Lleguemos antes que el general, por lo que Rosa había comentado cerca de la casa principal y por lo hablado con el padre de Salomé nos quedamos en el helipuerto que habían construido. Según lo comentado por el señor Francisco, esto no existía, sin embargo, la información de la loca fue estratégica. No se veía rastros de mi padre Juan Carlos. José se quedaría aquí, para que en una eventualidad pudiera darnos soporte aéreo, o sacarnos lo más rápido posible. Bajamos, no sabíamos lo que íbamos a encontrar y eso me tenía muy nervioso, porque el perfil del psicópata del hombre, que era mi padre, se podría esperar cualquier cosa.

Aún no asimilo el aceptar ese otro ser que debe habitar en el cuerpo de quien era mi padre, no obstante, no lo iba a perdonar y menos ayudarlo a que se escape. Si por mí fuera hasta un tiro le daba, pero mamá me pidió no hacerlo y no por pesar a él, sino, por mi alma. «Sin importar el monstruo que sea, es tu padre. Deja a tus amigos que lo ajusticien, creo en Dios,