— Es una m****a — Bufó molesto, al mismo tiempo que arrugaba con fuerza el papel entre sus manos. Ya ni sabía cuántas veces había leído aquella carta y seguía sin comprender lo que en ella estaba escrito.
Una pequeña ola de tranquilidad cubrió su corazón cuando el abogado le informó que su padre le había dejado un mensaje. El hecho de que se enfatizara que el contenido de esa carta no podía ser revelado a nadie más, le dio la esperanza de que esa complicidad compartida con su padre no había desaparecido con su muerte.
Una vez más, su padre le daba fuerzas, incluso después de su partida. Sin embargo, la decepción, la confusión y ciertos toques de ira se apoderaron rápidamente de él después de leer esas palabras.
Lo peor de todo, y con lo que no podía lidiar, era la frustración de no tener respuestas sobre lo que se decía en la carta. El único que podía responder esas preguntas era su padre, pero él ya no estaba.
Extendió la carta una vez más y volvió a leerla con la misma esperanza que las veces anteriores de que esta no fuera verdad.
«Ahora tú eres lo único que tienes», se concentró en esa frase — ¿Por qué? — se preguntó lleno de frustración y confusión.
— Cham — lo llamó de pronto su madre — ¿Estás bien? — quiso saber.
El corazón de Cham, el apodo cariñoso que le daba su madre a Itzam, se apretó, su madre, esa mujer dulce y noble que estaba frente a él, la misma que le había entregado todo de sí a su padre, había sido traicionada por ese hombre al que tanto amó. Seguro estaría decepcionada al conocer la verdad.
— Sé que es la última voluntad de tu padre — comenzó a decir nerviosa — y no tengo derecho a…
— Mamá, no — la detuvo su hijo. No podía decirle lo que su padre dejaba escrito en aquella carta, no porque quisiera obedecer la última voluntad de él, sino porque saberlo la destrozaría — No son nada más que palabras de ánimo — le aseguró, tomando sus manos — Tienes el derecho, claro que lo tienes. No tienes de qué preocuparte, mamá, supongo que papá solo quería reconfortarnos después de su partida — mentirle a su madre lo hacía sentir aún peor.
Su madre lo envolvió de inmediato en un fuerte y reconfortante abrazo — Ahora eres el hombre y líder de nuestra familia. Estoy segura de que tu padre descansa en paz sabiendo que tú nos proteges, querido — lo animó.
— Gracias, madre — respondió él sin ánimo — ¿podrías pedirle a Rigo que venga? — pidió, soltándose de su abrazo.
— Claro, querido.
Rigo era el abogado de la familia, trabajaba con ellos desde muchas generaciones atrás y, a sus escasos 26 años, relevaba a su padre y comenzaba a hacerse cargo de todos los asuntos legales de la familia de Itzam.
— Dígame, señor Balcab.
— Ya te dije que me llames Itzam, apenas y eres un par de años mayor que yo — reclamó el pelinegro.
— Como guste — respondió Rigo un poco exasperado.
— Explícame esto — exigió Itzam, ondeando con su mano derecha el papel arrugado.
— No conozco el contenido de esa carta — aseguró el abogado en tono serio.
— Me crees idiota, sé que no conoces de manera literal lo que dice; pero estás al tanto de la situación a la que se refiere — Sus fríos ojos grises se clavaron en el abogado. — ¿Es su hija ilegítima?, ¿por qué la ocultó?, ¿quién más lo sabe?
Rigo suspiró profundamente mientras era bombardeado de preguntas por parte del ahora cabeza de los Balcab.
— Nunca afirmó que fuera su hija, y tampoco lo negó. No estoy seguro de eso. Fue ocultada por seguridad; al parecer, la madre tenía bastantes enemigos, y solo lo sabemos usted y yo — explicó.
— No me haré cargo de ella, no tengo ninguna obligación — aseveró de manera amenazante Itzam, quien cuadró sus hombros haciendo ver su cuerpo más ancho e imponente.
