El corazón de Maija latió acelerado cuando escuchó que tocaban a su puerta, por un momento pensó que podría ser él. Soltó un suspiro de alivio cuando vio que se trataba de Erik. Posiblemente se habría molestado de haberse trato de Raner, bueno, que dicha que no fue así. Hedda había ido a visitarla un poco más temprano y terminó contándole todo lo sucedido. Después de un rato conversando su amiga se marchó, era como si hubiera sabido que necesitaba estar a solas con sus pensamientos. —¿Cómo estás? —preguntó Erik sentándose a su lado. —Me siento mucho mejor. —Si es que se refería a su recuperación, estaba diciendo la verdad. Se aseguró de sonreír. —Me da gusto —Él intentó devolverle la sonrisa. Hace un tiempo su media sonrisa hubiera hecho estragos en ella. Pero se había dado cuenta de que él ya no tenía ese efecto en ella. Le habría gustado tener una respuesta sobre lo que había pasado con sus sentimientos. —Erik… —Maija… Hablaron al mismo tiempo. Ambos volvieron a sonreír. Él le
Raner miró por última vez. A su espalda, en el horizonte, quedaba aquel imponente palacio, nunca antes se había sentido mal por dejar aquel lugar, aunque fuera solo por unos días, y no dudaba de que se sentirían como una eternidad antes de volver. Cuando decidió irse estaba seguro de que era lo correcto, no solo por la misión que tenía, sino porque sabía que Maija necesitaría espacio, y ya le era difícil dárselo teniéndola tan cerca. —¿Está todo bien, príncipe? —Estaba tan sumido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Jensen había vuelto a su lado. —Sí —respondió—. Vamos. Minutos después, antes de cruzar el puente que los dejaría fuera del territorio del príncipe Erik. A su izquierda escuchó el sonido de un caballo algo inquieto. Observó arriba en la colina. «Esa su figura», sin duda conocía muy bien a esa mujer. Ahí estaba ella. Maija había tomado una ruta diferente para poder alcanzarlo. Miró cómo ella empezó a descender hacia él. —¿Es la señorita Maija? —preguntó Jens
Einar le hizo una reverencia antes de darse media vuelta. Al abrir la puerta se encontró con Erik. La mirada que este tenía era una de «Te lo dije», al parecer había escuchado su conversación con la princesa. —Príncipe —saludó el general haciéndose a un lado para que él entrara. Hedda se giró rápidamente al darse cuenta que él estaba ahí. Tenía curiosidad de saber si él siquiera había reconsiderado el tomar a otra esposa. Había muy pocas probabilidades de que él accediera a sus demandas, pero aún mantenía la esperanza. No se quedó más tiempo ahí. Aprovechó que la puerta aún estaba abierta. Pasó por un costado de Erik, antes de salir miró a Einar y le dijo: —Estaremos listas en media hora. Erik observó a su general. Tenía pintada la pregunta muy clara en su rostro. —A mí ni me mires —Dijo Einar —. Es tu culpa. Creí que al casarte serías más agradable, pero me equivoqué. —Cuida lo que dices. —Sí, sí, como sea. Mejor iré a cumplir las órdenes de tu esposa. —Es lo único que haces
Erik Subió de rodillas a la cama, depositó con mucho cuidado a Hedda antes de responderle: —Solo deseo estar con mi esposa. —Hedda abrió la boca para decir lo que pensaba al respecto, pero Erik unió sus labios ahogando sus palabras. Inevitablemente un gemido se les escapó. Hedda trató de resistirse, pero se le estaba haciendo muy difícil. No podía negar que lo deseaba también, y quería entregarse por completo a él. Pero eso no le daba ninguna certeza de que todo sería diferente de ahora en adelante. Erik aún no le había dicho que mantendría su promesa de que ella sería su única mujer. No se conformaría con menos, no, jamás lo haría. Erik deslizó sus labios hasta su cuello, y ella aprovechó para llamarlo por su nombre un par de veces y pedirle que se detuviera. —¿Qué sucede? Ya lo hemos hecho antes —dijo él. —Sí, pero la primera vez fue porque dudabas de mí y quería demsotrarte que estabas equivocado. Y las otras veces estabas ebrio, ni siquiera estoy segura de que lo recuerdes. B
