Sentía la mirada lasciva de los hombres sobre mi cuerpo, y eso me daba asco. Quería salir corriendo de este lugar... pero esa no era una opción. No para mí.
Seguí bailando, mientras me acercaba a la esquina del escenario y los hombres, gritando, tiraban su dinero hacia mí.
A veces me atrevía a mirarlos, pero luego sus oscuros ojos y su sonrisa maquiavélica, me provocaba tal repulsión que me desconcentraba. Y cuando eso ocurría, abucheaban.
Mi jefe intentaba ser paciente conmigo, pero muchas veces me amenazaba con despedirme y eso me enloquecía de sólo pensarlo.
Por eso motivo, decidí dejar de mirarlos. Ahora sólo me concentraba en un punto fijo al fondo del salón o simplemente en el suelo.
Llevé mi cabeza y mi torso hacia atrás, mientras cerraba los ojos y recordaba, como cada noche, por qué hacía lo que hacía. Sólo faltaban unos minutos hasta que pudiera salir de este maldito club.
Sólo unos minutos, me repetí.
De pronto, la música paró y un extraño silencio sobrevino.
Lo siguiente que escuché fue "¡Quietos todos, policía!".
Enseguida, presa del pánico, dirigí mi vista hacia la puerta. Y al ver que entraban cientos de policías, abrí los ojos y se me cortó la respiración.
Sin dudarlo, me agaché a recoger el dinero que estaba en el escenario. Lo necesitaba.
Debía apresurarme para llegar a escapar. No podía pensar en nada más. Mis manos temblorosas agarraban todos los billetes que podían.En cuanto terminé, giré mi rostro con la intención de huir, pero me detuvo una pistola a centímetros de mi frente.
-No te muevas- murmuró una gruesa voz y dirigí mis ojos desde el arma al rostro de aquél hombre.
Sus ojos, me quitaron el poco aire que quedaba en mis pulmones. Eran marrones pero sumamente profundos, rodeados por unas largas pestañas. Tragué grueso y solté lentamente el dinero de mis manos.
Joder, yo no era una criminal. Pero la forma en que me miraba, me hacía sentir como una.-Levántate con las manos en alto, donde las pueda ver- continuó mientras sentía como su miraba me quemaba.
Inmediatamente, alcé mis brazos a los costados de mi cabeza y me puse de pie, casi tambaleándome.
Quise sostenerle la mirada, quise fingir que era fuerte y que no tenía miedo, como mi madre también me había enseñado.
Pero su dura mirada me intimidó, y bajé mis ojos, mientras apretaba la mandíbula.El hombre, sintiendo mi miedo, bajó su arma. Y rodeándome, se paró detrás de mí.
Pude sentir como tomaba mis muñecas entre sus manos y colocaba las esposas.
Cerré los ojos al sentir su tacto, una corriente me recorrió el cuerpo, y podría jurar, que me erizó el vello. Por un segundo me pregunté si él también lo había sentido...
¿Qué carajo me pasaba? ¡Me estaba deteniendo! No tenía tiempo para pensar en ésto.
En cuanto aseguró las esposas, susurró:
-Camina- ahora su tono de voz era menos rudo.
Hice lo que ordenó, dando pasos cortos e inseguros. M****a, qué humillante era todo.
El policía ejercía una leve presión en la parte media de mi espalda, mientras caminaba a mi lado.
A continuación, bajamos del escenario, por las escaleras que estaban al lateral.
Avanzamos cruzando el club, hasta el auto de la policía. Todo esto me parecía irreal, una pesadilla.
¿Qué iba a hacer ahora?Me abrió la puerta trasera del vehículo, y aún con la cabeza baja, entré.
Al instante, me sorprendí al ver a mi amiga Cindy sentada. Su maquillaje estaba corrido por haber llorado, y tenía sus manos esposadas.
-Me encontró en el camarín del fondo- fue lo primero que dijo. Se la veía rota, destruída.
Ella siempre fue la más sensible de nosotras, otra mujer que no quería estar en éste mundo, pero que no tenía alternativa.No éramos muchas bailarinas en el club, alrededor de cinco los días de semana, y diez los sábados.
Honestamente, no era amiga de todas. Sólo de Cindy, porque ella tenía mi edad, y detestaba este asqueroso sitio como yo. Las otras mujeres eran más grandes, y sus ganas de hablar con nosotras, eran casi inexistentes. Así que... ellas nos ignoraban, y nosotras hacíamos lo mismo.
Escuché la puerta cerrarse, luego de que el policía entrara al auto y se acomodara en el asiento de adelante para manejar.
-Tranquila, vamos a salir de ésto- consolé a mi amiga, casi en un susurro. Sabía que era más mentira que verdad, pero, ¿Qué iba a decirle?
Enseguida, miré al policía por instinto, y vi que él me observaba a través del espejo retrovisor. Su ceño estaba fruncido y me miraba de forma extraña.
Avergonzada, desvié mi rostro hacia la ventana.
Estaba segura que pensaba que yo era una idiota, que creía que no iba a ir presa.Suspiré y me dediqué a observar la transitada calle.
Sentí envidia por las personas que caminaban con libertad por allí, siendo tan afortunados pero sin ser conscientes de eso.Otros, en cambio, observaban el auto con rechazo, con odio. Si supieran...
