5.

Al día siguiente, me levanté a las cinco de la mañana. Entro a las seis y media a clases. Me bañé, desayuné rápidamente, evitaría todo tipo de contacto con Leandro en lo que me sea posible. Lo peor es que iba a estar en mi salón de clases. María me llevó el uniforme y me decepcioné, cada año lo odiaba más. Era un pantalón azul oscuro con zapatos clásicos, una camisa blanca de mangas largas con una corbata vino tinto, encima se debe usar por regla un saco gris que tiene el escudo de la escuela y un bolsillo al otro lado. Todo debe quedar bien, algo ajustado. Sino devuelven al que vaya con el uniforme en contra de las reglas.

Bajé, papá estaba en la entrada. Mamá estaba maquillándose en su habitación, ella sale más tarde que nosotros.

- Yo los llevaré hoy, pero mañana los llevará el chofer porque tengo mejores cosas que hacer que llevar a una barracuda amargada y al chico de la laguna azul.

- ¿Cuándo podré manejar? No me gusta que me lleve ningún chofer, ni que fuera el príncipe de Inglaterra.

- Cristóbal, manejaras un auto en mi lecho de muerte.

Luego bajó Leandro, traía cargada a Sofía. Ni a mí me dejaba cargarla.

- ¡Papi! – Gritó ella emocionada, corriendo hacia él. - ¿Ya te vas?

- Sí, debo ir a trabajar.

Luego subimos al auto, me senté atrás con Leandro porque papá llevaba muchas cosas adelante. No le hablé, ni siquiera lo saludé después de que me besara ayer en la mejilla. Cuando bajó, me escapé por la ventana y me fui a la casa de Pascual. Leandro me causaba incomodidad. Pero ahora aquí estaba, al lado mío y no podía evitarlo, así que opté por ignorarlo, hacer como si no existiera.

- A fin de año, iremos de viaje por tu cumpleaños Cristóbal, deberías ir pensando adonde quieres ir. Sé que cumples antes de Julio, pero no podemos ir en tus fechas escolares. – Dijo papá.

- No lo sé, me gustaría ir a corea del sur, pero es muy lejos y costoso.

- Podemos ir donde tú quieras, no te preocupes por lo que cueste. Aunque seas feo, no puedo regalarte algo barato, aunque ganas no me faltan. Si lo hago, Julia me mataría. Por mi te regalaría un coco y una hamaca para que juegues a la playa. A propósito, Leandro. Hay que gestionar los trámites para tu visa.

- Umm está bien. ¿Por qué usamos este tipo de uniformes en un clima caliente? – Dijo Leandro mirando con desanimo el saco gris.

- Escuela de ricachones, vas a ir a una. La odiarás, créeme. Si fuera por mí, hubiera estudiado a distancia, pero este señor no me deja.

- Don pedro para ti, Cristóbal y para ti también, chica rubia.

Leandro reía y yo miraba por la ventana, evitando el contacto visual. No sé por qué desde que él llegó me siento tan incómodo, no sé qué lo causa. Creo que él me trata así porque me ve como un hermano o algo similar, pero de igual forma es extraño, nunca me había sentido de esta manera.

Llegamos, papá me dijo que lo guiara por la escuela y lo llevara al salón de clases. Caminé rápidamente, dejándolo atrás. Volteé y grité:

- ¡Ven Leandro! – Grité, pero no me escuchó. Se veía aturdido entre tanta gente, había muchos autos estacionados, ruido, chicos corriendo. Él nunca ha estado en una escuela, debe estar perdido.

Maldición. Me acerqué a él y lo miré fijamente. – ¿Me vas a seguir o qué?

- No me agrada este lugar. – Dijo el mirando hacia los lados.

- Te lo dije, sígueme. – Empecé a caminar y él iba a mi lado.

Llegamos al salón de clases, ahí hay unas cuarenta personas, cuarenta chicos groseros, que se creen los dueños del mundo y de las personas. Vi que Leandro tenía pena de entrar, tenía el rostro enrojecido y sentí pena por él. Mis compañeros estaban sentados en sus sillas, el pasillo estaba vacío y el profesor aún no llegaba, aquí son estrictamente organizados con todo. Le hice señas para que entrara, pero se volteó dispuesto a irse. Caminé detrás de él.

