El psicólogo que me llevó a casa no habló mucho, solo se dedicó a conducir mientras seguía mis indicaciones. Yo tampoco tenía muchas ganas de hablar, solo quería llegar a la vecindad en la que vivía y correr a los brazos de mi pequeña princesa. Al llegar, salí casi corriendo del auto de ese hombre y fui a tocarle a la vecina.—Crei que no llegarías, solo te dije que la podría cuidar una hora Eva, sabes que a mi esposo no le gustan los niños y ya está de mal humor, no puedo...No es la primera ves que me llama la atención así que me dediqué a interrumpirla. —Gracias, gracias por cuidarla, te prometo que no volverá a pasar. Ella extendió la mano hacia mí, esperando su pago, pero como salí tan rápido de la comisaría, olvidé mi cartera.—Señor psicólogo, ¿me podría prestar para pagar a la señora? —Me dirigí al hombre sin ninguna pena. He aprendido a no tener pena. Él solo asintió y le dio 200 dólares a la vecina. Sus ojos se iluminaron y los míos también. Eso es lo que me pagan por tr
★Nicolás. (Tres años atrás).—¡Ayudaaaaaaaaa! —Después de tres años, al fin encontré a Andrea. La maldita estaba disfrutando de la vida con su nuevo novio, al cual maté sin consideración frente a ella. Cada vez que la veo, no dejo de pensar en lo que perdí, en lo estúpido que fui por querer hacer pagar a alguien que no era culpable de nada. Observé a Andrea en el suelo, su cabello estaba desgreñado y su maquillaje corrido. Las lágrimas y los gritos estaban más que presentes. Me acerqué a ella y me flexioné. —Mátame —pidió con voz temblorosa.—No, Andrea. ¿Crees que te mataré tan fácilmente? Es irónico que ahora que te veo, solo venga a mi cabeza la imagen de la mujer que amo y perdí por tu culpa.—Mátame —gritó, tomándome de la camisa mientras lloraba.Fue entonces cuando llamó mi atención su vientre abultado. No pude evitar pensar en mi hijo muerto.El desgraciado que era el amante de Andrea resultó ser Jerry. Ese maldito infeliz fingía sufrir por su novia mientras era un espía
—Ella va a casarse con otro hombre —Gerald no paraba de llorar mientras bebía con desesperación.No entendía por qué me hablaron a mí para venir a recogerlo.No me gustaba escuchar a un niño de treinta años llorar por estupideces. Sus ojos rojos y hinchados reflejaban su angustia.—Nicolás, ella va a casarse con otro hombre, me rechazó, cantinero, sírveme otra copa —lo vi seguir bebiendo, su mano temblaba mientras sostenía el vaso. Su voz estaba quebrada y era evidente su dolor.—Dejate de estupideces, si ella no te quiso, mándala a la mierda, deja de beber —respondí con cierta exasperación.No entendía cómo Gerald podía aferrarse a algo que claramente ya no existía.—Pero yo la amo —dijo entre sollozos, las lágrimas seguían surcando su rostro.—Nunca se lo dijiste, era normal que terminara con otro hombre —intenté razonar con él, aunque sabía que en ese momento de desolación era difícil que lograra comprenderlo.—Tú qué harías si Eva termina en los brazos de otro hombre —me preguntó,
Frustrado, decidí obtener su número de teléfono y la llamé, pero nuevamente no obtuve respuesta. En cambio, decidí enviarle un mensaje, expresando mi descontento con sus proyectos, «basura» y dejándole en claro que no aprobaría nada de lo que me enviara.Al recibir su respuesta, sentí una mezcla de sorpresa y molestia.No podía creer que ella se sintiera afortunada de que el «hijo pródigo» le hablará, pero al mismo tiempo, no tenía la intención de detenerse en sus intentos de enviar proyectos. Además, mencionó que «su padre» ya los había aprobado.Aquello despertó mi curiosidad y confusión, no entendía qué papel jugaba mi padre en todo esto.¿Por qué le entregó el control de una de sus empresas más prestigiosas e importantes a una desconocida?—¿Desde cuándo le llamas padre a mi padre? —pregunté—¿Estás celoso? Él y tú madre son mis padres desde hace cuatro años y los adoro —expresó con cierta molestia. —Por cierto, firma esos documentos que necesito firmar yo para que se comiencen a
