CAPÍTULO 2
JUEGOS TURBIOS
— ¡Madre superiora! ¡Madre superiora! — gritaba una de las hermanas del convento de Nuestra Señora del Socorro, al mismo que alzaba su hábito y corría como alma que lleva el viento por uno de los tantos pasillos del edificio.
Cualquiera pensaría que intentaba ganarle al tiempo, evitar una catástrofe; pero ya no había nada que hacer, el destino comenzaba su curso.
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Después de todos los últimos sucesos, la muerte de su padre, el sepelio, las desafortunadas noticias y pese a todas las dudas que rondaban su cabeza, Itzam logró conseguir un poco de paz.
Se consolaba a sí mismo diciendo que no tendría que ver a esa mocosa nunca en la vida. Si bien el testamento estipulaba que los dos estuvieran presentes, tenía una loca idea para evitar verse cara a cara con la bastarda de su difunto padre.
Cobijado por el silencio y la tranquilidad de su departamento, Itzam dormía profundamente por primera vez en varios días, cuando el repiqueteo de su teléfono lo trajo de vuelta a la conciencia.
— ¡Se ha escapado! — escuchó decir a Rigo tras la línea con voz grave, como si fuera la peor de las noticias.
— ¿Quién habla? — preguntó Itzam con voz adormilada.
— Soy Rigo, tu abogado. Disculpa, pero no tenemos tiempo para formalidades — aseveró el abogado.
— No estoy entendiéndote, ¿podrías darme al menos algo de contexto? — rezongó el joven Balcab, aún sin abrir los ojos.
— La chica se ha escapado — respondió Rigo.
— ¡Mierda! — exclamó Itzam, revolviendo con fuerza su cabello. —¿Cuándo? — quiso saber.
— Suponemos que ayer…
— ¿Cómo que suponemos? — señaló el joven molesto.
— Cuando se enteró de la muerte del señor Balcab se encerró en su dormitorio, no habló con nadie en un par de días. Las monjas pensaron que darle espacio para que viviera su duelo en paz era lo mejor. Cuando se dieron cuenta, ella ya no estaba, y eso fue ayer — explicó con rapidez el abogado.
— M*****a sea.
— Ya estamos buscándola; sin embargo, considero que lo mejor será viajar a Barcelona…
— ¿Barcelona? — inquirió confundido Itzam.
— Si, Barcelona es donde se encuentra el convento — le informo el abogado.
— No puedo irme así. Ve y encárgate de todo, solo mantenme informado — sin dar oportunidad de réplica, terminó la llamada.
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— Pero qué carita, ¿sigues sin poder dormir? — preguntó en tono burlón Ramona, su prima.
— ¿No tienes que ir a tatuarte el culo o algo así? — rezongo Itzam.
— Ay, pero qué grosero. Si tu santa madre te escuchara, se moriría — replicó la joven.
— ¿Qué quieres? — inquirió el hombre sin paciencia.
— Saber cómo estás, cómo te encuentras. No te hemos visto por la mansión desde hace dos semanas, mi tía está muy preocupada — alegó la joven con un poco más de seriedad.
— Estoy ocupado, sin mi padre esto se volvió un caos — explicó. — Y no uses a mi madre para chantajearme. He estado hablando con ella — Itzam se acercó peligrosamente a la joven mientras una sonrisa socarrona aparecía en su rostro. — Mejor admite que me extrañas y te mueres por verme.
— Odio cuando tienes razón, mi novio me ha tenido muy abandonada últimamente — dijo en un puchero.
— Mi cama siempre está lista para recibirte — dijo sobre el cuello de su prima, provocándole un río de escalofríos por todo el cuerpo.
— Tranquilo, no podemos hacerlo aquí. Debemos respetar las reglas — dijo ella con voz excitada.
— A la m****a las reglas — susurró tomándola por la cintura y girándola sobre el sofá de su oficina colocándola en cuatro. — Eres una falsa, — señaló mientras metía sus manos por debajo de la falda de la chica — no quieres romper las reglas y ni siquiera traes ropa interior.
