––¿Aún estamos en Seattle Carmen? –– pregunté después de unos largos minutos. Intuía que sí, el clima constantemente frío y lluvioso me decía a que posiblemente seguíamos en la ciudad o por lo menos cerca de ella.Carmen me miró con cierta cautela mientras daba por terminando la pequeña prenda para su futura nieta y empezaba a guardar las agujas y el hilo una pequeña cajita de color beige.––Solo es curiosidad. –– mentí–– Ya nos hemos quedado sin temas de conversación–– agregué.––Sí pequeña–– afirmó y celebré en mi interior–– seguimos en Seattle.–– una vez que terminó de guardar sus cosas en la cajita, se levantó del sillón y supe que era el momento. –– Ahora vuelvo ¿bien?Inmediatamente me levante hasta quedar a solo un par de pasos alejada de ella. Carmen me miró con curiosidad.––Déjame ir contigo–– ella hizo un gesto de negación, y antes de que emitiera palabra alguna seguí hablando:––Por favor, por favor Carmen–– puse mis manos juntas a modo de súplica–– prometo no separarme de
El día estaba culminando y aunque mantenía una actitud neutra frente a Carmen que miraba una película en el televisor de la habitación, estaba muy animada por todo lo que en un solo día había conseguido saber.Si solo un día fuera de esta habitación había resultado más productivo de lo que pensé, en un par de veces más podría encontrar hasta una salida mágica.Había empezado a armar un plan en mi cabeza. Y lo primero que debía a hacer era hacer como que si la sola presencia del rubio no me irritaba, sí bien el miedo que le tenía también era un problema dejaría la piel en ser la persona más convincente para que el no sospechara nada. “Caería en sus encantos” ese era el plan, ese era mi boleto de salida y al mismo tiempo la manera que tenía de molestar a la pesada de Dana.La puerta de la habitación se abrió abruptamente haciéndo que Carmen se levantará inmediatamente de la cama, yo por otro lado solo miré la puerta, él era el único que entraba de esa manera, y aunque sí me tomó desprev
Al amanecer me desperté más temprano que de costumbre, me duché, me vestí y cuando estuve lista fuí hasta la puerta. Por un momento pensé que seguiría cerrada y que el maldito rubio me había engañado, pero apenas giré el pomo y esta se abrió sin objeción alguna.Por lo menos tenía palabra.Cuando salí de la habitación llegué a la pequeña sala de estar dónde Hansel estaba hace dos días cuando salí con Carmen, pero ahora no había nadie. Me acerqué con cautela al ventanal del tamaño de la pared que estaba cerca de dónde estaban los sofás y miré a través de él. Eran las seis o siete de la mañana, la verdad no me había fijado en el reloj de la habitación cuando salí, pero lo intuía por la opaca claridad que había en el exterior. Desde esté ventanal podía ver el patio trasero y desde la altura en la que estaba lo que había después de los altos muros y el alambrado eléctrico; bosque, la cantidad de árboles que había era tan espesa que solo podía ver la copa verde de los árboles.Dejé de mir
Hace unos minutos Damián había entrado en la habitación a decirme que debía bajar para tomar la cena con él en el comedor. Y la verdad que después de saltarme el almuerzo por culpa de él, ahora si tenía hambre así que sin llevarle la contraría bajé.Al llegar al comedor me senté en la misma silla en la que él me había sentado en la mañana, él aún no llegaba.Mi actitud tranquila y de obediencia se debía a que cada dos segundos me repetía mentalmente que sí había logrado soportarlo por poco más de una semana, nada me costaba hacerlo por dos días más.Tenía mucha fe en que el día después de mañana ya yo no estaría aquí, que ya no volvería a ver su hermosa pero irritante y malhumorada cara jamás en la vida. Que abrazaría a Camerón mucho por todo el tiempo que lo he extrañado, que le pediría que viniera conmigo hasta el otro extremo del país para que Damián no me encontrara nunca. Tenía muy claro que Camerón tenía su vida en Seattle que ahora tenía a Melissa y en dado caso que se negara a
