Narra Stefano .Beatriz había partido del hospital desde hace poco más de media hora. Ahora me encontraba en la habitación de Mía, contándole un cuento. La niña estaba agotada, pero intentaba mantenerse despierta cuando estábamos con ella, alegando que nos extrañaba mucho y que nos necesitaba.Recibí un mensaje a mi móvil. Era de Beatriz, por lo que lo abrí rápidamente.*Cariño, ya estoy en casa… voy a darme un baño y luego dormiré un rato. ¿Cómo sigue Mía?Sin dudarlo le respondí de inmediato:*Recién terminé de leerle un cuento. Ahora está descansando un poco mientras le canto… duerme, nena. Te amo.No supe exactamente cuánto tiempo pasó, hasta que el teléfono de la habitación sonó.― Señor Magno. El señor Hale lo espera en recepción.― Gracias ― respondí amablemente.― Princesa: vino el tío Jhon. Iré a verlo y en un rato regreso, ¿Sí?― Bueno, papi. ¿Viene Charlotte con él? ¿Y tía Alisson?― No lo sé, cielo. Ahorita veo y si pueden les pido que te visiten, ¿bien?Mi niña asintió y
Narra Beatriz.Luego de la cena en casa de los Magno, decidimos a casa, ya era tarde y al otro día quería ir temprano al hospital a ver a Mía.Mientras Stefano acostaba a Thommy yo lo esperé en la cama solo con ropa interior y cubierta por las sábanas.― ¿Tienes calor, nena? ― preguntó.― Mh, tengo un antojo… nene ― traté de decir lo más sexy que pude, aunque con esta figura no creo haberlo logrado.― ¿Y qué es lo que se le antoja a mi mujer? ―preguntó mientras se acercaba gateando por el colchón, lo agarré de la solapa de la camisa y lo besé apasionadamente.― Tú eres lo que se me antoja ― susurré sobre sus labios.― ¿Es… estás segura, amor? ― tartamudeo, inseguro.― ¿No quieres hacer el amor conmigo? ¿Ya no te gusto? ― dije, haciendo un puchero, y es que era lógico que ya no le gustara, estaba gorda y fea.― No es eso, cielo. Muero de ganas de hacerte el amor. Pero no quiero hacerles daño ― se explicó, mientras acariciaba mi vientre― Stefano , cielo: no nos harás daño. Pero ya no
La ambulancia llegó a la casa unos minutos después de que nos acostáramos Beatriz, nuestra pequeña y yo. Aún no asimilaba lo que acababa de pasar. Había traído a mi hija al mundo, había ayudado a la mujer que amo a parir.Sabía muy bien que no habíamos podido planear muchas cosas por nuestra falta de tiempo. Desde el principio, ambos acordamos que yo presenciaría el parto y sostendría su mano. Pero, sin duda, esto era mejor. Fuimos nosotros dos, los que la trajimos al mundo. Al fin nuestro amor pudo afrontar el terror por haberse adelantado el parto, por encontrarnos en casa. Pero también pudimos disfrutar todo sin interrupciones y en nuestro hogar, dándonos nuestro espacio y respetando nuestros tiempos, sobre todo los de Beatriz, cada minuto que pasaba la amaba más.Una vez que los paramédicos trasladaron a mi mujer y a mi hija al hospital donde se encontraba Mía, logré comunicarme con mi padre y explicarle lo sucedido.Ellos cuidarían de Thommy, así yo podía cuidar de mis tesoros.A
La ambulancia llegó a la casa unos minutos después de que nos acostáramos Beatriz, nuestra pequeña y yo. Aún no asimilaba lo que acababa de pasar. Había traído a mi hija al mundo, había ayudado a la mujer que amo a parir.Sabía muy bien que no habíamos podido planear muchas cosas por nuestra falta de tiempo. Desde el principio, ambos acordamos que yo presenciaría el parto y sostendría su mano. Pero, sin duda, esto era mejor. Fuimos nosotros dos, los que la trajimos al mundo. Al fin nuestro amor pudo afrontar el terror por haberse adelantado el parto, por encontrarnos en casa. Pero también pudimos disfrutar todo sin interrupciones y en nuestro hogar, dándonos nuestro espacio y respetando nuestros tiempos, sobre todo los de Beatriz, cada minuto que pasaba la amaba más.Una vez que los paramédicos trasladaron a mi mujer y a mi hija al hospital donde se encontraba Mía, logré comunicarme con mi padre y explicarle lo sucedido.Ellos cuidarían de Thommy, así yo podía cuidar de mis tesoros.A