— Es la última voluntad de su padre — afirmó Rigo — No le queda de otra.
— Claro que sí — rebatió Itzam.
El abogado inhaló con fuerza. Itzam no le desagradaba, pero comenzaba a colmar su paciencia.
— Su padre no le dejó opción. Legalmente, al morir él, usted pasa a ser automáticamente su tutor — explicó el abogado.
— ¡Debe haber alguien más! — sentenció Itzam.
— Ese es el problema, no hay nadie — dijo con firmeza Rigo.
— Si ese es el caso, entonces no me cabe duda de que sea la bastarda de mi padre — las palabras salieron de entre sus dientes apretados, cargadas de odio.
— No adelante conclusiones — aconsejó el abogado con seriedad.
— Tú mismo acabas de decir que mi padre no negó que fuera su hija…
— Pero tampoco lo afirmó — rebatió Rigo.
Itzam torció el gesto incrédulo. Para él, esa chica a la que su padre le había dedicado sus últimas palabras no era más que una despreciable bastarda.
— ¿La has visto?, ¿hablado con ella? — inquirió, clavando su oscura mirada en el abogado. Cualquier otro se habría incomodado, pero Rigo ni se inmutó.
— No — aseguró — Ha estado desde pequeña en un internado de monjas. Acompañé a su padre algunas veces, para tratar temas legales de su estadía en el lugar — Rigo omitió que esos asuntos eran para evitar que la chiquilla fuera expulsada por su indomable rebeldía — Estará ahí hasta cumplir los 18 — informó.
— Excelente, ¿cuánto falta para eso? — quiso saber ansioso.
— Un año.
— Bien, me parece muy bien. Sigue haciéndote cargo de todo lo relacionado con ella como hasta ahora. No quiero saber nada, no me interesa. En un año dejaré de ser su tutor y listo — Itzam se sacudió las manos quitándose un peso de encima.
A Rigo le molestó la ligereza con la que habló de la joven en cuestión, como si se tratase de un objeto sin importancia; pero no dijo nada, faltaban noticias por dar aquel día, el cual de por sí, ya se había vuelto bastante caótico y pesado.
— De esto, ni una palabra a nadie — ordenó — preparemos la lectura del testamento — agregó Itzam.
— En cuanto a eso… — Al instante el cuerpo de Itzam se tensó; la postura rígida de Rigo indicaba que no era nada bueno — La lectura del testamento está programada para dentro de un año…
— ¿Qué? — exclamó Itzam con sorpresa.
— La lectura se llevará a cabo el 29 de septiembre del próximo año. Solo deben estar presentes usted y la joven — anunció Rigo.
— ¿Qué tiene que ver ella en esto? — exigió saber Itzam con la intriga carcomiéndolo por dentro.
— No lo sé…
— ¡Lo sabes! ¡Claro que lo sabes! — rugió el joven de ojos negros mientras lo tomaba por las solapas del traje.
— ¡Suéltame! — pidió Rigo al mismo tiempo que se zafaba de su agarre — No lo sé — volvió a decir — Lo único de lo que estoy seguro es que esa joven debe permanecer oculta del mundo. Y, antes de que preguntes, tampoco sé por qué — se apresuró a aclarar.
— Pues entonces averígualo — ordenó Itzam.
— Haré lo que pueda — respondió Rigo mientras ajustaba su traje — debo irme — anunció.
— ¿Ella lo sabe?, ¿sabe que murió? — preguntó de pronto Itzam.
— Debe estar enterándose en este momento — respondió el abogado antes de salir. Dejando tras de sí a un muy confundido y molesto Itzam.
