La pantalla al frente de mí parpadea. Sé que alguien se refugia tras la puerta, pero no quiere dar la cara. Vuelvo a oprimir el pequeño botón para llamar la atención del inquilino, el monitor se enciende del todo y muestra el rostro de un niño pequeño.
Suspiro con una sonrisa. Es habitual que en estos apartamentos se encierren, quizá por el temor a las pandillas, entre otros obstáculos. Por ende, hay monitores colgados en las puertas, que parecen ser los recibidores, los que son el timbre, pues tienen una cámara que prevé si es alguien malo o no tras la madera sucia. También, nunca te abrirán la puerta, por algo utilizan dicho sistema.
—Soy de PC[1]. Necesito hacerle algunas preguntas.
—Mi madre no está en casa —resopla. Sus ojos dicen todo lo contrario.
—¿Cuántos años tienes, pequeño? —Esta pregunta tal vez sirva para entrar en confianza.
—Ocho, pero pronto tendré nueve.
Me toco la barbilla. —No deberías vivir en un lugar como este —suelto sin pensar. Me muerdo la lengua, el niño ahora desconfía más—; sé que su madre sí se encuentra en casa…
—Está con su chulo, y no quiere distracciones…
¿Chulo? Joder, ¿un niño tan pequeño cómo va a saber eso? Me acerco un poco más a la pantalla, intentando ver más allá de su delgado rostro.
—Está bien. —Alzo las cejas, pues alguien acaba de moverse tras él. Es mejor dejarlo en paz—. Muchas gracias por su amabilidad. Hasta luego.
No me responde. El monitor deja de iluminar, alguien apagó la conexión. Mejor me alejo, o sino el niño pagará por mis consecuencias. Además, no puedo irrumpir en el apartamento sin una orden.
Ya van quince habitáculos que he revisado. Diez de ellos en donde obtuve respuestas, con palabras amargadas y sin saber exactamente qué responder, y cinco en donde los inquilinos no estaban o tal vez me ignoraban.
Retrocedo rumbo al pasillo tres, en donde las habitaciones se numeran del veinte al treinta. Colt y yo decidimos entrar primero a este edificio, lleno de mini casas; digamos que es un hotel que no pasa la primera estrella. Tacho en mi libreta los pisos que he visitado para no volverlo a hacer. Será una jornada muy larga, a lo seguro vamos a amanecer interrogando. En las noches hay más actividad que en el día… son nocturnos.
Inspecciono la residencia 23, no hay pantalla y la puerta está semiabierta. Inclino el rostro en busca de algún indicio sospechoso, sin embargo, no hay nada. Me adentro en la habitación soltando un bufido… Colt se me ha adelantado.
—¿Qué has encontrado?
Su mirada vuela a la mía. Sigue tocando el suelo mientras está de rodillas.
—El propietario al parecer se fue y de manera accidental dejó su hogar abierto.
Me acerco para observar mejor lo que hace. La alfombra está manchada, pero no de sangre, puede que sea aceite por el fuerte olor que desprende. Se endereza con un suspiro.
—¿Cuántos has interrogado?
—Diez —replico—, los otros cinco no estaban. Y ¿tú?
—Veinte, todos fueron amables… aunque, parecían asustados. —Sus ojos brillan cuando la bombilla en lo alto de su cabeza se tambalea.
—¿En qué sección estuviste?
Él me agarra del brazo para sacarme de la estancia. Bloquea la puerta sin mirarme.
—Pasillo cinco. Allá las aves tienen sus nidos. Puedo decirte que es el lugar más sucio de aquí.
Frunzo las esquinas de mis ojos. Algo anda mal.
—Entonces, ¿qué haces aquí? Se supone que deberías estar allá…
—Vine a buscarte.
Me muerdo el interior del labio, con las cejas casi juntas. No cuela.
—¿Cómo sabías que yo me encuentro aquí?
