Había pasado una muy mala noche, la verdad, ni siquiera he podido pegar un solo ojo, lo único que he hecho en estas horas de oscuridad y silencio es llorar, hacerme un ovillo en la cama y llorar hasta no poder más.
Hace apenas unos minutos que el sol había salido, talvez son las seis o siete de la mañana. Podía escuchar unos muy leves sonidos que provenían de la planta de abajo.
Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de baño que estaba en la habitación. Al entrar lo primero que divise fue mi reflejo en el espejo, un reflejo que no mostraba ni la mitad de la mujer que era hace algunas horas atrás, pues, simple y sencillamente la imagen que se vislumbraba en el espejo era la de una chica ojerosa, con los ojos, nariz y mejillas completamente rojas de tanto llorar, con el cabello largo hecho un gran desorden, la mirada llena de tristeza y muchas otros sinónimos de la palabra.
Me lavé la cara y los dientes, salí del cubículo, sentía una enorme necesidad de ducharme pero no tenía nada más que usar, más que la ropa que traía desdé ayer, así que; me encaminé hacía el lugar que desdé ayer era mi lugar de entretenimiento; el ventanal que me daba vista hacía la verja que ponía limite a la casa.
La puerta de la habitación fue abierta, pero no me molesté en girar para ver quien era, porque ya lo sabía.
—El rey te envió esto, que te Duches y te cambies— dijo y me giré a verlo. Me tendió un par de bolsas, una mas grande que la otra— te esperaré afuera.
Tomé las bolsas y acto seguido él salió de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas. Abrí la bolsa más grande para saber su contenido; un short rosa, tan corto como el que en este momento tenía puesto, y una blusa de algodón también rosa.
En la pequeña era un conjunto de lencería del mismo color que el conjunto. Un pequeño escalofríos me recorrió al comprender que alguién había elegido mi ropa interior Pero decidí ignorar el malestar. Nada podía ser peor que lo que estaba viviendo ahora.Luego de unos minutos de ducha salí del baño ya vestida y toque un par de veces la puerta de salida de la habitación para que el hombre detrás de ella supiera que ya estaba lista.
Enseguida aquel hombre –el cual aún no sabía ni su nombre–abrió la puerta y mirándome preparada me tomó del brazo sacándome de la habitación sin mediar palabra. Su agarré en mi brazo era tan fuerte que me lastimaba los hematomas que “el rey” había dejado el día anterior en mi brazo.
—Rey— habló el hombre que me traía sujeta del brazo en dirección a rubiales que pasaba su mirada de mí, al agarré en mi brazo, y de ahí al bestia que me sujetaba.—Aquí está, disculpe la tardanza, pero la señorita se tardó un poco más de lo previsto.
—Sueltala—dictaminó tajante el ojiazul, haciendo que éste me soltara y por inercia lleve mi otra mano al lugar lastimado y acaricié con cuidado.— ¿Le has hecho eso?— preguntó de pronto mirando el hematoma de color morado con tonalidades verdes en mi brazo.
—No, Rey, no la apreté tan fuerte – respondió el que parecía ser mi niñera, puesto que era él el que siempre estaba cerca de mí.
—Fuiste tú — intervení con tranquilidad — ayer—le recordé, el hizo un pequeño asentimiento y luego un gesto en dirección al sujetó que estaba a mi lado, el cual apenas rubiales acabó de hacer el gestó el salió del salón rápidamente.
—Sientate— rugió molestó. A diferencia de las otras veces que nos habiamos visto, estabamos en un gran comedor. El tomó asiento en el principió de la mesa y yo me senté varios puestos alejada de él.
—Aquí—dijo enojado, señalando la silla continúa a la de él. Yo solo asentí y me levanté del lugar donde ya me había ubicado y a paso lento me senté dónde él quería que lo hiciera.
Él miraba una tablet mientras tomaba café y yo solo estaba sentada hecha un manojo de miedo y nervios. Una señora ya entrada en edad, hizo acto de precencia en el salón donde únicamente estábamos rubiales y yo. Aquella mujer era muy bonita, y daba un aura de amor y cariño, su cabello llegaba hasta sus hombres y estaba tupido de canas muy blancas, era regordeta, y sus mejillas redondas, sus ojos de color verde desprendían amabilidad y cariño.
—Buenos días, joven. — saludó la mujer con dulzura hacía él y luego ubicó su mirada en mí y su mirada de dulzura se transformó en una de lástima que me hizo sentir muy incomoda.—en unos minutos traen el desayuno. ¿Desean algo mientras esperan?.
—¿Quieres algo?– la pregunta de el rubio a mi lado me hizo volver de mi ensimismamiento, y por la impresión giré la vista en su dirección y nuestras miradas chocaron y mis nervios se acentuaron más, talvez era por la intensidad con las que sus orbes azules me miraban.
