Capítulo 4

Angelina

Su voz me produjo un escalofrío. Odio lo qué me hace sentir cuando está cerca.

—Eh... —¿Qué debo hacer? Es mejor decir la verdad, no tengo opción— Estaba en el orfanato.

—¿Cómo? —Se cruza los brazos y siento que me sofoco.

—Todos los sabados llevo regalos y comida a los niños del orfanato —digo. Tratando de que mi voz suene fuerte.

Andrew me sonríe.

—Está bien —responde con firmeza— Estaré en el despacho, no quiero que me molesten.

Asiento, respiro varias veces y observo a mi nana. Está impactada, no puede creer que allá tomado también que le haya mentido con respecto a mis salidas al orfanato. Tomo la mano de mi nana y subimos a mi habitación, me asomo por la ventana que está en mi cuarto y miro al cielo.

—¿Qué estás haciendo? —dice mi nana.

—No hay tiempo de lluvia —Sigo mirando.

—No seas ridícula —Se ríe.

—¿No lo escuchaste? ¡No me dijo nada! —exclame. Aún no lo superó.

—Estuve presente si no recuerdas —Mira mi armario y escucho como se queja— ¿Es enserio?

—¡No es mi culpa! —exclamo.

—¡Tampoco es culpa mía! —Cruza los brazos.

—A partir de hoy seré más ordenada —ruedo los ojos.

Mi nana suspira y se sienta en la cama.

—Tus padres se pusieron en contacto con Andrew —me dice—. Vendrán mañana.

—Cuando será el día que me dejen en paz.

—No hables de esa manera carca de tus padres —Me reprocha Denis.

—Le queda grande ser llamados Padres —Hago comillas con las manos—. No les importo venderme por un poco de dinero y una estabilidad económica, así que no me pidas que albergue en mi corazón amor hacia ellos.

Denis no comenta nada al respecto y es lo mejor.

Tocan la puerta, mi nana abre y es el ama de llaves.

—El Señor Andrew la quiere ver en su despacho, señorita Angelina —Ruedo los ojos y me levanto de mal humor.

Andrew es el hombre más exasperante que existe en el mundo, salgo de mi habitación sumamente molesta y voy camino hacia su despacho que se encuentra en la planta baja de la mansión. Al casarme con Andrew imaginé que íbamos a vivir en un lugar más apropiado para los dos, una casa más pequeña. Sin embargo, cuando me trajo a esta mansión quedé impresionada por lo hermosa que es. No niego que es mucho para solamente tres personas y la servidumbre.

Llegó al despacho, tocó dos veces y espero que el rey se digne a atender a su doncella.

La puerta se abre y me encuentro de frente con Andrew, a su lado soy pequeña. Le llegó hasta los hombros y a veces me hace parecer su hija en vez de su esposa, me mira y se hace un lado para que yo pueda pasar. Entro y todo está perfectamente ordenado, como le gusta.

—Siéntate —Ordena, como de costumbre.

—Siempre me ordenas como si fueras mi padre —respondo, manteniendo mis brazos cruzados. Noto cómo frunce el ceño en respuesta a mi desafío.

—No estoy de humor para tus berrinches, Angelina.

—Nunca estás de humor.

Me da una sonrisa de medio lado y siento mis piernas flaquear ante ese gesto. Se acerca y por instinto retrocedo. Sus ojos se dirigen a mis labios, solo unos segundos, hasta que su mirada se conecta con la mía.

—Te gusta jugar con mi poca paciencia, ¿verdad? —se ríe y sus hermoso hoyuelos aparecen en sus mejillas.

—Solo un poco —murmuro.

—Te revelaré un secreto... —Se inclino un poco hasta estar solo a centímetros de mi rostro—. Me encanta tu sarcasmo —Mis ojos se abren de la impresión— Esos deliciosos labios me hacen desean muchas cosas con ellos —Dios, ayúdame— Tu respiración me indica que mis palabras no son indiferentes, Angelina.

Tiene razón, mi cuerpo lo desea y me molesta en gran manera tener este tipo de sentimientos hacia un hombre como él, egoísta y sin corazón. Coloco mis manos en su pecho y lo alejó de mí, no quiero cometer el mayor de los pecados y era caer en su juego.

—Solo dime por qué me llamaste —Alzó el mentón, no quiero que vea como me afecta su cercanía.

—Está bien —Alza las manos y se ríe—. Tus padres vienen mañana a cenar.

—Mi nana me lo dijo —Ruedo los ojos y me recuesto en la pared.

—Queria tener el honor de ver tu cara de felicidad ante la noticia —Cruza los brazos.

Lo miro y entrecierro mis ojos. Él sabe perfectamente que mi relación con mis padres está mal desde que me casé con él. Su sonrisa burlona y la manera como se ríe de mí, me molesta.

—Eres un completo desgraciado.

Una carcajada sale de sus labios y me molestó aún más. Andrew es un idiota y me desespera cuando se comporta así.

Lo dejo con sus estupideces y salgo del despacho, mi mal humor ha empeorado está tarde. Camino al jardín, necesito estar sola, y lo único que me relaja es estar fuera de casa.

El cielo está nublado, llevo mis manos a mis brazos para darme un poco de calor, olvide traer la chaqueta, pero no creo que llueva. Miro el cielo y solo espero que solo sea una nube pasajera. Me alejo un poco de la casa, pero no tanto para preocuparme, una gota cae en mi mejilla, luego otra, hasta que siento varias en mi cuerpo, corro a la casa y para mí mala suerte, mi tobillo se dobla y terminó cayendo al suelo. La lluvia comienza a ser fuerte y busco la manera de levantarme, pero el dolor en el pie se hace presente.

Suelto un quejido, todo es culpa de Andrew. A lo lejos veo a una persona correr hasta donde estoy, no logro identificarlo, mis ojos no logran ver nada debido a la fuerte lluvia.

Llega hasta donde estoy, se inclina, fijo mi mirada en él. ¡Oh, es mi gracioso esposo!

—No te acostumbres a ser una damisela en apuros, yo jamás seré tu principe —dice.

—Gracias por recordarme lo patan que eres —gruño.

Me ayuda a levantarme, me apoyo en su hombro y juntos, caminamos hasta la casa.

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