Su mirada relampaguea y sin querer, estoy agarrando una cuchilla sin que se dé cuenta. Este comportamiento por parte de él lo ha tenido desde que salimos de la oficina. Ha estado ensimismado, callado y pensativo… y eso me ha puesto con las luces rojas, en total alarma.
—Recuerda que tenemos GPS. Con tan solo revisar mi brazalete podré saber tu ubicación. Recuerda que instalaron aquello por si había algún peligro.
Me desinflo. Tiene la razón.
Despejo mi mente, avergonzada por el cómo actué.
—Perdona. He estado quisquillosa últimamente.
—No te preocupes. —Algo en la profundidad de luceros me mantiene aún nerviosa. ¿Qué me estará ocultando?
—En fin —musito—, seguiré interrogando. Nos vemos en el punto de encuentro.
Me giro sin querer estar más a su lado. Mis vellos empiezan a poner como estaban antes, algo anda mal, y mi organismo lo sabe más que bien.
❂❂❂
—Soy de PC. Necesito hacerle unas cuantas preguntas —contesto, con la monotonía grabada en mis sesos.
El monitor pita junto al candado siendo quitado. Aunque es una señora de edad, tiene más cojones que el pre-adulto que me encontré hace unos minutos.
—Buenas madrugadas, muchacha… —Me agarra de la mano sin yo habérsela dado. Desprende mucha confianza—. Adelante, siéntase como en su casa, ¿desea algo de tomar? —Niego con la cabeza, tanta confianza no es buena, es peligrosa.
—Señora, ¿ha visto o presenciado algo extraño últimamente?
—Todos los días, querida. Es normal aquí.
Se sienta como si nada en su silla mecedora. Yo prefiero seguir en pie, con el ojo puesto en todo el lugar… por si las moscas.
—Pero, he visto mucho a un hombre con gabardina casi todas las noches.
—¿Gabardina?, ¿de color negro?
—Sí, siempre pasa por aquí a eso de las dos.
Vuelvo a arrugar las cejas. La policía a esa hora no se encuentra tan activa, entonces el individuo puede ser, sin duda alguna, el sabueso, porque conoce el horario que manejamos y a qué hora poder hacer sus delitos.
—¿Sabe usted si sale de algún apartamento…?
Asiente con su cabeza, estirando sus arrugados labios. Me encontré con una cotilla que me servirá demasiado.
—Del 53, lo he visto a través de la mirilla salir de él.
Es el apartamento de la esquina, cruzando el pasillo. La señora tiene muy buenos ojos.
—¿Ha visto algo más… sospechoso?
—Pues la forma en como oculta su rostro, si fuese un inquilino “normal” no sería necesario que oculte su cara como un delincuente.
—Sí, usted tiene la razón. —Me apoyo en la pared—. ¿Lo ha visto teniendo nexos con algún vecino?
—Claro que sí, con la jovencita del apartamento 68.
Anoto mentalmente las nomenclaturas.
—¿Los ha visto hacer algo extraño? —Me va a dar un patatús de tanto repetir “visto”, pero la situación lo requiere.
—Muchas veces.
Aprieto los dientes, sus respuestas tan cortas no me sirven del todo. Me quito el guante y a la señora se le iluminan los ojos como faros.
Alzo una ceja. —¿Me permite…?
—¡Adelante! Quiero saber cómo se siente que se metan en tu mente. —Parece una pequeña, y aquello me contagia su nostalgia.
Me acerco sin titubear. Poso la mano en su mejilla fría mientras cierro los ojos al igual que ella. Y ya está, me encuentro cayendo en un abismo.
❂❂❂
Caigo rodando en césped amarillo. El cielo es rojo con violeta, demostrando que la mente de la vieja señora aún es la de un niño. Me levanto tambaleante, es un bonito prado el que me rodea; las flores desprenden hologramas mostrando sus memorias, es… agradable.
Exploro entre el montón de girasoles algo bueno, hasta que lo encuentro. Observo la pantalla por unos segundos antes de sumergir mi mano en ella. Entro en la memoria, más bien en los ojos de la mujer. El pasillo está desolado, pero una presencia fuerte lo invade.
