Sentía su pecho subir y bajar con enojó, eso incrementaba el miedo en mí y por ende las lágrimas que caían sin parar por mis mejillas. Tenía miedo, no sabía que podía hacerme el rubio maldito una vez que llegaramos a la habitación donde me mantenía encerrada.
Cuando llegamos a la casa pude divisar a varios hombres que me miraban como si ubiese firmado mi sentencia de muerte, eso me llenó áun más de nervios. El rubio siguió caminando hasta la puerta de entrada de la mansión y entró, en el recibidor del lugar estaban la señora Carmen y otras tres chicas que no conocía.
No dijeron nada, la señora Carmen solo me miró con lástima, dos de las otras chicas miraban cualquier otro lugar que no fuera el mio, mientras que la chica restante, me miraba con burla, insuficiencia y otros sentimientos que no logré descifrar, ya que el ojiazul camino directo a las escaleras.
Al llegar a la habitación, entró y se aproximó a la cama, mis lágrimas seguían bajando por el miedo que sentía, pero mi sorpresa fue que él no dijo ni hizo nada, solo me aventó con violencia a la cama y sin decir ningúna palabra más se marchó cerrando la puerta con un fuerte portazo.
Y no sé si fue por alivio o otra cosa, sólo sé que las lágrimas volvieron siguieron con más fuerza y algunos sollozos las acompañaron. Casi inmediatamente el frío empezó a envolverme y la ropa mojada no ayudaba mucho, sentía los huesos entumecidos por el frío, traté de levantarme de la cama pero apenas mis pies tocaron el piso jadee debido al dolor que el contacto produjó.
No podía caminar, y estaba más que segura que mi temperatura se estaba subiendo, así que, sin ninguna otra opción me hice un ovillo en la cama, esperando que de esta manera el frío se fuera.
—Te extraño a Cam.— susurré interiormente, callendo en un sueño profundo.
......
Sentí que mi cuerpo era levantado de la cama, y lentamente abrí los ojos; cabello rubio, perfil anguloso, era todo lo que podía ver desde mi lugar, ¿A dónde me lleva ahora?
Supe que me había metido a la ducha cuando sentí que me introdujo a la tina que nunca había usado, interiormente agradecí al maldito rubio, cuando mi cuerpo tubo contacto con el agua caliente de aquella bañera de porcelana.
Me sentía muy débil, apenas podía abrir los ojos y mantenerlos abiertos por unos dos o tres segundos, no podía mover ningún músculo y el dolor en mi pies eran agonizante.
—¿Q-Que haces?—pregunté en un susurró cuando sentí que trataba de quitar mi camiseta.
No obtuve respuesta de su parte, solo levantó la camiseta y la sacó por encima de mi cabeza, dejandome en brasier, el miedo había regresado, y esta vez no podía hacer nada, me sentía muy enferma para defenderme.
Sus manos bajaron hasta llegar a la pretina de mis shorts y los bajo hasta sacarlos de mi cuerpo, y entonces mis lágrimas salieron de nuevo.
—No te haré daño, así que deja de llorar — dijo serió. Abrí los ojos con dificultad y ahí estaba él mirándome — tienes mi palabra—sentenció con la misma neutralidad y yo asentí.
Luego que me desnudó por completo empezó a lavar mi cuerpo, en ocasiones lo miraba y no miraba miraba mi cuerpo sólo veía mi cara, incluso las partes íntimas hizo que yo fuera quien las lavarás y lo hice con mucho esfuerzo, pero lo hice.
Cuando el baño término, me vistió y me dejó sobre la cama, entró al baño nuevamente y luego regreso con un pequeño botiquín de emergencia,
—bebe ésto para que bajé la fiebre—su voz hizo que abriera los ojos, me estaba tendiendo una pastilla y un vaso de agua, trate de tomar el vaso pero no pude, aún estaba débil —yo te ayudo—y así lo hizo, puso la pastilla en mi boca y luego me ayudó a beber el agua, dejó el vaso la mesita de noche y se alejó al final de la cama.
—¡No!—dije en un susurro débil al sentir que tomó uno de mis pies en sus manos.
—Te has lastimado los pies, tienes heridas abiertas, si no las curamos se infertaran y será peor– dijo y asentí.
Contraje todas mi fuerzas para mantener los ojos abiertos mientras él curaba mis pies. Primero tomó un trozo de algodón, lo llenó de alcohol, y lo puso sobre la piel dañada, las lágrimas salieron y Jadee por el escozor que producía el alcohol a la carne expuesta.
