienzar a acomodar las mesas, Manuela llega disparada.
—Se me ha hecho tarde, lo siento —sonrío y continuo acomodando las mesas—. ¡POR DIOS SYLVANA!, ¿QUE TE HA PASADO?
—Fue un accidente, me le he atravesado a un carro —mi compañera frunce el ceño.
—Deberías irte a revisar eso, no creo que a nuestros clientes les agrade ver sangre en su café—tuerzo un poco la boca y asiento rápidamente.
—Vuelvo en un minuto —corro hacia donde se encuentra el botiquín de primero auxilios y después al baño. A encender la luz me doy cuenta que tengo una herida en la frente, es poco profunda pero no ha dejado de sangrar.
—Mierda —comienzo a limpiarla y después reviso mis codos y antebrazos. Debido a que la camisa del uniforme no es manga larga mis codos se han llevado la peor parte. Tengo raspones leves. Lavo y desinfecto, pronto la sangre cesa. Coloco una gasa en mi frente y agradezco que la gorra que se nos obliga a utilizar cubra un poco. Salgo del baño y me percato que ya hay 5 clientes esperando y Manuela se está volviendo loca
—He vuelto —le digo tomando mi puesto en la caja. Mi amiga corre a preparar los pedidos y yo continúo cobrando cuando…
—Buenos días —toco levemente la herida de mi cabeza que está comenzando a punzar y doler.
—Bienvenido ¿Cuál es su orden? —alzo la mirada y ahí está él…
—Te llevaré al hospital —dice con cara de espanto, parpadeo varias veces y siento como el piso se mueve—. ¿Sylvana? —Mi boca se abre sin dejar soltar ni una palabra—. Te llevaré al hospital ahora mismo.
—Estoy bien… estoy bien —repito y él niega
—No lo estás— me toma del brazo
—Señor, no puedo dejar mi trabajo… —hace mala cara
—Pensé que eras enfermera Sylvana —asiento
—Lo soy…— miro hacia mis pies—. Pero no tengo el título—. Gruñe y la campanilla del lugar asuena anunciando que Hernán ha llegado. M****a.
—Señor, su orden, ¿puede repetirla? —bufa molesto.
—Mi orden es que vayamos ahora mismo al hospital —comienzo a desesperarme y siento gotas de sudor en mi frente.
—Por favor, mi jefe acaba de llegar, no me haga esto —le suplico y él frunce el ceño. Una mano se posa en su hombro.
—Kaleb, deberíamos esperar nuestro pedido en aquella mesa —dice el apuesto chico, tiene tez blanca, ojos verdes y un hermoso rostro. Debe ser ilegal estar frente a estos dos hombres. Kaleb, como ahora sé que se llama “el jefe”, lo fulmina con la mirada pero accede.
—Dos capuchinos, por favor —asiento y tecleo la orden, cobro el efectivo y se retira muy a la fuerza. El aire se vuelve más ligero, ellos fueron las últimas personas que se tenían que atender así que me dedico a hacer el pedido. Mis manos tiemblan al igual que mis piernas pero el pedido está listo y tengo que llevarlo a su mesa. Tomo una gran bocanada de aire y camino hacia donde está con las dos tasas en la mano.
—Aquí está —digo poniéndolos en su mesa.
—Gracias —dice el atractivo chico y después me vuelvo hacia el moreno que tiene cara de pocos amigos.
—¿Y así pretendes trabajar?, ¿con esa herida punzante? —muerdo mis labios y toco mi herida que efectivamente está punzando.
—Tengo que hacerlo, no puedo perder ni un día de… —bufa
—¡No me interesa, que no entiendes que estás poniéndote en peligro! —dice con voz fuerte. Miro hacia todos lados y me encuentro con la mirada de Hernán, instantáneamente mi rostro se acalora.
—Por favor, no me haga esto —le digo entre dientes, Kaleb vuelve a molestarse.
—¡No te hagas esto tú, mírate!, ya ha traspasado la sangre la gasa que has colocado—muerdo mis labios, siento unas ganas incontrolables de llorar.
—Señor, ¿a usted que le importa que me pase? —suspiro pesadamente y su mirada se enfurece más—. Así que, por favor, deje de venir a gritarme a mi trabajo, porque me despedirán y no sé qué voy a hacer.
Digo con la voz temblorosa. Parece que mis palabras lo han enfurecido más.
—¡¿Sabes qué?, haz lo que quieras! —toma el café que le he llevado y lo tira al suelo haciendo que la taza se rompa en pedazos—. Y este café está espantoso —mis ojos están a punto de salirse.
—¿Señor, encuentra algo mal en su café? — pregunta Hernán quien está ahora a un lado mío.
—Es horrible, mal sabor, fatal consistencia —gruñe y Hernán me reprueba con la mirada. ¿Por qué hace esto?, no entiendo…
—Una disculpa, eso no volverá a pasar, quisiera otro café de nuestro menú… —ni siquiera termina de hablar Hernán cuando Kaleb sale hecho furia del local dejándome como una estúpida incompetente que no sabe hacer cafés y en evidencia con mi superior.
—Sylvana —me llama Hernán y yo cierro los ojos, rogando que no me despida—. A mi oficina.
Suelto el aire de mis pulmones, no puede estar pasando esto, no.
