Habían pasado cinco días. Hoy era la cita de Camerón y Melissa. -una chica muy dulce de la Universidad- Camerón y yo teníamos el día libre en la cafeteria, él lo pasaria con Meli y yo estaría toda la tarde viendo peliculas en mi departamento.
-Cam, sal rápido, se te hará tarde, para recojer a melissa-dije ya aburrida de estar sentada en el sofa de la sala de estar de su departamento mientras él se vestia en su habitación.
-¡Ya!- exclamó saliendo de la habitación- ¿que tal me veo?- preguntó curioso con un poco de nervios.
Camerón estaba vestido con unos Jean negros ajustados, una camiseta blanca y una chaqueta negra, sus zapatos También eran negros, se veía más guapo de lo normal.
-¡Estas precioso!- él rió - definitivamente la vas a enamorar Cam- le dije con una sonrisa.
-Eso espero pequeña, eso espero- susurró con nerviosismo-vamos te dejaré en tu edifició.
-No, dejame en el supermercado que esta a cerca, tengo que comprar algo de dulces para entretenerme el restó de la tarde.
Él rió al mismo tiempo que asentía, y ambos salimos de su departamento. Tal como le dije me dejó en el pequeño automercado y se fue.
Salí del lugar con dos bolsas repletas de dulces y emprendí camino hacía mi hogar.
Una vez allí, dejé las compras en la mesa de la cocina y me fui a dar un baño, salí de la ducha, me coloque la ropa interior y luego unos shorts relativamente cortos de color negro y una camiseta de mangas largas del mismo color que llegaba un poco más arriba de mi onbligo y en medio tenía el logo de la marca puma.
Salí de la habitación y me dirigí a la cocina, saqué varios chocolates y un litro de helado de fresa, luego llevé todo a la sala de estar, encendí el televisor y pusé la primera pelicula que pareció.
Ya habían pasado varios minutos y la pelicula era un poco aburrida pero áun asi seguía viendola, mi celular vibró en la mesita de centro, lo tomé, era un mensaje de un número desconocido.
Ven abajo, soy Cam, mi celular se ha descargado.
-Desconocido.Se me hizo extraño que Cam, me estuviera pidiendo que bajará, cuando apenas había salido hace unos minutos y en este momento debería estar en el cine con Melissa. Pero áun así presa de la curiosidad, decidí bajar al recibidor del edifició.
Me subí al ascensor, con mi movil en la mano y presione el boton para bajar al primer piso. Cuando el ascensor se detuvo y sus puertas se abrierón sólo pude ver soledad, en el lugar no había absolutamente nadie, ni siquiera el guardia que siempre estaba en la puerta. A fuera del edifició había una fuerte lluvia, era eso lo que me proporcionaba la vista através del cristal que ocupaba una pared completa.
Decidí salir del ascensor aún sin ver a nadie, y me acerqué un poco más al ventanal donde a duras penas pude distinguir un auto estacionado del otro lado de la calle bajo la torrencial lluvia, así que decidí enviarle un mensaje.
Ya estoy aquí.
Ámbar.
Esperé unos segundos hasta que miré que leyó el mensaje, de pronto, un hombre totalmente mojado, entró por la puerta del edifició, era un hombre enorme, alto, muy alto y su compostura solo lograba intimidar.
El sujetó, empezó a caminar hacía mí rápidamente mis sentidos se activaron y corrí hacía el ascensor, pero esté ya había cerrado sus puertas, desesperadamente toqué una y otra vez el botón para que se abrieran las puertas, pero estas no cedieron.
Lo veía más cerca y como si de un bombillo se tratase, en mi cabeza aparecieron las escaleras de emergencia y salí corriendo hacía ellas, pero apenas y consegui dar una cuantas zancadas cuando el brazo del sujetó se enredó por mi abdomen y me arrebato el celular que ya se me había olvidado que tenía en las manos.
