Capítulo 2.

La primera vez que vi a Iván yo tenía 7 años. Él era mayor que yo por tres años, y había venido a casa por un par de días tras el funeral de su madre. Me pareció muy cruel conocerlo en tales circunstancias, ya que incluso a esa edad consideraba que él debía estar con su familia en un momento tan delicado, pero poco sabía yo entonces la complicada realidad de Iván, y lo que significaba ser parte de la familia Coscov.

No creo que Iván me haya gustado desde el primer momento que lo vi, no porque fuera un chico feo, incluso al ser pequeño siempre me pareció atractivo. Pero creo que cuando lo conocí yo también era muy joven, y pensar en el amor no era algo que estuviera muy presente en mí. Aun así siempre tuve la impresión de que yo le gusté a Iván desde la primera vez que nos vimos, y me aliviaba pensar que mi hermana Alicia y yo fuimos de ayuda para él en esos terribles momentos.

Iván es el único hijo y heredero de Omar Coscov, un gigante de las importaciones de Europa a este país, con el cual mi padre había hecho negocios desde siempre. Iván era un chico… Peculiar, tal vez porque nunca pudo ir a una escuela y fue educado en casa, o porque su padre lo crió con una disciplina casi del rango militar, como fuera, Iván no era la clase de chico deportista y popular de las películas de adolescentes, era diferente. Yo crecí con él, y antes de volvernos una pareja, éramos mejores amigos, casi hermanos.

Los matrimonios arreglados no son algo extraño entre familias de la alta sociedad, pero no es como en las películas donde tus padres no te obligan a casarte con un extraño sin darte alternativa, en la mayoría de los casos solo te piden sutilmente que consideres casarte con el hombre que ellos escogieron para ti, causando encuentros “accidentales” entre ustedes, esperando que surgiera el amor de un momento a otro.

Cuando cumplí 16 años mis padres amablemente me sugirieron empezar una relación con Iván, ya que querían tener una especie de “acuerdo” entre la familia Coscov y la mía. Yo al inicio me sentí un poco extraña con la petición, ya que Iván era un amigo de la infancia, casi un hermano, no sabía si iba a poder verlo de otra forma que no fuera ese chico de 10 años que conocí un día de verano.

Pero a veces las cosas terminan tomando su rumbo por si solas, y un año después de esa extraña petición de mis padres, Iván me invito a salir después de la escuela, y tras ir juntos a caminar por la playa, él me propuso ser su novia… Y yo acepté.

Al aceptarlo no me sentí obligada, es decir, de cierta forma creo que sentía que era mi deber al ser la hija mayor de mi familia, y con la adolescencia Iván se había vuelto mucho más guapo, por lo que iniciar mi relación con él fue algo de mutuo acuerdo.

Iban se había vuelto terriblemente guapo y seductor con el paso de los años, incluso ahora… Así que verlo después de todo lo que había ocurrido era… Desconcertante.

—¿Entonces vas a salir del ascensor o planeas que cenemos aquí? —me preguntó después de un par de segundos en silencio.

Me había quedado tan desconcertada que por instante me mantuve estática en el mismo sitio donde me encontraba, mirándolo como si fuera una idiota.

—Yo... Si, disculpa —respondí apenada.

Volviendo a bajar la mirada con vergüenza, bajé del ascensor, mientras Iván cuidadosamente me tomaba de la cintura, dirigiéndome por un pasillo obscuro a una sala privada, donde podía escuchar una suave música jazz y sentir el olor de algunas velas de vainilla.

Muchos se preguntaran, ¿Por qué me siento tan nerviosa con él si lo conozco de toda la vida? Bueno, la respuesta es simple: Iván fue el novio que yo dejé para huir como una idiota con Peter a Nueva York.

Nunca hubo una ruptura para nuestra relación en realidad. Pueden insultarme si lo desean, pero durante todos los maravillosos meses que pasé junto a Peter en San Francisco antes de huir, yo también estaba saliendo con Iván. No sé por qué lo hice, supongo que era joven y estúpida, aun así no es una justificación válida, ya que ahora comprendo que estaba jugando con Iván y lo estaba lastimando, ya que Peter si sabía sobre mi relación con él y no le importaba engañarlo al salir conmigo.

