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Un nuevo lugar, una nueva vida

Narra Beatriz

Era ya viernes, cuando por fin recibí una llamada importante. Por suerte, mi pequeña dormía y no había nadie en casa, por lo que pude hablar tranquilamente. Era una llamada muy buena para mí, porque recibí una propuesta para trabajar en Washington; un pueblito que se encontraba al norte de Washington. Eso me dejaba aproximadamente a 2,494 kilómetros de distancia real de mis padres. La propuesta era bastante buena: trabajaría en la preparatoria dando clases de literatura, la paga era lo suficientemente buena y el director del establecimiento me comentó que podría combinar mis horarios para dar clases también en la reserva Indígena. Sería más que excelente, porque también me informó, que en el pueblo había una guardería donde podría dejar a mi hija, mientras estuviera trabajando, que era un lugar muy tranquilo y que sería muy fácil adaptarnos a él.

Solamente le pedí que me diera de plazo hasta el lunes para tomar una decisión, por lo que muy amable, quedó en devolverme la llamada hasta ese día.

Al cortar la comunicación, estaba realmente emocionada, me sentía muy feliz. Era una muy buena oportunidad y por fin las cosas parecían estar saliendo a mi favor.

Tomé mi computadora y busqué imágenes e información del pueblo, para poder estar más segura de que la decisión que tomaría, sería la correcta.

El lugar parecía ser realmente hermoso, era un sitio propio de un cuento de hadas, con bosques frondosos y sus casas en medio del mismo. Había mucho verde, aparentemente, era un pueblo tranquilo,

Decidí hacer una llamada a una de las inmobiliarias del lugar, para saber si podía encontrar una casa donde vivir.

Magno bienes raíces. – Contestó al tercer pitido la voz en el teléfono. — Habla Esmeralda Magno. ¿En qué puedo ayudarla?

Buenas tardes. Llamo porque necesito averiguar si tiene algunas propiedades para rentar en Washington.

La señora Esmeralda, de forma muy amable, comenzó con el proceso de muestra, haciéndome unas cuantas preguntas y me explicó cuales podían ser mis opciones de renta. También se ofreció a mandarme por mail, fotos de las distintas propiedades que tenia disponibles y una que otra información que me sería útil para instalarme allí.

Comprobé el estado de mi cuenta bancario, y corroboré que tenía el dinero suficiente para instalarme y vivir allí al menos hasta que cobrara mi primer sueldo.

Ahora sólo me quedaba informarles sobre mi decisión a Gerard y a Bertha y confirmar con el director Callaghan mi respuesta, para saber cuáles serían los pasos a seguir de ahora en adelante.

Esa misma noche, después de acostar a Mía, bajé al living donde estaban mis padres, viendo la televisión. Aclaré mi garganta para que me prestaran atención.

Beatriz, cariño… ¿qué pasa? — Me preguntó mi mamá.

Debo decirles algo importante — hice una breve pausa y pude observar como la cara de Gerard se transformó totalmente. ¡Diablos! ¿Por qué siempre tiene que hacer esa cara cuando tengo que decirle algo? ¿Por qué, al mirarme de esa manera, me hacía sentir que estaba equivocada?

Tomé aire, respire profundo y fijé mi vista en un punto en medio de ellos dos, sin mirar a ninguno en particular. De esa forma, lograría concentrarme y no me intimidaría tan rápido.

Mamá, papá… me voy de la casa. — Se instaló un silencio aterrador después de mis palabras. Sólo intentaba respirar lentamente y aguardar a que alguno emitiera un sonido.

¿Qué diablos piensas hacer, Beatriz? — Vaya, si que las cosas estaban realmente mal. El tono que había empleado mi papá solo podía significar que las cosas iban a empeorar, miré a mi madre, que sólo estaba llorando. Volví a tomar aire, aún faltaba mucho que plantear.

Me voy con Mía. Ya es hora de que madure: tengo 25 años y sigo viviendo como una adolescente. Necesito afrontar mis responsabilidades, tomar las riendas de mi vida yo sola. —Cuando Gerard quiso hablar, levanté mi mano, interrumpiéndole para que el no dijera nada… y seguí. — Ya saben que aquí no he podido conseguir un trabajo fijo, por lo cual, desde hace poco tiempo mandé a diferentes escuelas mi currículo… y finalmente me han llamado esta mañana de una escuela en Washington, Washington. Trabajaría tres veces a la semana en la secundaria del pueblo y los dos días restantes en la reserva Indigena. Además, me ofrecen una muy buena propuesta económica y el pueblo parece ser muy lindo. La verdad, creo que es lo mejor para nosotras.

Beatriz, ¿estás segura qué esto es lo que quieres? — Cuestionó Bertha, preocupada.

