No todo en la vida se trata de amor ¿o sí?
No todo en la vida se trata de amor ¿o sí?
Por: Lila Lane
CAPITULO I: Una visita inesperada: Primera Parte

Era una tarde fresca de domingo en el pequeño pueblo de Samantha, ella se encuentra muy aburrida y con un bloqueo de escritor en su casa cuando decide que lo mejor sería salir a caminar por un momento por uno de los dos parques que tiene su pequeña ciudad, con el propósito de aclarar su mente para tener ideas sobre su próxima novela a redactar, pues está aburrida que su director  y agente le pida escribir el típico cliché de romance sobre una chica enamorada, bien de un hombre lobo o de un vampiro; o de un romance adolescentes promiscuos, ella está harta de escribir del amor. No todo en la vida se trata de amor ¿o sí?

― ¡Lo detesto! ―Exclama ella teniendo una expresión de su rostro de enojo y fastidio. Respira hondo mientras cierra los ojos cambia su semblante, con éxito controlando sus emociones.

―Iré mejor caminar un rato esta tarde. ―Se dice a ella misma, como si estuviera hablando con alguien, toma su suéter, ya que hace mucho viento esa tarde, como si de tratará de los vientos de octubre, a pesar que se encuentren en marzo.

 ―¡Eish, este clima tan cambiante, todo gracias a las antiguas generaciones que actuaron unos malditos y egoístas humanos que no pensaron en las futuras generaciones, como la mía!―Dice ella maldiciendo en voz alta, mientras cierra la puerta de su apartamento unas señoras de mediana edad se le quedan viendo extrañadas al escucharla maldecir e insultar a la generación de ellas.

Samantha se percata y sonríe nerviosamente. Y acelera el paso para salir del edificio, porque no piensa retractarse de lo dicho y porque se siente además un poco avergonzada.

Ella al salir del edificio de apartamentos, suspira de alivio al evadir dar explicaciones a las dos ancianas, empieza a caminar directo al parque mientras observa los arboles balancearse por la brisa tan peculiar de estos días, el sol no está muy intenso según su sentido del tacto, lo siente cálido y agradable, ella sonríe ante la sensación por unos segundos, levantado su rostro recibiendo alegremente los rayos del sol, mientras sigue caminando dos cuadras más antes de llegar al parque de la zona norte de su ciudad, ella levanta su muñeca y observa su reloj que indica que ya que vienen siendo a las cuatro de la tarde en su región. Cuando finalmente entra al parque deja su bolso encima de una banca y observa que en la esquina contigua está abierto el puesto de helados de esa zona, lo cual es un tanto extraño por ser un domingo por la tarde dónde casi no hay movimiento comercial. Pero se encoge de hombros decidiendo dejar de pensar tanto en eso y sin más concluye ir a comprar un helado.

― ¿Me puede regalar un cono de helado? ―Dice Samantha a la señorita encargada del puesto de helados, esta le sonríe amablemente.

―Por supuesto. ¿De que sabor lo prefiere? ―Pregunta la vendedora de helados con una sonrisa en su rostro, Samantha se percata que es una joven de dieciocho años de edad según sus cálculos. Se sacude la cabeza antes que la chica se percate que la observa detenidamente, no quiere causar malos entendidos.

―Pues, me gustaría uno de café con chocolate. ―Dice Samantha luego de observar todo la repisa con los sabores a su disposición. La muchacha que lo atiende luego de preparárselo se lo entrega.

―Son $1.50 de dólar. ―Samantha asiente, le entrega el dinero del valor por el helado y se despide de la señorita. ―¡Muchas gracias!

―¡Gracias a usted, vuelva pronto! ―Le dice la empleada del local. Mientras Samantha sonríe y asiente, para así regresar al parque nuevamente.

Dentro del parque, Samantha pensaba sentarse en el lugar que había dejado su bolso antes de decidir ir por un helado a la esquina, pero al parecer está un chico con un traje negro formal, mientras ocupaba toda la banca con sus largos pies encima del asiento, mientras el leía un libro, tomando un sorbo de un café caliente.