De repente aparece él, con la cabeza gacha y con una jovencita con los cabellos de todos los colores posibles, que lo sigue sonriente, abrochando su camisa. Tuvieron una buena sesión de sexo con algo más. Ella dice algo, haciendo que el sabueso se detenga, para luego agarrarla del cuello, alzándola con un gruñido.
Aprieto los dientes por no poder escuchar nada. Algo, quizá una mínima palabra lo hizo enfurecer, pero ¿por qué? Jadeo cuando la suelta, ella se vuelve sumisa y sigue su espalda. Giran en el otro pasillo, perdiéndose del todo. Con una maldición salgo de esa memoria y me traslado a las rosas.
Me extraño al ver una creciendo, ¡bingo! Es una memoria reciente. Sonrío al entrar en ella, pero resbalo cuando lo hago, impidiendo que entre del todo. Miro el cielo que se nubla, algo está sucediendo fuera de su mente.
—Mierda, no…
Empiezo a buscar mi fuerza de voluntad. Estoy que me quedo atrapada en esta mente, grito cuando el mundo se tambalea. Empiezo a respirar agitada, buscando alguna forma de salir. Me pellizco los brazos para hacer reaccionar el sistema nervioso de mi cuerpo, enviando choques a mi cerebro que hará lo posible para que vuelva en sí. Me golpeo la cara con el puño, el dolor empiezo a sentirlo. Estoy despertando.
Despego los parpados con un gemido y siento mis ropas mojadas. Estoy en el suelo, con una alfombra que antes era beige que ahora es vinotinto. La vieja mujer está inclinada a mi lado, jadeando por aire. La han herido mientras me encontraba enterrada en su cabeza. Me levanto como un resorte para auxiliarla, sin importar que el hedor a hierro impregne mi nariz.
Le han disparado en un pulmón, pero ¿por qué no me atacaron a mí?
—Tranquila, llamaré a una ambulancia… no se agite, cálmese, por favor.
Se ahoga con su sangre. Le chillo a los sanadores por medio de mi brazalete, les pido a gritos que vengan hasta que me comunican que ya vienen para acá cuando les doy las coordenadas exactas.
Le golpeo el pómulo para que sus ojos conecten con los míos.
—¿Quién lo hizo?, ¿alcanzó a ver algo?
—Una silueta —gimotea—, alta y oscura —tartamudea, perdiendo sus fuerzas con rapidez.
—Vamos, mantén tus ojos en mí… no los cierres —ordeno con los labios trémulos. No perderé otra vida entre mis brazos, me niego a hacerlo.
Rujo perdiendo los estribos. La zarandeo para que no se duerma.
—Cuando era pequeña, mi hermano y yo siempre nos escabullíamos de la escuela, porque nos aburría —argumento en un hilo de voz, atrayendo su cansada mirada. La puedo mantener despierta contándole un pedacito de mi niñez, mientras le hago presión a la herida—, una vez nos fuimos al parque de diversiones, pues mi hermanito había reunido suficiente dinero para montarnos en los carritos chocones. A pesar de que nos ganamos un fuerte regaño, eso no quito nuestra felicidad…
—Yo tengo nietos —interrumpe en un jadeo. Aprieto la mandíbula, ahuyentando las ganas de soltar lágrimas. No soy inmune ante una persona que está perdiendo su vida—, y una vez me hicieron algo similar. Casi me da un infarto —ríe, con ese líquido salado deslizándose hasta sus sienes.
Oigo las alarmas de la nave de los sanadores. La cargo con las piernas sin cesar de temblar, no es pesada, es demasiado liviana.
—Dime más, vamos, debes de estar despierta mientras te llevo —la animo.
Los vecinos empiezan a asomarse, oliendo el chisme, mientras cruzo el pasillo rumbo a las escaleras.
