Loco

Julian entró en su apartamento y en cuanto cerró la puerta pegó su espalda en ella. Se desplazó hasta quedar en el suelo con la mirada puesta en su maleta, delante de sus ojos. No pudo evitar que nuevas lágrimas silenciosas salieran de sus ojos.

No pasaron muchos segundos para que respirara profundo acallando los sollozos y se limpiara las mejillas. Llorar no solucionaba ninguno de los problemas, ni siquiera los minimizaba.

Oyó el celular vibrar en su bolso y por un momento fue a cogerlo rápido, como siempre ocurría cuando normalmente era Madox, pero no. Recordó, por no sabía que vez, lo que había ocurrido en el hotel. Su muñeca latiendo era un recordatorio constante de su locura.

Apretando los labios buscó el teléfono y observó aquel número estaba en la pantalla. De verlo tanto ya se lo sabía de memoria a pesar de que no quería. Ni siqui

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