¿Has visto un dragón?. ¿Al menos algo parecido?. De grandes alas, con el rojo voraz del fuego de sus ojos alumbrando la espesa oscuridad, la cual se hacía más densa a cada instante. Venía hacia ella, sus ojos se abrieron más, para conectarse con los de el. Borro un suspiró, con sus palitos más tímidos, el aliento se iba, al menos la luz de su cuerpo carmesí no la dejo en completa oscuridad antes de su muerte. Sus ojos se terminaron de cerrar, algo la atrapó. Quizás la muerte o la enorme bestia que volaba hacia ella.10 minutos atrás.En su santuario, dónde por las noches los espiritus de sus ancestros solían visitarlo, la inquietud en su pecho era más insistente. Volvía a sentir el llamado del sufrimiento. Como si alguien intentará reflejar su dolor en el. Cruzo el espacio vertical de su habitación con tonalidades oscuras, tan rústicas como su alma condenada. Algunos craneos se palpaban por los movimientos vibratorios del más allá. Estos reposaban encima de una chimenea. Inhaló a pr
—Kairon. uhhhh... —Estaba reaccionando. Como respuestas a sus caricias. Succiono más el pezón, la vez se posicionó encima de ella.—¡Ahhh!.—Lo gemidos guturales no se hicieron esperar, mezclados con una queja contemplativa, deseosa de más, conocía el lenguaje de la pasión. Su cuerpo lo estaba reconociendo.Abrió sus piernas, para abrazar con su mirada lasciva su coño, lindo y carnoso.—«¡Grrr!». —Tenía hambre de ese bocado. No le importo su ausencia visual, aún con los ojos cerrados, el estremecimiento era latente. Froto sus pliegues con la robusta cabeza de su verga. Deslizó hasta que la desesperación le ganó, punteo su entrada. —¡Ay!.—Grito. Eso ayudo a que la necesidad aumentara. Volvió a empujar.—¡Ahhh!.—Sus respuestas enloquecían su lado más perverso. Se adentro hasta el fondo, entre suspiros y gemidos que eran música para su ego.La penetro con fuerza, entraba y salía de su coño. Entre los empujes que aumentaban la intensidad del ritmo según la necesidad por calmar sus ansias,
Amaneció entre sus brazos, el reflejo tóxico de una noche cargada de desacuerdos y pasión, la sometía a recrearlo nuevamente en su mente. Le gustaba lo que sentía cuando estaba a su lado, como el extremo oscuro que completaba el equilibrio de su existencia. Solo había visto los colores más bonitos de la vida, la inocencia sosegada, pura paz sin extremecimiento, hasta que Kairon le arrebato esa zona de confort. En ese preciso instante veía con detenimiento los detalles calavéricos de la recámara, desde su posición indefensa. El enorme cuerpo del demonio, la sujetaba con fuerza por la cintura, muy compacta a su dureza, con aparente miedo de que se le escapará. Deseaba ver más, tomo con delicadeza sus manos, se fue deslizando con timidez, para evitar que se despertara.—«¡Grrr!».—El gruñido retumbó en la habitación en aparente calma, por igual los ecos fluyeron, rompiendo la calma silente. —Ven acá.—La halo, aún con los ojos cerrados. Se posicionó sobre ella y la penetro con rudeza.—¡
—Estaba cerca de la ventana. Entre en trance y me caí. Fue simplemente eso. Me suele pasar. —Se lamió los labios para aplacar un poco el nudo en su garganta.—No tengo la culpa de la falta de protección en la ventana. Más bien usted debió prever eso, mí rey.—Esa última palabra, casi provoca que se le reviente el estómago. Recordó a tiempo, debía intentar ser sumisa, como Bastix. —¡Maldición!.— Él bajó la espada. Supuso que su mentira había dado sus frutos. Al parecer, hasta eso ya había aprendido con exactitud. Mejor que antes. El hecho de ser mística, de ser de la séptima dimensión, no era la ausencia de una dosis de oscuridad picara en su vida. Sabía manipular un poco."A veces las mentiras te podían zafar de situaciones bastante difíciles". Sintió un gran alivio y descansó en su corazón cuando este se retiró.Bueno, solo un instante. Cuando vio una leve neblina oscura mezclarse con un color violeta, como si fuera la señal de que ella estaba mintiendo. Se volvió a inquietar, está ve
