Por un momento todo mi mundo se volvió muy negro, ver a Masen medio tirarse hizo que mi corazón se parara.
Me lancé sobre ella y la empujé lejos, me acerqué a ella y negué.
—No puedo dejar que hagas eso Masen, lo siento pero no puedo pequeña.
Ella comenzó a llorar, me abrazó fuerte y así nos quedamos durante unos minutos hasta que Claudio carraspeo y nos separamos.
—Roberto —susurró antes de que nos levantáramos.
—Dime pequeña.
—Perdóname, perdóname por favor.
—No tengo nada que perdonarte —la di un beso y sonreí —no te dejaré nunca sola pequeña, siempre estaré contigo.
Nos levantamos y seguimos a Claudio hasta donde los demás estaban. Masen al ver a Damián corrió hacia él y ambos se abrazaron con fuerza.
—¿Estás bien?
—Si, estoy bien.
<Pasamos las horas Roberto y yo solos, en esas cuatro paredes encerrados.—Masen —susurró.Levanté un poco la cabeza para mirarlo a los ojos.—Dime.Me miró pero en ningún momento habló.—¿Qué pasa Ro?—Te quería pedir perdón por como te hablé aquella vez, sé que tú y Damián no tenéis nada, no sé que me pasó.Sonreí negando.—No te preocupes, yo también hice las cosas mal.Roberto apartó un mechón de mi cabello hacia detrás de mi oreja y pasó la mano a la espalda para seguir acariciando.—Te perdoné Roberto, si no lo hubiera echo ahora mismo no estaría así contigo, te juro que no sé que me pasó.Él negó sin apartar sus ojos de los míos.—Olvídalo, ahora estamos bien ¿no?<
Al día después pasadas las dos de la tarde, Roberto y yo bajamos a ver a los hermanos, los tres se habían quedado a dormir en los sofás, Roberto despertó a Damián, pero este no se despertó de la mejor forma.—¿Qué pasó? —Preguntó muy alterado —¿se suicidó? —Esta vez preguntó muy preocupado.Giró la cabeza y al verme dio una bocanada de aire para tranquilizarse.—Estás bien —dijo ya más tranquilo.Me senté en un sofá libre y miré a los mejores amigos. Roberto me cogió de la muñeca, me levantó del sofá y se sentó él para luego sentarme encima de él. Damián miró a sus hermanos y sonrió. Fue hacia la cocina y regresó con una cazuela y un cucharon de acero, comenzó dando fuertes golpes a la cazuela, cerré los ojos al escuchar ese ruido tan fuerte.Los hermanos de Damián se levantaron asustados y miraron mal a su hermano.—Ya es hora de que os levantéis, casi las tres de la tarde.
Roberto. Odiaba estar lejos de Masen, odiaba tenerla tan lejos. Y ahora había llegado el momento de despedirme de ella, aunque íbamos a estar en el mismo centro nos iban a separar por grandes paredes de hormigón, hasta el momento de salir de este centro no nos íbamos a ver más. —Pequeña —mi voz se quebró —piensa que durante el tiempo que estemos aquí vamos a aprender a vivir mejor. —No me quiero separar de ti Roberto —me abrazó haciendo que mi mundo se desmoronase. —Yo tampoco lo quiero hacer peluda, pero necesitamos esta ayuda. Ella asintió. —¿Recuerdas nuestro primer beso? —Como olvidarlo. Ambos reímos. —Ese beso fue el mejor que nunca di peluda —acaricié su mejilla —tú fuiste la única en no juzgarme por tener este trastorno, tú fuiste la única que me ayudaba en mis episodios o en mis brotes, me quisiste y me amaste como nadie lo hizo y te juro que pase lo que pase te llevaré en mi cabeza y en mi corazón, me s