Cerré los ojos, no quería ver más. No les iba a dar el gusto. No iba a sentirme más humillada de lo que ya estaba. Yo era inocente. No había hecho nada malo, sólo quería salir adelante en un mundo que no daba oportunidades.
El resto del viaje fue silencioso, nadie habló. Sólo, de vez en cuando, la radio del policía, informaba sobre hechos delictivos que requerían su presencia.
Al cabo de unos minutos, el auto se detuvo, y abrí mis ojos.
Había llegado el momento.Miré de nuevo al policía, mientras salía del auto. Su pelo marrón y sus gruesos labios eran hipnotizantes.Mierda, era lindo. Ojalá lo hubiera conocido en otra situación...Se detuvo al costado de la puerta y la abrió para que Cindy y yo podamos bajar.Ingresamos a la comisaría y otro policía, con cabello de color rubio, se acercó a mí.-Sígueme- dijo seco, y me guió por un pasillo.Ví por el rabillo de mi ojo, que Cindy se iba con el policía guapo, por otro pasillo.
Desvié la vista, concentrándome en la mesa. No quería tener que lidiar con su mirada que me recriminaba e intimidaba.–Sólo soy yo...- solté de pronto. - Sólo soy yo en el mundo. No tengo a nadie conmigo, nadie que me ayude. Hace unos años me quedé en la calle, por... razones que no vienen al caso.- Aclaré mi garganta, y continué - Tenía que encontrar alguna manera de ganar dinero, sobre todo, para comer. Dudo que usted haya dormido alguna vez en la calle... -alcé mi vista y su rostro se suavizó. Claro estaba que no había tenido que pasar por algo así.- Bueno, yo si - retomé - Y, créame cuando le digo, que no se lo deseo a nadie. El frío, el hambre, la violencia, el miedo...- la voz se me quebró mientras se me nublaba l
Luego de un rato, me senté sobre el delgado e incómodo colchón de la cama y volví a pensar...¿Por cuánto tiempo estaría encerrada acá? Mi lado racional, me repetía que no podía ser para siempre, porque el crimen que había cometido, no era tan grave. En realidad ¡No había hecho nada!Okey, tal vez había trabajado en un club siendo menor de edad. Pero en realidad eso era responsabilidad de los que me habían contratado sabiéndolo.Pero, otra parte en mi interior, me hacía fantasear con estar aquí muchos años.Dios, estaba aterrada y quería llorar, pero ya
Luego de haber estado en observación un par de horas más, me dieron el alta. Me habían colocado suero, por lo tanto ya estaba hidratada. Y me habían dado un antiemético, para no volver a vomitar.Una oficial se acercó de mala gana a la habitación, para buscarme y llevarme nuevamente a mi celda.Aquí estamos, una vez más. Pensé, cuando crucé la reja.La mujer se giró para irse, pero antes, le pregunté:-Señora ¿Qué hora es?-Molesta, miró su reloj.
-Eres libre- dijo por fin el policía.Mi cuerpo se aflojó como si hubiera estado cargando un peso insoportable. Y así había sido.Sonreí por primera vez, en días.Casi me parecía estar soñando... Así que, con disimulo, me pellizqué por debajo de la mesa. Y sonreí aún más, cuando supe que ésto era real.-Oh por Dios. ¡Muchas gracias! Me alegra tanto que hayan podido entender mi posición. -comencé a hablar con velocidad – Prometo que no provocaré inconvenientes de nuevo en mi trabajo, y...- Al otro lado de la comisaría, me esperaba la libertad. Mi futuro, mis sueños y... una tormenta que parecía el fin del mundo.Genial.No me importaba. No iba a quedarme aquí, a esperar que dejara de llover. No. Quería llegar a mi casa lo más rápido posible, bañarme y dormir.Comencé a caminar, y en cuestión de segundos, ya estaba empapada. Llovía con mucha fuerza y el viento no ayuda ni un poco. Las calles estaban bastante oscuras y desoladas. Había visto en un reloj de la comisaría, que eran las siete de la tarde. Pero, el cielo negro, podría haberme engañado tranquilamente con que era de madrugada.7
En cuanto escuchó la voz, el maldito pervertido me soltó, por fin.Levantó sus manos confundido al ver que el oficial lo apuntaba con un arma y le mostraba la placa con la otra mano.Por mi parte, me tapé el rostro con las manos, no quería ver. Sentía miedo de cómo terminaría esto.Sólo quería estar en mi casa, tranquila, de una vez por todas. Pero el infierno parecía no querer acabar.-Tranquilo, hombre- dijo el viejo, descarado –Sólo estábamos divirtiéndonos. –La sensació
-¿De qué estás hablando?- respondí nerviosa -¿Cómo voy a aceptar eso?... ¡Ni siquiera sé tu nombre!- exclamé alterada.En realidad, no era una idea tan descabellada. Claramente iba a estar más segura allí, y además, era un policía... Y uno muy responsable por cierto. No me haría nada malo.Pero la verdad era que, quería estar lejos de él. Me hacía sentir cosas que me incomodaban y que no tenía ganas de detenerme siquiera a pensarlas.-Jeremy- respondió con tranquilidad.-¿Qué?-