Sylvana:
Nos dirigimos a un restaurante de baguettes y pide el que contiene más ingredientes del menú.
—Creo que te has pasado un poco Jimena —niega y me obliga a darle una mordida al delicioso emparedado. Me sabe a gloria, sobre todo porque llevo 2 días sin probar un buen alimento.
—Amiga, prométeme que no volverás a hacer esto de nuevo —dice señalándome con una papa frita. Asiento con la boca llena, no quiero perder ni un minuto de esta deliciosa comida.
Cuando por fin acabamos la cena, subimos su Jetta rojo y conduce a toda velocidad hacia nuestro destino. Estoy realmente llena, creí que jamás volvería a sentir esto.
—Nos matarás Jimena —le digo aferrada al asiento.
—Si tan solo tuvieras más responsabilidad en tu alimentación tal vez hubiéramos llegado a tiempo —dice con mala gana antes de aparcarse afuera de una enorme bodega. Miro a los alrededores y me percato que hay muchos carros estacionados. Al bajar del auto, gritos y música a todo volumen se hacen presentes.
—¿A dónde me has traído? —ella se encoje de hombros y toma de mi mano conduciéndome dentro del lugar. En la entrada nos topamos con dos enormes guardias de brazos cruzados
—Los boletos se han agotado —los miro con el ceño fruncido y susurro al oído de mi amiga:
—¿Qué no eran clandestinas? —ella da un golpe leve en mi costilla.
—Tenemos pases, ¿ve?, somos enfermeras —dice entregando dos gafetes que no había visto. Los gorilas alzan las cejas y luego llaman a la puerta a un hombre de traje negro y camisola desabrochada
—Sí, déjenlas pasar, ya de por sí tienen bastante trabajo —bufa y los enormes sujetos se retiran dejándonos caminar por un largo pasillo para desembocar en un enorme espacio lleno de gente.
En el centro hay un octágono y dos personas peleándose. Mis ojos se abren como platos y Jimena me jala del brazo.
—Nosotros debemos estar por aquí, toma esto, póntelo —dice entregándome el gafete que anteriormente había mostrado al sujeto y una camisa señalando que sabemos primeros auxilios.
Llegamos hacia un par de pequeños cuartos instalados solo para el evento pues los separan débiles paredes de triplay.
—Esto es para ti —dice entregándome una maleta de primeros auxilios bien equipada—. Ya sabes lo que hay que hacer, te toca este lado.
Asiento y camino en dirección a una silla. Justo estoy por sentarme cuando un hombre grita
—¡La enfermera!, ¿Dónde carajo está? —y veo como llevan a un hombre entre los brazos a uno de los cubículos.
—¡Estoy aquí! —camino en su dirección y de inmediato evaluó el daño, ceja cortada, labio roto, ojo derecho hinchado y bastante
—Siéntenlo —hacen lo que digo y comienzo a limpiar sus heridas. Una está más profunda que el resto. El hombre no deja de quejarse pero en cuestión de 10 minutos termino.
—Gracias señorita —asiento y me retiro. Saco los guantes de látex usados y me coloco unos nuevos, doy un suspiro y gritos me sobresaltan. Otro herido más. Corro en su dirección y me dedico a hacer mi trabajo con naturalidad y el entusiasmo que me queda.
Cuando menos pienso miro el reloj que marcan las 2:30 am ¿hasta cuándo se terminará esto?
—¡Y CON USTEDES, LA PELEA ESTELAR! —ruedo los ojos, ¡al fin!
—¡DAMAS Y CABALLEROS!, ¡ES UN HONOR RECIBIR EN ESTA ARENA A NUESTRO JEFE! —gritos inundan la bodega impidiéndome escuchar el nombre de “Su Jefe”. Es ridículo ¿a quién le gustaría ser llamado así? Un hombre corre en mi dirección.
—Te necesitamos afuera —asiento y tomo mi maleta. Sigo sus pasos, y estos me conducen por un camino lleno de gente, agradezco que vaya abriéndome paso.
—Quédate aquí —dice señalando una silla. Tomo asiento y es cuando me doy cuenta que me encuentro en medio de la bodega y justo enfrente del octágono.
M****a… Miro hacia mi alrededor. Hay demasiada gente. Por un momento siento terror, pero después me recuerdo que estoy trabajando y que debo poner atención. Mis ojos se fijan en los dos luchadores que están frente a mí.
—Queremos una pelea sucia, aunque amigo… —dice tomando el hombro de uno de los luchadores
—Yo te recomendaría que tuvieras cuidado —guiña un ojo y los dos hombres chocan sus puños y van hacia atrás.