Después que acabó de limpiar ambos pies, los envolvió con bendas blancas.
—Ya esta—susurró terminando su tarea — espero que el dolor que has sentido mientras curaba tus pies, te sirva de lección y no intentes volver a escapar— dijo sentándose cerca de mí para limpiar las lágrimas en mí cara— De mí nadie escapa, princesa—besó mi frente y se levantó para irse.
Y no sé porque lo hice, talvez la fiebre me estaba haciendo delirar o quizás fue el medicamento que me estaba llevando a un estado de inconciencia dónde no sabía que decía, Simplemente mi cabeza estaba desvariando, yo odiaba a ese hombre, lo detestaba por haberme robado la libertad, pero lo dije.
—Quedate, no te vayas — hablé a duras penas, cerrando los ojos porque se me hacía imposible mantenerlos abiertos— No quiero estar sola, por favor, quedate, no...no te vayas—y ya no supe más de mí.
Los rayos del sol se colaban por la ventana y daban justo en mi cara. Intenté abrir los ojos pero la luz me lo impedía. Mi cabeza dolía enormemente, sentía mis sienes palpitar.Quise a moverme en la cama, pero el dolor en mi cuerpo me lo impidió. Sentía como si un auto me hubiese pasado por encíma. Giré el rostro al lado contrario de dónde los rayos de sol me impedían ver, parpadee un par de veces para acoplar mi vista a la nueva claridad.Mi corazón dejó de latir por unos segundo y casi inmediatamente reanudó su marcha a un ritmo descomunal. Tan rápido como pude me levante quedando sentada sobre la cama, con las rodillas pegadas a mi pecho y el edredón cubriéndome.Mis ojos estaban abiertos a más no poder, podía sentir los latidos de mi corazón en la parte de atrás de mis orejas; Él estaba dormido boca abajo en el lado derecho de la cama, y como si de flashes se tratase los recuerdos de la noche anterior llegaron a mí mente. Pero solo podía recordar hasta dónde él me trajo a la habi
Una semana después.Había pasado una semana desde el día que intenté escapar. Las heridas de mi pies estaban casi completamente sanadas.Durante toda esta semana no había vuelto a salir de la habitación y tampoco había vuelto a ver al rubio. La única compañia que tenía era la de Carme, ella venía todos los días a ayudarme a hacer mis necesidades y luego se quedaba un rato más para hacerme compañía.Había intentado persuadir a Carme para que me permitiera comunicarme con Camerón, pero ella con tristeza me hizo saber que tenía prohibido prestarme cualquier cosa con lo que pudiese comunicarme.Camerón pasaba constantemente por mi mente, sabía que mi amigo debía estar muy preocupado por mí, talvez ni siquiera se había creído la mentira que el hombre detestable me había hecho decirle. Lo extrañaba mucho, extrañaba mirar sus ojos ambarinos, su sonrisa, sus abrazos...—Buenos días mí niña— la voz de Carme entrando a la habitación me regreso a la realidad.—Buenos días para tí también Carmen—
Eran las once de la noche, Carmen se había retirado hace tres horas después de pasar todo el día conmigo. En este momento estaba saliendo de la tina para ir por un pijama y hacer lo único que hago desde hace una semana a esta hora; quedarme tirada en la cama mirando al techo hasta que ya mis ojos no dan más y por fin deciden cerrarse.Había dejado de llorar, al final entendí que el rubio tenía razón; Llorando no iba a hacer que las cosas cambiarán, así que decidí transformar el tiempo que perdería llorando en planear mi próximo plan de escape.Aún la puerta de la habitación se mantenía bajo llave, por lo que esa era la forma más difícil pero la única que tenía de salir con vida – por lo menos de la habitación – ya que había estado analizando la ventana pero esta además de tener los cristales sellados, sí salía por ahí acabaría hecha trizas en el suelo.Quizás Carmen me deje salir con ella pronto, y me sostenía de esa idea para que una vez fuera de la habitación poder analizar por dónd
––¿Aún estamos en Seattle Carmen? –– pregunté después de unos largos minutos. Intuía que sí, el clima constantemente frío y lluvioso me decía a que posiblemente seguíamos en la ciudad o por lo menos cerca de ella.Carmen me miró con cierta cautela mientras daba por terminando la pequeña prenda para su futura nieta y empezaba a guardar las agujas y el hilo una pequeña cajita de color beige.––Solo es curiosidad. –– mentí–– Ya nos hemos quedado sin temas de conversación–– agregué.––Sí pequeña–– afirmó y celebré en mi interior–– seguimos en Seattle.–– una vez que terminó de guardar sus cosas en la cajita, se levantó del sillón y supe que era el momento. –– Ahora vuelvo ¿bien?Inmediatamente me levante hasta quedar a solo un par de pasos alejada de ella. Carmen me miró con curiosidad.––Déjame ir contigo–– ella hizo un gesto de negación, y antes de que emitiera palabra alguna seguí hablando:––Por favor, por favor Carmen–– puse mis manos juntas a modo de súplica–– prometo no separarme de