Hedda despertó por las caricias y besos en su espalda. En la última semana había sido todo un reto despertar temprano, pero no se podía quejar porque la forma en como su esposo la despertaba cada mañana era la manera más dulce que podía haber. Habían vivido la mejor semana de sus vidas. Erik le había demostrado que de verdad la amaba, podía sentirlo, aunque no se lo había dicho, aún. —Despierta, mi bella —escuchó decir a su esposo. —Uhm —fue la respuesta de ella. Si por ella fuera se quedaría en su cama durmiendo todo el día. El cansancio que estaba experimentando en los últimos días era nuevo para ella si tomaba en cuenta lo inquieta que siempre había sido. —Vamos, pequeña, se hace tarde. —¿Tarde? ¿Para qué? Es muy temprano —se quejó antes de girarse para verlo, y él tenía una sonrisa divertida en su rostro. —Si recuerdas que día es hoy, ¿no? —Luego de pensarlo unos segundos se dibujó una «O» en sus labios antes de llevarse su mano a la boca. —¡Oh, por Dios! Es el cumpleaños de
Raner intentó sonreír con amabilidad, miró a Maija y pudo leer su intención de querer disculparse para luego retirarse del lugar. —Hola, Eyra. Espero disfrutes de la velada—La chica sonrió y le devolvió el saludo—. Señor Helge, ahora si me permite —tomó la mano de Maija y continuó su camino. —Oye, ¿no crees que fuiste muy grosero? —Él se detuvo. —¿Querías que me quedara a conversar con la chica? —Ella pensó en su respuesta—. Mejor vamos —dijo él sin darle lugar a contestar. —¿Qué fue eso que te pedí? —cuestionó ella una vez que estuvieron fuera del gran salón. Raner la guio hasta donde estaba su caballo y buscó dentro de su bolso. —Esto —dijo mostrándole un frasco de vidrio que contenía miel de algunos frutos. —Esto es… —Tu miel favorita. —Ella lo tomó de las manos de Raner y lo acercó a su rostro para inhalar el aroma de la miel. —Mmm, me encanta. Gracias por recordarlo. —Se colocó de puntillas y depositó un beso en su mejilla. —No dejé de pensar en ti ni un momento. «Ni yo
Hedda estaba sentada a la par de Erik en la biblioteca, él insistió en que se quedara cuando ella intentó dejarlo a solas con Raner y Einar para tratar asuntos que sabía que eran importantes. —¿Entonces, esto fue todo lo que encontraste? —cuestionó Erik, observando un pedazo de tela amarillenta. —Sí, el dueño de la posada me confirmó que varios hombres que se hospedaron ahí llevaban ese tatuaje en su brazo. También dice que la cantidad de viajeros que pasan por ahí se ha multiplicado. —¿Desde hace cuánto tiempo? —Más de un año. —¿Serán espías? —preguntó Einar. —No creo, un espía prefiere dormir en una cueva en las montañas, ocultarse lo más que pueda para no ser visto. Es difícil que un espía pase por un pueblo fronterizo y se quede ahí. —Tienes razón. —¿Puedo ver? —dijo Hedda que hasta ese momento solo había estado escuchando. Erik deslizó el pedazo de tela por la mesa hasta ella. Hedda lo tomó en sus manos, su ceño se frunció y su mente pareció perderse en algún recuerdo. —
Erik se había acercado a ella también cuando la vio palidecer, la atrapó antes de que se estrellara contra el suelo. Incluso él se sentía mareado, pero fue lo suficientemente rápido y fuerte para mantenerse en pie. No iba a dejar que ella se lastimara. Erik estaba desesperado llamando a su esposa para que despertara y pidiéndole a Aron que hiciera algo. Aron no necesitó que le explicaran lo que había pasado. —¿Cuántas veces hizo la extracción? —preguntó. —Tres veces —contestó Raner. Tal vez era la experiencia y no porque no se sintiera desesperado también, era su hija, pero debía mantener su mente concentrada para poder salvarla. Aron no podía evitar enseñarle algunas cosas a su curiosa hija. Ella siempre estaba detrás de él. Después de su experiencia de hace más de cinco años en el norte de Besian, cuando por poco una serpiente muy venenosa muerde a su hija, Aron le había dado un antídoto que conocía muy bien para poder hacerla inmune a esos venenos, pero sabía que el efecto sol