— Deja de hablar — le ordenó la joven ardiendo por dentro.
Itzam no era un hombre que siguiera órdenes, pero la necesidad de liberar todo el dolor por la muerte de su padre y la frustración por todo lo que surgió tras ella, lo llevaron a caer una vez más en los juegos turbios que sostenía con Ramona.
Comenzó a embestirla sin piedad, intentando olvidar todo en cada rudo movimiento, pero no funcionaba. Aquel acto en el que no había amor y ni una pizca de placer solo consiguió agrandar su pesar, ahora se le sumaba el remordimiento de recaer en el acto carnal con su prima, algo que se había prometido no volver a hacer.
Era plenamente consciente de que los encuentros sexuales con su prima, que comenzaron como solo una calentura entre adolescentes, se habían vuelto una relación turbia y anormal, por eso decidió terminarlos. Y así se lo hizo saber a Ramona quien compartió su sentir y aceptó de buena gana.
Y aunque solo eran eso, encuentros casuales carentes de sentimientos, que desde hacía tiempo que ya no les provocaban ni placer, ninguno de los dos contempló que abandonarlos era como dejar una droga, más complicado de lo que pensaron y de vez en cuando tenían sus recaídas, unas que les dejaban muy mal sabor de boca, sobre todo a Itzam.
— No puedo — dijo saliendo bruscamente de ella.
— Espera, me falta poco para terminar — la voz de Ramona sonaba agitada.
— Lo siento, Ramona, enserio no puedo, tendrás que terminar sola — giró sobre sus pies y se dirigió a su escritorio.
— Imbécil — molesta se puso de pie, acomodó su ropa y salió de la oficina.
— ¡M*****a sea! — chilló Itzam frustrado, dejándose caer sobre su silla. — M*****a mocosa, ¿dónde diablos estás? ¿Por qué?, ¿por qué papá?, ¿por qué me dejaste esta carga? No puedo, lo siento, no puedo. ¡La odio!, ni siquiera sé su nombre y ya la odio con todas mis fuerzas. ¿Cómo pudiste ser capaz de hacernos esto? Mi madre te entregó su vida, su amor, su respeto, y tú… no, no puedo — soltó en un lamento. — No deseo que le pase nada malo, ojalá y aparezca pronto, pero no la quiero cerca, eso sí que no puedo — seguía diciendo al aire, dándole un poco de calma a su descontrolado interior.
No podía hablar del tema con nadie, a excepción de Rigo, y le carcomía el interior no poder hablar con su madre, quien era su mayor confidente, o con Ramona, con quien, pese a todo, también le unía un lazo de confianza. Solo le quedaba Noa, su mejor amigo, a quien todavía no le contaba nada porque sentía vergüenza; pero dadas las circunstancias, iba a tener que tragarse esa vergüenza y hablar con él antes de que terminara loco.
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Un cielo nublado se cernió sobre Itzam durante todo el trayecto hacia su departamento después de un día pesado de oficina. Los rugidos provenientes de los cielos le advertían que no faltaba mucho para que una tromba azotara la ciudad, lo que llevó al joven Balcab a acelerar.
Como si el universo tuviera conciencia, en cuanto el auto de Itzam libró la entrada al estacionamiento, las gotas de lluvia aparecieron como por arte de magia, una tras otra, sin dar tregua.
El joven de pelo negro se compadeció de cualquier alma que anduviera fuera esa noche fría y tormentosa, mientras observaba por el ventanal el caer de la lluvia.
Arrugó el gesto cuando el sonido del timbre lo obligó a alejarse de la humeante taza de café que sostenía frente a él. Dio un trago rápido antes de dejar su bebida en la mesita de centro y se encaminó hacia la puerta.
Su cara se contrajo en una mueca de asombro y confusión al encontrarse con una joven empapada de pies a cabeza tras la puerta.