Samantha frunce el ceño, se acerca decidida y le exclama:

¡Oye! ―Dice Samantha, apuntándole con la mano que ocupa su helado, mientras empieza a chorrear un poco en su muñeca.

El chico levanta por un momento la vista de su libro y voltea a todos los lados simulando que no es con él, regresando a su lectura y sonríe de lado luego de riéndose un poco de ella, señalándose a el mismo.

 ¡Sí, tú! ―Dice Samantha un poco alterada, pero se percata que su helado está empezando a derretirse en su mano y cambia de mano para señalarlo. ―¡Ese era mi asiento, aquí dejé mi bolso que estás ensuciando con tus sucias y horrendas botas! ―Exclama ella molesta―

¡Oh! ―Suelta el chico. Agarra el bolso y se lo extiende. ―¡Toma! ―Dice el sonriéndole engreídamente. ―No deberías dejar tus cosas tiradas por doquier. ―Le dice sin más, regresando nuevamente a su lectura, mientras Samantha con un rostro perplejo toma el bolso.

Samantha, sale de su trance y le grita, asustando el chico nuevamente, y haciendo que los niños que estaban jugando junto a sus madres se les quede observando conmocionados por el repentino grito enojado de la chica; por segunda vez, Samantha llama la atención de su alrededor sin querer nuevamente; al percatarse de eso, ella voltea en dirección de las madres y pide disculpas, y voltea con una mirada de enojo y poca paciencia con ese chico grosero.

―¿Te crees dueño del parque? ―Pregunta ella mientras limpia el polvo que las botas del chico habían dejado sobre su bolso cerca del rostro de él y del libro que estaba leyendo, haciendo que el chico la mire con cara de pocos amigos.

―¿Cómo te atreves a tratarme así? ―Dice Elyan ¿No te han dicho que eres una mujer muy grosera? ―Pregunta el ahora molesto con la mujer que está frente a el parada.

―¿Grosera? ¿Yo? ―Pregunta ofendida Samantha. ―Si, tu eres el que aplastó mi bolso con tus horrendas botas, estúpido engreído. ―Dice Samantha, ahora a la defensiva. ―¿Quién te da el derecho de maltratar las cosas ajenas de los demás?

―¡¿Quién me da el derecho, tú miserable humana?!—le dice molesto—¡Mi estirpe me da ese derecho!—Agrega con una sonrisa sarcástica—Soy un hombre de jerarquía, si yo digo que tú eres una ratera, ya eres una ratera; si yo digo que eres una persona horrible, ya eres una persona horrible; porque al final, ¿quién eres tú para discutir, sucia humana?"

―¿Quién me da el derecho? ―Preguntas ella conmocionada. ―¡Pues la Constitución de este país! ―Grita llamando la atención de las personas que se encontraban en el parque. ―¿Acaso no te sabes la Constitución, tonto engreído? ―Pregunta Samantha porque no puede creer que un adulto como él no conozca las normas básicas de convivencia, los derechos y deberes de la Constitución de la República. ―Además… ¿Cómo me acabas de llamar, tonto arrogante? ―Pregunta ella retándole que se pare de su asiento. Ya que Samantha se dio cuenta que le dijo “Sucia Humana”.

El joven estalla en risa, como quien dice que Samantha lo hace reír; el joven se levanta de su asiento, siendo más alto que ella, la mira a los ojos con un gesto de burlita y dice:

―¿Constitución? —Dice él burlándose del nombre de dicho documento y sin dar una explicación completa de sus derechos y deberes. ―¿La constitución de cuál país, sucia humana?

―¿Cómo dijiste que me dijiste? ―Ella dando un paso aproximándose a él. Las personas esparcidas por el parque miran desde sus puestos cómo están discutiendo la pareja de esos dos jóvenes adultos. Asumen cómo buenos latinos, que esos dos son alguna especie de pareja al principio, pero se percatan que no están discutiendo cosas de amor, sino de una riña sobre algo de quitar el asiento y ensuciar un bolso al principio, luego empezaron amedrentarse con insultos ella llamándolo tonto engreído, y el sucia humana. ―¿Acaso tu no eres un humano también? ―Pregunta ella sarcásticamente, al percatarse que el tiene apariencia humana tal como ella. ―¿Eso no te hace un sucio humano también? ―Pregunta levantando una ceja ante su perspicacia. 

