Presentaciones

Amanda.

Después de sellar nuestro trato con un apretón de manos, me despedí saliendo de su oficina.

Tenía que darme prisa, primero llamé a la coordinadora del evento, me tengo que asegurar de que tenga listas las imágenes.

Llamada telefónica.

—Hola ¿Kamill?

—Hola corazón, acabo de recibir tu correo ¿Estás segura de esto?

—Por completo, esos dos, ya pasaron su límite conmigo, además tengo un plan, llegaré alrededor de cuarenta minutos tarde, si el innombrable te pregunta por mi, tú no sabes nada.

—De acuerdo, yo tendré todo listo, gracias al cielo que te hizo abrir los ojos, y perdón que te lo diga, pero... Te lo dije. Esa supuesta amiga tuya, se le notaba a kilómetros su envidia, y tu ex prometido, es otro que no cae nada bien, llevo mucho tiempo en esto, se de que hablo, he visto desfilar muchas veces la misma historia.

—Lo sé, fui demasiado ciega al no querer ver. Te agradezco mucho por tu apoyo, nos vemos en la noche.

–Cuidate cariño, y recuerda, en esta vieja siempre puedes encontrar una amiga.

Con eso cortamos la llamada y me dispongo a ordenar un vestido de emergencia.

Y sí, copiare el look de Lady Di, lo mejor será que se preparen, porque hoy muchas cabezas van a rodar.

Le envío un mensaje a mi abogada citandola en la empresa dentro de dos horas.

Por suerte me confirma y mientras tanto, me dedico a cancelar todo lo referente a la boda.

Afortunadamente varios de los contratos tienen póliza de cancelación y me regresarán el dinero casi integro.

Es todo lo que estoy dispuesta a perder con ese imbécil. Siento que algo se me está pasando, pero no logro recordar que es.

Puntual como siempre, Clarisa, llega en punto de las dos horas, mientras nos traen café, le cuento los por menores de esta cita improvisada.

—Sabía que ese infeliz no era de fiar, bien ahora dime para que estoy aquí.

—Le pedí a Dom, ser mi novio por contrato.

—No se supone que él es gay —afirma un poco sorprendida.

—Y lo es, pero aún no sale, así que su padre se enteró y quiere cerrarle la boca.

—¿Cómo es eso?

—Verás, lo que menos quiere es que su papá trate de destituirlo del cargo, hemos trabajado mucho este año, y no es justo que por ideas retrógradas, todo nuestro esfuerzo se vaya al caño, así que haremos un contrato, donde se estipule el tiempo del mismo, que será de un año y medio, dieciocho meses con fecha de inicio inmediata, también que ninguno de los dos, frente a los demás, puede tener otra pareja, es decir, que delante del mundo entero, Dom y yo, seremos la pareja de novios más enamorada del mundo, pero en la intimidad de nuestras casas podemos continuar con nuestras vidas, sin que el otro interfiera en ellas.

Mientras estoy dando los detalles, ella va tomando nota en su tableta. Ultimamos detalles y me pide una sala para poder detallar el acuerdo y que en unas horas pasemos a firmarlo.

Le pido a mi asistente que la guíe a la sala que está en este piso, así ella tendrá la tranquilidad de poder trabajar sin ser interrumpida.

Pasan algunas horas, y ni cuenta me había dado que ya es tiempo de almorzar, entre el trabajo atrasado y el circo por la cancelación de la boda, se me fue volando.

Es mi asistente quien, al entrar a mi despacho preguntando si necesito algo más o si se puede retirar a comer, es que soy consciente de ello.

Ambas necesitamos un respiro, así que le indico que se retire y que la veo en dos horas.

Hoy la he sobrecargado de cosas, y ella no tiene porque pagar por los platos rotos de Josh y Leila.

Tomo mi bolso y salgo de aquí antes de sufrir un colapso de estrés, voy a la sala de juntas, pero no encuentro a Clarisa.

Me llega una notificación al móvil, es ella avisando que salió a comer, así que me dirijo a la oficina de Dom.

Su asistente se está alistando para salir, la saludo y me indica que mi amigo aun está dentro.

Entro sin avisar pensando que está solo, grave error, está con el mismo chico de aquella noche y creo que interrumpí algo importante.

Ambos están de pie frente al ventanal, lo suficientemente cerca uno del otro, el chico tiene una mano sobre el hombro de Dom, y su rostro muy cerca del de mi futuro "novio".

Algo dentro de mi se remueve, sé que es tonto siquiera pensar en ello, pero de alguna manera, siento celos.

—¡Oh! Lo siento, pensé que te encontrabas solo.

—No te preocupes, yo estaba por irme —me responde el atractivo joven, haciendo que mi rostro se torne carmesí —recuerda que puedes llamarme siempre.

