Una Vida miserable

Meredith caminó de prisa hacia la entrada. Cuando abrió la puerta, se llevó una desagradable sorpresa. Su esposo estaba de pie frente a ella con una mujer en brazo. Ella conocía bien de quién se trataba, no era otra que su prima Dorothea Stewart, su prima y la amante de su esposo.

- Buenas noches —saludó mirando del lado izquierdo de su esposo en busca de alguien más, ignorando completamente a la pareja frente a ella. Derek observaba atentamente el comportamiento de Meredith. Quería ver una mirada de dolor en su rostro para sentirse feliz, por eso la había llevado a Dorothea. Le dejaría en claro a su esposa que ella era la persona que amaba, un lugar que Meredith nunca podría ocupar.

—Hola, prima, mucho tiempo sin verte —habló Dorothea con voz melosa mientras la abrazaba, fingiendo amabilidad —. ¿Dónde está Alan? —preguntó sorprendida de no verlo llegar con su esposo porque prácticamente era su sombra.

¿Alan? – preguntó molesto Derek. Se había dado cuenta de que la mujer no mostró ningún interés por su acompañante y solo preguntó por su asistente: —Está en viaje de negocios —contestó enojado, pasándole por el lado y entrando a casa.

Cuando los demás miembros de la familia los vieron llegar, sonrieron con alegría. Derek apartó una silla y ayudó a su amante a sentarse como todo un caballero para luego tomar asiento junto a Dorothea. —Querida Doris, ¿cuándo regresaste? —preguntó Olivia con una sonrisa amable en su rostro.

—Señora Olivia, es un gusto verla, llegue esta mañana a las diez —habló la chica con dulzura —. ¡Oh cariño! ¿Por qué no avisaste? Hubiésemos ido a buscarte —le habló su padre con voz cariñosa. Tres años atrás, Dorothea se fue del país, para olvidarse de todo y seguir adelante. —Es bueno tenerte de regreso, querida —habló Grecia, su madre llena de felicidad.

Meredith observaba cómo se desarrollaba el ambiente entre ellos, ignorando completamente su presencia. Estaban llenos de felicidad por el regreso de Doris, quien sí era tratada con amor y lo entendía, su prima era una mujer hermosa, su cabello castaño claro, sus ojos avellanas y ese rostro esculpido por los dioses hacía que las personas sintiera ganas de tenerla cerca, a diferencia de ella que era considerada una intrusa por todo el mundo. Una llamada telefónica interrumpió la hermosa velada. Se trataba del teléfono de Derek que timbraba insistentemente.

–disculpen, debo atender –Dijo levantándose de la mesa, Meredith aprovecho el momento para retirarse del lugar, estaba harta de soportar la empalagosa bienvenida que le daban a su prima, ya no quería aguantar un minuto más ahí parada, de manera sigilosa se retiró poco a poco del comedor, hasta llegar a la puerta, abriéndola sigilosamente y caminando hacia el pasillo directo a su habitación con pasos apresurados.

-¿Qué quieres decir? ¡Él no pudo desaparecer! – La voz de su esposo se escuchó venir desde la sala, haciéndola detener sus pasos. Por alguna razón, sintió una fuerte curiosidad por escuchar de qué hablaba su esposo. Meredith caminó de espacio, acercándose al lugar y escondiéndose detrás de la pared.

– ¡No me importa! Encuentren a Alan Manchester, aunque tengan que buscar toda la noche en el maldito océano. – Al escuchar el nombre de Alan, Meredith sintió cómo su cabeza empezó a girar y una extraña sensación se apoderó de ella —¡búsquenlo! ¡Hasta encontrarlo! Quiero estar seguro de que Alan Manchester realmente está muerto – Meredith sintió como un fuerte nudo se le formaba en el estómago después de escuchar las palabras de su esposo “¿Alan estaba muerto?” Ella se negaba a creerlo, lo había visto horas antes en su casa, ellos habían almorzado juntos ese día “¡él no puedo estar muerto!” Grito en su interior, no podía aceptar que la única persona que la había tratado bien en este mundo ya no existiera más.

