—¿Tú qué...? —Ella respiró profundo y después desvió la mirada por unos segundos, hasta que volvió a verme. Yo solo estaba viéndola, lo que más deseaba era atraerla a mis brazos. Tanto la extrañé.—¿Tú qué haces aquí? Lárgate —Pronunció, poniéndose derecha. Su cabello oscuro caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos profundos reflejaban determinación. —¿Así que eres Eva Evans? La hija adoptada de Demian y Rachel Evans —pronuncié. Su mirada se volvió intensa, como si estuviera lista para proteger su identidad a toda costa.—Eso no es de tu incumbencia, ahora lárgate. Comenzó a caminar con paso firme hacia donde me encontraba de pie, pero su mano se dirigió al pomo de la puerta para abrirla. Sus labios se apretaron en una línea tensa y sus cejas se fruncieron levemente.—Vete —pronunció, y me giré poniendo la mano en la puerta para cerrarla. Su voz sonaba fría y desafiante, como si estuviera dispuesta a enfrentar cualquier problema que surgiera.—No pienso irme, menos ahora
Sus labios estaban apretados, las arrugas de preocupación y dolor marcaban su rostro. El enojo en sus ojos se mezclaba con una profunda tristeza, como si llevara consigo una carga demasiado pesada para soportar.—¿Por qué habría de alejarme de mi hija?—repliqué, tratando de ocultar el nerviosismo que me invadía.Eva frunció el ceño, sus labios temblaban ligeramente por la tensión.—Eres un maldito hipócrita, Nicolás —escupió, sus palabras estaban cargadas de resentimiento y desprecio.Intenté encontrar un puñado de palabras que pudieran desvanecer la ira en su mirada, pero solo logré escupir algo incoherente.—Te ves hermosa enojada —dije en voz alta, sin darme cuenta de que había hablado.Ella se quedó en silencio por un instante, sus ojos me atravezaban como lanzas. Dio un paso atrás.—Vámonos, mi amor —pronunció con una voz temblorosa, tomando la mano de Loreline con determinación.Ambas se fueron, alejándose de mí mientras avanzaban. Vi a la pequeña voltear la cabeza para mirarme
★ Nicolás.Salí del departamento donde me estaba quedando y fui a casa de mis padres. La primera en recibirme fue Daiana.—El idiota ha llegado a casa —dijo mientras saltaba a mis brazos.—Daiana, deja de molestarme.—Soy tu hermana menor y tienes que aguantarme. Mamá mencionó que vendrías y mamá jamás se equivoca. Nicolás, ¿ya sabes quién es la hija adoptiva de papá y mamá? ¿Y sobre Loreline?—Sí, lo sé todo.—Tía.Volteamos a ver las escaleras donde una pequeña se cubría los ojos y hablaba con voz adormilada.Hasta despeinada se veía hermosa.Parecía una pequeña duendecilla. Daiana volteó a verme y me dio una palmada en el hombro antes de retirarse.—Señor guapo —dijo la pequeña con una enorme sonrisa en el rostro.—¿Sigues buscando hombres guapos? No creo que sea sano para una niña —me acerqué a ella y me incliné un poco para estar a su altura.Le acomodé su cabello y le acaricié la mejilla. Ella es mi hija, mi adorada niña.—Sí, ¿continuemos con nuestra conversación? —dijo, mientr
No entiendo qué quieren decir sus palabras ni qué destino me aguarda en este lugar sombrío. Pero una cosa es segura: mi existencia nunca volverá a ser igual.Estoy encerrada en un ático oscuro y sombrío, donde las sombras bailan y se contorsionan como entidades vivas por las paredes agrietadas, añadiendo una sensación de opresión a mi angustia.La oscuridad me envuelve por completo, impidiéndome distinguir cualquier detalle más allá de la negrura que me rodea.Las lágrimas siguen su curso constante por mis mejillas, dibujando surcos de desesperación en mi rostro mientras imploro una y otra vez que me liberen de esta prisión sin sentido.La incertidumbre y el miedo se entrelazan en mi mente, preguntándome una y otra vez qué hice para merecer este castigo cruel y despiadado.—¡Por favor, déjenme salir! No entiendo por qué estoy aquí, no he hecho nada malo —mi voz se quiebra con el peso de la angustia, esperando desesperadamente una respuesta que no llega.El silencio persiste, es una ma