Al sentirme acorralada, que ya no tenía escapataria, no logre hacer nada más que llorar y dar gritos con la esperanza de que alguién me escuchará. El hombre empezó a caminar conmigo a cuestas mientras yo daba gritos, lloraba y pataleaba, y él ejercía más presión en su agarré dejándome sin aire.
Al salir del edifició, el frio clima solo hizo que mi piel se erizara completamente aumentando el terror y la incertidumbre. El hombre corrió hasta el otro lado de la calle, y se adentró en el vehículo.
Una vez dentro del auto, el hombre me soltó y yo me alejé lo más que pude de él, quedando completamente pegada a la otra puerta.
-Arranca- dictó el sujetó al otro hombre que hacía de chofer y obedeció sin objetar -no cederá, está cerrada- dijo al percatarse que estaba tratando de abrir la puerta.
-¿Que es lo que quiere?- dije sollozando, muerta de miedo. El hombre me miró, mientras sacaba un pañuelo de uno de sus bolsillos.
-Nada, yo de tí no quiero nada, no me gustan las niñas-dijo sereno con los ojos clavados en mí - pero al parecer a el rey, sí, lo siento.- añadió dejándome confundida y luego se acerco a mi y puso el pañuelo en mi nariz, el pañuelo tenía un olor muy feo que rápidamente me hizo perder el conocimiento.
......
Un punzante dolor en mis sienes me hizo despertar, abrí un ojo y luego el otro y al darme cuenta que estaba en una habitación que no era la mía, me levanté rápidamente y todos los recuerdos aparecieron en mi como si de flashes se tratase.
El miedo me invadió al instante y ignorando el dolor de cabeza me levanté de la enorme cama y me acerqué a una de las puertas que se mantenian cerradas, traté de abrir una y ésta cedió, pero era un cuarto de baño, la cerré y me acerqué a la otra, traté de abrirla pero estaba cerrada, quise llorar pero me negué a hacerlo tenía que ocupar el tiempo en tratar de salir de acá, en saber que había sucedido, en donde estaba y por qué estaba aquí.
Obseve detenidamente la habitación buscando una salida, pero no había nada más que una ventana que indicaba que estaba en el segundo piso de algún lugar, me acerque a ella para mirar mejor hacia afuera.
Efectivamente estaba en el segundo piso de una casa. Por la ventana pude ver a muchos hombres armados al parecer haciendo guardia, el lugar estaba rodeado de arboles por lo que supusé que estabamos en medio de la nada o el algún sitió alejados de la ciudad.
La puerta se abrió abructamente haciéndome sobresaltar, y rápidamente giré en su dirección, el mismo hombre que me había sacado de mi edifició esgaba allí mirandome fijo.
-Vamos- dijo tejante, yo solo lo miré atenta.-¿Quieres que sea por las malas? ¡Bien!- dijo y se acercó a mí, tomándome de la misma forma que cuando me saco de mi hogar.
-¡Dejame ir!-grité mientras él caminaba a quién sabe a dónde conmigo en sus brazos-¡Por favor! ¡Sueltame! ¡No me hagas daño!- seguí gritando con fuerza mientras él descendía las escaleras de lo que parecía una enorme mansión- ¡Por favor! ¡por favor, dejame ir!
Abrió una puerta y detrás de ella apareció lo que parecía una oficina, frente a nosotros había un escritorio y detras de él una silla y alguién de cabello rubio sentado en ella, dándonos la espalda a nosotros.
-Rey-llamó el hombre al cual se le estaba haciendo costumbre calgarme- aquí ésta su encargó, tal y como usted lo pidió; sin un rasguño o indicios de haber sido maltratada.
El hombre de la silla se giró, cuando su mirada azulada chocó con la mía solo pude sentir más miedo del que tenía y las ganas de llorar se hicierón incontrolables cuando me sonrió, una sonrisa que decía muchas cosas pero la principal era que no escaparia de él.
