03. La cita

Unos días después, entre que nos coqueteábamos y Cristian me insistía por vernos en persona, yo trataba de inventar alguna excusa con mi madre, ya que aún no me atrevía a decirle a Cristian absolutamente todo de mí, sentía que lo espantaría antes de vernos personalmente.

Decidí ir de frente con mi madre, comencé a contarle sobre Cristian, lo que hacía, su edad que llevábamos tiempo conversando y viéndonos por webcam y algunas otras cosas más para pintarlo como el hombre perfecto.

Mamá siempre ha sido reacia a toda la modernidad del chat y de todo lo que tenga que ver con internet, no soporta nada moderno, está pegada en un pasado del que no quiere salir y nadie la hará cambiar de opinión.

Me miraba con dudas y desconfianza, pero yo le insistía que no pasaría nada y que de conocernos sería en un lugar público con mucha gente alrededor

—Mamá iremos a los cafés que están cerca del Centro comercial, no pasará nada. Además, si no lo conozco en persona, cómo sabré si tengo alguna posibilidad con él —explico—. Es Abogado, tiene veintiséis años, se ve que es un buen chico —digo casi como una súplica—. Por favor, confía en mí. Si siento que algo anda mal o sus intenciones son otras, me vendré de inmediato a casa. Tú me criaste, sabes cómo soy —Se hizo un silencio y luego ella asintió.

—Está bien, ya sabes las reglas y la hora de regreso a casa. Llama en caso de cualquier cosa.

—Sí, mamá ¡Gracias! —¡Ufff al fin podía respirar!

¡No lo puedo creer! Al fin conoceré al hombre que me trae el estómago revuelto con mariposas. No pasaban nunca las horas para encontrarme con él en el chat y así poder decirle.

Unas horas después

Emilia: El sábado a las cuatro de la tarde, en los cafés cerca del centro comercial, ¿puedes? —Quedo como estúpida mirando la pantalla y no hay respuesta, ni siquiera está en línea.

Cristian (después de casi una hora): ¡Hola, Emi! ¡Claro que sí! —al menos se lee más emocionado que yo.

Emilia: ¡¡Genial! —No sé qué más decirle.

Cristian (enciende la webcam para que nos veamos): ¡Al fin! Pensé que estabas evadiendo un encuentro conmigo… Obvio que puedo linda. Lo único que quiero es conocerte en persona —Un escalofrío me recorre el cuerpo. ¡Es tan guapo!

Emilia: ¡No digas esas cosas! ¡Claro que quiero conocerte! Pero, no quiero que me subestimes, no soy tan linda en persona, la cámara me hace mucho el favor —Me rio y le saco la lengua.

Cristian: ¡Bah! No seas así, no es lo que mis ojos ven. Además, déjame a mi juzgar si eres linda o no, ¿vale? —Frunce el ceño y luego ríe.

Emilia: Está bien, no diré nada más ¡pero que conste que te lo he advertido todo este tiempo! —Levanto una ceja.

Cristian: Yayaya… me iré a dormir ahora, sólo venía a desearte las buenas noches y saber cómo estabas y me has dado esta noticia —Mira serio a la cámara.

Emilia: No te enoooojes… todo bien, ¿y tú? ¿qué tal tu día? —Hago un puchero.

Cristian: Todo bien , descansa ¿sí?  —Creo que es un beso lo que me manda y yo siento que morí en vida.

Emilia: ¿Eso fue un beso? :-O —Le tiro un beso yo y él hace un gesto como si lo agarra con la mano y lo lleva a su boca.

Emilia: Descansa tú también, mañana afinamos detalles. Buenas noches Cris —Apago la cámara.

Cristian: buenas noches linda... :-*

¡Aaahhhhhhh!, suspiro, apago el computador y me tiro en la cama…

¿Tendremos la misma química en persona? —Me pregunto.

Siento que cada vez que lo veo a través de la cámara, mi estómago se alborota y me pasan muchas cosas. Pero tampoco quiero ilusionarme, lo más probable, es que me vea y salga arrancando, bufo. Dejaré de pensar por ahora, por mi propia salud mental.

(…)

Hace un par de días había estado conversando con una ex compañera de la primaria, Carolina. Fue mi mejor amiga en esos años y coincidentemente, estudió diseño al igual que yo.

