—- Eres divina — exclamó Itzam en un jadeo maravillado, con la imagen de Milen montada sobre él, contoneando su cadera, sus labios entreabiertos, jadeando su nombre, el ligero sudor sobre su frente y el rubor en sus mejillas lo volvía loco, llevando al extremo más alto de placer.Clavo sus dedos sobre sus glúteos acelerando el ritmo de ella. Un calor delicioso comenzó a cubrir el cuerpo de Milen, anunciando su explosión, rodeo con sus brazos sobre el cuello de Itzam afianzando su agarre antes de desmoronarse, sus pechos descubiertos bamboleaban justo en el rostro de Itzam quien no tardó en atrapar uno con sus labios, aquel gesto arrancó de tajo la cordura de Milen, el temblor de su cuerpo anunció su orgasmo, Itzam no tardó en alcanzarla y manos se desmoronaron juntos.Con el mar de fondo y la suave brisa acariciando sus cuerpo
—Ojalá nos hubiéramos quedado en alguna de las islas — Milen se removió nerviosa sobre su asiento mientras esperaban a Rigo en su despacho, donde se realizaría la lectura del testamento.Itzam lucía inmutable, sin embargo, dentro de su pecho su corazón martillaba con fuerza, más que por nervios, por la ansiedad que le producía desconocer lo que vendría después de que se revelara toda la verdad.Un mal presentimiento hormigueaba dentro de él, creando un vacío en la boca de su estómago que en cualquier momento lo consumiría por completo, cediendo a la desesperación.Cruzó sus enormes piernas en un intento de amortiguar aquella ansiedad y las ganas de llamar a Rigo para que apurara el trámite, no obstante, debía mantenerse tranquilo
—¿Estás seguro de que haber dejado a Milen sola es buena idea? — inquiero Rigo. Él e Itzam se dirigían a visitar a Zaria Duhé para resolver las dudas que quedaron flotando después de la revelación de su procedencia.— Noah se encargará de ella — afirmó Itzam secamente.— ¿Confías en él? — cuestionó el abogado.— Con mi vida — aseveró Itzam. Nadie mejor que Noah sabía cuánto Milen significaba para él y si era importante para Itzam también lo era para Noah y viceversa. Más que amistades entre ellos, existía una hermandad inquebrantable.— ¿Y tu prima? — indagó Rigo.— Son amigas. Ramona podría traicionarme a mí sin dudar; pero no lo har&i
El camino a la decepción era más corto y fácil que el que lleva a la dicha; Itzam lo tenía muy claro, se encontraba en medio de una encrucijada, confesarle a Milen toda la verdad y verla sufrir por ello o alejarse de ella para mantenerla a salvo y romperle el corazón en el proceso. En cualquiera de los casos ella pagaría los platos rotos.Siempre supo que su amor por ella la destruiría tarde o temprano. Él era un hombre que tenía muchas deudas con la vida y su peor castigo sería ver cómo Milen pagaba con lágrimas de sangre por esos pecados que él cometió.El amor que sentía por ella se podía definir de muchas maneras; Infinito, verdadero, oscuro y perverso. Consiguió infectar a Milen con esa oscuridad que yace dentro de él, tomó su inocencia corrompiéndola ha
—¿Qué quieres decir con extraño? — inquirió Ramona mientras hablaba con Milen por Teléfono.— Ha estado muy insistente con que busque una universidad en otro país— declaró con recelo.— Para ser sincera concuerdo con él — Ramona parecía medir sus palabras — Creo que está demostrando su amor, de una forma poco común; pero lo hace. Quiere que disfrutes cada etapa de tu vida — aseguró Ramona.— Puedo hacerlo con él a mi lado — alegó Milen.— Deberías hacerle caso, por lo menos así sabrás que lo intentaste y él se tranquilizará — aconsejo Ramona.— Eso estoy haciendo. Me encuentro en el aeropuerto esperando el vuelo a Italia — una sensaci&oacu
CAPÍTULO 50AMARTE FUE UN JUEGO PERDIDO—¿Itzam? — lo llamó cuando su voz se dignó a salir de sus labios.Este la escuchó claramente; aun así, decidió ignorarla y como si un interruptor se encendiera en él, afianzó sus caricias en Emilia.Milen no lo soportó, corrió hacia ellos presa de la ira, agarró a Emilia por los cabellos con tanta fuerza que de un solo movimiento se la quitó a Itzam de encima y la lanzó a un lado.— ¿Qué mierdas estás haciendo? — exclamó con los ojos llenos de lágrimas.&m
Los días nublados eran normales en Bowen Island en Vancouver, sin embargo, aquella tarde en particular, una densa neblina descendió sobre el lugar provocando sensaciones, temor, frío y soledad. Zaira Duhé miró por la ventana, la impresión de que algo acechaba allá afuera le erizaba los cabellos de la nuca. Continuó preparando su café; era su costumbre tomar una taza de café bien caliente durante las tardes para apaciguar sus pensamientos. Con la taza humeante entre sus manos se dirigió a la mecedora frente a la chimenea. El crepitar del fuego y sus pasos eran los únicos sonidos que llenaban la habitación hasta que unos golpes en la puerta se dejaron escuchar. — Ese Tim, ya le he dicho que no salga cuando la niebla está así, un día de estos va a terminar perdiéndose. Viejo terco — se quejó Zaira. Dejó su taza de café sobre la repisa de la chimenea y fue a abrir la puerta dispuesta a darle una fuerte reprimenda a su viejo conocido y lo más cercano que tenía a un amigo. Tim. — Estás l
— Es una mierda — Bufó molesto, al mismo tiempo que arrugaba con fuerza el papel entre sus manos. Ya ni sabía cuántas veces había leído aquella carta y seguía sin comprender lo que en ella estaba escrito.Una pequeña ola de tranquilidad cubrió su corazón cuando el abogado le informó que su padre le había dejado un mensaje. El hecho de que se enfatizara que el contenido de esa carta no podía ser revelado a nadie más, le dio la esperanza de que esa complicidad compartida con su padre no había desaparecido con su muerte.Una vez más, su padre le daba fuerzas, incluso después de su partida. Sin embargo, la decepción, la confusión y ciertos toques de ira se apoderaron rápidamente de él después de leer esas palabras.Lo peor de todo, y con lo que no podía lidiar, era la frustración de no tener respuestas sobre lo que se decía en la carta. El único que podía responder esas preguntas era su padre, pero él ya no estaba.Extendió la carta una vez más y volvió a leerla con la misma esperanza que