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Esa noche, hicieron el amor como si fuese la primera vez que coincidían. La entrega por parte de ambos no solo fue absoluta, sino mágica y enloquecedora. No hubo prisas, tampoco dudas, pues eso había quedado atrás. Él la trató con demasiada dulzura y cariño, también con cuidado. Su embarazo ya estaba avanzado y sabía que podían incomodarla algunas posiciones. — Dime si te duele o incomoda — le pidió en algún momento, clavado en su interior. Su mirada fiera perdida en la suya. Se movía suave y lento, amortiguando todo el peso de su cuerpo con los codos. Ella negó. — Estoy bien… estoy perfecta — admitió en un tono apenas audible, casi rasposo. Su pecho subiendo y bajando. Su aliento entremezclándose con el suyo. — ¿Segura? Si quieres que pare… solo tienes que decírmelo. No quiero lastimarte. — No, ah, Dioooos, no — jadeó largo. Se sentía poseída, hechizada por un ser superior a ella. Él la tomaba de una forma en la que nunca creyó sería posible. Se sentía tan adorada. — Eres perfe
— ¿No piensas decirme nada más? — preguntó, contenido, después de largos segundos en los que simplemente se miraron a la cara — Habla, Ana Paula, por favor — casi se vio a sí mismo rogando, suplicando, para que todo aquello tuviese una explicación. La pobre Ana Paula abrió la boca, de verdad estaba desconcertada. — Yo… yo… no entiendo nada. No entiendo qué hace ese mensaje allí. — ¿Y tampoco sabes cómo se enviaron las respuestas? — preguntó en un tono irónico, aunque dolido, y continuó leyendo — Las cosas están un poco tensas por aquí, debo fingir que estoy preocupada y unirme a la familia. — Pero yo… — Ah, y la mejor parte viene aquí — mencionó, riendo sin gracia —: Ciertamente debemos idear un nuevo plan que me convierta en la viuda de Torrealba cuanto antes. Ella negó. — Santos… — Solo dime que tienes una explicación lógica para esto, solo… dime algo — le pidió, pero ella solo lo miró sin saber qué decir —. Tu silencio es demasiado esclarecedor. — No es eso, es solo que… Sa
Durante el traslado, ella no paró de quejarse y llorar, provocando que con cada lamento el corazón del CEO se comprimiera más y más. — Me duele. Me duele mucho la cabeza. Auch, ya no aguanto — lloró, negando y sosteniéndose la cabeza con mucha fuerza. — Tranquila, tranquila. Estamos llegando — le susurró él, angustiado, importándole poco nada que no fuesen ella y el bebé en ese momento. Saberla sufriendo de ese modo, era insoportable, casi asfixiante. — ¡No puedo! ¡No puedo! ¡Ayúdame! — rogó, ya sin aliento. Todo el esfuerzo que estaba haciendo en ese momento era por su hijo. Su pequeña razón de ser. — Es lo que estoy haciendo — tomó sus manos y le besó con amor cada uno de los nudillos —. Solo aguanta un poco más, solo un poco. Ella asintió, pero todo de ella temblaba de dolor. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano. Sentía que iba a desfallecer. — ¡Auch! ¡Auch! — seguía sollozando, mientras él la adornaba con caricias y besos suaves, tranquilizadores. Tan pronto llegaron, Br
Mientras se acercaba a la habitación, se escuchaban lamentos y sollozos. — ¡Mi bebé! ¿Dónde está mi bebé? Santos entró a la habitación, notando cómo dos doctores intentaban mantenerla en control. — ¡Déjenla! — exigió, molesto de que le pusieran una mano encima. Los doctores hicieron paso — ¡No pago una fortuna en este hospital para este tipo de trato! — Solo intentamos tranquilizarla por su bien, señor. — Me importa un carajo — gruñó antes de acercarse a ella. — ¿Qué hicieron con mi bebé? — sus ojos grises estaban inundados de lágrimas y miedo. — Tranquila, está bien, tuvieron que hacerte una cesárea porque te complicaste — le explicó con cariño. Ella lo miró recelosa. — ¿Y por qué no me dejan verlo? ¿Dónde está? ¡Por favor tráemelo! — Está en una incubadora. Pero es por su bien. — ¿Qué? Pero… ¿Por qué? ¡No! ¡Quiero verlo! ¡Quiero ver a mi bebé! — Tranquila, por favor, no te hace bien. Pronto podrás verlo, pero si sigues así de alterada, solo atrasarás ese momento. Te prome