Está trabajando freelance y necesita alguien para ayudarle, así que, como sigo sin trabajo, acepto feliz su ofrecimiento, ya que es un trabajo desde casa y realmente es muy fácil de hacer, por lo que había estado dedicando las mañanas a buscar un trabajo más estable y por las tardes me dedicaba al freelanceo.

Carolina: ¡Hola mona! Como te estuve diciendo antes, sólo necesitas recortar el fondo y dejarlo gris, con las medidas que te di. Son las fotografías para el carnet escolar y mientras más hagas al día, más te pagarán por ello —explica.

Emilia: ¡Genial!, gracias, Caro. La verdad es que me ha costado mucho encontrar trabajo, está muy saturado y somos muchos, jaajaj

Carolina: Tranquila, a mí también me costó un montón encontrar algo. Te entiendo perfectamente. Te enviaré las primeras carpetas para que comiences a trabajar en ello.

Emilia: No hay problema, si termino antes, te pido más.

La tarde pasó rápidamente con este nuevo trabajo de medio tiempo, así que espero que todo esto sea un empujoncito, para las nuevas cosas buenas que se vienen, sé que sueno extraña diciendo cosas positivas, pero si no me doy los ánimos yo, ¿quién?

Al menos mamá, no me ha reclamado nada durante el día, ya que, cuando le expliqué sobre el nuevo trabajo freelance, se puso “contenta”, ya que al menos haría algo y no me quedaría vegetando todo el día.

La conversación con Cristian fue muy corta. Dijo que estaba contando las horas para vernos y que se juntaría con un par de amigos por la noche. Le dije que lo pasara bien y que también estoy ansiosa por conocerlo.

(…)

El día llegó, así que después de comer algo liviano, fui a mi dormitorio para arreglarme. No sabía qué ponerme, ya que, según mi perspectiva, todo me queda mal.

Finalmente me decidí por unos leggins y un suéter negro sin hombros, unos pendientes largos, son mi accesorio favorito, y unos botines negros. Mi pelo crespo siempre suelto con los rulos bien definidos, si hay algo que me gusta de mí, es mi pelo.

Me delineo negro los ojos, pongo un poco de máscara para pestañas y los labios color bordó, además de unos toques de perfume. Me preparé para salir, tomando mi bolsa, las gafas de sol y por esta vez, decidí por ir en metro.

Tomé mis llaves y me despedí de mamá, ya que papá, como buen sábado, está durmiendo siesta después de almorzar.

—Ya mamá, voy saliendo ¡Deséame suerte! —digo un tanto nerviosa.

—Que te vaya bien y por favor, mantén tu teléfono a mano. Si pasa algo, sal de ahí rápido —trato de no revolear los ojos y asiento.

—Sí, mamá, no te preocupes. No es la primera vez que me junto con alguien, así mismo conocí a Francisco, haz memoria y quédate tranquila —Me da una repasada con la vista de arriba hacia abajo, asintiendo en aprobación.

—Está bien. Vuelve temprano —Supongo que no me veo mal, o hubiese sido lo primero que me hubiera reprochado.

—¡Nos vemos!

Llego rápidamente al lugar, ya que queda relativamente cerca de casa. Preferí llegar un poco antes, para poder observar el lugar en caso de cualquier cosa. Mi mamá había conseguido ponerme más nerviosa y a la defensiva, con sus comentarios.

Me siento en una banca cercana al café donde nos juntaremos, mientras miro un punto fijo sin motivo. Muevo el píe constantemente y me sudan las manos, estoy realmente nerviosa y ansiosa. Siento un hormigueo en el estómago, hasta que de pronto veo un monumento de hombre acercarse, con paso dubitativo a mí. Debe medir al menos un metro ochenta y cinco, quizás más. Espalda ancha, cabello castaño, ojos almendrados de color miel, vestido con jeans rajados y una camisa a cuadros remangada, muy grunge su estilo, tal y como me gustan a mí.

—¿Emilia? —pregunta con una voz muy gruesa.

—¡Hola, Cris-tian! —Me quito los lentes, me pongo de pie y lo beso en la mejilla.

—Menos mal eras tú, no estaba seguro por tus lentes de sol —dice, tocándose la nuca y sonriendo.

—¡Sí! Lo siento, es que es un accesorio que no me puede faltar —digo en tono gracioso. Él también ríe.