—¿Tú qué...? —Ella respiró profundo y después desvió la mirada por unos segundos, hasta que volvió a verme. Yo solo estaba viéndola, lo que más deseaba era atraerla a mis brazos. Tanto la extrañé.—¿Tú qué haces aquí? Lárgate —Pronunció, poniéndose derecha. Su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos profundos reflejaban determinación. —¿Así que eres Eva Evans? La hija adoptada de Demian y Rachel Evans —pronuncié. Su mirada se volvió intensa, como si estuviera lista para proteger su identidad a toda costa.—Eso no es de tu incumbencia, ahora lárgate. Comenzó a caminar con paso firme hacia donde me encontraba de pie, pero su mano se dirigió al pomo de la puerta para abrirla. Sus labios se apretaron en una línea tensa y sus cejas se fruncieron levemente.—Vete —pronunció, y me giré poniendo la mano en la puerta para cerrarla. Su voz sonaba fría y desafiante, como si estuviera dispuesta a enfrentar cualquier problema que surgiera.—No pienso irme, menos ahora
Sus labios estaban apretados, las arrugas de preocupación y dolor marcaban su rostro. El enojo en sus ojos se mezclaba con una profunda tristeza, como si llevara consigo una carga demasiado pesada para soportar.—¿Por qué habría de alejarme de mi hija?—repliqué, tratando de ocultar el nerviosismo que me invadía.Eva frunció el ceño, sus labios temblaban ligeramente por la tensión.—Eres un maldito hipócrita, Nicolás —escupió, sus palabras estaban cargadas de resentimiento y desprecio.Intenté encontrar un puñado de palabras que pudieran desvanecer la ira en su mirada, pero solo logré escupir algo incoherente.—Te ves hermosa enojada —dije en voz alta, sin darme cuenta de que había hablado.Ella se quedó en silencio por un instante, sus ojos me atravezaban como lanzas. Dio un paso atrás.—Vámonos, mi amor —pronunció con una voz temblorosa, tomando la mano de Loreline con determinación.Ambas se fueron, alejándose de mí mientras avanzaban. Vi a la pequeña voltear la cabeza para mirarme
★ Nicolás.Salí del departamento donde me estaba quedando y fui a casa de mis padres. La primera en recibirme fue Daiana.—El idiota ha llegado a casa —dijo mientras saltaba a mis brazos.—Daiana, deja de molestarme.—Soy tu hermana menor y tienes que aguantarme. Mamá mencionó que vendrías y mamá jamás se equivoca. Nicolás, ¿ya sabes quién es la hija adoptiva de papá y mamá? ¿Y sobre Loreline?—Sí, lo sé todo.—Tía.Volteamos a ver las escaleras donde una pequeña se cubría los ojos y hablaba con voz adormilada.Hasta despeinada se veía hermosa.Parecía una pequeña duendecilla. Daiana volteó a verme y me dio una palmada en el hombro antes de retirarse.—Señor guapo —dijo la pequeña con una enorme sonrisa en el rostro.—¿Sigues buscando hombres guapos? No creo que sea sano para una niña —me acerqué a ella y me incliné un poco para estar a su altura.Le acomodé su cabello y le acaricié la mejilla. Ella es mi hija, mi adorada niña.—Sí, ¿continuemos con nuestra conversación? —dijo, mientr
No entiendo qué quieren decir sus palabras ni qué destino me aguarda en este lugar sombrío. Pero una cosa es segura: mi existencia nunca volverá a ser igual.Estoy encerrada en un ático oscuro y sombrío, donde las sombras bailan y se contorsionan como entidades vivas por las paredes agrietadas, añadiendo una sensación de opresión a mi angustia.La oscuridad me envuelve por completo, impidiéndome distinguir cualquier detalle más allá de la negrura que me rodea.Las lágrimas siguen su curso constante por mis mejillas, dibujando surcos de desesperación en mi rostro mientras imploro una y otra vez que me liberen de esta prisión sin sentido.La incertidumbre y el miedo se entrelazan en mi mente, preguntándome una y otra vez qué hice para merecer este castigo cruel y despiadado.—¡Por favor, déjenme salir! No entiendo por qué estoy aquí, no he hecho nada malo —mi voz se quiebra con el peso de la angustia, esperando desesperadamente una respuesta que no llega.El silencio persiste, es una ma