—Mis hijos son muy dedicados a su trabajo…
La oigo, no despego la oreja de sus anécdotas. Un ayudante se me acerca y deposito a la mujer en sus brazos; ella no despega sus ojos de mí.
—Me llamo María, como la virgen —carcajea. Sonrío, dándole más ánimos para que siga despierta, más viva que un colibrí.
❂❂❂
—Gracias por su eficaz atención —digo a la mujer que chuza el pálido brazo de María, para poder ponerle la intravenosa.
La han controlado; a la sanadora no le importó trasladar parte del dolor que sufría la anciana a su cuerpo, solo quiso verla mejor sin importar que estaba atentando contra su propia vida. A esto se le llama tener tetas de acero y muy buena valentía.
—Menos mal mi unidad estaba cerca, agente. —Me otorga una mueca tranquilizadora—. Nunca había visto a una detective preocuparse por una persona que no fuera ella misma.
—Quiero reducir las muertes que han pasado por mi alrededor —murmuro.
—Es entendible, agente.
—De nuevo, muchas gracias. Me quedaría, pero tengo trabajo qué hacer… encontrar al culpable de esto. —Me bajo de la nave de un salto—. Por favor, cuídela, y manténgame informada.
❂❂❂
[1]Policía civil.
—Menos mal nuestros trajes son impermeables —bromea.Una mirada por parte mía hace que se calle.—No me parece chistoso, Colt. —Paso el pañuelo por mi cuello, limpiando algunas notas de sangre escurridizas.—Deberías dejar la empatía a la hora de atender un caso, Zhúric.—No empieces con los sermones, no eres mi padre —mascullo.Él se cruza de brazos. Yo ni me inmuto por su mirada de regaño, ahora estoy enfocada de meter a cierto delincuente en la prisión para que se pudra lentamente, después de todo, las cucarachas, aunque sea, merecen una mejor vida de la que le daré a ese hijo de…—Zhúric, enfócate —gruñe, con la vista puesta en el cielo. Deben de ser más de las dos de la madrugada.—Estuve en la habitación 47 —empiezo a argumentar con voz concisa—. U
Me siento en las escaleras jalando mi cabello con frustración. No he podido comunicarme con la epidémica, no se encontraba en casa, así que preferí seguir con la interrogación habitual. Nada productivo, me he desviado de mi verdadero punto, no he encontrado nada sobre mi hermano… joder, me volveré una histérica si no ato los cabos antes de que amanezca. Y eso que falta una hora para eso. Decido llamar a mi jefe que no tarda en responder, su rostro malhumorado es un impacto para mí. No quiero una video llamada, pero qué más da.—¿Sucede algo? —increpa—. Te veo muy cansada.—Estoy bien. Solo cansada —Miro mis botas, intentando no mostrar mi enojo—. ¿Recibiste mi informe?—Sí. A primera hora de la mañana la CCV sacará el cuerpo para examinarlo y darle el pésame a la familia involucrada.—Bien.