★ NickEl bullicio de las calles me resulta insoportable mientras me abro paso hacia mi oficina, envuelto en el caos urbano que define mi vida cotidiana.Cada mañana, debo enfrentarme al estruendo ensordecedor de la ciudad mientras me encamino hacia el imponente edificio que alberga una de las empresas más destacadas del panorama empresarial, y que, para mi orgullo, lleva mi nombre.Desde que asumí la responsabilidad de dirigir esta empresa, que ha consolidado su posición como líder indiscutible en su campo, el apellido Evans ha evolucionado de ser temido a ser reverenciado.Mis padres son figuras prominentes en el ámbito de la psicología, han dejado una marca indeleble en el mundo con sus respectivas contribuciones.Mi padre, dotado de astucia e inteligencia, ejerce como psicólogo para el FBI, desentrañando las complejidades de la mente criminal. Mientras tanto, mi madre, con su dedicación y empatía, se especializa en el tratamiento de jóvenes y niños, brindándoles apoyo en sus lucha
Mis estudios universitarios son lo único que me importa; quiero ser un orgullo para mis padres. Al llegar a casa después de un día de estudio agotador, lo único que deseaba era tranquilidad, subir a mi habitación y tomar una larga siesta. Los exámenes me están agotando y ya no creo que pueda seguir el ritmo. Una vez que bajé del taxi y entré a casa, todo parecía normal hasta que abrí la puerta. Me encontré con varios muebles volcados en la entrada, los cuadros torcidos en las paredes y todas las demás cosas destrozadas, apenas podía moverme sin tropezar. Caminé entre los objetos en el suelo, sintiendo que podría caer en cualquier momento. A medida que avanzaba por la casa, me di cuenta de que el desastre se extendía por todos lados. El caos que reinaba en mi hogar era abrumador. No podía entender qué había sucedido ni por qué. Cada paso que daba era como moverse en un campo minado, con la preocupación de tropezar con algo más y empeorar la situación. El desorden era una afrenta
En el abismo de mis sueños, reviví la escena una y otra vez.Los hombres vestidos de negro, con actitud despiadada, tenían a mi padre arrodillado, su mirada estaba fija en mí.Juré ver una lágrima escapar de sus ojos mientras aguardaba su destino incierto.Cuando finalmente emergí de las profundidades de la inconsciencia, me encontraba de vuelta en casa, tendida en mi propia cama.Mi madre estaba frente a mí, con la preocupación marcada en su rostro.La abracé con fuerza, sintiendo el alivio de su presencia y el peso de la realidad desvaneciendo el horror de mis sueños.La imagen de mi padre aún me atormentaba, pero poco a poco me di cuenta de que todo había sido un sueño.La escena macabra, la casa en desorden, las deudas abrumadoras de mi padre, todo era producto de mi mente turbada.—¿Qué pasa, cariño? ¿No te fue bien en algún examen? —preguntó mi madre, acariciando mi cabello con ternura.—Mamá, ¿y el abuelo? ¿Dónde está papá? —inquirí, confundida y aún aturdida por las imágenes p
★ Nicolás —¿No has recibido ninguna noticia sobre Andrea, verdad? —pregunté con ansiedad al investigador a cargo de localizar a mi prometida, apretando los puños con fuerza.—Lamento informarle que aún no hemos obtenido ningún indicio sobre el paradero de la señorita Collins. Sin embargo, hemos descubierto que se reunió con su padre hace unos días —respondió el investigador con voz monótona, ajustando los lentes sobre su nariz.Lo observé con desprecio, conteniendo mi impaciencia mientras seguía hablando de trivialidades irrelevantes sobre Andrea, con gestos exagerados.Me preguntaba cómo alguien podía estar tan inmerso en asuntos que no me interesaban en absoluto.Después de unos minutos, finalmente se retiró y entró Gerald, mi asistente personal, con su habitual expresión amable.—Hemos hecho lo que pediste, Evans —anunció con una sonrisa, manteniendo la cabeza inclinada en señal de sumisión.Su manía de usar mi apellido junto con el término «joven» siempre me había irritado p