CAPÍTULO 2JUEGOS TURBIOS— ¡Madre superiora! ¡Madre superiora! — gritaba una de las hermanas del convento de Nuestra Señora del Socorro, al mismo que alzaba su hábito y corría como alma que lleva el viento por uno de los tantos pasillos del edificio.Cualquiera pensaría que intentaba ganarle al tiempo, evitar una catástrofe; pero ya no había nada que hacer, el destino comenzaba su curso.---Después de todos los últimos sucesos, la muerte de su padre, el sepelio, las desafortunadas noticias y pese a todas las dudas que rondaban su cabeza, Itzam logró conseguir un poco de paz.Se consolaba a sí mismo diciendo que no tendría que ver a esa mocosa nunca en la vida. Si bien el testamento estipulaba que los dos estuvieran presentes, tenía una loca idea para evitar verse cara a cara con la bastarda de su difunto padre.Cobijado por el silencio y la tranquilidad de su departamento, Itzam dormía profundamente por primera vez en varios días, cuando el repiqueteo de su teléfono lo trajo de vuel
CAPÍTULO 3¡VAMOS A CASARNOS!Aferrada al cuello de Itzam, quien no podía estar más confundido, la joven no dejaba de llorar, balbuceaba palabras ininteligibles.La humedad de su cuerpo y el llanto desconsolado pronto incomodaron a Itzam, quien con poca delicadeza la apartó. Su rostro no expresaba más que repulsión hacia el mal aspecto de la joven; el cabello y la ropa le escurrían, su cara se desfiguraba en un puchero, empapado de agua, lágrimas y mocos.— Lo… lo sien…to — balbuceaba entre lágrimas — No… puedo …— ¿Quién eres? ¿Y qué haces en mi casa? — la rudeza y falta de amabilidad en la voz de Itzam lograron que el llanto de la chica cesara de inmediato; esta lo miró confundida unos segundos antes de agachar su rostro avergonzada.— Qué tonta — exclamó con timidez. — Estaba tan emocionada por conocerte al fin… olvide que no nos conocíamos en persona. Digo, yo me moría por verte, claro que no quería que fuera así — las palabras salían de su boca como una cascada una tras otra. — S
CAPÍTULO 4CRUSHEl llamado a la puerta salvó a Itzam de responder a esa pregunta y a Milenka de escuchar una terrible verdad.Algo desaliñado, con rostro cansado, pero sin perder la elegancia que lo caracterizaba, Rigo apareció tras la puerta. Apenas vislumbró la presencia de Milenka, el alma pareció volverle al cuerpo.— Pero mira nada mas cómo estás, te vas a resfriar — señaló con preocupación. Tomó el saco que descansaba en su antebrazo y la rodeó con él, en un gesto de protección.— ¿Puedes darme un poco de agua? — pidió con tono amable a Itzam mientras lo reprendía con la mirada.— Claro, por allá — señaló hacia la cocina, dando por entendido que tendría que ir a buscarla él mismo. Aunque pareciera el peor de los anfitriones, Itzam estaba decidido a no mostrar ninguna amabilidad hacia esa joven.Bajo la atenta mirada de Itzam, Rigo fue a buscar el agua. No tardó ni un par de minutos en regresar con ella. Junto a Milenka tomó asiento en el sofá.— Dime, ¿cómo estás? Tanta atenci
CAPÍTULO 5HERENCIAFue muy poco lo que Itzam logró dormir aquella noche. El simple hecho de ser consciente de que a unos cuantos metros se encontraba una persona que para él era completamente extraña, sumado al enigma que la rodeaba en cuanto a su origen y la relación con su padre, le quitó el sueño.Estaba decidido a hacer todo lo que fuera necesario para resolver aquel enigma, no solo porque buscaba deshacerse de esa mocosa, como la llamaba, sino porque, aunque no quisiera admitirlo, toda la situación le causaba cierta intriga.Aquello era solo la punta del iceberg de todas sus preocupaciones. También estaba el hecho de cómo iba a explicar la presencia de Milenka en su vida. Hasta que ella no se fuera de ahí, corría el riesgo de que sus amigos y su familia se enteraran. ¿Qué iba a decirles?«Tampoco es como que tengan que saberlo. La mantendré oculta y listo», se dijo a sí mismo con cierto optimismo. Más que su familia, sus amigos eran quienes frecuentaban más su departamento, y es
