Escuchamos unos pasos medio apresurados a través del pasillo lateral.
— Deberíamos ir a presentarnos…— dijo Ada, pero por alguna razón su voz se escuchó lejana y por demás distante.
Mi concentración estaba puesta en otro lado. Mis ojos se perdían en los últimos rayos de sol que se colaban por la ventana.
Se acercaba la hora del toque de queda… un día más sin que pudiera verme al espejo sin que me desarmara entre lágrimas.
— Vas a estar bien. — me animó Ely al ver mi rostro frío y carente de expresión.
Me volví hacia ella y asentí. Ada ya nos esperaba en la puerta para partir al encuentro de nuestros nuevos vecinos.
— Ah… eres tu Esteban. No sabía que también estarías aquí.
— Estoy
—¿Peligroso? ¿Por qué sería peligroso? — replicó ella.—Por ellos…— le señalé con la mirada y su inquietud hizo que saliera disparando hacia la cornisa desde la cual me encontraba observando la ciudad.—¿Quiénes? — quiso saber y cuando miró, el horror le bañó la expresión. Su rostro se volvió tan pálido y blanco como el de un papel, similar a Ely cuando supo que Ada no estaba al tanto del toque de queda.—¡¿Qué rayos está haciendo ese tipo con esa mujer?! La dejó ahí tirada… ¡Tirada! Esta… Él la…—Son chupasangres… por eso no puedes salir, Ada. — le dije indiferente, sin medir mis palabras.—¿Chupasangres? — r
Segundos previos a que pudiera tomar el cuello de mi amiga, retuve su mano sin ningún tipo de inconveniente. No le agradó para nada que una humana pudiera retenerle la mano con el solo hecho de aprisionar su muñeca. El temor que había dejado paralizada a Ely, no provocaba ningún efecto sobre mí y, gracias a eso, podía defendernos a ambas casi sin problemas. La joven que los acompañaba, se mostró disgustada con las circunstancias y no dudó en relucir sus colmillos para defender a su aliado. Su cabello morocho, largo y ondulado prácticamente ocultaba sus ojos verdes detrás de un flequillo cuidadosamente peinado. —Veo que ya están todos reunidos— interrumpió una voz adulta. Un hombre que no llegaba ni a los treinta años, probablemente rondaba en sus veintiocho, aunque no podía afirmarlo a ciencia cierta. —. Elizabeth, podrías venir aquí un minuto, tengo algunos papeles que deberás firmar para mañana. — la
Tras la bienvenida del Sr. Tiunf, nos quedamos cenando en el gran comedor. Pero la verdad era que aún no sobrellevaba bien el tema de actuar con naturalidad en presencia de aquellas sanguijuelas.Los chupasangres bebieron sus copas de sangre mientras que Hernán y Esteban, que fueron los últimos en llegar, repitieron su ración y siguieron cenando como si el hecho de ver a loschupasangresno les causara ninguna clase de incomodidad.—No deben preocuparse por ellos— les comentó Esteban a las chicas, quienes aún parecían algo sensibles con el tema. Mientras me veía partir por las puertas del comedor, añadió: —. No se meterán con ustedes si no se meten con ellos.—Además, ellos siempre nos ignoran. Actúen igual y se terminarán acostumbrando. Ellos saben muy bien que no nos p
El despertador sonó hasta el cansancio y apenas lo había oído. Cuando finalmente lo apagué, terminé por abrazarlo como si fuera un oso de peluche y continué durmiendo como si nada. Pero la calma me duró poco, hasta me atrevería a compararlo con la duración de un estornudo. Al volver a despertarme por mí misma, pegué un grito en el cielo al darme cuenta de que me había quedado dormida. Me levanté exasperada y mientras caía la manta sobre la cama, salí disparando de la habitación para ir directo a los baños y así alistarme para empezar el nuevo día. Me lavé la cara y tras cepillar bien mis dientes, confirmé que estaba lista para cambiarme el pijama. Sin embargo, me quedé contemplando el espejo por varios minutos en completo silencio. Estaba evaluando a esa persona que se reflejaba en aquel vidrio. Mis ojos nunca se le parecieron, pero nuestras sonrisas siempre fueron idénticas. Mi melliza ya no estaba para golp
—¡Corran! ¡Corran! — fue su primera indicación.—¡Salten! ¡Salten! ¿A eso le llamas saltar? ¡Voy a tener que llamar a una liebre para que te enseñe a dar brincos! ¡Salta, soldado! ¡Salta! — Continuó gritando y dando indicaciones, hasta que llegó a un punto en que pareció volverse loca de remate…— ¡Corran! ¡Esquiven! ¡Evadan! ¡Rueden! ¡Corran de espalda! ¡Vamos! ¡VAMOS!Bueno… digamos que en parte todos estábamos bastante fuera de estado y que por esa razón nuestra profesora parecía bastante exasperada. Pero dos horas seguidas de gimnasia tampoco era una tarea fácil. De hecho, en ése preciso momento me acordé con mucho cariño de Mónica.—¡Grr! ¡Mónicaaa! &md
Lo bueno de vivir en el campus era que no necesitaba andar con mi mochila para todos lados. Nada de cargar libros todo el día y si me olvidaba de algo o quería algún libro de apuntes, sólo me bastaban cinco minutos para ir y volver de cualquier punto del instituto a mi habitación.Una vez que mis dientes quedaron limpios y mi boca refrescada, salí del baño, tomé mi credencial para la biblioteca y tras agradecer que el piso de mi habitación tuviera tan excelentes baños, corrí apresurada hacia la biblioteca que quedaba al otro extremo del campus.Al llegar a mi destino, me presenté con el bibliotecario, quien resultó ser un señor bastante particular.—¡Señorita Serazu! Me alegra tanto saber que al fin tendré ayuda para ordenar este lugar. No sabe cuánto agradezco su compromiso con esta ta
— No es tu presencia mi cuestionamiento. Son más bien tus modales. — repuso Luis Triunf tan recto como siempre.— Entiendo— le dije—. No me dormiré de nuevo en su clase. — le mentí. Sabía que me dormiría tarde o temprano; mi cerebro me repetía que lo haría, no solo para fastidiarlo a él, sino para compensar a mí pobre cuerpo por hacerlo atravesar por tantas horas de trabajo seguidas.El asintió con la cabeza, omitiendo obviamente todo mi diálogo interno donde planeaba seguir haciendo de las mías, y siguió tomando asistencia.Para sorpresa mía, la clase de Triunf había sido más que interesante. Había comenzado narrando las primeras cruzadas entre vampiros. Mientras contaba el conflicto de intereses y cómo la sociedad de vampiros comenzaba a fragmentarse cada vez
—De verdad te gusta desafiarlos. — acotó Esteban al percatarse de cómo le devolvía la mirada asesina a uno de los vampiros que estaban detrás de él.—No deja de mirarnos desde que llegué. — me defendí.—Quizás porque no has dejado de mirarlo de ese modo. — me acusó.—¿Mhh? — volví la vista hacia él interrogándolo con la mirada, al no poder comprender a qué se refería con ése comentario.—Como si estuvieras a punto de clavarle tu tenedor en medio de la frente. —aclaró su punto de vista. Extrañamente, sonaba divertido por la idea y tras exponer su punto de vista, solo se limitó a darle un mordisco a su sándwich.Por mi parte, me sentí del asco. No podía ser tan evidente