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3. El reencuentro

Tras mis ojos podía ver todo lo que me dejaba atrás, los parques que dejábamos, eran los de mi infancia. Los foodtrucks en los que tantas veces había comido junto a Aiden. La fuente del lago Ray Hubbard en la que besé a Aiden por primera vez, el café del 7&11 (¡cómo adoraba ese café!). Las orillas del río Bravo, en el que tantas veces me había sentado junto a Mia y Hannah, mis mejores amigas, mientras cotilleaban lo que veíamos, desde una pareja de enamorados, hasta el chico que siempre se sentaba con el portátil a plasmar todo lo que su mente encubría.

Y al igual que dejaba todo eso atrás, empezaba a presentir muchos de esos cambios, como un sofocante y agobiante calor que se colaba por la ventanilla de aquel horrendo coche, o un hedor constante que se instalaba en el aire, pero en cambio, me gustaba bastante el maravilloso alumbrado que adornaba las calles, los músicos que interpretaban obras de jazz o los bailes callejeros... Así que como ya he dicho, tras 8 horas de viaje, llegué a mi destino "Canal Street", la calle más urbanística de la ciudad. La más transitada y por lo tanto, la más peligrosa. Ocurrían todos los días robos o detenciones, era una ciudad bastante peligrosa. Pero para mi gran desgracia, mi hermano vivía ahí. Y como no me apetecía quedarme sola en aquella interminable calle con dos maletas más grande que yo, decidí que llamar a mi hermano sería una gran idea.

—Jonas, estoy fuera, ¡baja ya!

—Veo que sigues siendo un incordio hermanita, ya bajo...

—Vale

Pasaron alrededor de 10 minutos, hasta que mi hermano quiso honrarme con su presencia.

-¡Norah! —gritó Jonas al verme, antes de correr a abrazarme, dios... ¡cómo lo echaba de menos!— estás distinta...

—¡Qué pena que tú no! —dije con una sonora carcajada a la que él se unió después.

Mi hermano Jonas es un chico de 22 años, de pelo castaño (el cual no ha visto un peine desde hace años...) y unos ojos azules de un color bastante similar al mío, fibroso, muy divertido y la persona en la que más confío en este mundo. Adoraba a mi hermano...

—Venga, vamos dentro... te vas a llevar un sorpresa —dijo con una sonrisa mal disimulada sonrisa que no presagiaba nada bueno.

Así que mientras subía las escaleras de aquel enorme edificio, empecé a fabular con las mil sorpresas que Jonas podía darme y sinceramente, ninguna me gustaba.

Cuando Jonas abrió la puerta de aquel apartamento me quedé sin aliento. Un piso enorme se alzaba ante mí. Era tan elegante y tan sofisticado, que realmente me preguntaba si era suyo o simplemente era una broma. Un parqué de color blanco se extendía por todo aquel apartamento, las paredes oscilaban entre el negro y el rojo dándole al apartamento un

tono chic, mientras que había un sofá de cuero negro en medio de aquel enorme salón junto con un enorme televisión de pantalla plana, y una mesita que iba a conjunto. También, en la habitación de al lado, una amplia cocina se hallaba. Y las cristaleras que recubrían gran parte del apartamento y dejaban a ver un gran mayoría de Nueva Orleans.

Pero... ¿qué es esto? ¿Aquí vive Jonas? Es alucinante...

—¡Chicos ya está aquí! —gritó mi hermano, mientras empezaba a escuchar puertas abrirse y cerrarse...

¿Cómo qué chicos?¿No vivía solo? Y fue entonces cuando divisé un pelirrojo de ojos claros, de más o menos la edad de Jonas, bastante guapo, fibroso y con aspecto de ser bastante agradable... y tras él se encontraba un chico alto, fibroso (muy fibroso), con unos ojos azules que rozaban los turquesas, un pelo negro azabache bastante desordenado (que le quedaba muy bien), unos labios carnosos y sonrosados adornados con un fino aro de metal, unos brazos musculosos cubiertos de tatuajes, como si fuera un lienzo andante. En cuanto a su vestimenta, vestía de negro. Axel, el mejor amigo de Jonas.

—¡Hola, Eleonorah! —dijo el muy engreído con una sonrisa socarrona, y una notaria diversión en sus ojos, así que me volteé hacia Jonas...

—¿Esta es tu sorpresa? ¿Axel? Tú sabías que yo ya no me llevaba con él. Es una sorpresa de m****a, Jonas. Fíjate que me esperaba algo parecido...

—Tan dulce como siempre —le susurró

Axel al muchacho pelirrojo, cosa de la que como era de obviar, me percaté.

—Que te den, Axel —le dije con una fingida dulzura que lo descolocó.

Me giré hacia el pelirrojo, que hasta ahora no me había hecho nada, así que decidí rápidamente que me caería bien

—Me caes bien, pelirrojo... así que, ten buena noche. 

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