Capítulo 46: La perdida.

Con un movimiento rápido, saqué el cuchillo de su hombro. Temí que intentara clavárselo a sí mismo, pero lo sujeté con firmeza antes de que pudiera hacerlo.

—Te maldigo, Nicolás Evans. Te maldigo a que nunca ames a alguien, porque la única mujer que te amó en su vida fue mi nieta. Y ella no volverá a amarte jamás. Te maldigo a que nunca seas feliz —sus palabras resonaron en el aire, llenas de un odio desgarrador.

Volteé a ver a Eva, su rostro estaba empalidecido y el hilo de sangre que caía entre sus piernas. Mi corazón se detuvo por un momento ante la imagen desgarradora.

—Hasta nunca, Nicolás —dijo, y encajó el cuchillo en su pecho. Sus ojos se quedaron viendo hacia la nada, perdiendo la luz de la vida.

Me alejé de ese hombre y corrí hacia donde estaba Eva. La tomé en mis brazos y la llevé al hospital, ignorando al médico que intentaba hablar conmigo desesperadamente.

Su vida estaba en juego y no podía permitirme perderla. El doctor la atendió al instante y después de unas horas sal
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