No sé si es lo correcto. Solamente sé que es lo que no quiero, y lo que no necesito es seguir así. No quiero seguir siendo una niña, quiero valerme por mi misma, y por más que nos cueste aceptarlo, los tres sabemos perfectamente que estando cerca no cambiarían las cosas. Yo estoy profundamente agradecida por todo el apoyo y el amor que me dan día a día, pero hoy necesito que me comprendan, que entiendan que esta es mi oportunidad para crecer, para empezar a ser una nueva Beatriz, para poder demostrarme que puedo ser una buena madre.

¿Y para lograr todo eso te vas a mudar a la otra punta del país? — Dijo Gerard, enojado.

Y no pretendo con este aviso, pedirte una aprobación. Ésta es una decisión que ya esta tomada. Me encantaría contar con su apoyo, pero si no lo tengo, no cambiare mi parecer. Esta es la primera vez que estoy segura de que estoy haciendo algo bueno por mí y por mi hija. Y si, puede que me equivoque, pero me voy a arriesgar.

Subí a mi cuarto, cerré la puerta y por primera vez, desde hace mucho tiempo me sentí feliz. Sentí que esta nueva Beatriz era mucho más fuerte y valiente, estaba totalmente decidida a salir adelante.

Bertha al otro día habló conmigo. Me dijo, que por más que le doliera estar alejada de nosotras, sabía que era una buena decisión la que estaba tomando, que creía que estaba saliendo de esa burbuja en la que yo misma me encerraba y que ya que estaba cambiando mi vida, eso no podía ser malo para mí…

Mientras Mía jugaba, ambas nos pusimos a ver las imágenes de las propiedades que me habían mandado desde la inmobiliaria, y en cuanto las vi, descubrí que había una que me gustaba muchísimo.

Era una cabañita, con paredes de piedra y techos de madera. Tenía un living, un comedor no muy grande, una cocina con un gran ventanal que daba a un patio con vista al bosque, además de dos habitaciones y un baño. Se veía que era muy acogedora y el solo verla en fotos me hizo sentirla como mi hogar.

A mamá también le gustó esa.

El lunes hablé con el Sr. Callaghan, acepté su propuesta de manera formal y me dijo que necesitaba que el viernes estuviera allí para firmar mi contrato, y que a partir del primero de septiembre, ya estaría trabajando de forma oficial. Con eso, sólo me dejaba diez días para instalarme.

Mamá insistió en acompañarme el día de la firma del contrato, de paso aprovecharíamos para recorrer el pueblo, la casa y poder conocer la guardería para mi pequeñita.

Si bien Gerard seguía sin hablarme, nos llevó al aeropuerto, para que tomáramos nuestro vuelo, y me deseo suerte. Luego, habló unos minutos con mamá de una forma que a mi me pareció sospechosa, se despidió de ella y al final nosotras abordamos nuestro avión.

El viaje tuvo una duración de poco más de cuatro horas. Cuando llegamos a Washington, rentamos un auto y nos dirigimos directamente a la escuela para la firma del contrato. Mamá se quedó con Mía en una cafetería, mientras que yo me encontraba con el director. Y después de media hora de estar reunidos, me confirmó que me esperaba dentro de diez días para trabajar.

Pasé a recoger a mis acompañantes y fuimos a la inmobiliaria para encontrarnos con Esmeralda Magno, quien era la persona que me mostraría nuestra casa.

Ella era una mujer maravillosa, muy servicial, atenta, amable, y simpática. Nos mostró cada una de las casas que tenía disponible. También, a medida que recorríamos los lugares, me mostraba el pueblo y me comentaba sobre la vida de ahí.

Se veía que a Mía también le había encantado esta mujer, porque solo quería que ella la tuviese en brazos y que jugaran juntas. Ya era la hora de almorzar, por lo cual Esmeralda nos dijo que por la tarde podíamos pasar a firmar todos los papeles para la renta de la casa.

Luego de un rico almuerzo, fuimos a la guardería del pueblo. Quería conocer cuál sería el lugar donde mi hija pasaría gran parte del día.

Y como todo en este pueblo, el lugar me pareció hermoso. Las maestras eran muy amables y los niños jugaban felices; hasta mi pequeña estuvo un rato jugando con ellos.

Finalmente, a la noche, volvimos a casa para empacarlo todo, ya que en dos días volvería para instalarme definitivamente en Washington, en aquel lugar que me daba grandes esperanzas. fue en ese momento que lo vi, a ese hombre, el mas hermoso que mis ojos antes hayan visto.

"Soy Stefano Magno, mucho gusto"

Mi corazón latio tan fuerte que casi me desmayo. 

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