Los besos de mi mujer despertaron mi miembro. Salomé masajeaba mi falo y en este mañanero, luego de una semana más de arduo trabajo en la agencia, era lo que necesitaba.

—Buenos días, caballero. —devoré su boca—. Desea atención en este lugar —apretó mis testículos.

—Mujer bonita…

Inició el descenso y fue increíble sentir su boca en mi falo. De lunes a viernes nos hemos ido a trabajar a Bogotá, a nuestra agencia, y los fines de semana regresábamos a la villa a pasar en familia. Habían pasado dos semanas desde que la señora Antonella se ofreció como carnada y ya teníamos todos listo para que así pasara. El lunes iniciará nuestro teatro y los arreglos en la clínica nos sirvió para hacer las adecuaciones que necesitamos para la habitación donde estará nuestra actriz.

Las lamidas de mi mujer me trajeron al presente, comencé a darle placer con los dedos y en ese momento ya nada importó más que el pertenecernos el uno al otro. La hice venir mientras la penetraba con mis dedos, ella seguía la