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Capítulo 1. los problemas acaban de comenzar

Calli bajó del avión privado de su familia sintiéndose un poco nerviosa, no era fácil para ella volver a casa y enfrentarse al mundo exterior, después de haber pasado tantos años enclaustrada, en un internado de monjas en Londres, dónde las únicas visitas recibidas durante esos seis años, fue la de su familia. 

Y allí se hubiese mantenido, si no es por la intervención de su hermano Dorian, quien habló con su padre para que le permitiera salir, pues este estaba empeñado en consagrar a su única hija a una vida religiosa. 

Por eso durante todo ese mes iba a tener la libertad que nunca tuvo, luego de ese tiempo debía regresar a su prisión, si no lograba convencer a su padre, esperaba que con la ayuda de sus hermanos, sobre todo del menor, pudiera lograrlo.

Caminó con premura para chequear su llegada en la casilla de migración, sin embargo, su mirada estaba centrada en suelo, por eso no se dio cuenta  cuando de repente chocó con un sólido cuerpo, ya se hacía de bruces en el suelo, si no es por unas fuertes manos masculinas que la sostuvieron para no caer. 

—¡Cielo santo! Por favor, disculpe, ¡Qué torpe soy! —exclamó la chica sintiendo morirse de vergüenza, por eso no era capaz de levantar la mirada del suelo.

Sorpresivamente, sintió una mano, ubicarse debajo de su mentón y levantarle el rostro, dónde se encontró con los ojos más impresionantes que había tenido la oportunidad de ver en su vida, eran una mezcla de avellana y verde, se sintió hipnotizada por ellos, la boca se le secó y no pudo evitar recorrer cada una de las facciones de su rostro.

Al hombre no le calculaba más de treinta años, con una nariz lisa y recta, labios gruesos, mandíbula cuadrada, cara muy angulosa, con rasgos marcados, piel verde oliva, todo en su cuerpo exudaba masculinidad, no pudo evitar una corriente de excitación recorrerla, y era entendible nunca tuvo contacto con el sexo opuesto, a excepción de sus familiares, los cuales para el caso práctico no se contaba.

El hombre tenía una expresión de dureza, sin embargo, no pudo evitar los fuertes latidos de su corazón, sentía sus pulmones a punto de colapsar el aire le faltaba y se puso peor cuando lo vio sonreír y escucharlo hablar con una voz gruesa.

—¡Te tengo pequeña! —exclamó.

El contacto del hombre en su piel, le produjo una intensa ola de calor, la cual se propagó por todo su cuerpo, como si fuesen brasas encendidas.

Habló, pero su voz salió chillona, ni ella misma la reconocía.

—Mmm-muchas gracias —pronunció a duras penas.

—No te preocupes, no ha sido nada — dicho eso siguió por el lado contrario hacia donde ella se dirigía.

Sin embargo, su corazón no dejaba de latir como loco, estaba tan distraída que se quedó parada como boba sin chequearse, hasta que uno de los trabajadores de su padre la sacó de su ensoñación.

—Señorita, pase por migración, para que sellen su pasaporte, por favor —fue allí cuando reaccionó.

—¡Oh sí! —exclamó, salió de allí a la limusina dónde estaba esperándola su hermano.

—¡Mi gatita! —exclamó su hermano.

Ella salió corriendo a abrazarlo emocionada, él la alzó y le dio varias vueltas, sin embargo, para ella fue visible la profunda tristeza en sus ojos, cuando la soltó.

—¡Dorian hermano! —lo abrazó de nuevo aferrándose a su cuerpo, él la estrechaba con fuerza y acariciaba sus cabellos, sintiendo un poquito de paz en su atribulado corazón.

» ¿Qué pasa Dorian? Te siento triste ¿Dónde está Basha? ¿No vino contigo a recogerme? Quería conocerla en persona —su hermano movió la cabeza negando mientras las lágrimas comenzaron a rodar por sus ojos, para seguidamente responderle privado del llanto con la voz en un susurro.

—Basha no vendrá, nunca más podrás verla ¡Ella no está! Porque Basha se suicidó —pronunció Dorian, mientras Calli se quedaba estática, completamente sorprendida y sin saber qué decir. 

Hasta después de mucho tiempo

—No entiendo, ¿Por qué sucedió eso? ¿Por qué una niña con tanta vida y alegría tomó esa decisión? —preguntó sin poder procesar la noticia.

Le parecía demasiado cruel que una persona tan joven, apenas empezando a vivir la vida tomara una decisión tan drástica.

—¡Yo fui el culpable!  Ella se mató por mi culpa, porque yo...—hizo una pausa como si estuviera sintiendo un profundo dolor, respiró profundo y siguió hablando — la engañé, estaba en mi apartamento cuando ella fue a darme una noticia y yo estaba teniendo sexo con Iliana, la traté muy mal, dije cosas que no sentía porque estaba herido porque me engañó y ...—hizo una pausa como si el dolor le impidiera hablar—. Salí a buscarla para pedirle perdón y una nueva oportunidad, mas no la encontré.

»  Nunca la imaginé capaz de  tomar una decisión tan extrema, se veía fuerte, guerrera,  a quien nadie podía derribar ¿Y sabes qué es lo peor?

» Basha estaba esperando un hijo mío. Por eso jamás voy a perdonarme el haber sido el instrumento que acabó con la vida de mi propia sangre, ahora solo me queda  vivir con las consecuencias de mis actos, hasta un día cuando el remordimiento termine destruyéndome.

El resto del recorrido lo hicieron en absoluto silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos, hasta llegar a la casa, su padre la estaba esperando en la entrada con una expresión sonriente, caminó corriendo para abrazarlo, sin embargo, se detuvo de repente al ver parada junto a él, a una mujer como de treinta y seis años.

—Hija te presento a tu nueva madre, Elora. Mi amor, ella es mi única hija, Calliope —habló su padre emocionado, pero enseguida la mujer lo refutó.

—No es tu única hija Dion, recuerda que ahora tienes también a Eugenia y no debes hacer distinción entre ellas —expuso la mujer con firmeza.

—Sí, tienes razón mi amor —respondió sumiso su padre, besando la frente de la mujer.

A Calli, poco le faltó para abrir su boca de par en par, porque nunca en sus dieciocho años de existencia vio a su padre en esa actitud sumisa. Giró la vista hacia su hermano Dorian pidiéndole una explicación silenciosa, sin embargo, este no dijo nada, solo hizo un gesto de indiferencia con sus hombros, para segundos después seguir su camino al interior de la casa, dejándola a ella no solo confundida, sino con un presentimiento de que sus problemas solo acababan de comenzar.

«No entiendo por qué tengo constantemente este presentimiento de un desastre inminente». Zelda Fitzgerald. 

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