★Eva—Por favor, Nicolás... Mis fuerzas menguaban, el terror me consumía y la presión en mi cuerpo se hacía más fuerte. Mi corazón latía desbocado, amenazando con salirse de mi pecho. Estaba aterrada, sintiendo cómo poco a poco mis fuerzas desaparecían.Cuando finalmente abrí los ojos, me encontré fuera de la habitación en la que había estado atrapada. La luz tenue de la noche filtrándose por la ventana iluminaba débilmente el lugar. Me sentí desconcertada, tratando desesperadamente de recordar dónde estaba. Entonces, me di cuenta de que era la misma habitación en la que había pasado incontables noches y días con Nicolás.Estaba acostada en la misma cama que una vez fue nuestro refugio, el lugar donde compartimos momentos maravillosos. Pero en ese instante, todo parecía irreal, como si nada de eso hubiera ocurrido. Las lágrimas comenzaron a caer silenciosamente por mis mejillas.—¿En serio seguirás llorando? —La voz de Nicolás resonó en la habitación, y dirigí mi mirada hacia él. Es
—Mi amor, tu novio acaba de llegar. Dijo que vendrías pronto, que te adelantaste —mi madre sonrió y volteé para ver a Nicolás, quien solo me observaba con atención, como si estuviera evaluando cada paso que daba.—Mamá, él... Él llegó antes que yo. Qué bien, será mejor que nos vayamos. —Me acerqué a Nicolás, tratando de aparentar normalidad y pasé mi brazo por el suyo, manteniendo las apariencias.—No, deberíamos quedarnos y no ser maleducados, ¿no quieres que tu madre se ponga triste, verdad? Nos ha invitado a cenar.Volteé a ver a Nicolás, quien se desligó de mí y se acercó a mi madre.—Suegra, ¿en qué puedo ayudarle? —dijo con una sonrisa falsamente encantadora.—Ven, mijo, ayúdame a cocinar ya que a mi hija no le gusta —mi madre respondió de buen grado, agradeciendo la ayuda. Ambos se alejaron rumbo a la cocina.Yo corrí tras ellos, preguntándome si esta era la forma silenciosa que Nicolás encontraba para callarme y controlarme dentro de mi propio hogar.No cabe duda de que es un
Salió de la habitación y yo me quedé allí, observándolo mientras se alejaba. Mi mente se debatía entre la incredulidad y el pánico. Los últimos vestigios de la relación amorosa que creía tener con Nicolás se desvanecían como cenizas en el viento. Observé cómo ponía seguro por fuera, asegurándose de que no pudiera escapar. El sonido del cerrojo se convirtió en un eco constante en mi mente, un recordatorio de mi cautiverio.No pude pegar un ojo en toda la noche. La oscuridad de la habitación parecía cobrar vida, susurrando mis miedos más profundos. Imaginé su rostro transformándose de la dulzura a la crueldad, recordando cada detalle de su traición. Por la mañana, Nicolás se comportaba como aquel novio comprensivo y amoroso por el que me había enamorado. Pero ya había visto quién era en realidad: un ser despiadado y manipulador, un maestro de las apariencias.—Te llevaré a la universidad —comentó, después de terminar su desayuno y ponerse de pie. Sus palabras eran tan amables como cuchi
Sin darle importancia a mis súplicas, lanzó el cuchillo directamente hacia Ivy, clavándose en su costado y desatando un grito ahogado de dolor en ella. La sangre brotaba de su herida, empapando su ropa y tiñendo el suelo con un rojo oscuro.—No, por favor, es mi culpa, yo puse la demanda, ella es inocente, déjala ir, por favor, no le hagas más daño —supliqué mientras caía de rodillas llorando sin control.Mis palabras parecían perderse en el aire, sin encontrar eco en el corazón de aquel monstruo que tenía delante. Su expresión era una máscara de crueldad.Terminé en el suelo, mirando impotente cómo mi mejor amiga era asesinada por el hombre al que amaba. La vida se escapaba de los ojos de Ivy, sus gemidos se extinguían y mi corazón se rompía en mil pedazos.Nicolás se acercó a mí y yo me arrastré hacia atrás, intentando alejarme de él. El miedo me envolvía y no quería que se acercara, no quería que me tocara. Pero mis esfuerzos fueron en vano cuando me di cuenta de que la pared estab
