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Capítulo 5|Viajando a lo desconocido

IVANNA

—Esperen —la voz de mi hermano interrumpe nuestra fuga.

Por un instante pensé que venía solo, pero no, Alessio le acompañaba. Con las manos en los bolsillos a los lados de su pantalón y con la mirada perdida en algún otro lado, estaba plantado frente a nosotras.

—Nosotros las llevaremos —era difícil para él aceptarlo, pero lo había hecho —Todo es culpa de este imbécil —señala a Santi con la cabeza.

Sonreí y le agradecí en un susurro, él asintió con la cabeza. Anto saltó a lado mío.

—Sabía que uno de los dos iba a hacer considerado con nosotras —con una sonrisa se acercó a mi hermano, se colocó de puntillas sobre sus pies y depósito un beso suave en su mejilla —Gracias, Antu —le agradeció nombrándolo con el apodo que ella misma le había puesto cuando era muy pequeña.

De pequeña solía decir que su nombre se parecía al de él, pues no podía pronunciar correctamente "Santino" y quiso nombrarlo de esa forma, y para mi hermano había sido especial ese sobrenombre, se sentía único ante sus ojos.

Mi hermano se quedó mudo después de eso y solo Alessio volvió a responder.

—Pero será a nuestra manera, mañana comenzaremos con ello —finalizo y se fue.

Ambas asentimos, pase por el lado de mi hermano y me detuve un segundo.

—Ya puedes respirar, bobo —dije en voz baja, Anto ya había avanzado un poco yendo atrás de su hermano —Solo no te ilusiones con ese beso —le di unos ligeros golpecitos a su hombro y luego de eso me fui para seguir a Anto.

*

Tuvimos que salir en auto, ya que si lo hacíamos en el jet familiar de los Mancini, teníamos que dar muchas explicaciones y terminaríamos llevando a todos nuestros guardaespaldas. En cambio, de esta manera no era necesario tantas aclaraciones y tampoco tantos hombres siguiéndonos; lo único que dijimos fue: "Iremos unos días a descansar a la casa en la playa en Miami" Una de las tantas propiedades y zonas de mi padrino. 

La idea era salir en el auto de Santi, de New York hasta Florida y llegar a la casa de Miami, hasta ahí fue el dato que les dimos a nuestros padres. Claro que nos dejaron ir, nuestros hermanos ya eran capaces para cuidar de sí mismos y de nosotras, pero… Con la condición de llevar con nosotras a nuestros guardaespaldas principales.

No nos quedó otra opción más que aceptarlo. Al final cuando llegáramos a Miami se nos iba a ocurrir otra cosa. 

¿Y por qué teníamos que viajas hasta allá? Porque la idea era usar algo a nuestro favor como distracción, y debo admitir que funcionó. Todavía me pregunté, ¿cómo es que Anto se deshizo de nuestros guardaespaldas en Miami?

Todo iba marchando bien, hasta que el auto de mi hermano ya no quiso avanzar. No podía estarnos pasado esto. Teniendo uno de última generación y costoso, para que al final nos viniera dejando a mitad de carretera.

¿A quién se le olvidaba echarle combustible a su lujoso auto?

—No puede ser verdad, ¿cómo es que se te olvidó? —le reclame a Santi. 

—No me di cuenta, y la luz que avisa está fallando, no lo marco —señala el tablero digital frente al volante —Tampoco es como si me hubieran dado tiempo para hacerlo —replico —Habíamos dicho que nos íbamos a organizar al llegar a Miami, y de repente salieron con que ya debíamos irnos. ¿En qué momento se supone que debía haber revisado el aceite y el combustible?

—Tanto auto para que nos deje tirados en plena carretera —omití su discurso y continúe quejándome —Debiste haberlo comprobado en cuanto llegamos. Ustedes optaron para que viajáramos unos kilómetros en auto.

No podíamos quedarnos aquí a esperar a que nos rescatarán, nuestros padres podrían enterarse antes de que un desconocido nos echara la mano en el camino. Aparte de que la carretera no era muy transitada, ya se había hecho tarde y muy apenas pasaban autos; con suerte tal vez uno se detuviera si le hiciéramos un ademán para pedir ayuda.

