Habían pasado alrededor de dos horas desde que hablé con aquel hombre de cabellos rubios y ojos azules, del cual lo único que sabía de él es que al parecer su nombre es Rey.
Después de que la conversación que teníamos culminara me tomó de la misma manera que el otro hombre -que tal parece es su empleado- y acuestas, me llevó a la habitación dónde me había despertado.
La noche ya había caído, y al parecer muy pronto caería una gran tormenta. Durante todo el tiempo que tenía en la habitación no había hecho más que llorar si parar mientras miraba por la única ventana del lugar.
Sentía las orbes caliente y cansadas, los párpados pesados y no hacía más que pensar en Camerón ¿Sabría Cam, que me habían secuestrado? ¿Me estaría buscando?
Escuché que la puerta de entrada era abierta y seguidamente la voz del maldito hombre que me había sacado de mi hogar inundó el lugar.
—El rey, te a mandado a buscar— dijo serió, se refería al hombre de ojos azules como “el rey” lo que me hizo caer en cuenta que talvez ese mote era un alías —¿puedes salir por tu propio pie? ¿o prefieres que te cargue?— inquirió segundos después al notar que ni siquiera había volteado a verlo.
Me levanté del mueble que estaba cerca del ventanal y me giré para encararlo, él era tan grande o talvez un poco más bajo que rubiales, pero su postura era intimidante. Aún con el miedo corriendo por cada ápice de mi cuerpo lo miré desafiante y emprendí camino hacía la puerta, logrando pasar al lado de él sin tocar ninguna parte de su cuerpo porque simplemente su contacto me asqueaba. Todo en este lugar me asqueaba y no porque le hiciera falta limpieza o algo así, era solo el rechazo que mi mente le estaba proporcionando a cada rincón y persona de está mansión.
—Que valiente es la niña — dijo con burla detrás de mí soltando fisuras de burla que solo lograban aumentar mi cabreo—es por aquí — dijo al notar mi confusión al llegar al final del pasillo.
Puse mucha atención a cada a paso, cada pared y cada pasillo por dónde pasábamos y los guardé en mi memoria.
Entramos por otro pasillo y luego de unos cuantos pasos pude vislumbrar las escaleras, las cuales sin mediar palabra conmigo el hombre empezó a descender y yo no hice más que seguir sus pasos. Una vez en el primer piso, siguió caminando hasta que se detuvo frente a una puerta doble de caoba, toco un par de veces y un “pase” de parte de aquella voz que con tan solo hablar me hacía temblar de absoluto terror.
El hombre de espaldas a mí tomó la perilla entre sus manos y abrió la puerta, su ancha espalda no me dejaba visualizar nada de lo que había dentro del lugar en el que horas atras había estado.
—Señor, aquí está. – dijo y luego se retiro dejándome ver aquel hombre sentado en su silla habitual.
—Tienes los ojos rojos e hinchados—habló con su mirada penetrante en mí — te dije que dejarás de llorar, que lo hagas no va solucionar nada.
—¿Que es lo que quieres?— respondí ignorando sus anteriores palabras. Lo vi levantarse de su lugar y luego tomarme por el brazo ejerciendo mucha fuerza.
—La próxima vez que me hables de la manera en que lo hicistes, no me importará tus delicada facciones o que seas mujer ¿ok?— solo asentí aguantando las lágrimas en el borde de mis ojos.—bien— soltó mi brazo y rápidamente puse mi mano sobre la parte lastimada con unorme hematoma con la forma de sus grandes dedos.— tu celular no ha dejado de sonar, todos los mensajes y llamadas que entran son de tu amiguito, novio o lo que sea que era tuyo, En fin, ha dejado un mensaje en el que dice que si no te reportas pronto, llamará a la policía. Escucha lo que harás; vas a llamarlo, le dirás que al parecer hay alguién que es familia de tus padres y que viajaste para averigüar eso. ¿entendiste?— para éste punto las lágrimas corrían por mis mejillas sin cesar, saber que Camerón estaba buscándome me llenaba de alivió.
—¿Y si no hago lo que quieres?¿y si le digo que estoy secuestrada y que sin dudar tiene que darle parte a la policía para que empiecen mi búsqueda? — pregunté en un susurró contradictorio.
—Seria una estupidez de tu parte— respondió tejante, serió, mirándome de la forma que solía mirarme; Con mucha atención —el idiota de tu amigo, moriría enseguida le digas eso, y tu te irías conmigo a otro continente— sus palabras solo hicierón que el miedo acrecentará otro poco más— y la verdad no te creo tan estúpida y mucho menos egoísta para hacer algo que dañe al imbécil de tu amigo-novio—añadió, alejando por completo cualquier posibilidad que le dijera a Camerón cual era mi paradero realmente.
—Esta bien—susurré y el sonrió. Su sonrisa era tan linda como siniestra y malvada.