—No, gracias — respondí, rompiendo el contacto visual con él.
—Entonces puedes retirarte, Carmen— dijo fríamente hacía la amable señora que sin chistar se dio la medía vuelta y emprendió camino hacía una de las puertas que tenía el salón.
No me pareció justo el trato que mi secuestrador le daba a la señora, pues, parecía que ella lo quería mucho, y que él la tratara de la manera en que lo hizo era algo que debía de dolerle a la pobre mujer.
—En unas horas te traerán ropa, y objetos personales, si necesitas algo más dicelo a Carmen. — habló de nuevo, sin quitar la vista de la tablet— saldre por unas horas, no quiero que hagas nada estúpido ¿ok?— añadió mirándome serió, mientras yo trataba de no mirar su hermosos ojos azules.— ¿Me estas escuchando? ¡Mirame a la cara cuando te hablo!— inquirió levantando la voz, enseguida el miedo creció y cerré los ojos con fuerza tragando el nudo que se formó en mi garganta.
—S-Si—usurré con la voz entrecortada apunto de soltar el llanto.
—Lo siento— dijo bajito sorprendiéndome — abré los ojos, no te haré daño— añadió — solo hazme caso y las cosas no se saldrán de control. ¿Bien?
—Bien—respondí mirándolo justo a los ojos, como el él quería que lo hiciera, volviendo a sentir ese nerviosismo repentino y la sensación de que una leve corriente eléctrica se me colara en el cuerpo.
Una vez que el “Rey” -como lo llamaban todos- terminó su desayuno, se levantó y sin medir ningúna otra palabra se retiró del comedor, y posteriormente la puerta que supusé era la de la entrada, fue abierta y luego cerrada.Me quede unos minutos sentada en la mesa y luego salí del comedor con la intensión de buscar una salida, pero apenas puse un pies fuera del lugar la voz del hombre que parecía mi niñera me sorprendió y acto seguido me tomó del brazo y me trajo a la habitación.Estaba mirando por la ventana. El día estaba nubloso al parecer iba a llover en cualquier momento, desde mi lugar podía ver claramente a tres hombres armados, estoy segura que hay más pero desdé aquí solo podía ver a esos tres. De esos tres hombre podía ver que dos se llevaban mal, pues uno de ellos intentaba separarlos a cada momento mientras que los otros no hacían más que mirarse desafiantes y dirigirse palabras que desde mi lugar no podía escuchar.Mirar eso era algo nuevo, por ende interesante. La puerta
Sentía su pecho subir y bajar con enojó, eso incrementaba el miedo en mí y por ende las lágrimas que caían sin parar por mis mejillas. Tenía miedo, no sabía que podía hacerme el rubio maldito una vez que llegaramos a la habitación donde me mantenía encerrada.Cuando llegamos a la casa pude divisar a varios hombres que me miraban como si ubiese firmado mi sentencia de muerte, eso me llenó áun más de nervios. El rubio siguió caminando hasta la puerta de entrada de la mansión y entró, en el recibidor del lugar estaban la señora Carmen y otras tres chicas que no conocía.No dijeron nada, la señora Carmen solo me miró con lástima, dos de las otras chicas miraban cualquier otro lugar que no fuera el mio, mientras que la chica restante, me miraba con burla, insuficiencia y otros sentimientos que no logré descifrar, ya que el ojiazul camino directo a las escaleras.Al llegar a la habitación, entró y se aproximó a la cama, mis lágrimas seguían bajando por el miedo que sentía, pero mi sorpresa
Los rayos del sol se colaban por la ventana y daban justo en mi cara. Intenté abrir los ojos pero la luz me lo impedía. Mi cabeza dolía enormemente, sentía mis sienes palpitar.Quise a moverme en la cama, pero el dolor en mi cuerpo me lo impidió. Sentía como si un auto me hubiese pasado por encíma. Giré el rostro al lado contrario de dónde los rayos de sol me impedían ver, parpadee un par de veces para acoplar mi vista a la nueva claridad.Mi corazón dejó de latir por unos segundo y casi inmediatamente reanudó su marcha a un ritmo descomunal. Tan rápido como pude me levante quedando sentada sobre la cama, con las rodillas pegadas a mi pecho y el edredón cubriéndome.Mis ojos estaban abiertos a más no poder, podía sentir los latidos de mi corazón en la parte de atrás de mis orejas; Él estaba dormido boca abajo en el lado derecho de la cama, y como si de flashes se tratase los recuerdos de la noche anterior llegaron a mí mente. Pero solo podía recordar hasta dónde él me trajo a la habi