—¡Joder! No puede ser que no haya señal —exclamo Alessio frustrado mientras intentaba hacer una llamada por su celular.

—Será porque estamos muy retirados de la ciudad —respondió Santi.

—Solo a ustedes dos se les ocurre viajar por carretera —protesto Anto cruzada de brazos.

—No había de otra forma, es la única para llegar al aeropuerto de Chicago, es territorio aliado, pero no vigilado por nuestra gente —nos informó Alessio —Por el momento no nos va a quedar de otra más que ir a buscar ayuda —suspiro con pesadez —Iré yo, ustedes se quedan aquí por si pasa alguien, y le piden ayuda.

—¿A un desconocido? —inquirí preocupada.

—Si Iv, a un desconocido, ¿o quieres esperar a que venga tu padre por ti y se entere de a dónde íbamos?

—¿Y si el desconocido es un asesino? —dije otra vez muerta de miedo.

Alessio resoplo cansado por mi insistencia temerosa. 

—Para eso tienes un puto asesino a tu lado —señalo a Santi —Dudo que te pase algo malo estando tu hermano contigo.

Tenía razón, era una tonta en creer lo contrario. Pero lo que habíamos hecho estaba mal, haber escapado con mentiras, nuestros padres había confiado en nosotros. Y para acabar terminamos haciéndole una broma a los pobres guardaespaldas, a Alan y Ben; bueno, esa fue Anto, al principio esa fue la idea, deshacernos de ellos, y lo conseguimos. Sin embargo, aún seguía sin saber cómo lo logro.

—¿Y yo qué, te has olvidado de mí? —replico Antonella.

—Tú harás lo mismo, te quedarás aquí con ellos sentada —declaro su hermano en tono severo.

—No, yo iré contigo —estableció en forma autoritaria, no era una pregunta —Aparte miré una gasolinera de pasada antes de que el auto nos dejará tirados. No debe de estar muy lejos y necesitarás de mi ayuda. 

—He dicho que no Antonella y no acabes con mi paciencia —siseo —Iré yo solo y tú te quedarás con ellos.

—¡Ya chicos! —como siempre intervengo entre este par —Miren, porque en vez de ir solo mejor te llevas a Anto contigo, no es como si fuera a pasarle algo malo, ya que tú la protegerás si es necesario hacerlo. Y mientras tanto Santi y yo esperaremos aquí por si pasa alguien.

No era un buen plan separarnos, pero si con eso íbamos a lograr avanzar y salir de la carretera, pues no quedaba de otra.

Alessio respiro hondo y luego de eso asintió todavía con ese gesto de molestia en su cara. Anto salto del asiento emocionada y se bajó del auto para irse junto con su hermano.

Minutos después nos encontrábamos mi hermano y yo sentados dentro del auto en los asientos de enfrente. Decidimos conversar un poco de ciertas cosas para matar el tiempo, entre ellas salió el tema de Antonella, de sus sentimientos hacía ella. Seguía negándolo, sacaba de pretexto que era así con ella porque la quería como una hermana, así como lo hacía conmigo. Sin embargo, a mí no me trataba de la misma forma como lo hacía con ella, y su ataque de nervios que le daba siempre que la tenía cerca lo de delataba claramente.

—Demonios —exclamo interrumpiendo nuestra charla —¿Por qué se tardarán tanto? Me dieron ganas de ir al baño.

—Como siempre desviando el tema de conversación cuando se trata de ella —suspire y gire los ojos.

—No, es en serio, me dieron ganas —lo noté un poco inquieto. Quizá sea por ambas cosas, me reí —No te rías —me regañó —¿Crees que lleguen a tardarse más?

Encogí los hombres sin saber la respuesta. Ni me había dado cuenta de cuánto tiempo había pasado. No me preocupaba, pues sabía que con Alessio al frente no había peligro alguno para Anto, o más bien sería al revés. 

—Pues ve hacer allá —señale con mi dedo por la ventana de mi lado, había unos arbustos, a pesar de estar todo desolado, podía servir para que se cubriera y así poder hacer sus necesidades tranquilamente —O si no aguántate.