—¡Así me gusta!— exclamó —eres muy inteligente, muñeca. —añadió mientras sacaba mi celular de una de las gavetitas de su enorme escritorio.—ten, pequeña, llama al idiota.— ínsito, y así lo hice; tomé el móvil y marqué el número de Cam, al segundo tono contesto.
—¡Por dios Ámbar! ¿donde carajos éstas metida?— apenas escuché su voz las lágrimas aumentaron considerablemente. Trate de recomponer mi voz antes de responder.
—Hola Cam—susurré con una fingida tranquilidad, puesto que por dentro lo único que quería hacer era gritar, llorar y decirle la verdad.— tranquilo, no debes preocuparte, estoy bien.
—¿Como no me voy a preocupar, pequeña?—pregunto con retoriedad— mejor dime ¿Donde estas? ¿En serio estas bien?—volvió a inquirió, mientras que yo trataba de quitar las lágrimas de mis ojos y cara, con la mirada puesta en el sujeto frente a mí, el cual estaba escuchando la conversación que mantenía con mi mejor amigo.
—Estoy bien, Camerón, no te preocupes —respondí — he localizado a un familiar de mi padre y he venido a conocerlo.
—¿Por que no me dijiste nada? Yo te hubiese acompañado.
—Todo surgió de imprevisto, cam, solo te llamaba para que no te preocuparas por mí, estoy bien— dije calmadamente.
—Esta bien, am, ¿Cuando regresas?— preguntó.
—Aún no lo sé, talvez me quedé un tiempo por acá.— dije en un susurro.
—¡Oh!— exclamó con sorpresa— bien, y ¿en dónde éstas?—su pregunta me dejó en blanco, pues, no sabía que responder, así que por inercia volví la mirada hacía las orbes azules que me escudriñaban y con una seña ordenó que culminara la llamada telefónica.
—Lo siento cam, tengo que colgar, te amo—y colgué antes que él dijera algo más.
—Muy bien, Ámbar, lo hiciste muy bien.
Había pasado una muy mala noche, la verdad, ni siquiera he podido pegar un solo ojo, lo único que he hecho en estas horas de oscuridad y silencio es llorar, hacerme un ovillo en la cama y llorar hasta no poder más.Hace apenas unos minutos que el sol había salido, talvez son las seis o siete de la mañana. Podía escuchar unos muy leves sonidos que provenían de la planta de abajo.Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de baño que estaba en la habitación. Al entrar lo primero que divise fue mi reflejo en el espejo, un reflejo que no mostraba ni la mitad de la mujer que era hace algunas horas atrás, pues, simple y sencillamente la imagen que se vislumbraba en el espejo era la de una chica ojerosa, con los ojos, nariz y mejillas completamente rojas de tanto llorar, con el cabello largo hecho un gran desorden, la mirada llena de tristeza y muchas otros sinónimos de la palabra.Me lavé la cara y los dientes, salí del cubículo, sentía una enorme necesidad de ducharme pero no tenía nada
Una vez que el “Rey” -como lo llamaban todos- terminó su desayuno, se levantó y sin medir ningúna otra palabra se retiró del comedor, y posteriormente la puerta que supusé era la de la entrada, fue abierta y luego cerrada.Me quede unos minutos sentada en la mesa y luego salí del comedor con la intensión de buscar una salida, pero apenas puse un pies fuera del lugar la voz del hombre que parecía mi niñera me sorprendió y acto seguido me tomó del brazo y me trajo a la habitación.Estaba mirando por la ventana. El día estaba nubloso al parecer iba a llover en cualquier momento, desde mi lugar podía ver claramente a tres hombres armados, estoy segura que hay más pero desdé aquí solo podía ver a esos tres. De esos tres hombre podía ver que dos se llevaban mal, pues uno de ellos intentaba separarlos a cada momento mientras que los otros no hacían más que mirarse desafiantes y dirigirse palabras que desde mi lugar no podía escuchar.Mirar eso era algo nuevo, por ende interesante. La puerta
Sentía su pecho subir y bajar con enojó, eso incrementaba el miedo en mí y por ende las lágrimas que caían sin parar por mis mejillas. Tenía miedo, no sabía que podía hacerme el rubio maldito una vez que llegaramos a la habitación donde me mantenía encerrada.Cuando llegamos a la casa pude divisar a varios hombres que me miraban como si ubiese firmado mi sentencia de muerte, eso me llenó áun más de nervios. El rubio siguió caminando hasta la puerta de entrada de la mansión y entró, en el recibidor del lugar estaban la señora Carmen y otras tres chicas que no conocía.No dijeron nada, la señora Carmen solo me miró con lástima, dos de las otras chicas miraban cualquier otro lugar que no fuera el mio, mientras que la chica restante, me miraba con burla, insuficiencia y otros sentimientos que no logré descifrar, ya que el ojiazul camino directo a las escaleras.Al llegar a la habitación, entró y se aproximó a la cama, mis lágrimas seguían bajando por el miedo que sentía, pero mi sorpresa
