— De verdad te gusta desafiarlos. — acotó Esteban al percatarse de cómo le devolvía la mirada asesina a uno de los vampiros que estaban detrás de él.
— No deja de mirarnos desde que llegué. — me defendí.
— Quizás porque no has dejado de mirarlo de ese modo. — me acusó.
— ¿Mhh? — volví la vista hacia él interrogándolo con la mirada, al no poder comprender a qué se refería con ése comentario.
— Como si estuvieras a punto de clavarle tu tenedor en medio de la frente. —aclaró su punto de vista. Extrañamente, sonaba divertido por la idea y tras exponer su punto de vista, solo se limitó a darle un mordisco a su sándwich.
Por mi parte, me sentí del asco. No podía ser tan evidente
—¿Quién eres? — me preguntó seriamente con los ojos clavados en mi persona.Su pregunta resonó en cada fibra de mi ser, me despertó de repente haciendo que mi corazón se paralizara un instante tras dar un brinco precipitado en mi pecho.—Solange, Serazu. — le respondí con los ojos redondeados por el susto.—¿Serazu? Entonces, le agradeceré que no se duerma en mi clase. Que sea la única humana asistiendo a esta cursada no la hace merecedora de ningún privilegio por sobre los demás. Así que revea sus modales. — me exigió con gravedad.Asentí al llamado de atención y luego de verla caminando hacia su escritorio, tapé mi frente con mi mano, tenía un ligero dolor de cabeza, seguramente generado por el mismo cansancio.La clase sigui&oa
Tan pronto como los primeros rayos de sol entraron por mi ventana, desactivé el despertador que estaba a punto de sonar y comencé mi mañana sintiéndome completamente hambrienta.Mientras bajaba las escaleras me encontré con Hernán que también iba al comedor para desayunar. Ambos estábamos muy somnolientos como para intercambiar palabras y nos limitamos a caminar como si fuésemos un par de zombis por los corredores.—¡Son las siete, chicos! Deben apresurarse a tomar su desayuno. — nos avisó Ely señalando nuestras tazas llenas con café caliente.—¿Y qué tiene, Ely? Curso recién a las siete y media. Aún tengo tiempo. — refunfuñé sin ánimos de nada, en un intento de calmar su ansiedad, mientras mezclaba en mi tazón algo de leche con cereal. Hern&
Seguí caminando por el pasillo hacia mi habitación, doblé rodeando la parte central del piso donde estaban los baños y llegué finalmente al corredor de mi habitación.Para mi desconcierto se sumaba a la escena Cassiel, que estaba frente a la puerta de mi pieza.—Supongo que esta vez no recibiré quejas por el despertador. — dije mientras me acercaba.Pero él ni siquiera se inmutó. Su cuerpo temblaba como si estuviera atravesando por alguna especie de trance y, de repente, sus ojos se clavaron en mí. La esencia despistada de aquel muchacho que la noche anterior me reprochaba como un niño se había desvanecido dejando un ser lleno de rencor y confusión. Sus ojos reflejaban odio puro y el hecho de que expusiera sus colmillos, como una fiera a su presa, hizo que me pusiera automáticamente a la defensiva.&
—¿Te sientes bien? — preguntó curioso al darse cuenta de que no había dicho una palabra mientras me ayudaba a subir las escaleras.—Si. Gracias por la ayuda. — agradecí mientras me dirigía a mi pieza.—Lamento lo que sucedió con Cassiel…— se disculpó y por alguna razón lo sentí sincero. Asentí levemente sin girar todavía la llave en la cerradura para entrar a mi habitación.No le dirigí la mirada en ningún momento y entré sin siquiera despedirme.Cuando al fin estuve segura de que estaba sola, me desplomé sobre mí misma y me dejé arrastrar por la gravedad mientras dejaba que mi espalda se fuera resbalando por la puerta hasta que finalmente terminé sentada mirando un punto ciego en el suelo, perdida en la angustia y en la to
Aproveché los minutos que me quedaban para darme una ducha rápida en los vestuarios del gimnasio y después ya me encontraba vestida con el uniforme, lista para ir a trabajar a la bibliotecva.—Alejo, ya llegué. — avisé al entrar a su oficina y ver lo sombrío que estaba el lugar.Me acordé de la pared donde estaba el interruptor de la luz y con ayuda de mi intuición fui hasta allí. La penumbra era absoluta y la idea de que Alejo no me hubiera contestado me inquietaba.—Sol… apaga las luces. Quiero descansar. — me reprendió Alejo, dando por primera vez señales de vida.Al escuchar su voz me asusté porque todavía no sabía con exactitud dónde se encontraba.—Vaya… Al parecer no sólo los vampiros tuvieron una mala noche. — coment&eacut
Una noche, el vampiro fue a su mirador, el cual se encontraba bastante alejado de los aldeanos, pero gracias a su visión podía verlos perfectamente. Cuando llegó se encontró allí con un anciano. Sabía perfectamente quién era, lo que no podía entender era cómo había encontrado aquel sitio.—Soy un cazador. Hay hábitos que no se pierden nunca… como por ejemplo, los de rastrear. —le dijo aquel hombre ya maduro con voz temblorosa debido a los años. Estaba sentado sobre una piedra.—Entonces sabías que venía aquí todo este tiempo.—Para ser sincero, lo noté la tercera noche que llegamos— le comentó—. Me llamó poderosamente la atención que no nos atacaras esa misma noche o lo que era aún más llamativo, por qué no lo
—No entiendo… ¿Por qué ese hombre impuso el toque de queda? ¿Qué fin buscaba cuando se lo propuso al vampiro? — inquirí confundida.—Seguridad— contestó Alejo sin vacilar—. Aquel vampiro había comenzado a formar una familia. Pienso que lo que buscaba era una tregua, asegurarse de que ni el cazador ni ninguno de los suyos pudieran hacerles daño mientras ambas partes estuvieran en sus hogares sin molestarse. De ese modo, ellos tampoco deberían preocuparse por ser cazados o exterminados. Fue un trato formal, Sol. Eso es todo.—Pero él dijo que lo que buscaba era evitar que los aldeanos no llegaran al punto de matarse entre ellos…Una chispa de suspicacia se encendió en sus ojos, Alejo lucía eufórico con el debate.—A través del temor a la mue
Me di un susto de aquellos pero traté de disimularlo cuanto pude. Pero si ellos podían oír los latidos del corazón de las personas, gracias a sus sentidos híper desarrollados, entonces disimular era una pérdida de tiempo frente a ellos.—¿Qué haces aquí? — inquirí haciéndole notar en mi tono de voz que su presencia no era bien recibida. —. Te advierto que no estoy de ánimo para que me hagan otro chichón en la cabeza. — le dije mientras me levantaba y me sacudía el pantalón.Cuando volví la vista hacia él, noté la angustia que gobernaba su expresión, mis palabras lo afectaron notablemente.—Vine a disculparme. — anunció.—No es la primera vez que me doy un golpe en la cabeza, será mejor que lo olvides y ya. &mda