Un trato

Amanda.

Siento todo mi cuerpo dolorido, lo peor del caso es que no sé donde quedó mi ropa.

Me levanto con todo el dolor de mis músculos y busco en la habitación algo que pueda ocupar para salir de aquí.

Me dirijo al baño y me encuentro con una tina de hidromasaje, sin pensarlo mucho la pongo a llenar.

Me duelen hasta las pestañas, pero la enorme sonrisa que llevo en los labios nadie me la quita.

¡Oh mi Dios del inframundo! Claro que soy tu Perséfone de ahora en adelante, en verdad que estoy loca.

Ayer llorando por un pobre, muy pobre diablo, y hoy queriendo volver a ver a mi glorioso Hades.

Con su recuerdo en mente, me meto a la tina y disfruto de las burbujas que me ayudan a relajar mis músculos.

Cuando me siento mejor, salgo más que dispuesta a irme, me pongo la bata y tomo mis pocas cosas regadas en el suelo.

Creo que pasó mucho tiempo, pues al salir todo está apagado y solo están unas pocas personas limpiando el lugar.

La chica del antifaz se me acerca y me lleva al apartado donde me cambié cuando llegué anoche.

—La suerte te sonrió, el gran Hades te llevo a su reino.

—Creo que así es.

Sonrío como tonta, creo que ese hombre hermoso, es muy popular por acá, y aunque no quiera, algo dolió en mi pecho.

—Es enserio, ese hombre no ha llevado a nadie en meses, cuando llegó solo estuvo unos minutos con una de las chicas y la pobre no regresó jamás con él, no lo aguanto, sabes a que me refiero —me hace señas con sus manos haciendo referencia al tamaño de su amigo —¿Cómo lo aguantaste?

—¿Y como sabes que lo que dijo esa chica es cierto? Tal vez, solo no le gustó.

–¿Es en serio? Aquí todo se ve, es obvio que el tipo es demasiado grande. Ten, aquí está tu ropa, no entiendo como puedes caminar después de anoche, por cierto, no vuelvas a retirar tu máscara hasta que no salgas de aquí, hasta ahora solo los tres del inicio conocemos tu rostro, recuerda que es por seguridad de todos traerlas, ponla y retirala hasta que estés lejos, suerte.

Se va dejándome algo confundida, estoy de acuerdo con que Hades es una cosa, pero barbara ¿Será verdad que no lo aguantaban?

En fin termino de vestirme y salgo, reviso la hora en mi móvil y tengo el tiempo justo para llegar a mi departamento y cambiarme.

Dos horas después, estoy entrando a Sophistic, voy directo a la oficina de Dom, necesito contarle sobre la trastada de ese par.

Dominic, es mi amigo de infancia, nuestros padres son amigos y socios desde que tengo memoria, así que nos conocemos desde bebés.

Entro saludando a todos, y a pesar que debería estar más que triste, la verdad es que tengo un humor magnífico.

Al llegar a su oficina me encuentro con su secretaria, quien me advierte que el hombre trae un genio de los mil demonios.

Y efectivamente, no termina la pobre de darme el informe, cuando se escucha el grito que le pega para que la pobre vaya a su oficina.

Ambas nos sobresaltamos y giro a verla, la chica esta temblando, le digo que no se preocupe, que yo me encargo.

Así que giro sobre mis talones, y avanzo dispuesta a enfrentar al energúmeno guapo de mi amigo.

Y vaya que es guapo el condenado, lastima que nunca se haya fijado en mi, un día escuche a Patrick, su amigo de parranda, que le gustan los chicos.

Desde entonces, solo lo veo desde lejos, por eso cuando Josh, me pidió ser su novia en la universidad acepté, pues no tengo oportunidad con Dom.

Aunque reconozco que me encanta estar cerca de él, es un hombre atento y servicial.

Pero que le hacemos, solo nos queda mirar esa obra de arte de lejitos, y hacerse tacos de ojo mentales.

Llego a la puerta de su oficina y entro sin tocar, parece que un demonio de tazmania pasó por aquí.

—Buen día guapo ¿A que se debe el buen humor?

Estaba con unos documento en su manos, los cuales pone sobre su escritorio al escuchar mi voz

—Hola hermosa ¿Qué haces aquí tan temprano? —Se ve harto, y bastante enfadado a pesar de hablar tranquilo hacia mi.

