Capitulo 43

En la majestuosa mansión de los Pertong, Aita se despertó empapada en sudor. Había tenido un sueño perturbador, recordando la noche en la posada cuando todo comenzó a salir mal. Debía dominar esos brotes de inquietud que cada vez eran más fuertes y frecuentes. La posibilidad de tener un novio grande y fuerte, y vivir con él, no resultaba especialmente tranquilizadora.

Sentía que le debía a Llelewas una explicación más detallada. Él no había hecho nada para merecer su desprecio, y a pesar de que no parecía que fuera a hacer algo en su empeño de cortejarla, Aita acabaría desmayándose ante el altar si no le contaba la verdad. Podía poner fin a todo aquello, pero de día conseguía mantener a los demonios a raya. Sin embargo, de noche, las pesadillas la invadían y aquello la frustraba enormemente. Era injusto enredarlo todo para que pareciera el único culpable cuando había sido ella la que organizó su fuga.

Estaba dispuesta a pagar el precio por su imprudencia con un ostracismo social bien
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