Iván era mi pareja para el baile de graduación al que no fui, recuerdo haberme despedido de él con naturalidad un día antes de huir, y cuando fui a buscar a Peter para irnos Nueva York, nunca pensé en él, ni por un minuto. Solo pensaba en mi familia, en lo decepcionados que se sentirían mis padres por mi decisión, y lo triste que estaría mi hermanita al ya no tenerme en casa.

Creo que entonces Peter había tomado todo mi corazón, y no hubo ni un solo espacio para alguien como Iván.

Aun así dolía, ya años después cuando mi relación con Peter se iba al diablo, si pensé en él, imaginando su rostro triste al enterarse que había huido de casa, con su traje ya preparado para la fiesta de esa misma noche, esperando que lo llamara o que le mandara un texto para explicar por qué lo había abandonado. Pero nunca hice nada de eso, tal vez por vergüenza o simple desinterés, nunca volví a contactar a Iván después de irme de San Francisco.

Y nunca esperé que él fuera quien me buscaría a mí.

De forma caballerosa, Iván abrió la puerta para mí, y sin soltar mi cintura me dirigió a una mesa al centro de una hermosa habitación con un gran ventanal que daba la vista a toda la ciudad, a penas con un par de velas iluminando todo el lugar, en el cual había hermosas esculturas en las esquinas y una costosa alfombra persa que relucía como el oro a la luz de la luna.

—Gracias… —susurré una vez más, cuando él me ayudó a sentarme recorriendo la silla para mí.

Me sentía incomoda. Iván nunca había sido la persona más elocuente del mundo, pero en mis memorias, él por lo menos solía esforzarse para sacar temas de conversación cuando estábamos juntos. Eso no ocurrió esta noche, y mientras esperábamos que un mesero trajera la carta para nosotros, los dos nos miramos como idiotas, en medio de ese ambiente tan forzosamente “romántico.”

Cuando un mesero finalmente apareció, mentalmente agradecí que interrumpiera ese ambiente tan tenso, entregándonos dos cartas para la cena, que era mi excusa perfecta para poder desviar mi mirada de ese hombre y poder recobrar un poco de calma.

—¿Deberíamos pedir un poco de vino blanco? Es tu favorito —dijo él de pronto, sacándome de mis lúgubres pensamientos.

—Oh… Yo no… No puedo beber alcohol —respondí de inmediato, sin pensar en mis palabras.

—¿No puedes?

Mentalmente me regañé a mí misma por ser una idiota y hablar de más, así que decidí inventar una mentira a la velocidad de la luz.

—Regresé a San Francisco hace unas horas y aun me siento algo indispuesta por el vuelo, prefiero pasar del vino esta noche —dije rápidamente.

Levantando la mirada, me crucé con sus perspicaces ojos azules como el hielo, preguntándome si se había dado cuenta de que mentía, una probabilidad muy grande, ya que él me conocía realmente bien.

—¿Por qué estás tan nerviosa? —me preguntó de pronto.

—No estoy nerviosa…

—Estas temblando, Adele.

Sorprendiéndome de nuevo, Iván llevó una de sus manos a mi muñeca, sosteniéndome con delicadeza. Había estado tan concentrada en su mirada que no me di cuenta de que mis manos empezaron a temblar sosteniendo la carta, evidenciando así lo mal que me sentía en esa situación.

—¿Por qué estas nerviosa? —volvió a interrogarme él.

—No puedo hacer esto, lo siento.

Esta m****a era demasiado para mí, encontrarme con él después de tantos años, con toda la culpa y la vergüenza, no estaba preparada para enfrentar a mis demonios de esta forma. Así que soltándome de su agarre en mi muñeca, me puse de pie con algo de torpeza, intentando correr hacia la puerta para salir de ahí cuanto antes.

—¿Vas a volver a huir de mí?

Me detuve al escuchar esas palabras, cerrando los ojos con mucha culpa, sin saber que decir.

—Aún no he terminado contigo, regresa y siéntate —me dijo con la voz fría, con palabras que sonaban como una orden.

—¿Y que harás si no regreso?

—Te obligaré a hacerlo. Pudiste huir una vez, pero eso no va a ocurrir en una segunda ocasión, vas a escuchar todo lo que tengo que decirte, aun si tengo que atarte a esa silla para que lo hagas.

Algo sorprendida me gire en su dirección, estaba bromeando al decir eso, ¿Verdad?

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