- ¿Qué diablos haces aquí? – habló Derek con voz fría al verla parada detrás de él. Ella aún seguía shock por lo que había escuchado, ignorando completamente a su esposo, quien al ver que no respondía se impacientó y la agarró con fuerza por la muñeca — ¿eres sorda? ¿Qué haces escuchando a escondida mi conversación? —dijo mirándola con enojo. Meredith era una de las personas que más odiaba en este mundo. Por su culpa tuvo que separarse de la mujer que amaba y casarse con ella.

-¿Alan es…? ¿Está? ¿Muerto? - Derek frunció el ceño al ver el estado de Meredith después de escuchar la conversación. No entendía por qué a su esposa le importaba tanto la vida de un simple empleado suyo.

—¿Qué te importa? Él solo era un empleado, deja el drama —las frías palabras de su esposo hicieron enojar a Meredith. Un fuerte impulso se apoderó de ella, haciéndola levantar la mano, darle una fuerte bofetada, algo que nunca imaginó que haría. Derek frotó su mejilla sorprendido por lo que acababa de ocurrir. Era la primera vez que Meredith le levantaba la mano.

—Eres un hombre despreciable. ¿Qué importa si era un empleado? Sigue siendo un ser humano, ¿pero tú qué vas a entender tú? Un ser humano hueco y podrido – Derek quedo sorprendido ante las palabras hirientes de su esposa, ella siempre había sido sumisa y cobarde, nunca se defendía de las humillaciones que sufría por parte de los miembros de su familia, pero hace un momento lo había golpeado tan agresivamente, algo que él no podía pasar por alto o en el futuro podría rebelarse contra su autoridad. Derek enojado le devolvió la bofetada a Meredith haciendo que cayera al suelo – en tu vida me vuelvas a levantar la mano Meredith Stewart o tendrás que cargar con las consecuencias – Derek se retiró del lugar pasando por el lado de su esposa que seguía sentada en el suelo frotando su mejilla entre lágrimas para ella estar al lado de su esposo era una pesadilla de la cual quería despertar. Derek entró al comedor una vez más, sentándose junto a Dorothea en la mesa con su familia, quienes inmediatamente volvieron a hablar animadamente.

—Hijo, ahora que Doris ha vuelto. ¿Cuándo vas a divorciarte de Meredith? – preguntó su padre muy entusiasmado con la idea de por fin liberarse de la chica porque la consideraba poca cosa para ser parte de la familia.

– Todavía no es el momento, pero les prometo que será pronto —continuó Derek apretando la mano de Doris y mirándolo con amor. —Esa niña es una vergüenza para nuestra familia —dijo su madre con asco, no podía aceptar a la hija de una sirvienta como parte de su familia —, ni que lo digas - Dijo el padre de Doris con enojo – si no fuera por mi padre la habría echado de casa hace mucho es una cerda malagradecida que se subió a la cama del prometido de su prima – Dijo una vez más el hombre con evidente enojo contra la chica.

Meredith escuchaba la conversación desde sintiéndose miserable. Todos en esa familia la trataban como escorias y nadie la amaba realmente, a excepción de su abuelo, pero él estaba lejos y no podía defenderla. Desde muy pequeña tuvo que soportar las burlas y críticas de la familia Stewart, quienes la obligaban a trabajar en la casa como sirvienta.

—Si es una perra desagradecida que muerde la mano que le dio de comer —dijo la madre de Derek con un profundo odio. En el pasado ella estuvo enamorada del padre Meredith, incluso la familia tenía pensado comprometerlo. Por desgracia para ella, el hombre se negó rotundamente diciendo que solo se casaría con la mujer que amaba, cambiándola por una sirvienta de la mansión. Desde entonces, Olivia le guardó un profundo rencor a la niña porque le recordaba a la madre.

Meredith se levantó del suelo. Con pasos lentos se dirigió a su habitación ignorando los comentarios hirientes de los miembros de esa familia, esas palabras hiriente no la afectaban en lo más mínimo, ella sabía cómo habían sucedidos las cosas hace tres años. Nunca planeo acostarse con Derek ella fue drogada esa noche por un sirviente terminando juntos a Derek en la cama. Ese fue el peor día de su vida a parte de no recordar bien que sucedió tuvo que sufrir la humillación de ser encontrada desnuda en una cama con el prometido de su prima, todos la miraban con odio y asco, juzgándola como una mujer sucia y avariciosa que le quito el prometido a su prima en ese momento ella solo quería que la tierra se la tragara fue en medio de su angustia que vio por primera vez a Alan Manchester.

 

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