Abraza a Dom, y yo solo puedo quedarme parada con la vista en en mis zapatos, para no hacer más incómodo el momento.

Unos segundos después, el rubio pasa por mi lado, haciendo una pequeña inclinación con su cabeza a modo de despedida.

Sonrió de forma forzada e incomoda, escucho como el hombre dentro de la oficina aclara su garganta y muy lento elevo mi rostro para ver su rostro algo molesto.

—Al parecer, todos necesitan clases de civismo, nadie sabe para que sirven las puertas de esta oficina.

Sí de por si, ya estaba sonrojada, con su comentario juro que mi cara parece recién untada de remolacha.

—En verdad lo siento, tu asistente me dijo que aun estabas aquí. Creo que ni ella sabía que tenías visitas.

—Ya no importa, mejor dime que necesitas.

—Quería ver si ya habías almorzado.

Sigo con el rostro enrojecido y no es para menos, en fin me dice que pensaba pedir algo de comer.

Así que me huno a su plan, y comemos en su oficina, platicamos como hace mucho no lo hacíamos.

Pero al tocar el tema del guapo rubio, cambia la conversación por completo, así que decido no volver a tocar el tema.

Al terminar de comer me despido, y me dirijo a mi oficina a terminar mis últimos pendientes.

Solo falta la firma del contrato, llegó hace unos minutos, así que le marco a Dom para informarle.

¡Ash! Me choca cuando se pone en su plan de diva, pero hoy no, así que le pido un último favor a mi asistente y es ella quien se encarga de ello.

Unas horas después salgo rumbo a mi departamento, el vestido ha llegado y me dispongo a prepararme.

En punto de las nueve de la noche, el timbre de mi hogar suena, se que es Dom, es la hora que acordamos en el almuerzo.

Me pongo un poco de labial rojo en los labios y mi perfume favorito, y listo, tomo mi pequeño bolso, me dispongo a salir de mi habitación.

Sin embargo, el sonido de mi móvil me detiene, verifico de quien se trata y como lo sospeché, es Josh.

Declino la llamada y los mensajes empiezan a llegar, y no solo él me los envía.

Mis padres, la traidora de Leila, y la organizadora del evento, este último es al único que le presto atención.

Me indica que el descarado lleva más de treinta minutos preguntando por mi, le respondo qué estoy por llegar y ahora si salgo.

Al abrir la puerta la quijada prácticamente se me fue al piso ¡Señor! ¿Cómo es posible que este hombre comparta gustos conmigo?

Se ve de lo más guapo, lleva un smoking negro simple con pajarita a juego, pero ese cambio en el peinado, lo hace lucir sumamente atractivo.

—¡Woow! Te ves... Divina —dice barriendome con la mirada, hasta que sus ojos se encuentran con los míos, y su actitud cambia de forma abrupta —esa bestia se va a arrepentir de haberte engañado.

Me sonríe y me tiende la mano para salir a nuestro destino, llegamos al estacionamiento y como el caballero que es, me abre la puerta del auto y me ayuda a subir.

El que tenga mis mismos gustos, no significa que no sea un caballero, pero en verdad es una lástima que alguien tan bello sea gay.

En fin vamos en su auto en completo silencio, pero es bastante agradable, por ahora solo quiero prepararme para lo que viene.

Había puesto mi móvil en silencio, así que lo reviso una última vez antes de llegar al salón donde se supone formalizaremos nuestro compromiso.

El muy cretino sigue llamando y enviando mensajes junto con su amante, de repente la ira me invade y golpeo la puerta del auto con el puño cerrado.

Tampoco soy tonta, no iba a lastimarme por culpa de ese par, que solo supieron verme la cara.

Al cabo de media hora, al fin hemos llegado, Dom, baja del auto y nuevamente abre la puerta y toma mi mano, esta vez para ayudarme a bajar del mismo.

Por fortuna ya no hay reporteros y podemos hacer una entrada tranquila, justo cuando abrimos la puerta del salón suena nuestra canción favorita de Dom y mía.

El clásico de Barry White, My first, my Last, my everything. Acto seguido y sin importar nada, mi amigo toma mi mano y me lleva directo a la pista de baile.

Uno de sus brazo se enreda en mi cintura, atrayendo mi cuerpo al suyo, haciendo que me ruborice al instante.

Estando tan cerca y con la poca cordura que aún tengo, me atrevo a preguntar el porqué de su actuar, a lo que responde.

—Si realmente quieres que nos vean como una pareja, baila conmigo nuestra canción y mirame como si en verdad me amaras como el hombre de tu vida, que yo, desde este momento te veré como la mujer de la mía.

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