Epílogo

           Volvemos a Nueva Casapara. Una distinta, quizá. Podemos ver ojos abrirse con el despertar de la mañana. Mentes separándose del mundo del Morfeo, entregándose a las manos de la señora realidad, tan variable y ajena como una amante prohibida.

            Si nos deslizamos por el pavimento podemos ver las mismas calles que a la vez son distintas. Saltamos directo al centro comercial pequeño que acompaña a la Laguna y vislumbramos los primeros trabajadores acercándose para comenzar su jornada. Se levantan las santa marías, se abren las rejas, se preparan los productos y se limpian los mostradores. Jóvenes detrás de cajas registradoras en lo que serían sus primeros empleos, atendiendo a mayores de edad con problemas de sueños y a madres o padres que buscan alimento para sus pequeños.

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