Una semana después.Había pasado una semana desde el día que intenté escapar. Las heridas de mi pies estaban casi completamente sanadas.Durante toda esta semana no había vuelto a salir de la habitación y tampoco había vuelto a ver al rubio. La única compañia que tenía era la de Carme, ella venía todos los días a ayudarme a hacer mis necesidades y luego se quedaba un rato más para hacerme compañía.Había intentado persuadir a Carme para que me permitiera comunicarme con Camerón, pero ella con tristeza me hizo saber que tenía prohibido prestarme cualquier cosa con lo que pudiese comunicarme.Camerón pasaba constantemente por mi mente, sabía que mi amigo debía estar muy preocupado por mí, talvez ni siquiera se había creído la mentira que el hombre detestable me había hecho decirle. Lo extrañaba mucho, extrañaba mirar sus ojos ambarinos, su sonrisa, sus abrazos...—Buenos días mí niña— la voz de Carme entrando a la habitación me regreso a la realidad.—Buenos días para tí también Carmen—
Eran las once de la noche, Carmen se había retirado hace tres horas después de pasar todo el día conmigo. En este momento estaba saliendo de la tina para ir por un pijama y hacer lo único que hago desde hace una semana a esta hora; quedarme tirada en la cama mirando al techo hasta que ya mis ojos no dan más y por fin deciden cerrarse.Había dejado de llorar, al final entendí que el rubio tenía razón; Llorando no iba a hacer que las cosas cambiarán, así que decidí transformar el tiempo que perdería llorando en planear mi próximo plan de escape.Aún la puerta de la habitación se mantenía bajo llave, por lo que esa era la forma más difícil pero la única que tenía de salir con vida – por lo menos de la habitación – ya que había estado analizando la ventana pero esta además de tener los cristales sellados, sí salía por ahí acabaría hecha trizas en el suelo.Quizás Carmen me deje salir con ella pronto, y me sostenía de esa idea para que una vez fuera de la habitación poder analizar por dónd
––¿Aún estamos en Seattle Carmen? –– pregunté después de unos largos minutos. Intuía que sí, el clima constantemente frío y lluvioso me decía a que posiblemente seguíamos en la ciudad o por lo menos cerca de ella.Carmen me miró con cierta cautela mientras daba por terminando la pequeña prenda para su futura nieta y empezaba a guardar las agujas y el hilo una pequeña cajita de color beige.––Solo es curiosidad. –– mentí–– Ya nos hemos quedado sin temas de conversación–– agregué.––Sí pequeña–– afirmó y celebré en mi interior–– seguimos en Seattle.–– una vez que terminó de guardar sus cosas en la cajita, se levantó del sillón y supe que era el momento. –– Ahora vuelvo ¿bien?Inmediatamente me levante hasta quedar a solo un par de pasos alejada de ella. Carmen me miró con curiosidad.––Déjame ir contigo–– ella hizo un gesto de negación, y antes de que emitiera palabra alguna seguí hablando:––Por favor, por favor Carmen–– puse mis manos juntas a modo de súplica–– prometo no separarme de
El día estaba culminando y aunque mantenía una actitud neutra frente a Carmen que miraba una película en el televisor de la habitación, estaba muy animada por todo lo que en un solo día había conseguido saber.Si solo un día fuera de esta habitación había resultado más productivo de lo que pensé, en un par de veces más podría encontrar hasta una salida mágica.Había empezado a armar un plan en mi cabeza. Y lo primero que debía a hacer era hacer como que si la sola presencia del rubio no me irritaba, sí bien el miedo que le tenía también era un problema dejaría la piel en ser la persona más convincente para que el no sospechara nada. “Caería en sus encantos” ese era el plan, ese era mi boleto de salida y al mismo tiempo la manera que tenía de molestar a la pesada de Dana.La puerta de la habitación se abrió abruptamente haciéndo que Carmen se levantará inmediatamente de la cama, yo por otro lado solo miré la puerta, él era el único que entraba de esa manera, y aunque sí me tomó desprev
Al amanecer me desperté más temprano que de costumbre, me duché, me vestí y cuando estuve lista fuí hasta la puerta. Por un momento pensé que seguiría cerrada y que el maldito rubio me había engañado, pero apenas giré el pomo y esta se abrió sin objeción alguna.Por lo menos tenía palabra.Cuando salí de la habitación llegué a la pequeña sala de estar dónde Hansel estaba hace dos días cuando salí con Carmen, pero ahora no había nadie. Me acerqué con cautela al ventanal del tamaño de la pared que estaba cerca de dónde estaban los sofás y miré a través de él. Eran las seis o siete de la mañana, la verdad no me había fijado en el reloj de la habitación cuando salí, pero lo intuía por la opaca claridad que había en el exterior. Desde esté ventanal podía ver el patio trasero y desde la altura en la que estaba lo que había después de los altos muros y el alambrado eléctrico; bosque, la cantidad de árboles que había era tan espesa que solo podía ver la copa verde de los árboles.Dejé de mir