CAPÍTULO 6PERFUME DE OTRA MUJERPara Milenka, la mañana fue un vaivén de emociones, entre la tranquilidad y la euforia. Era la primera vez en toda su vida que dormía hasta media mañana, en el convento siempre a las seis de la mañana ya estaba lista para la primera misa del día.En cualquier momento tendría que volver a la escuela, Itzam lo había dejado claro; pero mientras llegaba ese día, ella estaba decidida a disfrutar del ocio al máximo.La euforia se hacía presente cada vez que caía en cuenta de dónde se encontraba y con quién, el hombre con el que había soñado desde que tenía 13 años, por el que suspiraba y estaba convencida de que era el amor de su vida, futuro esposo y padre de sus hijos. No podía con tanta felicidad.Aprovechó que Itzam no estaba
Un par de horas más tarde, la ardua y tortuosa espera de Milenka llegó a su fin. Itzam cruzó por la puerta irradiando masculinidad, una presencia que le hizo latir el corazón al instante.— ¿Qué haces aquí? — creyó que, siendo tan tarde, encontraría dormida. Se había quedado más tiempo en la oficina para evitar verla cuando llegara.— Te estaba esperando — respondió Milenka con voz tenue, controlando sus ganas de gritar y exigir una explicación sobre su futura hija.— ¿Para qué? — Itzam la observó. Ya no era la chiquilla desgraciada y llena de mocos que había visto la noche anterior. La que tenía frente a él lucía más fresca, con el cabello suelto y acomodado perfectamente sobre sus hombros. La palidez de su rostro había sido reemplazada por unas mejillas sonrojadas, una mirada brillante y unos labios pequeños de color cereza.«Es bonita» lo traicionó su pensamiento.— ¿Es mi ropa? — alegó para distraer su mente de aquel desliz.— Mmm… si… quería tomar un baño y me incomodaba usar l
— Cham, cham, cham — llamaba Milenka con insistencia a la puerta de Itzam — ¿Ya despertaste? Es hora de irnos.Milenka, que estaba pegada a la puerta, por poco se va de boca cuando esta se abrió de golpe. Un adormilado y malhumorado Itzam apareció tras ella.— Son las siete de la mañana — señaló con evidente molestia.— Al que madruga, Dios lo ayuda — respondió ella con una sonrisa extendida por todo su rostro.— A ti no te va a ayudar — respondió él amenazante.— Assh, se nos va a hacer tarde, ni siquiera te has bañado.— Ni siquiera estaba despierto. Y de hecho, pienso volver a dormir. Las tiendas abren hasta las nueve…— Podemos ir a desayunar antes — sugirió ella.— Bien, ve y espérame abajo — La pobre chica ni siquiera sospech&oacu
La atmósfera cargada de tensión era palpable dentro del vehículo en el que Milenka e Itzam viajaban hasta el cementerio donde descansaban los restos de su padre. Al joven Balcab solo le faltaba entonar el himno nacional chino para poder bloquear de su mente todos aquellos pensamientos impropios que aparecieron en su cabeza cuando Milenka lo obligó a elegir entre distintos conjuntos diminutos de ropa interior. A pesar de luchar consigo mismo, no logró evitar imaginarse cómo se vería con ellos puestos y, lo que era peor, cómo se vería sin ellos, recostada sobre su cama mirándolo con esos ojos inocentes y sus mejillas sonrojadas.— Maldita sea, Itzam, eres un enfermo. Es solo una chiquilla. ¡Por Dios! ¡Y si se trata de tu hermana? ¡Gracias a Dios que no lo es!—dijo una voz perversa dentro de él.Cerró los ojos y suspiró pesad