A la derecha está un hombre rubio, de ojos azules y facciones delicadas, parece que pulieron su rostro antes de subir al octágono. Luce un short, bueno no, eso es un pequeño bóxer y sus músculos son bastante pronunciados. Y por la izquierda está… madre mía…
Sylvana:La boca se me cae a los pies al visualizar semejante hombre. De piel tostada, cubierto con varios tatuajes, cabello oscuro, su rostro es mera masculinidad, tiene la mandíbula pronunciada, labios pequeños, barba crecida y nariz perfecta. Sus ojos cubiertos por pobladas pestañas y por si fuera poco las cejas hacen ver a sus ojos verdes aún más penetrantes.Me quedo como estúpida mirándolo para después bajar por su cuerpo. Su espalda es ancha, brazos muy gruesos y pectorales sorprendentes. Su abdomen esta tonificado a la perfección al igual que sus oblicuos.Él también lleva un pequeño bóxer color negro con patrocinadores. La verdad es que luce mucho mejor en él, que en su contrincante. Sus piernas torneadas se mueven &a
Kaleb:—Adrián —tomo una fuerte bocanada de aire, aun puedo sentir ese aroma—. Manda a alguien a seguir a esa chica, Sylvana Borrell, quiero saber todo sobre ella, investígala.Mi jefe de seguridad asiente y toma su móvil. Comienza a hablar y yo no puedo dejar de pensar en sus hermosos labios y su piel tan pálida…—Me comunicaron que va con otra mujer acompañándola —asiento—Me lo ha dicho, su amiga algo así —Adrián vuelve al móvil. Me pongo un pantalón deportivo, zapatos deportivos y una camisa antes de salir por el pasillo con mis pertenencias. Ya me bañare llegando a casa.—Felicidades por la v
Sylvana:—¿Ya piensas decirme que carajos pasa contigo? —como una estúpida y aún temblando abro la bolsa y saco el sobre que el sexy moreno me entrego. Al abrirlo me encuentro con…—Madre Santa —digo sin aliento y solo veo como mi amiga me mira una y otra vez sin apartar la mirada de la carretera.—¿QUE?, ¿SYLVANA QUE HICISTE?—Esto me lo dio el hombre… —mi amiga parece confundida, se detiene a un lado de la carretera y me mira fijamente.—¿Quién te dio esto?, son… hay como 2 mil dólares aquí —asiento con lágrimas en los ojos.&mdash
Kaleb:—¿Ya sabes dónde vive? —pregunto a Adrián y me mira confundido. Vamos camino a casa después de haber cenado—. ¿Y bien?—No encuentro registro de ninguna casa a su nombre.—¿Y qué hay del hospital donde trabaja?, ¿su amiga?, ¿pareja?, ¿familia? —mi amigo sabe que soy curioso.—Te he mandado lo que encontré a tu móvil —asiento y al instante lo tomo. Veamos:Nombre: Sylvana Borrell Cruz.Edad: 25 añosNacimiento: 14 de Septiembre de 1990 en Nuevo México.Padre: Roberto Borrell<
Sylvana:—Mierda —despierto sobresaltada, miro el reloj 5:50 am—. No puede ser.Corro a la ducha rápidamente y en cuestión de 4 minutos estoy afuera. Me coloco el uniforme, doy un beso a mi padre que aún está descansando y salgo de la habitación.No puede ser, en dos minutos entro a la cafetería. El señor Hernán me matará. La ventaja es que el lugar está a 4 manzanas del hospital. Al salir corro como una loca desquiciada. Agradezco que no haya mucha gente por las calles. Cruzo una, es inevitable no pensar en lo sucedido ayer, la verdad es que no he podido sacar de mi cabeza esos hermosos ojos café verdosos y su ronca voz y como me ha ayudado. Cruzo la última calle para llegar al trabajo cuando un golpe me desequilibra.&nbs
Kaleb:La llamada de Adrián me sobresalta, estoy recostado en la silla del despacho y apenas logor dormir un par de minutos cuando me he despertado.—Jefe, la han atropellado— salto de la silla—¡¿QUÉ?!, ¿A QUIÉN? —grito—A Sylvana Borrell, nos pidió que la vigiláramos y me han avisado que ha tenido un accidente camino al trabajo —antes de que Adrián terminara de dar el informe yo ya estaba con ropa deportiva a punto de salir de casa.—Llévenla al hospital —carraspea—Se ha ido corriendo, según mi informe corrió hasta esa cafeter
Sylvana:Camino sin ánimos, y con un dolor horrible de cabeza. Me siento debilitada. Cruzo unas cuantas miradas con Manuela y continúo en dirección a la oficina de Hernán.—Pasa— me indica y cierra la puerta.—Lo siento mucho Hernán yo no… —alza la mano—Hay muchas excusas Sylvana, la verdad es que ya tengo varias quejas de tu servicio, y sobre la preparación del café —mis ojos se abren como platos. He trabajado para Hernán el último año y nunca he tenido ningún reclamo de algún cliente, solo el de hoy.—No he querido mencionarte nada, pero pensaba en darte otra oportunidad, es sólo
Kaleb:Conduzco en dirección a casa. Mi móvil suena pero no tengo ganas, ni paciencia, de hablar con nadie así que lo dejo.—¿Y así lo vas a dejar?, ¿Qué no ibas a salvarla? —pregunta Camilo, y es verdad. Yo tenía otro concepto de lo que iba a hacer y terminé haciendo todo un desastre.—Pues en este momento no tengo nada más que decir —bufa—La cagaste hermano y probablemente ella esté despedida ahora —asiento y estoy a punto de contestarle cuando me interrumpe—. ¿Te interesa?, la chica.Lo miro de forma fugaz sin despegar demasiado la vista de la carretera y asiento. Él sabe que eso no es normal