Calmo los temblores de mi cuerpo y asimilo lo mejor que puedo sus palabras. Gastón espera una reacción o respuesta por mi parte. Sin embargo, mi cerebro parece no querer conectarse con mi organismo del todo.—Colt ha vuelto ignorantes a mis compañeros, los ha puesto en su dedo meñique. Maldita sea, ¿por qué conmigo no ha podido?—Porque la capacidad mental de un observador es difícil de controlar. A lo seguro ha intentado hacerlo, pero no lo logró, ni con tu hermano pudo, tampoco conmigo.Bajo las manos sintiendo que la debilidad se apodera de mí. Durante dos años he estado rodeada de títeres descerebrados, de zombis.—Has estado viviendo siendo controlada por él, a través de tus superiores.—¿Por qué mierdas se destapó? Me refiero a que, si él controla a mis camaradas, entonces él es culpable de la i
Acomodo mi chaqueta junto a la bufanda mejor. Está haciendo mucho frio y Colt ni se inmuta de eso, estamos justo en la entrada de las calles bajas, le he sugerido que me acompañe a hacer otra revisión, pero esa revisión no existe, Gastón y yo lo vamos a confrontar, hacer que quite su control sobre nuestros otros compañeros. N puedo negar el terror me inunda al igual que el nerviosismo, además de la sed de venganza, aunque sea no estoy salivando como un perro demostrando esa emoción.Él se gira, esperando a que diga algo. Trago saliva para disuadir la comezón en mi garganta, evidenciado mis ganas de tirarme al suelo y echar a llorar, porque estoy enfrentando al asesino de mi mellizo, de media entera de la comunidad de personas con habilidades… estoy enfrentando a un hombre extremadamente loco e insaciable. Me trago todas esas emociones.—Necesito revisar la habitación de la mujer q
Las lágrimas fluyen al verlo. Sacudo la cabeza, no puedo creerlo.—¿Índigo? —exclama en un gruñido Gastón.Él sonríe con más fiereza.—Colt solo era un peón más que dejó infinidad de pistas. Sí, un fetichista, un obsesionado con una observadora. —Chasquea la lengua—. Es casi inmune como yo… pues es mi sangre, mi hijo. Todo este tiempo estuvieron siguiendo al tipo equivocado, oh sí.—Tú… —Mi boca tiembla y mis ojos se nublan más—. ¿Entonces el que estuvo en la habitación 53 era Colt, quien fingía mientras tú… tú enfermabas a la mitad de la sociedad?Aplaude, encantado.—¡Así es! Canario. —Inclina su cabeza con un tic en el ojo, similar al de su hijo—. Él solo era la distracción. Después
Soy un rastreador, el más inútil de los míos.Sin embargo, ese concepto se esfuma cuando Revenge Zhúric, la mejor observadora, me elige para que yo sea su compañero. Con ella me sumerjo en un mundo o más bien una telaraña que debemos desmantelar, ya que están atentando contra la comunidad a la que pertenecemos, pero no será fácil, porque sabemos que entre nuestros compañeros hay traidores que esperan dar su golpe definitivo y dejarnos noqueados.La apelpisía sigue esparciendo como la peste. No, peor. Cada vez más se adueña de nuevos huéspedes y deja a su paso la incertidumbre, además del desosiego.Una aventura llena de lágrimas y gritos de victoria me envuelve poco a poco.
Ciudad Silver—¿Por qué me elegiste? No soy bueno, soy muy torpe.Sus ojos taladran los míos, jamás había visto una mirada tan neutra como la de ella.—Los inútiles siempre son los mejores al final —contesta sin apartar sus ojos de mi cara.—¿Eso fue un halago? —tartamudeo.—Tómalo como quieras.Trago saliva, prefiero quedarme callado. Lo poco que he leído sobre ella ha sido demasiado contundente y voraz. Es un orgullo ser su compañero, más aún si la acompañaré a todas sus investigaciones.—¿Cuál es tu nombre completo? —inquiere, jugando con la solapa de su chaqueta.—Damián Damikovish.—Me gusta —musita—, en fin. Empaca tus cosas, dejarás de vivir aquí en la academia…&mdash
Ciudad Silver—Damián, te harás cargo de vigilar al terrorista Fisher Índigo. —Mi cara pierde color—. Está en la habitación 12. Ten cuidado, es un psicótico.Zhúric no espera respuesta, con simpleza palmea mi hombro antes de retirarse. Su superior Gastón niega con su cabeza, me da un gesto con su barbilla que no logro entender.—Aún no está recuperada del todo. Es alguien difícil de manejar —explica—, hace un mes que salió del coma al igual que el terrorista, si la ves todo el tiempo malhumorada es porque le duele sus extremidades por falta de terapia.—Ella fue la responsable de descabezar la mayoría de delitos que cometió su anterior compañero y jefe, pero ¿cómo pudo ser capaz en tan solo un mes, si no se recuperó como es debido?El hombre sonrí