Me quedé inmóvil, no podía hacer nada más, que mirar sus asombrosos ojos azules. Eso ojos que me miraban de una manera que no lograba comprender, pero que causaban un sin número de sentimientos encontrados, pero sin duda miedo era lo que más sentía.—Sueltala y retirate—habló sin quitarme la mirada. Su voz era muy masculina.Apenas acabó de decir aquellas dos palabras dejé de sentir la presión que ejercían los brazos del hombre que me sujetaba. Cuando sentí mis pies tocar el frío mármol del piso un leve escalofrío me recorrió completa.—Hola, Ámbar — dijo una vez que la puerta del lugar había sido cerrada. Cuando escuché mi nombre de sus labios no pude sentirme de otra manera que no fuera cohibida.–¿No me saludaras, pequeña?— inquirió, después de varios segundos en los cuales no hubo respuesta de mi parte.—Quiero irme— Conseguí decir después de varios segundos. El miedo me embargaba, él miró por un momento y luego se levanto de su lugar.Su altura era prominente, me sacaba aproximad
Habían pasado alrededor de dos horas desde que hablé con aquel hombre de cabellos rubios y ojos azules, del cual lo único que sabía de él es que al parecer su nombre es Rey.Después de que la conversación que teníamos culminara me tomó de la misma manera que el otro hombre -que tal parece es su empleado- y acuestas, me llevó a la habitación dónde me había despertado.La noche ya había caído, y al parecer muy pronto caería una gran tormenta. Durante todo el tiempo que tenía en la habitación no había hecho más que llorar si parar mientras miraba por la única ventana del lugar.Sentía las orbes caliente y cansadas, los párpados pesados y no hacía más que pensar en Camerón ¿Sabría Cam, que me habían secuestrado? ¿Me estaría buscando?Escuché que la puerta de entrada era abierta y seguidamente la voz del maldito hombre que me había sacado de mi hogar inundó el lugar.—El rey, te a mandado a buscar— dijo serió, se refería al hombre de ojos azules como “el rey” lo que me hizo caer en cuenta
Había pasado una muy mala noche, la verdad, ni siquiera he podido pegar un solo ojo, lo único que he hecho en estas horas de oscuridad y silencio es llorar, hacerme un ovillo en la cama y llorar hasta no poder más.Hace apenas unos minutos que el sol había salido, talvez son las seis o siete de la mañana. Podía escuchar unos muy leves sonidos que provenían de la planta de abajo.Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de baño que estaba en la habitación. Al entrar lo primero que divise fue mi reflejo en el espejo, un reflejo que no mostraba ni la mitad de la mujer que era hace algunas horas atrás, pues, simple y sencillamente la imagen que se vislumbraba en el espejo era la de una chica ojerosa, con los ojos, nariz y mejillas completamente rojas de tanto llorar, con el cabello largo hecho un gran desorden, la mirada llena de tristeza y muchas otros sinónimos de la palabra.Me lavé la cara y los dientes, salí del cubículo, sentía una enorme necesidad de ducharme pero no tenía nada
Una vez que el “Rey” -como lo llamaban todos- terminó su desayuno, se levantó y sin medir ningúna otra palabra se retiró del comedor, y posteriormente la puerta que supusé era la de la entrada, fue abierta y luego cerrada.Me quede unos minutos sentada en la mesa y luego salí del comedor con la intensión de buscar una salida, pero apenas puse un pies fuera del lugar la voz del hombre que parecía mi niñera me sorprendió y acto seguido me tomó del brazo y me trajo a la habitación.Estaba mirando por la ventana. El día estaba nubloso al parecer iba a llover en cualquier momento, desde mi lugar podía ver claramente a tres hombres armados, estoy segura que hay más pero desdé aquí solo podía ver a esos tres. De esos tres hombre podía ver que dos se llevaban mal, pues uno de ellos intentaba separarlos a cada momento mientras que los otros no hacían más que mirarse desafiantes y dirigirse palabras que desde mi lugar no podía escuchar.Mirar eso era algo nuevo, por ende interesante. La puerta