El siguiente par de días que Ana Paula se mantuvo en observación, las mujeres Torrealba estuvieron allí, acompañándola, sobre todo Julia, que se mostró feliz por el nacimiento del bebé y preocupada por su estado de salud a partes iguales. Le llevaron todo lo necesario para que ella pudiera asearse y estuvieron a su disposición todo el tiempo, sobre todo cuando le llevaban al bebé por algunas horas durante el día; sin embargo, la joven madre primeriza apenas quería separarse de su bebé cuando gozaba de la maravillosa oportunidad de tenerlo en brazos. Para el tercer y cuarto día, ya la habían trasladado a una habitación con más comodidades que parecía más bien una pequeña suite y fue alquilada por su esposo, aunque eso, por órdenes de él, ella no lo sabía. Para el quinto día le dieron la noticia. Podría dar pecho a su bebé porque ya no iban a administrarle más medicamentos, y aunque fue un acto de puro instinto, se le complicó un poco, incluso le dolió, pero en ella estuvo toda la dis
Después de las últimas observaciones del doctor, volvieron a la mansión. La madre del CEO decidió irse con el chofer y dejó que el joven matrimonio volviera juntos con la esperanza de que pudieran hablar y arreglar sus diferencias. Cosa que no sucedió. Santos se mostró todo el tiempo reservado e indiferente. Ella tampoco dijo una sola palabra en todo el camino, y decidió ir en la parte de atrás porque no quería perderse un solo segundo lejos de su bebé. Estaba tan embelesada. Todavía no podía creer que había traído al mundo al ser más hermoso y perfecto que hubiese visto jamás en su vida. Era un sueño. Un sueño hecho realidad. — Sí, eres perfecto — le decía con cálida voz, rebosada de dulzura, ajena a que él la observaba por el espejo retrovisor con amor envenenado. Tan pronto llegaron a la mansión, Laura y Elizabeth ya los esperaban, también la pequeña Raquel, que estaba feliz por conocer al fin a su primo. — Vamos adentro, querida, debes estar cansada. Traer un hijo al mundo e
Más días pasaron y ella se recuperaba con increíble rapidez. Parecía haber florecido. Su belleza se había transformado y ya no era la misma, pues aquella nueva etapa de su vida definitivamente le había sentado de maravilla. Él no pudo evitar notarlo, y a pesar de que había puesto una enorme barrera entre ellos y procuraba evitarla todo el tiempo, por las noches era distinto. Asaltaba su habitación cuando la sabía dormida y la contemplaba como un idiota por horas interminables. Entre las seis y siete de la noche, que era cuando ella iba a su habitación para ducharse y cambiarse de ropa, él aprovechaba para pasar tiempo con el pequeño; de resto, era ella quien acaparaba todas las horas. Matilde había sido de gran ayuda. Las mujeres de su familia también. Estaban fascinadas con el bebé y lo visitaban a diario. Ana Paula nunca se mostró egoísta o recelosa, incluso, algunas veces, él la escuchaba reír de cualquier cosa con su hermana, abuela y madre. Por otro lado, el vínculo y la conex
Un horrible escalofrío recorrió la piel de Ana Paula. Se giró horrorizada. — ¿Qué? — ¿Pensabas que ibas a irte con el niño? — inquirió de forma irónica, aunque en el fondo dolido, asustado por cómo serían sus días sin esa cínica mujer. — Es mi hijo — sentenció con fuerza —. No me lo quitarás. — No, porque fuiste tú quien me lo cedió. — ¿Qué? ¡No! ¡Yo jamás hice eso! — Esto dice lo contrario — alzó el sobre que tenía en su mano y se lo mostró —. Ábrelo. Temerosa, Ana Paula obedeció. Sacó del interior un papel que enseguida se puso a leer, y no se escandalizó hasta ver su firma al final, donde señalaba que entregaría a su hijo al nacer y ella se desentendería completamente. Alzó el rostro y lo miró asustada. — ¿Qué… qué es esto? ¡Yo no firmé esto! — Lo hiciste el día de nuestra boda. — ¡No! ¡Pero…! — ahogó un jadeo al recordar. Había firmado varias páginas sin leer detenidamente, pues pensó que solo era un trámite — ¡No, no, no! ¡No puedes hacerme esto! ¡Me llevaré a mi bebé!