05

Habían pasado alrededor de dos horas desde que hablé con aquel hombre de cabellos rubios y ojos azules, del cual lo único que sabía de él es que al parecer su nombre es Rey.

Después de que la conversación que teníamos culminara me tomó de la misma manera que el otro hombre -que tal parece es su empleado- y acuestas, me llevó a la habitación dónde me había despertado.

La noche ya había caído, y al parecer muy pronto caería una gran tormenta. Durante todo el tiempo que tenía en la habitación no había hecho más que llorar si parar mientras miraba por la única ventana del lugar.

Sentía las orbes caliente y cansadas, los párpados pesados y no hacía más que pensar en Camerón ¿Sabría Cam, que me habían secuestrado? ¿Me estaría buscando?

Escuché que la puerta de entrada era abierta y seguidamente la voz del maldito hombre que me había sacado de mi hogar inundó el lugar.

—El rey, te a mandado a buscar— dijo serió, se refería al hombre de ojos azules como “el rey” lo que me hizo caer en cuenta que talvez ese mote era un alías —¿puedes salir por tu propio pie? ¿o prefieres que te cargue?— inquirió segundos después al notar que ni siquiera había volteado a verlo.

Me levanté del mueble que estaba cerca del ventanal y me giré para encararlo, él era tan grande o talvez un poco más bajo que rubiales, pero su postura era intimidante. Aún con el miedo corriendo por cada ápice de mi cuerpo lo miré desafiante y emprendí camino hacía la puerta, logrando pasar al lado de él sin tocar ninguna parte de su cuerpo porque simplemente su contacto me asqueaba. Todo en este lugar me asqueaba y no porque le hiciera falta limpieza o algo así, era solo el rechazo que mi mente le estaba proporcionando a cada rincón y persona de está mansión.

—Que valiente es la niña — dijo con burla detrás de mí soltando fisuras de burla que solo lograban aumentar mi cabreo—es por aquí — dijo al notar mi confusión al llegar al final del pasillo.

Puse mucha atención a cada a paso, cada pared y cada pasillo por dónde pasábamos y los guardé en mi memoria.

Entramos por otro pasillo y luego de unos cuantos pasos pude vislumbrar las escaleras, las cuales sin mediar palabra conmigo el hombre empezó a descender y yo no hice más que seguir sus pasos. Una vez en el primer piso, siguió caminando hasta que se detuvo frente a una puerta doble de caoba, toco un par de veces y un “pase” de parte de aquella voz que con tan solo hablar me hacía temblar de absoluto terror.

El hombre de espaldas a mí tomó la perilla entre sus manos y abrió la puerta, su ancha espalda no me dejaba visualizar nada de lo que había dentro del lugar en el que horas atras había estado.

—Señor, aquí está. – dijo y luego se retiro dejándome ver aquel hombre sentado en su silla habitual.

—Tienes los ojos rojos e hinchados—habló con su mirada penetrante en mí — te dije que dejarás de llorar, que lo hagas no va solucionar nada.

—¿Que es lo que quieres?— respondí ignorando sus anteriores palabras. Lo vi levantarse de su lugar y luego tomarme por el brazo ejerciendo mucha fuerza.

—La próxima vez que me hables de la manera en que lo hicistes, no me importará tus delicada facciones o que seas mujer ¿ok?— solo asentí aguantando las lágrimas en el borde de mis ojos.—bien— soltó mi brazo y rápidamente puse mi mano sobre la parte lastimada con unorme hematoma con la forma de sus grandes dedos.— tu celular no ha dejado de sonar, todos los mensajes y llamadas que entran son de tu amiguito, novio o lo  que sea que era tuyo, En fin, ha dejado un mensaje en el que dice que si no te reportas pronto, llamará a la policía. Escucha lo que harás; vas a llamarlo, le dirás que al parecer hay alguién que es familia de tus padres y que viajaste para averigüar eso. ¿entendiste?— para éste punto las lágrimas corrían por mis mejillas sin cesar, saber que Camerón estaba buscándome me llenaba de alivió.

—¿Y si no hago lo que quieres?¿y si le digo que estoy secuestrada y que sin dudar tiene que darle parte a la policía para que empiecen mi búsqueda? — pregunté en un susurró contradictorio.

—Seria una estupidez de tu parte— respondió tejante, serió, mirándome de la forma que solía mirarme; Con mucha atención —el idiota de tu amigo, moriría enseguida le digas eso, y tu te irías conmigo a otro continente— sus palabras solo hicierón que el miedo acrecentará otro poco más— y la verdad no te creo tan estúpida y mucho menos egoísta para hacer algo que dañe al imbécil de tu amigo-novio—añadió, alejando por completo cualquier posibilidad que le dijera a Camerón cual era mi paradero realmente.

—Esta bien—susurré y el sonrió. Su sonrisa era tan linda como siniestra y malvada.

—¡Así me gusta!— exclamó —eres muy inteligente, muñeca. —añadió mientras sacaba mi celular de una de las gavetitas de su enorme escritorio.—ten, pequeña, llama al idiota.— ínsito, y así lo hice; tomé el móvil y marqué el número de Cam, al segundo tono contesto.

—¡Por dios Ámbar! ¿donde carajos éstas metida?— apenas escuché su voz las lágrimas aumentaron considerablemente. Trate de recomponer mi voz antes de responder.

—Hola Cam—susurré con una fingida tranquilidad, puesto que por dentro lo único que quería hacer era gritar, llorar y decirle la verdad.— tranquilo, no debes preocuparte, estoy bien.

—¿Como no me voy a preocupar, pequeña?—pregunto con retoriedad— mejor dime ¿Donde estas? ¿En serio estas bien?—volvió a inquirió, mientras que yo trataba de quitar las lágrimas de mis ojos y cara, con la mirada puesta en el sujeto frente a mí, el cual estaba escuchando la conversación que mantenía con mi mejor amigo.

—Estoy bien, Camerón, no te preocupes —respondí — he localizado a un familiar de mi padre y he venido a conocerlo.

—¿Por que no me dijiste nada? Yo te hubiese acompañado.

—Todo surgió de imprevisto, cam, solo te llamaba para que no te preocuparas por mí, estoy bien— dije calmadamente.

—Esta bien, am, ¿Cuando regresas? preguntó.

—Aún no lo sé, talvez me quedé un tiempo por acá.— dije en un susurro.

—¡Oh! exclamó con sorpresa— bien, y ¿en dónde éstas?su pregunta me dejó en blanco, pues, no sabía que responder, así que por inercia volví la mirada hacía las orbes azules que me escudriñaban y con una seña ordenó que culminara la llamada telefónica.

—Lo siento cam, tengo que colgar, te amo—y colgué antes que él dijera algo más.

—Muy bien, Ámbar, lo hiciste muy bien.

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