— Cham, mi amor, ya estoy aquí…
CAPÍTULO 3¡VAMOS A CASARNOS!Aferrada al cuello de Itzam, quien no podía estar más confundido, la joven no dejaba de llorar, balbuceaba palabras ininteligibles.La humedad de su cuerpo y el llanto desconsolado pronto incomodaron a Itzam, quien con poca delicadeza la apartó. Su rostro no expresaba más que repulsión hacia el mal aspecto de la joven; el cabello y la ropa le escurrían, su cara se desfiguraba en un puchero, empapado de agua, lágrimas y mocos.— Lo… lo sien…to — balbuceaba entre lágrimas — No… puedo …— ¿Quién eres? ¿Y qué haces en mi casa? — la rudeza y falta de amabilidad en la voz de Itzam lograron que el llanto de la chica cesara de inmediato; esta lo miró confundida unos segundos antes de agachar su rostro avergonzada.— Qué tonta — exclamó con timidez. — Estaba tan emocionada por conocerte al fin… olvide que no nos conocíamos en persona. Digo, yo me moría por verte, claro que no quería que fuera así — las palabras salían de su boca como una cascada una tras otra. — S
CAPÍTULO 4CRUSHEl llamado a la puerta salvó a Itzam de responder a esa pregunta y a Milenka de escuchar una terrible verdad.Algo desaliñado, con rostro cansado, pero sin perder la elegancia que lo caracterizaba, Rigo apareció tras la puerta. Apenas vislumbró la presencia de Milenka, el alma pareció volverle al cuerpo.— Pero mira nada mas cómo estás, te vas a resfriar — señaló con preocupación. Tomó el saco que descansaba en su antebrazo y la rodeó con él, en un gesto de protección.— ¿Puedes darme un poco de agua? — pidió con tono amable a Itzam mientras lo reprendía con la mirada.— Claro, por allá — señaló hacia la cocina, dando por entendido que tendría que ir a buscarla él mismo. Aunque pareciera el peor de los anfitriones, Itzam estaba decidido a no mostrar ninguna amabilidad hacia esa joven.Bajo la atenta mirada de Itzam, Rigo fue a buscar el agua. No tardó ni un par de minutos en regresar con ella. Junto a Milenka tomó asiento en el sofá.— Dime, ¿cómo estás? Tanta atenci
CAPÍTULO 5HERENCIAFue muy poco lo que Itzam logró dormir aquella noche. El simple hecho de ser consciente de que a unos cuantos metros se encontraba una persona que para él era completamente extraña, sumado al enigma que la rodeaba en cuanto a su origen y la relación con su padre, le quitó el sueño.Estaba decidido a hacer todo lo que fuera necesario para resolver aquel enigma, no solo porque buscaba deshacerse de esa mocosa, como la llamaba, sino porque, aunque no quisiera admitirlo, toda la situación le causaba cierta intriga.Aquello era solo la punta del iceberg de todas sus preocupaciones. También estaba el hecho de cómo iba a explicar la presencia de Milenka en su vida. Hasta que ella no se fuera de ahí, corría el riesgo de que sus amigos y su familia se enteraran. ¿Qué iba a decirles?«Tampoco es como que tengan que saberlo. La mantendré oculta y listo», se dijo a sí mismo con cierto optimismo. Más que su familia, sus amigos eran quienes frecuentaban más su departamento, y es
CAPÍTULO 6PERFUME DE OTRA MUJERPara Milenka, la mañana fue un vaivén de emociones, entre la tranquilidad y la euforia. Era la primera vez en toda su vida que dormía hasta media mañana, en el convento siempre a las seis de la mañana ya estaba lista para la primera misa del día.En cualquier momento tendría que volver a la escuela, Itzam lo había dejado claro; pero mientras llegaba ese día, ella estaba decidida a disfrutar del ocio al máximo.La euforia se hacía presente cada vez que caía en cuenta de dónde se encontraba y con quién, el hombre con el que había soñado desde que tenía 13 años, por el que suspiraba y estaba convencida de que era el amor de su vida, futuro esposo y padre de sus hijos. No podía con tanta felicidad.Aprovechó que Itzam no estaba
