Me quedé inmóvil, no podía hacer nada más, que mirar sus asombrosos ojos azules. Eso ojos que me miraban de una manera que no lograba comprender, pero que causaban un sin número de sentimientos encontrados, pero sin duda miedo era lo que más sentía.
—Sueltala y retirate—habló sin quitarme la mirada. Su voz era muy masculina.
Apenas acabó de decir aquellas dos palabras dejé de sentir la presión que ejercían los brazos del hombre que me sujetaba. Cuando sentí mis pies tocar el frío mármol del piso un leve escalofrío me recorrió completa.
—Hola, Ámbar — dijo una vez que la puerta del lugar había sido cerrada. Cuando escuché mi nombre de sus labios no pude sentirme de otra manera que no fuera cohibida.–¿No me saludaras, pequeña?— inquirió, después de varios segundos en los cuales no hubo respuesta de mi parte.
—Quiero irme— Conseguí decir después de varios segundos. El miedo me embargaba, él miró por un momento y luego se levanto de su lugar.
Su altura era prominente, me sacaba aproximadamente dos cabezas. Lo observé mientras lentamente se acercaba a mí. Su cabello era de color rubio tan rubio como el mío, su cuerpo, su cuerpo era enorme y aunque estaba enfundado en un traje, claramente se podía apreciar los músculos de sus brazos.
—¿Por que me miras tanto?– preguntó cerca de mí. Muy cerca para mi gusto– ¿Es que acaso me conoces?– volvió en un susurró cerca de mí oído.
—No—respondí apuntó de dejar caer las lágrimas que se estaban acumulando en mis ojos por el miedo que me carcomía por dentro.—Solo quiero irme, por favor— suplique soltando una lágrima rebelde.
—No, pequeña— hizo un puchero mientras acariciaba mi mejilla justo por el lugar por el que había pasado la lágrima. Podía sentir mí cuerpo temblar como nunca antes.— no llores, ven, sientate acá—añadió, colocando una de sus manos en mi espalda, instándome a caminar hasta unos de los asientos ubicados frente al escritorio de caoba. Una vez que me dejo sentada, él también tomó asiento del otro lado del escritorio.
—¿Porqué estoy aquí? — me atreví a preguntar. Él me miraba fijo, causando que él nerviosismo y miedo aumentaran.
—Muy sencillo– respondió luego de varios segundos– te quiero para mí.—me congele en mi sitió tratando de descifrar algún indicio de burla o algo parecido, pero nada. En su mirada no había nada más que seriedad absoluta.
—No me conoces— dije en un susurró después de salir de el pequeño trance en el que me habían dejado sus palabras — y yo tampoco te conozco, ¡es absurdo!
—Te equivocas, pequeña— habló mientras posaba su atención en una sobre que sacó de una pequeña gaveta de su escritorio— talvez, tú no me conozcas a mí, pero yo a tí, sí— me tendió el sobre, lo tomé dubitativa y saqué algunas fotografías de su interior. Fotografías mías— Te Conozco tan bien que puedo hacer una breve biografía de tu vida— dijo dejandome aún más asustada que al principió — Ámbar Murat — continuó – la pequeña rubia de ojos ambarines que nació el 15 de marzo, en california; su padre Marcos Murat, era latino y su madre Hope Brown de estados unidos, texas, para ser exactos, tenías un hermano ocho años mayor que tú, su nombre era Jean. Un verano tus padres quisierón hacer unas vacaciones familiares, y de regresó un choque fatal contra otro auto, causo la muerte de las únicas tres personas que tenías en el mundo; y con tan sólo doce años ingresas a un orfanatorio de California, donde conoces al tipo que aún no comprendo que relación tiene contigo. Trabajas en una cafetería en el centro de la ciudad, vives a pocas cuadras de ese lugar y cursas el segundo año de derecho en la universidad central.
Para cuando culminó de dar ese breve repaso de mi vida, ya tenía lágrimas recorriendo por toda mi cara, y no sé exactamente si la razón de ellas eran por miedo a saber que el tipo que estaba frente a mí- un hombre que apenas conozco de hace unos ¿5 minutos?—sabía todo acerca de mi vida, o por el simple hecho de que me recordara la muerte de mi familia, Quizás era por ambas cosas.
—¿Como sabes todo eso?— pregunté tratando de limpiar la humedad de mi cara con el dorso de mis manos.
—Cuando algo me interesa lo investigó, preciosa– murmuró con sus orbes fijas en mí —y tú me interesas...y mucho — recalcó.
—Por favor, te lo suplicó, déjame ir, te juró que no le diré a la policía que me has secuestrado, solo te pido que me dejes libre—suplique con el rostro desbordado de lágrimas llenas de angustia— te lo suplicó, dejame ir.