¿Cómo se puede vivir con un dolor tan grande? Y no hablo de un dolor físico, de esos que se curan con una pastilla o manteniendo reposo, hablo de ese dolor mental, ese dolor que te hace querer tirarte de un puente, de ese que ni yendo a especialistas de quita.Un dolor que no puedes evadir por mucho que quieras, porque siempre tendrás esas voces que te digan: «naciste para esto, para sufrir, para vivir en tu oscura realidad», y, ¿cómo quitar esas voces? Cada día se hacían más grandes, más fuertes, más altas.Era imposible.Con la llegada del hijo mayor de la familia Ortega, Mesen supo que nunca podría quitarse ese dolor, que por mucho que le costara entender esa era su realidad, vivir con un
Un año antes.Casa de la familia Ortega.18:00 de la tarde.—Eres una hija de puta —espetó molesto mientras daba otra patada a mi vientre —. Deberías desaparecer y no molestar —otra patada.Este era mi día a día. Ya no tenía fuerzas para poder defenderme o tan siquiera suplicar que dejara de pegarme golpes.Si lo hacía me daban más, así era Rupert Ortega, el marido de la señora Adelina Ortega."Mi familia".—Si te digo que hagas algo lo haces, y cuando acabes te encierras -me cogió del cabello haciendo que lo mirase —. ¿Has entendido? —Asentí —Respóndeme.—Si —respondí muy débil debido al dolor y al nudo en mi garganta.—¿Sí, qué?—Sí señor.
La gotas de la lluvia caían sobre la luna del coche, el ruido de los truenos le daba ese toque de terror a la noche. Dejaba rodar mis lágrimas por las mejillas, solo miraba por la ventana preguntándome una y otra vez que había hecho mal, que había hecho para merecer eso que estaba viviendo. No encontraba respuesta, solo dolor.La familia Ortega sonreía con malicia cuando me miraban por el retrovisor, bajaba la mirada del miedo, me pegué mucho más a la puerta al tener a Alonso muy cerca de mí.Una idea muy loca pasó por mi cabeza, pero esa idea fue borrada al ver la mano de la mujer pulsar el botón automático para cerrar con seguro la puerta. Grité por dentro de la rabia. Nunca podré escapar de esta realidad tan asquerosa que me toca vivir.Tras casi una hora de viaje llegamos al aeropuerto. La familia salió para darle la bienvenida a su hijo mayor dejándome a mí sola en el coche.Intenté abrir la puerta para escapar pero estaba cerrada. Di un golp
La comida estaba pasando en silencio absoluto, la señora María se había ido hacia otra parte, él y yo estábamos mirando hacia un punto fijo.La comida estaba riquísima, una tortilla de patatas—una típica comida de España—. Sentí la mirada de Roberto en mí, por un momento dejé de comer y miré la mesa.—¿Por qué dejas de comer?—¿Por qué me miras?—Lo escuché reír. Giré la cabeza y sonreí falsamente.—Bien —susurró y desvió la mirada —hoy por la noche te quiero en mi habitación, es la puerta a la izquierda de donde está la tuya —dijo para después levantarse e irse.Las ganas de comer se me habían quitado, el miedo comenzó a recorrer cada centímetro de mi cuerpo, me
Al día siguiente...Me da asco pensar que Roberto lo único que quiere de mí es lo que todos nos imaginamos. Usarme para su beneficio sexual y dejarme a un lado.El lado bueno de toda esta oscuridad es que no me ha obligado, en ese aspecto es mucho mejor que su hermano.Estar en esta casa me ha hecho reflexionar muchísimo. Y es que, por mucho dinero que tengas, aunque seas muy millonario, sigues estando solo, siguen viviendo en un mundo donde al soledad inunda cada parte de tu casa y tu vida.Ese es el caso de Roberto Ortega, un chico muy millonario, con todos los lujos que quiera, pero está solo. Según he escuchado Roberto no se lleva muy bien con sus padres ni con su hermano, solo se ven de muy vez en cuando y cuando lo hacen siempre terminan discutiendo. Roberto a estado solo durante muchísimo tiempo. No sé la razón, y tampoco me importa saberla.—Hija —la voz de Rina me sacó de mis p