—Escuchando los gritos que le das a esa pobre mujer, paso algo muy grave para que lo hagas, tú no eres así.

—Me conoces perfecto, a ti no puedo mentirte, desde ayer mi padre está como loco —bufa azotando los papeles sobre su escritorio.

—Eso es verdad , tu padre siempre está así, me pregunto como es que papá lo aguanta, son polos completamente opuestos.

—Lo sé, pero ahora está peor, amenazó con quitarme del cargo y además en la mañana fue a buscarme a la casa, estaba tan de buenas y llegó a tirar todo mi buen ánimo a la basura.

—¿Qué te dijo ahora? Supongo que algo muy grave para que estés así.

—Ayer vino Patrick, el idiota empezó con sus tonterías, y justo cuando papá entró, el imbécil dice que soy gay. El hombre se puso como nunca, dijo que no iba a permitir que un amanerado estuviera al frente de su empresa —su rostro se pone rojo de inmediato, reavivando su furia.

—Pero eso lo decide el consejo, además, no creo que esos hombres deseen perder lo que este año han ganado, es una tontería, el hombre de negocios que eres, nada tiene que ver con tus preferencias.

Se me queda viendo como molesto por lo que acabo de decir, sin embargo, después de unos segundos afirma con la cabeza.

Me remuevo un poco incomoda en mi asiento y bajo la vista, escucho como suspira algo enfadado.

—¿Y tú? ¿Por qué traes esa cara?

Me pregunta de repente y aunque me encantaría decirle tantas cosas, me preparo para decirle mi tragedia romántica.

—Ayer pensaba darle una sorpresa a Josh, y la que salió con la sorpresa fui yo.

—¿Qué sucedió? —frunce el ceño y se acomoda en su lugar, recargando su codo en el escritorio y su barbilla en su mano.

Es un chismocito de primera, siempre que tengo que contarle algo que me hizo Josh, pone atención de más.

—Resulta que se supone que hoy sería la cena para formalizar nuestro compromiso. Pero ayer se me ocurrió la grandiosa idea de ir a verlo a su casa, le quería dar una sorpresa, y... Tu sabes.

—Mandy —me ha dicho como cuando niños, hay mis pies acaban de despegar —no, no sé, y si no me dices no lo sabré.

Y aquí es cuando me pongo más roja que un tomate, a pesar de toda la confianza que tengo en este hombre, jamás he tratado este tipo de temas con él.

—Pues... Es que me da pena decirlo.

Se estira sobre la mesa y toma mi mano entre la suya, levantó mi vista y me regala una sonrisa qué me reconforta.

—Al entrar a su departamento la sorprendida fui yo... Lo encontré en su habitación, la misma donde él y yo habíamos compartido con... Con Leila.

Empecé a llorar cual vil magdalena, pues más que por Josh, me duele darme cuenta que ella nunca fue mi amiga.

—Estaban teniendo relaciones... Me traicionaron Dom, duele darse cuenta que la que creí mi amiga, no es más que una mentirosa, ella fue quien me alentó a empezar una relación con Josh, me decía que no habría nadie que me amara como él, que su amor era inmenso por mi... Solo fueron palabras al aire, fui una tonta Dom, como no fui capaz de darme cuenta.

Mi amigo se levanta de su asiento y llega a mi lado para abrazarme, dejo que salga todo este sentimiento, que es una mezcla de dolor, decepción y odio.

—Si tan solo hubiera una forma de hacerle pagar a ese tipo por tus lágrimas, créeme que se lo haría pagar.

Termino de escuchar lo que dice y algo en mi cerebro se enciende, y sí, sé que es una locura.

Pero esto podría salvarnos a ambos, me separo de el limpiando con mis manos las lágrimas que aún corren por mis mejillas.

—¿Qué has dicho?

Quiero confirmar que lo que escuché, no fue ninguna alucinación de mi parte. Me ve fijamente a los ojos y me toma por los hombros.

—Qué si existiera una forma de hacerle pagar su tracción, se lo cobraría.

Mi ardilla enseguida empieza a girar y sin pensarlo más, exploto diciendo lo que se me acaba de ocurrir.

—Entonces, seamos novios.

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