Capítulo 79
—¿Aurora…?

Mateo me miró sorprendido.

—¿Te lastimaste?

Contuve el dolor, para evitar que él pensara que estaba exagerando. Se agachó para ver mi tobillo.

Yo lo retiré un poco, para que no lo viera bien. Eso no le gustó, me agarró la pierna y, con firmeza, tiró de mi pie.

Observó mi tobillo hinchado por unos segundos y, con cara seria, dijo:

—¿Por qué no dijiste nada?

—¿Por qué debería decirlo? ¿De verdad crees que si lo digo te importaría?

Le sonreí con sarcasmo.

Mateo me miró fijamente por un rato, sin decir nada. Luego me levantó y me puso en el sofá.

Se arrodilló, puso mi pie en su mano y con la otra mano comenzó a masajear suavemente la zona inflamada de mi tobillo.

Aunque me dolía mucho, me sorprendió su actitud y la forma en que me trataba.

Al mirarlo así, parecía haber vuelto a ser el Mateo de antes, el atento y comprensivo. Fue entonces cuando me di cuenta de que el Mateo de antes era realmente muy bueno, tan bueno que incluso lo comenzaba a extrañar.

Mientra
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