La noche había llegado y mis nervios aumetado. Cuando el reloj de la cocina paró sus agujas exactamente a las siete y cincuenta y ocho de la noche supe que ya era hora de empezar con la parte más difícil del plan: subirme al auto sin que nadie reparará en mí.Las chicas estaban ocupadas preparando la cena solo para nosotras y los guardias que quedarían en la casa, así que me despedí de ellas alegando que iría a ducharme antes de bajar a cenar, ellas asintieron con confianza y yo salí de ahí.Empecé a caminar por lo pasillos vacíos de aquella pulcra y grade casa, lo único que pedía al cielo era que nadie me descubriera, que no hubiera ni siquiera uno de los diez hombres que cuidaban la entrada de la casa diariamente.Cada dos segundos miraba hacia atrás para asegurarme que no hubiera nadie detrás de mí. Llegué al recibidor con éxito, allí no había nadie, eché un vistazo a las escaleras para asegurarme que no viniera nadie, agradecí por primera vez que la casa afuera tan grande cuando n
Damián Webster.Quería matarla, tan solo mirarla me provocaba un enojo descomunal. Todo se había ido a la mierda por su culpa ¡por sus malditas ganas de escapar de mí cuando ya le había aclarado que eso no pasaría!Quise matar a Jack Ross desde el primer momento que su mirada recayó en Ámbar y justo cuando iba a dispararle uno de sus hombres se lanzó sobre mí provocando que mi arma cayera lejos, así que después que uno de mis guardias le quito la vida al hombre tan pronto como cayó al piso, fuí contra el maldito que se había atrevido a tocar con morbo la piel de Ámbar.Pero aún no estaba muerto cuando tuvimos que salir de aquel lugar por falta de refuerzos, y eso solo significaba el inicio de una guerra que no acabaría hasta que uno de los dos muriera.Fuí un completo idiota, estaba tan relajado con el cambio positivo que había empezado a tener con todos en la casa que no me detuve ni un solo segundo a pensar que posiblemente estaba maquinando una de sus malditas y torpes ideas.Ahora
—Ámbar— la voz sonaba lejana. —Ámbar despierta. — abrí los ojos con lentitud y lo primero que ví me arruinó el día, la semana, la vida entera.Me incorporé con rapidez hasta quedar sentada en la cama y él se puso de pié ya que antes estaba de cuclillas. Estaba vestido con uno de sus limpios y perfectos trajes a la medida que por un segundo creí que lo sucedido ayer cuando estaba sucio y desarreglado había sido un sueño.—¿Que quieres? — pregunté con hostilidad aunque el miedo a que me pudiera hacerme algo por todo lo que había ocasionado ayer estaba muy presente.Se dió la vuelta y empezó a caminar por la habitación.—Que te levantes ¿a caso no es obvio?— preguntó en retórica pero con desdén en las palabras. — tienes quince minutos para estar lista.¿Lista para qué?—No te estoy entendiendo...—Sólo apresurate. —empezó a caminar hacia la puerta.—¿Para qué? — pregunté antes de que se marchara.—¡Joder! ¡Para irnos, Ámbar!— gritó con furia pero ya sus cambios de humor tan drásticos no
Había perdido la cuenta de las horas que llevábamos en el jet, pero sabía de sobra que eran muchas ya que hace unas horas la azafatas nos trajo de cenar. Carmen y Helen se habían dormido hace unas horas, Damián seguía tecleando en el computador como un maniático - bueno, tampoco es como si estuviera muy lejos de serlo - y yo no tenía nada que hacer.Había dormido muchas horas en lo que iba de vuelo y me desperté con la cabeza pegada al brazo de Damián cuando la azafatas puso la bandeja con nuestra cena sobre la mesa, por eso no tenía sueño pero por el aburrimiento podía intentar volver a dormir y de seguro tendría éxito, pero no quería volver a despertar pegada al rubio que ahora estaba malhumorado.Llevaba mucho rato haciéndo documento tras documento, talvez llevaba unos cien de esos listos y quería preguntarle porqué necesitaba tantos pero a juzgar por su cara capaz y me tiraba por una ventanilla. reí bajito imaginando aquello.Por la ventana ahora sólo se podía vislumbrar oscuridad