Me observaba atentó, como si fuese algo de otro mundo, se levantó de su asiento y sigilosamente se acerco a mí. Mi corazón latía desbocado, espectante a lo que sea que fuese a pasar.
Cuando estuvo frente a mí, me sonrió y luego me tomó violentamente del brazo, levantando completamente mi cuerpo de la silla mientras que con su otra mano tomaba mi mandíbula, para que lo mirará a los ojos.
—Hay algo que te tiene que quedar claro— siseo apretando losdientes, su mirada destellaba cabreo, profundo eenojo— tú no saldrás de aquí, a menos que sea conmigo o uno de mis hombre— dijo provocando más miedo en mí — quiero que algo te quede muy claro — su agarré en mi brazo cedió, para luego rodear mi cintura con su brazo y pegarme a él — ahora me perteneces, no me importa tu vida pasada ni nada de lo que tenías hace unas horas. Que te quedé claro eso. Eres. Mía.
Sus palabras hicierón que un peso enorme se posara en mis hombros, y más lágrimas – desesperación, enojó y un reciente rencor hacía el hombre que me miraba con sus orbes azuladas dilatadas– salieron, lloré hasta que mis ojos se sentían calientes, hasta que ya no pude más...
Habían pasado alrededor de dos horas desde que hablé con aquel hombre de cabellos rubios y ojos azules, del cual lo único que sabía de él es que al parecer su nombre es Rey.Después de que la conversación que teníamos culminara me tomó de la misma manera que el otro hombre -que tal parece es su empleado- y acuestas, me llevó a la habitación dónde me había despertado.La noche ya había caído, y al parecer muy pronto caería una gran tormenta. Durante todo el tiempo que tenía en la habitación no había hecho más que llorar si parar mientras miraba por la única ventana del lugar.Sentía las orbes caliente y cansadas, los párpados pesados y no hacía más que pensar en Camerón ¿Sabría Cam, que me habían secuestrado? ¿Me estaría buscando?Escuché que la puerta de entrada era abierta y seguidamente la voz del maldito hombre que me había sacado de mi hogar inundó el lugar.—El rey, te a mandado a buscar— dijo serió, se refería al hombre de ojos azules como “el rey” lo que me hizo caer en cuenta
Había pasado una muy mala noche, la verdad, ni siquiera he podido pegar un solo ojo, lo único que he hecho en estas horas de oscuridad y silencio es llorar, hacerme un ovillo en la cama y llorar hasta no poder más.Hace apenas unos minutos que el sol había salido, talvez son las seis o siete de la mañana. Podía escuchar unos muy leves sonidos que provenían de la planta de abajo.Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de baño que estaba en la habitación. Al entrar lo primero que divise fue mi reflejo en el espejo, un reflejo que no mostraba ni la mitad de la mujer que era hace algunas horas atrás, pues, simple y sencillamente la imagen que se vislumbraba en el espejo era la de una chica ojerosa, con los ojos, nariz y mejillas completamente rojas de tanto llorar, con el cabello largo hecho un gran desorden, la mirada llena de tristeza y muchas otros sinónimos de la palabra.Me lavé la cara y los dientes, salí del cubículo, sentía una enorme necesidad de ducharme pero no tenía nada
Una vez que el “Rey” -como lo llamaban todos- terminó su desayuno, se levantó y sin medir ningúna otra palabra se retiró del comedor, y posteriormente la puerta que supusé era la de la entrada, fue abierta y luego cerrada.Me quede unos minutos sentada en la mesa y luego salí del comedor con la intensión de buscar una salida, pero apenas puse un pies fuera del lugar la voz del hombre que parecía mi niñera me sorprendió y acto seguido me tomó del brazo y me trajo a la habitación.Estaba mirando por la ventana. El día estaba nubloso al parecer iba a llover en cualquier momento, desde mi lugar podía ver claramente a tres hombres armados, estoy segura que hay más pero desdé aquí solo podía ver a esos tres. De esos tres hombre podía ver que dos se llevaban mal, pues uno de ellos intentaba separarlos a cada momento mientras que los otros no hacían más que mirarse desafiantes y dirigirse palabras que desde mi lugar no podía escuchar.Mirar eso era algo nuevo, por ende interesante. La puerta