El joven mira a Samantha desde arriba con una mirada de superioridad y dice mientras se sujeta una parte del pecho, levantando un dedo de su mano

―¿Yo, un simple humano? —dice riéndose y sin dar el peso suficiente a la frase, como si las palabras en general no tuvieran importancia para él. ―¿Usted no sabe quién soy? —pregunta en un tono arrogante, engreído y coqueto, mirando a Samantha de manera penetrante, como si ella fuera inferior a él en todo sentido

Samantha se le queda observando por varios segundos percatándose que el tonto, arrogante y engreído sujeto, usó un tono coqueto con ella.

―¿Acaso debo saber quién eres? ―Pregunta Samantha adoptando una pose colocando una mano en su cintura y haciendo un ademán de “¿Acaso eso importa aquí?

Es un acto de coquetería tan bajo, tan humillante que Samantha no aguanta su indignación y le da una cachetada en su mejilla derecha, la cachetada no es fuerte, pero es suficiente para dar a entender que Samantha se sintió muy mal tratada por el joven engreído y arrogante.

El joven se lleva su mano a la mejilla por la bofetada, mira enojado a Samantha y dice:

―¡Silencio, tonto miserable! ―Exclama Samantha, viendo que aun el chico tiene la correa de su bolso en su mano, ella sostiene la otra parte.

―Ah, ¿sí? ―Pregunta el chico aun sobándose la abofeteada que le dio Samantha, mientras cierra el libro que estaba leyendo y tirando el vaso de papel al basurero.  ―A ti, ¿Quién te da el derecho de golpearme, sucia humana? ―Pregunta furioso el joven que recuerda que es un caballero y criado con modales para devolverle el golpe a la chica loca con la cual está discutiendo.

Elyan lo mira mientras se limpia su mejilla con su manga y le dice:

―¡Aprende a respetar, m*****a sucia humana! — Dice con una voz enojada, furiosa, en la cara de Samantha en un tono alto, es uno de los momentos más humillantes, porque no sólo fue su cachetada, sino que también la humillación pública por haberle tocado una mujer y el insulto de tonto miserable, el cual le dolió en su orgullo; el joven estalla en furia.

Samantha se percata que el chico es muy alto en comparación con ella, pues este chico, mide casi dos metros de estatura y esto le intimida un poco, ignorando por un momento que le dijo “Sucia humana”, por tercera o cuarta vez, cuando las cosas estaban a punto de ponerse más tensas se acerca un misterioso señor al chico, que resulta siendo Frodo, el Gran Mago Druida que antes era el druida de su padre el Rey Darchris, pero desde que Elyan fue desterrado de la Ciudad Capital de Celeastein, Krystalia; le sirve ahora el, ya que el Gran Mago Druida no está de acuerdo con la nueva forma de gobernar de su antiguo amo y señor, a consecuencia de la manipulación de la Madrastra de Elyan y Alyssa Reinhart y madre del medio hermano de estos dos, Bastián Corven.

El señor de baja estatura, un poco más alto que Sam, pero no tan alto que Elyan trata de calmar al chico antes de que las cosas sean fatales.

― ¡Mi señor, cálmese! Recuerde que no debemos llamar la atención aquí. ―Dice el señor de mediana edad al joven. Este ultimo lo mira con enojo, haciendo que el anciano se calle por un momento. ― Pero, mi señor… no estamos aquí para buscar conflictos, debemos de buscar pistas sobre el paradero de su hermana, Alys… ―el misterioso chico inmediatamente tapa la boca del señor y voltea a la chica nerviosamente, ahora percatándose de cuanta razón tiene su sirviente. Odia admitirlo, pero tiene que ceder por esta vez.

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