Me quedé en silencio, con la mirada perdida en la nada. Sentía miedo, pero no podía permitirme ser vencida.Aun así, no podía contener las lágrimas mientras me abrazaba con fuerza las piernas. El tiempo parecía avanzar lentamente, sin saber cuánto llevaba encerrada en aquella habitación oscura y opresiva.Las horas pasaban y mi estómago comenzó a dolerme, rugiendo de hambre y sed.Por más que suplicaba que la puerta se abriera, seguía cerrada y Nicolás no aparecía.Mis lágrimas se multiplicaban con cada segundo que pasaba, hasta que ya no pude llorar más. El olor desagradable del lugar se intensificaba, quizás proveniente del cuerpo en descomposición de Ivy.—¿Cómo le diré a tu familia que ya no estás? ¿Cómo le diré a Jerry que moriste? Y que todo fue culpa mía. Si no me hubieras ayudado, Ivy, estarías bien. Perdóname —murmuré entre sollozos, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros.Me quedé dormida de nuevo, con la angustia latiendo en mi corazón.Desperté sobresalt
—Nicolás, ¿te atreves a competir conmigo? —dijo el ruso, con una arrogancia helada—. Si gano, tu preciosa mujercita será mía. Avanzó un paso hacia mí, su mano se movió amenazante hacia mi mejilla. Un temblor de pánico me envolvió por completo. —Y si gano, te arranco la vida por atreverte a mirar a mi mujer —replicó Nicolás, con una mirada desafiadora y un tono cargado de furia. El ruso soltó una risa cruel, con sus ojos llenos de una descarada frialdad. —Esta noche, tu cama será la mía —pronunció con un tono lascivo que hizo que mi piel se pusiera en alerta. La tensión en el aire era densa, casi tangible. Sabía que Nicolás no cedería fácilmente. Miré a Nicolás con desesperación, rogando que la victoria estuviera de su lado. —Vamos —ordenó Nicolás con firmeza, guiándome hacia su auto. Mientras subía, mis manos temblaban de manera incontrolable, el nudo en mi estómago se hacía más opresivo. La pista se convertiría en el escenario de una confrontación brutal entre dos hombre
Mi tormento fue interrumpido por un grito desgarrador que rasgó el aire. Abrí los ojos sobresaltada y vi al hombre caer de rodillas, con un cuchillo incrustado en su hombro. Era Nicolás. Su rostro estaba deformado por la furia, pero había algo en su mirada que mezclaba un frío alivio y un calor aterrador.—Te advertí que te mataría si volvías a poner tus sucias manos en mi mujer —rugió, acercándose al hombre herido como un depredador a su presa.El hombre, jadeando entre espasmos de dolor, intentó forzar una sonrisa burlona, pero su voz tembló.—Gané la apuesta —respondió, apenas pudiendo hablar.La rabia de Nicolás, lejos de desbordarse hacia mí, se enfocó en el agresor con una intensidad que me heló la sangre. Sin vacilar, arrancó el cuchillo del hombro del ruso y, en un movimiento cruel, lo hundió en su ojo. El grito que siguió fue sobrehumano, llenando la habitación con ecos de agonía. El hombre se llevó ambas manos al rostro, intentando contener la sangre que brotaba como un ma
Por la mañana, sentía la cabeza recostada en el pecho de Nicolás, quien me abrazaba con firmeza mientras yo hacía lo mismo. Me quedé mirándolo un instante, asombrada por cómo un hombre tan atractivo podía ser también despiadado, dispuesto a hacer lo que fuera necesario para mantenerme a su lado.Le acaricié la mejilla y él abrió los ojos. Me quedé en silencio, observando esos ojos que tenían dos tonalidades diferentes.—¿Qué pasa? —rompió el silencio con voz rasposa.—¿Son tus ojos realmente así? Cuando te conocí, los tenías marrones.—Es un problema genético. Como te mencioné antes, mis padres son medios hermanos, y eso ocasiona estos inconvenientes.—Son hermosos.Descubrí que, mientras fuera amable con él, él también lo sería conmigo. Quizás solo necesitaba imitar su comportamiento.A pesar de que lo odiaba profundamente.—¿Todavía sientes dolor? —me preguntó mientras acomodaba mi cabello con ternura.—Un poco. Tengo que cumplir con mis tareas en la universidad para no sentirme atr