—«¡Grrr!».—Vieda se había desvanecido entre sus brazos. La levantó como la ligera pluma que sentía que era. —¡Mierda!.—No parecía estar fingiendo, además su piel estaba muy enrojecida. Con ella en brazos, se apuro a salir de la habitación, por el rabillo del ojo noto el revuelo de sus ancestros. Ignoro lo que tenían para transmitirle a través de su energia. Casi tumba la puerta a su espalda, por la intensidad al cerrarla con crudeza demoniaca. La tosquedad visceral que lo permeaba, siempre aumentaba cuando no sabía que hacer. Sus pasos retumbaban como el más pesado plomo, hasta las paredes parecían estremecerse por sus vorágines movimientos de desesperación. —¡Boa!.—Grito. Más de un servil, apostado en los pasillos, se estremeció al escucharlo, los ecos se difuminaron con espanto ronco, resonando una y otra vez hasta que su principal servil apareció con los ojos desortijados. —¡Estoy aquí!.—Lo guío con el poder de su voz, al verlo mirando sin dirección al pie de la escalera.—¡Sube
California, Marzo del 2015. Debajo de las aguas y una oscuridad confusa, se abrazaron. Estaban escondidas, esa parada era una sentencia de lejanía. Sus pequeñas manos se mantuvieron unidas en el estrecho rincón. El lenguaje de su destino llegaba a los oídos de la pequeña de cabello plateado "Luna". Sol vió a su hermana llorar por primera vez. Le pasó con suavidad sus dedos, por su pálida tez con pecas andarinas. —Esta muy caliente tu dedo.—Su hermana luna era una bruja mística, como su madre, en cambio ella era una diabla Carmesí, la herencia de su progenitor corría de una forma más pura entre sus venas. A pesar de su edad ya reconocían su naturaleza. Lo único que era ajeno a su inocencia era el rostro de quien las engendró. No debía ser bueno, su mamá le temía. Los chasquidos de unos pies las sacaron de su apego. Amaba a luna, desde el vientre de su madre habían compartido todo. Cuando un foco las alumbró, un hilo de dolor la envolvió. —Mis pequeñas. Ya es hora.—La voz dulce
El demonio milenario Kairon Loguember, el gran jefe carmesí, uno de los pocos restantes de ese linaje sangriento y lujurioso, estaba entre los límites de la tierra y el infierno, en el pináculo más alto de la montaña encenizada por la lava ardiente que delineaban las colinas infernales. A su lado, cientos de demonios nómadas y súbditos carroñeros. Era su morada meditativa. Miraba al cielo grifo con estupor, a ese cielo invisible y nebuloso. En un instante sintió como un rayo partio la oscuridad y la parte invisible de la tierra se volvió un poco traslúcida, para que los seres del bajo astral pudieran observar ese espacio que todos ellos tachaban de rastrero y servil.Relajo los músculos de su espalda, se merecía ese descanso, mientras esperaba la llegada de la hora frágil «denominaban asi, al tiempo en que la frontera espiritual que dividía el mundo humano con el de los demonios se dilataba y podían traspasarlo libremente». La aguja del reloj oxidado, apostado en otra cúspide borras
Olfateó con una intensidad abrasadora la esencia que venía a su lado, tampoco sus manos se limitaron, tocó su trasero. Total, era suya. La curiosidad lo estaba matando, le urgía conocer lo que estaba debajo de los trapos que forraban su cuerpo.—«¡Grrr!». —Gruñó y miró hacia atrás, todos los carroñeros los seguían, custodiando sus espaldas.A lo lejos podía ver su territorio. Intensificó el tono de sus pasos por unos más acelerados, tan fuertes que sacudían el polvo, hacían brotar chispas de fuego.Media hora de recorrido, en los extremos más cercanos del castillo de lava, el caliente infernal no era tan fuerte. Aunque sonara ilógico, más bien mantenía un halo cálido, sin vapor.Desde ahí, sus dos súbditos de mayor rango, despidieron a los carroñeros, por lo regular se quedaban al extremo del campo lúgubre, los otros pasadizos no lo podían atravesar, solamente eran para demonios de estirpe como él o los que seleccionaba para ser parte de su círculo de guerreros más cercanos. Nada de e