Sentía su pecho subir y bajar con enojó, eso incrementaba el miedo en mí y por ende las lágrimas que caían sin parar por mis mejillas. Tenía miedo, no sabía que podía hacerme el rubio maldito una vez que llegaramos a la habitación donde me mantenía encerrada.Cuando llegamos a la casa pude divisar a varios hombres que me miraban como si ubiese firmado mi sentencia de muerte, eso me llenó áun más de nervios. El rubio siguió caminando hasta la puerta de entrada de la mansión y entró, en el recibidor del lugar estaban la señora Carmen y otras tres chicas que no conocía.No dijeron nada, la señora Carmen solo me miró con lástima, dos de las otras chicas miraban cualquier otro lugar que no fuera el mio, mientras que la chica restante, me miraba con burla, insuficiencia y otros sentimientos que no logré descifrar, ya que el ojiazul camino directo a las escaleras.Al llegar a la habitación, entró y se aproximó a la cama, mis lágrimas seguían bajando por el miedo que sentía, pero mi sorpresa
Los rayos del sol se colaban por la ventana y daban justo en mi cara. Intenté abrir los ojos pero la luz me lo impedía. Mi cabeza dolía enormemente, sentía mis sienes palpitar.Quise a moverme en la cama, pero el dolor en mi cuerpo me lo impidió. Sentía como si un auto me hubiese pasado por encíma. Giré el rostro al lado contrario de dónde los rayos de sol me impedían ver, parpadee un par de veces para acoplar mi vista a la nueva claridad.Mi corazón dejó de latir por unos segundo y casi inmediatamente reanudó su marcha a un ritmo descomunal. Tan rápido como pude me levante quedando sentada sobre la cama, con las rodillas pegadas a mi pecho y el edredón cubriéndome.Mis ojos estaban abiertos a más no poder, podía sentir los latidos de mi corazón en la parte de atrás de mis orejas; Él estaba dormido boca abajo en el lado derecho de la cama, y como si de flashes se tratase los recuerdos de la noche anterior llegaron a mí mente. Pero solo podía recordar hasta dónde él me trajo a la habi
Una semana después.Había pasado una semana desde el día que intenté escapar. Las heridas de mi pies estaban casi completamente sanadas.Durante toda esta semana no había vuelto a salir de la habitación y tampoco había vuelto a ver al rubio. La única compañia que tenía era la de Carme, ella venía todos los días a ayudarme a hacer mis necesidades y luego se quedaba un rato más para hacerme compañía.Había intentado persuadir a Carme para que me permitiera comunicarme con Camerón, pero ella con tristeza me hizo saber que tenía prohibido prestarme cualquier cosa con lo que pudiese comunicarme.Camerón pasaba constantemente por mi mente, sabía que mi amigo debía estar muy preocupado por mí, talvez ni siquiera se había creído la mentira que el hombre detestable me había hecho decirle. Lo extrañaba mucho, extrañaba mirar sus ojos ambarinos, su sonrisa, sus abrazos...—Buenos días mí niña— la voz de Carme entrando a la habitación me regreso a la realidad.—Buenos días para tí también Carmen—
Eran las once de la noche, Carmen se había retirado hace tres horas después de pasar todo el día conmigo. En este momento estaba saliendo de la tina para ir por un pijama y hacer lo único que hago desde hace una semana a esta hora; quedarme tirada en la cama mirando al techo hasta que ya mis ojos no dan más y por fin deciden cerrarse.Había dejado de llorar, al final entendí que el rubio tenía razón; Llorando no iba a hacer que las cosas cambiarán, así que decidí transformar el tiempo que perdería llorando en planear mi próximo plan de escape.Aún la puerta de la habitación se mantenía bajo llave, por lo que esa era la forma más difícil pero la única que tenía de salir con vida – por lo menos de la habitación – ya que había estado analizando la ventana pero esta además de tener los cristales sellados, sí salía por ahí acabaría hecha trizas en el suelo.Quizás Carmen me deje salir con ella pronto, y me sostenía de esa idea para que una vez fuera de la habitación poder analizar por dónd
––¿Aún estamos en Seattle Carmen? –– pregunté después de unos largos minutos. Intuía que sí, el clima constantemente frío y lluvioso me decía a que posiblemente seguíamos en la ciudad o por lo menos cerca de ella.Carmen me miró con cierta cautela mientras daba por terminando la pequeña prenda para su futura nieta y empezaba a guardar las agujas y el hilo una pequeña cajita de color beige.––Solo es curiosidad. –– mentí–– Ya nos hemos quedado sin temas de conversación–– agregué.––Sí pequeña–– afirmó y celebré en mi interior–– seguimos en Seattle.–– una vez que terminó de guardar sus cosas en la cajita, se levantó del sillón y supe que era el momento. –– Ahora vuelvo ¿bien?Inmediatamente me levante hasta quedar a solo un par de pasos alejada de ella. Carmen me miró con curiosidad.––Déjame ir contigo–– ella hizo un gesto de negación, y antes de que emitiera palabra alguna seguí hablando:––Por favor, por favor Carmen–– puse mis manos juntas a modo de súplica–– prometo no separarme de