Sentía su pecho subir y bajar con enojó, eso incrementaba el miedo en mí y por ende las lágrimas que caían sin parar por mis mejillas. Tenía miedo, no sabía que podía hacerme el rubio maldito una vez que llegaramos a la habitación donde me mantenía encerrada.Cuando llegamos a la casa pude divisar a varios hombres que me miraban como si ubiese firmado mi sentencia de muerte, eso me llenó áun más de nervios. El rubio siguió caminando hasta la puerta de entrada de la mansión y entró, en el recibidor del lugar estaban la señora Carmen y otras tres chicas que no conocía.No dijeron nada, la señora Carmen solo me miró con lástima, dos de las otras chicas miraban cualquier otro lugar que no fuera el mio, mientras que la chica restante, me miraba con burla, insuficiencia y otros sentimientos que no logré descifrar, ya que el ojiazul camino directo a las escaleras.Al llegar a la habitación, entró y se aproximó a la cama, mis lágrimas seguían bajando por el miedo que sentía, pero mi sorpresa
Los rayos del sol se colaban por la ventana y daban justo en mi cara. Intenté abrir los ojos pero la luz me lo impedía. Mi cabeza dolía enormemente, sentía mis sienes palpitar.Quise a moverme en la cama, pero el dolor en mi cuerpo me lo impidió. Sentía como si un auto me hubiese pasado por encíma. Giré el rostro al lado contrario de dónde los rayos de sol me impedían ver, parpadee un par de veces para acoplar mi vista a la nueva claridad.Mi corazón dejó de latir por unos segundo y casi inmediatamente reanudó su marcha a un ritmo descomunal. Tan rápido como pude me levante quedando sentada sobre la cama, con las rodillas pegadas a mi pecho y el edredón cubriéndome.Mis ojos estaban abiertos a más no poder, podía sentir los latidos de mi corazón en la parte de atrás de mis orejas; Él estaba dormido boca abajo en el lado derecho de la cama, y como si de flashes se tratase los recuerdos de la noche anterior llegaron a mí mente. Pero solo podía recordar hasta dónde él me trajo a la habi
Una semana después.Había pasado una semana desde el día que intenté escapar. Las heridas de mi pies estaban casi completamente sanadas.Durante toda esta semana no había vuelto a salir de la habitación y tampoco había vuelto a ver al rubio. La única compañia que tenía era la de Carme, ella venía todos los días a ayudarme a hacer mis necesidades y luego se quedaba un rato más para hacerme compañía.Había intentado persuadir a Carme para que me permitiera comunicarme con Camerón, pero ella con tristeza me hizo saber que tenía prohibido prestarme cualquier cosa con lo que pudiese comunicarme.Camerón pasaba constantemente por mi mente, sabía que mi amigo debía estar muy preocupado por mí, talvez ni siquiera se había creído la mentira que el hombre detestable me había hecho decirle. Lo extrañaba mucho, extrañaba mirar sus ojos ambarinos, su sonrisa, sus abrazos...—Buenos días mí niña— la voz de Carme entrando a la habitación me regreso a la realidad.—Buenos días para tí también Carmen—
Eran las once de la noche, Carmen se había retirado hace tres horas después de pasar todo el día conmigo. En este momento estaba saliendo de la tina para ir por un pijama y hacer lo único que hago desde hace una semana a esta hora; quedarme tirada en la cama mirando al techo hasta que ya mis ojos no dan más y por fin deciden cerrarse.Había dejado de llorar, al final entendí que el rubio tenía razón; Llorando no iba a hacer que las cosas cambiarán, así que decidí transformar el tiempo que perdería llorando en planear mi próximo plan de escape.Aún la puerta de la habitación se mantenía bajo llave, por lo que esa era la forma más difícil pero la única que tenía de salir con vida – por lo menos de la habitación – ya que había estado analizando la ventana pero esta además de tener los cristales sellados, sí salía por ahí acabaría hecha trizas en el suelo.Quizás Carmen me deje salir con ella pronto, y me sostenía de esa idea para que una vez fuera de la habitación poder analizar por dónd