- Oye, ¡Leandro! – Grité, pero él seguía caminando rápidamente, tanto que empezó a correr y fui detrás de él. Entró en uno de los baños y lo seguí. No había nadie porque ya había sonado la campana de ingreso a clases. – Detente ya.

- Lo siento, me quiero ir. No quiero estar aquí, no pertenezco a este lugar. Mira a todas estas personas, llegan en autos deportivos, serán hijos de políticos o celebridades, yo no soy así, mi papá es humilde. De ningún modo voy a encajar. – Me dijo y tenía los ojos llorosos.

- Eso no es un problema, todo va a estar bien. Tranquilízate.

- ¿Me aseguras que así será? - Me dijo y me tomó de las manos. Supongo que lo hizo para calmarse, pero eso me puso muy nervioso. Empecé a temblar y bajé la mirada.

- Sí, te lo aseguro. – Sonrió y me abrazó, no sé de dónde saqué valor, pero pude abrazarlo igual. Al parecer ya me ve como su hermano, ojalá que estos nervios sean por la falta de costumbre.

Luego caminamos al salón de clases y llegamos, el profesor me miró mal y me regañó por haber llegado tarde, Leandro estaba detrás de mí. Nos dejó entrar y yo caminé a mi asiento, me senté y vi que Leandro no entró, se quedó de pie, paralizado en la puerta y mis compañeros estallaron en risas. Esto no va bien.

- No estés nervioso, entra. – Le dijo el profesor, pero él no lo escuchaba, mis compañeros no paraban de reírse y eso me hizo molestarme. Me puse de pie y fui hasta él, lo jalé del brazo hasta el asiento que está junto al mío. ¿Por qué tenían que reírse de él? Eso es cruel. El profesor lo cambió de lugar porque los puestos están asignados al parecer. Lo ubicó en los asientos de atrás, yo voy como en la tercera fila.

Luego el profesor mandó a pasar al frente a los alumnos nuevos, debían presentarse ante los demás. Le tiré un papel a Leandro, diciéndole que se calmara. Pasaron dos chicas que venían de intercambio, una de Rusia y la otra era mexicana. Había tres chicos, dos eran hijos de futbolistas nacionales, el otro era hijo del alcalde.

El profesor dejó de último a Leandro, dándole tiempo para que se calmara. Se puso de pie lentamente, temblaba y no miraba a nadie. Llegó al frente, dijo su nombre, su edad y por último dijo que era hijo de un agricultor del amazonas. Vi como todos murmuraban cosas, seguramente hablaban mal de él por no ser hijo de alguien adinerado. Por eso detesto a esta gente, son todos una b****a, no llegan ni a eso.

- Hagan silencio o los suspendo. – Dijo el profesor, pero seguían hablando. Escuché que Emanuel, uno de mis compañeros, dijo que Leandro seguro se subía en los autobuses a pedir dinero.

- ¡Emanuel! ¡Cállate que tu papá trabaja para el mío! – Grité y se quedó callado al igual que la mayoría, es increíble como aún se ven este tipo de comportamientos tan arcaicos, la mayoría me respeta porque mi papá en teoría, es el más importante de casi todos los de la escuela. Monetariamente hablando. Es realmente jodido ver que aquí solo importa una persona dependiendo de cuanto ganen sus padres, a ver si se enchapan los huesos de oro para cuando se mueran estas lacras.

Así transcurrió el primer día de Leandro en la escuela, estuvo callado, tímido, en el descanso no sé para donde se fue y no lo seguí porque iban a pensar mal, que un chico ande detrás de otro no es algo que de nada bueno qué pensar. Yo me senté junto a Pascual, Alba y unos compañeros de clase. Ellos están en el mismo año que yo, pero en otros salones. A la salida estuve esperando por mucho tiempo a Leandro en la entrada, nos había venido a recoger Nestor, el chofer de la casa. Se demoró unos treinta minutos en aparecer en la entrada después de que sonara la campana de salida.

- ¿Dónde estabas? – Pregunté, ya íbamos en el auto.

- Me extravié, esta escuela es muy grande.

- Bueno.

- Gracias por ayudarme hoy, en verdad eres una buena persona. – Me dijo sonriendo.

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