El día estaba culminando y aunque mantenía una actitud neutra frente a Carmen que miraba una película en el televisor de la habitación, estaba muy animada por todo lo que en un solo día había conseguido saber.Si solo un día fuera de esta habitación había resultado más productivo de lo que pensé, en un par de veces más podría encontrar hasta una salida mágica.Había empezado a armar un plan en mi cabeza. Y lo primero que debía a hacer era hacer como que si la sola presencia del rubio no me irritaba, sí bien el miedo que le tenía también era un problema dejaría la piel en ser la persona más convincente para que el no sospechara nada. “Caería en sus encantos” ese era el plan, ese era mi boleto de salida y al mismo tiempo la manera que tenía de molestar a la pesada de Dana.La puerta de la habitación se abrió abruptamente haciéndo que Carmen se levantará inmediatamente de la cama, yo por otro lado solo miré la puerta, él era el único que entraba de esa manera, y aunque sí me tomó desprev
Al amanecer me desperté más temprano que de costumbre, me duché, me vestí y cuando estuve lista fuí hasta la puerta. Por un momento pensé que seguiría cerrada y que el maldito rubio me había engañado, pero apenas giré el pomo y esta se abrió sin objeción alguna.Por lo menos tenía palabra.Cuando salí de la habitación llegué a la pequeña sala de estar dónde Hansel estaba hace dos días cuando salí con Carmen, pero ahora no había nadie. Me acerqué con cautela al ventanal del tamaño de la pared que estaba cerca de dónde estaban los sofás y miré a través de él. Eran las seis o siete de la mañana, la verdad no me había fijado en el reloj de la habitación cuando salí, pero lo intuía por la opaca claridad que había en el exterior. Desde esté ventanal podía ver el patio trasero y desde la altura en la que estaba lo que había después de los altos muros y el alambrado eléctrico; bosque, la cantidad de árboles que había era tan espesa que solo podía ver la copa verde de los árboles.Dejé de mir
Hace unos minutos Damián había entrado en la habitación a decirme que debía bajar para tomar la cena con él en el comedor. Y la verdad que después de saltarme el almuerzo por culpa de él, ahora si tenía hambre así que sin llevarle la contraría bajé.Al llegar al comedor me senté en la misma silla en la que él me había sentado en la mañana, él aún no llegaba.Mi actitud tranquila y de obediencia se debía a que cada dos segundos me repetía mentalmente que sí había logrado soportarlo por poco más de una semana, nada me costaba hacerlo por dos días más.Tenía mucha fe en que el día después de mañana ya yo no estaría aquí, que ya no volvería a ver su hermosa pero irritante y malhumorada cara jamás en la vida. Que abrazaría a Camerón mucho por todo el tiempo que lo he extrañado, que le pediría que viniera conmigo hasta el otro extremo del país para que Damián no me encontrara nunca. Tenía muy claro que Camerón tenía su vida en Seattle que ahora tenía a Melissa y en dado caso que se negara a
La noche había llegado y mis nervios aumetado. Cuando el reloj de la cocina paró sus agujas exactamente a las siete y cincuenta y ocho de la noche supe que ya era hora de empezar con la parte más difícil del plan: subirme al auto sin que nadie reparará en mí.Las chicas estaban ocupadas preparando la cena solo para nosotras y los guardias que quedarían en la casa, así que me despedí de ellas alegando que iría a ducharme antes de bajar a cenar, ellas asintieron con confianza y yo salí de ahí.Empecé a caminar por lo pasillos vacíos de aquella pulcra y grade casa, lo único que pedía al cielo era que nadie me descubriera, que no hubiera ni siquiera uno de los diez hombres que cuidaban la entrada de la casa diariamente.Cada dos segundos miraba hacia atrás para asegurarme que no hubiera nadie detrás de mí. Llegué al recibidor con éxito, allí no había nadie, eché un vistazo a las escaleras para asegurarme que no viniera nadie, agradecí por primera vez que la casa afuera tan grande cuando n