Kaleb:La llamada de Adrián me sobresalta, estoy recostado en la silla del despacho y apenas logor dormir un par de minutos cuando me he despertado.—Jefe, la han atropellado— salto de la silla—¡¿QUÉ?!, ¿A QUIÉN? —grito—A Sylvana Borrell, nos pidió que la vigiláramos y me han avisado que ha tenido un accidente camino al trabajo —antes de que Adrián terminara de dar el informe yo ya estaba con ropa deportiva a punto de salir de casa.—Llévenla al hospital —carraspea—Se ha ido corriendo, según mi informe corrió hasta esa cafeter
Sylvana:Camino sin ánimos, y con un dolor horrible de cabeza. Me siento debilitada. Cruzo unas cuantas miradas con Manuela y continúo en dirección a la oficina de Hernán.—Pasa— me indica y cierra la puerta.—Lo siento mucho Hernán yo no… —alza la mano—Hay muchas excusas Sylvana, la verdad es que ya tengo varias quejas de tu servicio, y sobre la preparación del café —mis ojos se abren como platos. He trabajado para Hernán el último año y nunca he tenido ningún reclamo de algún cliente, solo el de hoy.—No he querido mencionarte nada, pero pensaba en darte otra oportunidad, es sólo
Kaleb:Conduzco en dirección a casa. Mi móvil suena pero no tengo ganas, ni paciencia, de hablar con nadie así que lo dejo.—¿Y así lo vas a dejar?, ¿Qué no ibas a salvarla? —pregunta Camilo, y es verdad. Yo tenía otro concepto de lo que iba a hacer y terminé haciendo todo un desastre.—Pues en este momento no tengo nada más que decir —bufa—La cagaste hermano y probablemente ella esté despedida ahora —asiento y estoy a punto de contestarle cuando me interrumpe—. ¿Te interesa?, la chica.Lo miro de forma fugaz sin despegar demasiado la vista de la carretera y asiento. Él sabe que eso no es normal
Sylvana:Me encuentro haciendo fila para pagar algunas de las deudas que tengo con el hospital. Suspiro para ahogar la frustración y las lágrimas que amenazan por salir. Visualizo a Jimena corriendo hacia mí con cara de espanto.—¿Qué está pasando?, me dijo tu padre que te habías desmayado.—Me han echado del trabajo — escupo y rompo en llanto para después refugiarme en sus brazos.—Oh vamos Sylvana, tu puedes con esto, has estado en peores circunstancias y has salido, eres la persona más fuerte que… —alzo la mirada y sé que leyó todo lo que quise decir.—¿Esto?, ¿Qué es esto? —se&n
Sylvana:Me despierto y tardo un momento en comprender que me encuentro en una cama de hospital.—Mierda, mierda —Me siento rápidamente y comienzo a estudiar mi entorno.Estoy canalizada a un suministro de… vitaminas, miro hacia el otro lado y me encuentro con Kaleb sin su saco, con los primeros botones de la camisa desabrochados y en su rostro hay una mirada desaprobatoria.—Desnutrición, he— suspira y yo me avergüenzo—Todo esto tiene un motivo…— explico tratando de recomponerme, asiente—Lo sé, tu padre, las deudas y tu falta de dinero— mi rostro luce como un tomate, estoy s
Kaleb:Se lo he pedido un millón de veces y no me responde. Comienzo a desesperarme, jamás aceptaré un “no” por respuesta y menos de ella, Sylvana tiene que ser mía.—Mira Kaleb, ahora seré yo quien te proponga algo —dice con voz tímida, asiento rápidamente.—Lo que quieras —escupo. Sigo sin dejar su mano y tarda lo que parecen horas para articular sus siguientes palabras.—No quiero apresurarnos, me refiero a que… —sus mejillas se acaloran—. Tú me pareces muy atractivo…Habla sin mirarme a los ojos y una sonrisa maliciosa se me escapa, alza una ceja, parece que se ha dado cuenta.<
Sylvana:—¿Mi novio?, ¿en serio? — empuja la silla de ruedas con demasiada delicadeza.—Tenía que hacer algo oficial, los padres exigen y les agrada bastante que todo sea oficial —bufo y ruedo los ojos. No puedo creer lo que está diciendo, habla de algo oficial cuando ni siquiera tengo idea de que va todo esto.—Esto no es oficial, ni siquiera me lo has pedido, ni siquiera sé cuál es tu color favorito Kaleb —la silla de ruedas se detiene y por un instante me arrepiento de haber dicho eso. Kaleb rodea la silla y se coloca en cuclillas frente a mí para después dedicarme una media sonrisa.—Eso es sencillo, cualquiera que lleves puesto —no puedo evitar sonrojarme, pero tra
Kaleb:Sylvana me ha convencido de dejarla quedarse esta noche en el hospital con su padre.—Por favor, ve a descansar Kaleb —dice y yo asiento—Dejaré a varias personas encargadas de ti y de tu padre, dos afuera y el resto andará rondando por el hospital —digo besando su frente—Aun no entiendo porque tanta seguridad, pero está bien —dice encogiéndose de hombros. Oh nena, me duele tenerle que ocultar algunos aspectos de mi vida, sobre todo el más importante, mi trabajo. Espero que lo tome bien y tranquila al momento de enterarse y que para entonces ya no pueda alejarse de mí.—A primera hora volveré por ustedes —asiente<