Por la mañana, logré convencer a los médicos que me dejaran visitar a mi pequeña e informarle que esa misma tarde se realizaría el trasplante, para que no se asustara. La enfermera me llevó en una silla de ruedas hasta el cuarto de mi hija. ― Buenos días, mi cielo ― dije, mientras acariciaba su mejilla. ― Buenos días, mami ― talló sus ojitos y me miro fijamente. Examinó mi vestuario, que consistía en una bata de hospital y un camisón. Era evidente que ya no cargaba a un bebé en mi vientre y, además se sorprendió por la silla de ruedas. Ante tal panorama, Mía inmediatamente se quiso levantar y lanzarse a mis brazos. ― Mi pequeña, debes estar tranquila ― la tranquilicé, mientras la acomodaba nuevamente en su camita. ― ¿Qué sucedió, mami? ¿Y mi hermanito? ― sollozó. ― Tranquila, tu hermanita nació anoche, ahora está con papá. ― ¿Puedo conocerla? ― Te prometo que pronto la conocerás, pero hoy no. Esta tarde, princesa, van a ponerte en tu cuerpo un pedacito de tu primito… con ese pe
Narra Beatriz:No vale la pena aferrarse a lo que te hace daño. La vida continua, sólo ama a quien te ama y valora a quien te valoraLlega un momento de la vida, donde uno debe darse cuenta sobre aquello que es bueno o malo, sobre lo que es importante y lo que no, aquello que deja huellas en nuestro corazón y marcas en el alma, llega un punto donde uno solo puede explotar… donde la vida se te pasa delante de ti y solo puedes ver que durante todo ese tiempo nunca tomaste control alguno sobre las cosas que sucedían a tu alrededor…Solo entonces, cuando uno toca fondo y acepta la situación, decide qué hacer con su vida, que hacer de ahora en adelante…Para mí, las opciones no eran muchas:En primer lugar, podría seguir como estaba, seguir dependiendo de mis padres, y simplemente ser una espectadora en mi vida y en la de mi hija.En segundo lugar, sería una idea por decirlo de alguna manera, mas arriesgada mas aventurera, podría irme de mi casa, tomar a mi bebe y empezar desde cero,Tambi
Narra Stefano:—Mamá, llegamos mañana a las cinco—Si estará todo bien, ya nos dieron todas las autorizaciones para viajar, y sabes muy bien que si fuera riesgoso no lo haría. En esto no estoy dispuesto a correr riesgos—Corte el teléfono y termine de empacar todo, ya no faltaba nada, tenía mis valijas lista y las de Thomas también, los papeles estaban en la mesa, y el bolso con todo lo necesario para el también estaba allí, junto con los pasaportes.Una vez más di una mirada al departamento, y fije mi vista en el retrato que estaba sobre la chimenea, allí se nos veía a Tania con su gran panza y a mi abrazados, hasta pareciamos felices……flash back…Habia llegado a Londres luego de las vacaciones en Washington, Tania había vuelto unos días antes y estaba en el departamento esperando, esa semana cumplíamos ya cuatro años de noviazgo, si bien no estaba seguro sobre porque razón seguía con ella, me sentía cómodo en esta relación. Luego de saludarla con un beso, me indico que me sentara a
Narra Beatriz.Mía… eran tan sólo tres letras… tres simples letras que definían mi mundo. Unas que forman parte de un sueño y que empezó a hacerse realidad desde hace poco más de tres años, cuando ella comenzó a moverse en mi vientre.En esos días, me sentía abatida. Sabía que mi mundo se había derrumbado de un solo golpe. Había podido tener el mundo en mis manos… y ahora recuerdo cómo, muy lentamente, se rompió en miles de pedazos y yo no pude hacer nada por reestablecerlo.No quería comer. Creo que llevaba más de dos días que no probaba bocado alguno, ya ni ánimos tenía para llorar. No quería hablar con nadie, ni ver a mis amigas… prácticamente, no tenía fuerzas para nada que no fuera estar en la cama y dejar que ese sentimiento de vacío se apoderara de cada célula de mi cuerpo, de cada poro de mi piel, de cada una de las partículas de aire que inhalaba, que estaban llenas de soledad y más dolor.Sentía que moría lentamente, poco a poco. Quería creer, que sólo era una pesadilla. Que