Los rayos del sol se colaban por la ventana y daban justo en mi cara. Intenté abrir los ojos pero la luz me lo impedía. Mi cabeza dolía enormemente, sentía mis sienes palpitar.Quise a moverme en la cama, pero el dolor en mi cuerpo me lo impidió. Sentía como si un auto me hubiese pasado por encíma. Giré el rostro al lado contrario de dónde los rayos de sol me impedían ver, parpadee un par de veces para acoplar mi vista a la nueva claridad.Mi corazón dejó de latir por unos segundo y casi inmediatamente reanudó su marcha a un ritmo descomunal. Tan rápido como pude me levante quedando sentada sobre la cama, con las rodillas pegadas a mi pecho y el edredón cubriéndome.Mis ojos estaban abiertos a más no poder, podía sentir los latidos de mi corazón en la parte de atrás de mis orejas; Él estaba dormido boca abajo en el lado derecho de la cama, y como si de flashes se tratase los recuerdos de la noche anterior llegaron a mí mente. Pero solo podía recordar hasta dónde él me trajo a la habi
Una semana después.Había pasado una semana desde el día que intenté escapar. Las heridas de mi pies estaban casi completamente sanadas.Durante toda esta semana no había vuelto a salir de la habitación y tampoco había vuelto a ver al rubio. La única compañia que tenía era la de Carme, ella venía todos los días a ayudarme a hacer mis necesidades y luego se quedaba un rato más para hacerme compañía.Había intentado persuadir a Carme para que me permitiera comunicarme con Camerón, pero ella con tristeza me hizo saber que tenía prohibido prestarme cualquier cosa con lo que pudiese comunicarme.Camerón pasaba constantemente por mi mente, sabía que mi amigo debía estar muy preocupado por mí, talvez ni siquiera se había creído la mentira que el hombre detestable me había hecho decirle. Lo extrañaba mucho, extrañaba mirar sus ojos ambarinos, su sonrisa, sus abrazos...—Buenos días mí niña— la voz de Carme entrando a la habitación me regreso a la realidad.—Buenos días para tí también Carmen—
Eran las once de la noche, Carmen se había retirado hace tres horas después de pasar todo el día conmigo. En este momento estaba saliendo de la tina para ir por un pijama y hacer lo único que hago desde hace una semana a esta hora; quedarme tirada en la cama mirando al techo hasta que ya mis ojos no dan más y por fin deciden cerrarse.Había dejado de llorar, al final entendí que el rubio tenía razón; Llorando no iba a hacer que las cosas cambiarán, así que decidí transformar el tiempo que perdería llorando en planear mi próximo plan de escape.Aún la puerta de la habitación se mantenía bajo llave, por lo que esa era la forma más difícil pero la única que tenía de salir con vida – por lo menos de la habitación – ya que había estado analizando la ventana pero esta además de tener los cristales sellados, sí salía por ahí acabaría hecha trizas en el suelo.Quizás Carmen me deje salir con ella pronto, y me sostenía de esa idea para que una vez fuera de la habitación poder analizar por dónd
––¿Aún estamos en Seattle Carmen? –– pregunté después de unos largos minutos. Intuía que sí, el clima constantemente frío y lluvioso me decía a que posiblemente seguíamos en la ciudad o por lo menos cerca de ella.Carmen me miró con cierta cautela mientras daba por terminando la pequeña prenda para su futura nieta y empezaba a guardar las agujas y el hilo una pequeña cajita de color beige.––Solo es curiosidad. –– mentí–– Ya nos hemos quedado sin temas de conversación–– agregué.––Sí pequeña–– afirmó y celebré en mi interior–– seguimos en Seattle.–– una vez que terminó de guardar sus cosas en la cajita, se levantó del sillón y supe que era el momento. –– Ahora vuelvo ¿bien?Inmediatamente me levante hasta quedar a solo un par de pasos alejada de ella. Carmen me miró con curiosidad.––Déjame ir contigo–– ella hizo un gesto de negación, y antes de que emitiera palabra alguna seguí hablando:––Por favor, por favor Carmen–– puse mis manos juntas a modo de súplica–– prometo no separarme de
El día estaba culminando y aunque mantenía una actitud neutra frente a Carmen que miraba una película en el televisor de la habitación, estaba muy animada por todo lo que en un solo día había conseguido saber.Si solo un día fuera de esta habitación había resultado más productivo de lo que pensé, en un par de veces más podría encontrar hasta una salida mágica.Había empezado a armar un plan en mi cabeza. Y lo primero que debía a hacer era hacer como que si la sola presencia del rubio no me irritaba, sí bien el miedo que le tenía también era un problema dejaría la piel en ser la persona más convincente para que el no sospechara nada. “Caería en sus encantos” ese era el plan, ese era mi boleto de salida y al mismo tiempo la manera que tenía de molestar a la pesada de Dana.La puerta de la habitación se abrió abruptamente haciéndo que Carmen se levantará inmediatamente de la cama, yo por otro lado solo miré la puerta, él era el único que entraba de esa manera, y aunque sí me tomó desprev