CAPÍTULO 26

A la mañana siguiente, Sibel hizo toda su rutina, salió de la habitación y fue a la cocina para tomar algo de desayuno.

—Buenos días… —la mujer se giró y le ofreció una sonrisa.

—Buenos días, señorita… ¿Quiere llevarle el desayuno al señor al despacho?

Sibel torció los ojos y miró la bandeja.

Lo que menos quería hacer, era ver a Iván.

—La llevaré y volveré en menos de dos minutos… quiero desayunar aquí.

La mujer asintió siguiendo en sus cosas, y Sibel tomó el aliento tomando la bandeja.

Ella fue dirigida al despacho, y acompañada por un hombre que de cierta forma cuidaba el lugar.

Sibel pudo notar la mirada de Iván cuando entró, tenía una portátil frente, en su silla, y estaba vestido de traje como solía andar, ella le quitó la mirada, y solo puso la bandeja en la mesa.

—Iré a desayunar… permiso… —intentó irse.

—Detente… —se detuvo sin girarse—. ¿Qué ocurre?

—¿Sobre qué?

—Mírame… —Sibel cerró los ojos, tomó el aire, y luego se giró—. ¿Qué ocurre?

—Tengo hambre y llevo prisa… creo que
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