—¡Sisi!.—Grito, al sentir a su pequeña niña pulverizarse. —Esta muerta. —El tatuaje que tenía de ella en su espalda se difuminaba. —Se borro su tatuaje señora.—Peggy, la servil de confianza estaba a su espalda. Ordenando alguna de sus prendas.—Lo sé, mi niña no fue astuta, debo marcharme.—Estaba en rojo, algo débil por falta de su energía principal. Las serpientes eran parte de su nucleo vital, en especial Sisi que había descarnado de ella, de su propia carne.—Tengo que marcharme del palacio, no podré subir al mundo de los humanos, al menos en 13 días. ¡Cuff, cuff!.—Tosió con fuerza, dejando que algunas chispas de sangre salpicaran el piso de la habitación, en la cual estaba escondida desde hacía 3 días atrás.—¿Dónde irá mi señora?.—Aun lugar donde me puedan proteger.—Se limpio la sangre con una pequeña manta color lila. El Oscuro no le daría la espalda, menos por una servidora rastrera...más miedo le tenía a Kairon, había escuchado su voz antes de que Sisi muriera, a través de su
—«¡Grrr!».—El gruñón de Kairon no soltaba su mal genio. Intento simular que no le importaba él y sus muecas retorcidas; casi inevitable, para bien o para mal, tenía sentimientos hacia él. Unos sentimientos que no frenarían sus intenciones de escapar, las niñas que llevaba en el vientre eran más importantes que el amor toxico y abrasador que la empezaba a consumir. —Necesito claridad, Salamandra.Se refería a la cosa espantosa que debes en cuando la veía y hablaba en un lenguaje ancestral. No se limitó a pensar, aún viendo la concentración que ponía su tercer ojo. Esa bruja infernal no tenía cupo en su energía. Eran casi como el agua y el aceite.—Mi señor, solo siento una criatura en su vientre pero.—Resopló al escucharla frenar su lengua a la brevedad, a la par se levantó de su asiento, fingiendo ir a observar el cuadro de Kairon mostrando su bestial virilidad. Abrió de par en par los ojos. Todo eso había estado dentro de ella y lo habia disfrutado.—«¡Grrr!». Ven, la Salamandra aún
Pasado el hartazgo de vino, le llego la necesidad de ir a buscar su bruja. Tenía ganas follar, el alcohol prendía más su libido siempre hambriento. Rodó los ojos con pesadez hacia la salida, apenas sentía su andar, las piernas fluían con más liviandad. Le molestaba. La sensación de martillar el suelo con la punta de sus botas era única. Todo vibraba a su alrededor, con ondas expansivas.—«¡Grrr!». ¿Dónde estás Vieda?.—"Joder", entre el vicio y el efecto del alcohol, no sabía cual lo tenía más ansioso y con el juicio nublado.Se concentro hasta percibir su olor. Recordó que la había enviado con Boa a otro salón para tener mas privacidad, mientras hablaba con la ya inútil salamandra. Su olor dulce se hizo muy latente, apenas doblo para encaminarse por el pasillo que daba directo a otro salón, vió su delicada figura. Devoraba una manzana con remilgo. Rechino los dientes con desagrado, ante la sutileza que lo ponía viciado de su esencia única. Su cría, no nacería saludable ella alimentán
En la consistencia del sueño, se dejó hundir con la placidez cálida del abrazo de su demonio. Lo sentía suyo aunque valorara las 2 vidas que llevaba dentro de ella, mas que el sentimiento naciente en su ser. Inevitablemente su corazón le pertenecía. Lo apretó, duro...el silencio los desvaneció. La brisa con el revuelo de una bandada de cuervos, la estremeció con apuro. Dejaba de sentir el contacto de Kairon.—«¡Grrr!».—Empezo a recibir los destello del amanecer con pereza. La silueta imponente del demonio se fue haciendo más clara. Estaba a medio vestir. —«¡Levantate y vístete!».—Fue una orden con una impulsividad casi frenética.—Creo que tenemos visitas.Se levantó alarmada, nunca había visto un atisbo de miedo en Kairon. Le hizo caso, se puso de pie, mientras elevaba sus prendas. En el afán casi por terminar de vestirse, se vió fascinada por su gesto de subirle la cremallera del vestido con delicadeza, casi no percibió el ruido tosco que solía imperar en sus acciones. Bien podía