No dijo nada, se quedó en silencio unos minutos más, hasta que se removió en el asiento del piloto y abrió la puerta de su lado.

—No, mejor si voy, no te vayas a bajar —dijo —Ya vengo —concluyo y salió disparado del auto.

Pobre de mi hermano, se notaban las ganas que traía. Sé que parte de su distracción fue porque no quería seguir hablando sobre sus sentimientos, aunque no lo había confesado, sentí que quería hacerlo; sin embargo, no estaba listo todavía.

Me puse a revisar mi celular por un rato, fue está que me fijé en la hora comprobando el tiempo que nos faltaba para llegar al aeropuerto más cercano. 

El plan que tuvieron Alessio y Santino, no era tan malo, quizás no lo hicieron pensando en ahorrar algo de tiempo en el viaje, la idea más que nada era escapar de los guardaespaldas y de todo rastro de nuestros padres.

Tenía entendido que cada auto de nuestras familias, llevaba un chip rastreador incrustado en alguna parte, al parecer mi hermano sabía dónde estaba ubicado y la cerebrito de Anto lo desactivo. Teníamos una estrategia perfecta, solo esperaba que todo siguiera marchando de igual manera.

Habían pasado varios minutos desde que se marchó Santi, no entendía por qué se estaba tardando tanto. Suspiré y fijé la mirada por la ventana de mi lado para buscarlo, no había señal de nadie acercándose. Me decidí mejor a bajar del auto, que tal si lo mordió una víbora o algún otro animal, y pueda ser que necesite ayuda.

Antes de bajar del auto tomé la llave y luego cerré con seguro, ¿quién se lo iba a robar si parecía que estábamos en la nada? 

Camine un poco, pero antes de avanzar lejos del asfalto un sonido de un motor llamó mi atención haciéndome que me detuviera y girará para verlo, recordé que teníamos que pedir ayuda. Regrese al auto de mi hermano, ya que el otro estaba disminuyendo su velocidad y acercándose a la acera. Trate de tomar algo de distancia, no podía acercarme tanto a un desconocido y menos estando sola.

Era un Challenger con barniz negro mate, con vidrios polarizados, un modelo no tan reciente pero tampoco antiguo. Se detuvo quedando cofre frente a cofre.

Me quedé unos segundo viendo, esperando que alguien bajara de el, pero cosa que no pasó, más bien se llevó su tiempo el desconocido. Decidí no moverme y hasta estaba pensando en subirme de vuelta al auto de Santi, por mi mente pasaron muchas cosas aterradoras que podían pasarme si ese extraño se me acercará.

Estaba equivocado si pensaba que me iba a acercar.

Saque la llave del bolsillo de mi chaqueta y presione el botón del mando para abrir la puerta del auto, al mismo instante que se abrió, el otro auto hizo lo mismo con la suya, pero de la parte del conductor. 

Una sorpresa de pánico me recorrió cuando vi salir de ahí a un chico. Era alto, demasiado diría yo, vestiendo con pantalón y camisa negra, traía unas gafas oscuras a pesar de que el sol ya se estaba ocultando.

Mientras se acercaba pude ver un poco más de él, no me moví, seguía plantada dónde mismo. Se detuvo unos cuántos paso frente a mí, tenía el cabello negro y unas cejas bien marcadas y en el mismo tono, una mandíbula fuerte y sin rastro de bello en ella, una nariz perfilada y unos labios, unos de los que me detuvo y me lleve más tiempo viéndolos, eran perfectos.

No sé cuánto tiempo me había quedado como boba viéndolo, pero no quite mis ojos de allí hasta que él llevó una de sus manos a las gafas de sol y las retiró. Dejándo por fin al descubierto sus ojos.

Sus ojos grises se posaron en mí y un estremecimiento me recorrió todo el cuerpo, no era de miedo, era algo diferente. Eran intensos, tanto que era difícil retenerle la mirada, pero algo en ellos me hizo sostenérsela y trate de ver más allá cuando note una ligera chispa familiar en ese gris profundo.

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