Un par de horas más tarde, la ardua y tortuosa espera de Milenka llegó a su fin. Itzam cruzó por la puerta irradiando masculinidad, una presencia que le hizo latir el corazón al instante.— ¿Qué haces aquí? — creyó que, siendo tan tarde, encontraría dormida. Se había quedado más tiempo en la oficina para evitar verla cuando llegara.— Te estaba esperando — respondió Milenka con voz tenue, controlando sus ganas de gritar y exigir una explicación sobre su futura hija.— ¿Para qué? — Itzam la observó. Ya no era la chiquilla desgraciada y llena de mocos que había visto la noche anterior. La que tenía frente a él lucía más fresca, con el cabello suelto y acomodado perfectamente sobre sus hombros. La palidez de su rostro había sido reemplazada por unas mejillas sonrojadas, una mirada brillante y unos labios pequeños de color cereza.«Es bonita» lo traicionó su pensamiento.— ¿Es mi ropa? — alegó para distraer su mente de aquel desliz.— Mmm… si… quería tomar un baño y me incomodaba usar l
— Cham, cham, cham — llamaba Milenka con insistencia a la puerta de Itzam — ¿Ya despertaste? Es hora de irnos.Milenka, que estaba pegada a la puerta, por poco se va de boca cuando esta se abrió de golpe. Un adormilado y malhumorado Itzam apareció tras ella.— Son las siete de la mañana — señaló con evidente molestia.— Al que madruga, Dios lo ayuda — respondió ella con una sonrisa extendida por todo su rostro.— A ti no te va a ayudar — respondió él amenazante.— Assh, se nos va a hacer tarde, ni siquiera te has bañado.— Ni siquiera estaba despierto. Y de hecho, pienso volver a dormir. Las tiendas abren hasta las nueve…— Podemos ir a desayunar antes — sugirió ella.— Bien, ve y espérame abajo — La pobre chica ni siquiera sospech&oacu
La atmósfera cargada de tensión era palpable dentro del vehículo en el que Milenka e Itzam viajaban hasta el cementerio donde descansaban los restos de su padre. Al joven Balcab solo le faltaba entonar el himno nacional chino para poder bloquear de su mente todos aquellos pensamientos impropios que aparecieron en su cabeza cuando Milenka lo obligó a elegir entre distintos conjuntos diminutos de ropa interior. A pesar de luchar consigo mismo, no logró evitar imaginarse cómo se vería con ellos puestos y, lo que era peor, cómo se vería sin ellos, recostada sobre su cama mirándolo con esos ojos inocentes y sus mejillas sonrojadas.— Maldita sea, Itzam, eres un enfermo. Es solo una chiquilla. ¡Por Dios! ¡Y si se trata de tu hermana? ¡Gracias a Dios que no lo es!—dijo una voz perversa dentro de él.Cerró los ojos y suspiró pesad
— ¡Cham!, llaman a la puerta — Milenka se encontraba mirando televisión. Al llegar al departamento, Itzam se encerró en su habitación a descansar y ella, para no aburrirse, optó por ver una película mientras disfrutaba de un tazón lleno de helado. — ¡Cham! — lo llamó de nuevo, pero nada.Se acercó hasta la habitación del joven y pegó la oreja a la puerta, no logró escuchar nada.«Tal vez se durmió. Ay, no. Tendré que abrir yo. No se supone que nadie debe verme. Seguramente se está haciendo el dormido para que yo abra. Quiere ser mi tutor para que yo haga de mayordomo. Lo que le faltaba» alegaba mentalmente mientras bajaba las escaleras para abrir la puerta.— ¡Voy, voy! — gritó antes de abrir.— ¡Oh! — exclamó Noah al verla.— ¡Ho