Livia y Lady la acompañaron casi toda la mañana. Kairon le había negado su presencia desde que el Oscuro fue en persona a llevarse a Bastix.—Posiblemente el me este odiando. —Trago en seco, antes de pronunciar algo que le dolía reconocer. —La quiere. Conozco la mirada del dolor, de la perdida. — “¡kak, kak, kak!”.—El grito del Darrien se escuchó en esa parte del castillo, aún estando en el interior. Las muertas serviles levantaron sus rostros, clavando sus pupilas frias en ella.—En los pasillos se murmura que el oscuro ve a través de esa cosa gigante.—Livia habló, con un tono de voz bastante bajo. Ante el miedo de ser escuchada por algunos guardias en la cercanía o el mismo Boa que solía ser bastante escurridizo.—No lo dudo. Igual no me importa.—Su realidad en ese instante, era más triste. Estaba siendo ignorada por Kairon. Se levantó en cierto momento para ver hacia la biblioteca, donde se había encerrado; más de cerca alcanzo a escuchar la repetición del eco, de objetos chocand
« Tiempo presente » Su voz se fue difuminando junto al sueño que empezaba a desaparecer con el despertar. —¡Mamá!, el tren se detuvo.—Las manitos cálidas de su pequeña la movieron con sutileza. —Kairon...—Termino de abrir los ojos. Apenada. Su niña la veía con curiosidad. —¿Por qué llamas a papá?. ¡Mami!.—La Ternura, entre mística y carmesí de su pequeña diabla se le notaba a pesar de tener sus poderes infernales ocultos bajo un sello. Le acaricio sus cachetes. —Te pareces mucho a él, mí princesa.—La atrajo hacia ella, con un beso lleno de ansiedad. —Siempre lloras cuando hablas de papá.—Comprendio que volvía a ponerse sentimental. Cambió seguido la postura, bloqueando su observación. —Bajemos.—Tomo la mano de su pequeña, con la otra el ligero bulto que llevo, con escasas pertenencias de la niña. Al bajar, su primera impresión fue la calidez del entorno. «Golden Land». Miro el letrero. Debía recordar ese nombre. Una parte de ella tenía sentimientos encontrados con el d
«9 años más tarde...»—Este es el señor Leóncio, a quien debes cuidar durante este mes. —La hermana Carmen, le mostró al hombre que yacía inmóvil sobre la elegante cama. Una pena, rodeado de tanta opulencia y no podía moverse. Ni hablar de sus rasgos exquisitos. Aunque no era muy conocedora del sexo opuesto, había visto muchos ejemplares en las revistas. Tenía toda una colección de ellos. Solía masturbarse todas las noches viendo fotos de chicos apuestos y observando videos porno. —Es un hombre muy apuesto, hermana.—Se le escapó ese halago. —No repares en ese hecho banal, Sol Grace. Recuerda que debes atenderlo como si fuera un bebé. Con ojos santos y mansedumbre. —La monja fue y acomodo la almohada del señor. Este ni pabilo, tenía los ojos abiertos, pero no hacía ningún movimiento.—Prometo, enorgullecerla hermana, no defraudarla en su voto de confianza.—Se que lo harás bien. Eres joven pero sensata. Por eso te elegí.—Era verdad, aunque era más disimulo. No tenía vocación de monj
Él, le tapó la boca, siguió entrando y saliendo de su coño, ahora humedecido por su cremoso fluido. Hasta que por fin la libero. —Vístete rápido. —Le hizo caso y se puso el hábito, sus bragas fueron lo último. Mientras lo hacía no dejaba de ver su enorme tronco, con venas marcadas, se volvió a saborear. ¡Toc, toc!. Tocó nuevamente, con mayor hiperactividad. —¡Abre la puerta de una buena vez, niña inútil!.—Maldita, así catalogaba a la mujer que los interrumpió. Leóncio fue más inteligente que ella, se acostó sobre la mancha de sangre. Antes de abrir la puerta, recogió su sostén. Lo escondio dentro de su medio fondo —¡Voy señora!. —Exclamó, fingiendo estar algo sofocada. Cuando por fin, le abrió, casi le hace caer por la fuerza del empujé. —¿Por qué le pusiste seguro a la puerta?.—No le podia decir que cumplía una fantasía erótica y que su hijo estaba más vigoroso que ella. —Lo ayudaba a ir al baño.—Casi se ríe, más al ver el desconcierto en el hombre.—Esta un poco del