—Te encontré —dice coqueto y levanta una ceja. Creo que me dará algo, siento mis mejillas enrojecerse rápidamente.

—Así es ¡aquí me tienes! —Veo cómo me mira de pies a cabeza. Me tomo las manos apretando mis dedos, estoy casi temblando de nervios.

Estas situaciones siempre me ponen así, además de ser insegura con mi cuerpo, lo que me hace ser tímida, así que no sé de dónde saqué esta frase con tanta seguridad.

—¿Qué quieres hacer? ¿Tomar un café o hacemos otra cosa? —Lo veo que observa alrededor.

—Podríamos tomar un café y así conocernos un poco más —Levanto una ceja con cara de pregunta, mientras esquivo su penetrante mirada. No soy de mirar mucho a los ojos, creo que me delatan demasiado.

—Vamos entonces —Pone su mano es mi espalda baja y me dirige al lugar. Mientras me siento como la mantequilla al sol y que me derrito lentamente.

Ya en el café, nos sentamos frente a frente. Nos toman rápidamente el pedido. Y aquí estamos, al fin.

—Bueno y ¿qué tal anoche, con tus amigos? —pregunto, para romper el hielo. Le sonrío coqueta.

—¡Bien! nos tomamos unas cervezas en mi casa, pero nada del otro mundo. Sólo esperaba que pasara rápido el tiempo para verte —dice nervioso.

—Y bueno, ya me estás viendo —digo graciosa/nerviosa—. ¿Ves que la cámara me hacía el favor? —No podía faltar la pregunta tonta de mi parte, como siempre arruinando las cosas antes de tiempo.

—La verdad es que no. Eres tan o más bonita en persona ¿Por qué insistes en decir lo contrario? —cuestiona serio, alzando una ceja.

—Tengo pésima autoestima. Me hicieron mucho bullying en el colegio y eso me hizo ser siempre muy insegura, pero bueno, ya estamos aquí. Cuéntame de ti —contesto sincera y trato de cambiar el tema.

—Conozco el tema del bullying de cerca, también lo sufrí —Lo miro con cara de pregunta por lo que responde enseguida—. Pasé gran parte de mi niñez enfermo, hasta la adolescencia —explica—. Faltaba mucho a la escuela y nunca generé un vínculo con mis compañeros de clase, así que cuando me sentía mejor e iba a clases, siempre me molestaban —dice como si nada.

Nos interrumpe el mesero con nuestros cafés y unos vasos con agua gasificada.

—Wow, qué fuerte... ¡pobrecito! —respondo—. Y ¿de qué estuviste enfermo tanto tiempo? —pregunto con mucho interés y preocupación, por lo que logro mirarlo a los ojos sin parpadear.

—Tuve problemas en el riñón, por lo que me hicieron un trasplante —Mis ojos se abren de par en par—. Pasé gran parte de mi vida en hospitales, clínicas, con doctores y todas esas cosas. Pero ya estoy bien, llevo unos cuantos años sano, cien por ciento sin complicaciones —dice con tono conciliador, ya que seguramente vio preocupación en mi mirada—. Igual debo hacerme chequeos dos veces al año, pero no es la gran cosa.

—¡Pobrecito! pero de verdad me alegro que ya estés bien. Y pensar que yo me sentía una “freak” por tener un par de enfermedades crónicas siendo tan joven —comento aprovechando el impulso, ya que siempre he pensado que es una de las tantas razones para salir corriendo y no involucrarse conmigo.

—No pasa nada, son cosas que, si bien son parte de uno, no nos definen como personas ¿no? —Meeee derrriiiiittttoooooooooo.

—Es cierto. Gracias por contarme —Sonrío.

—Y… bueno, ¿cómo has estado? —pregunta, nervioso otra vez.

Le comento sobre mi nuevo trabajo freelance, sobre las postulaciones a trabajos más estables y cosas cotidianas sin importancia.

Él siempre con mucho interés en lo que le comento. Me cuenta sobre su trabajo, es Asesor Legal en una firma de abogados. Me comenta que aún vive con sus padres, por el mismo tema de su enfermedad y que habían convivido poco como familia, ya que se la pasaban entre hospitales y doctores. Aprovecharé la instancia, para comenzar a mostrarle mis demonios, ya que está hablando de la familia.

—Bueno, como ya te comenté antes, también vivo con mis padres todavía, aunque he estado ahorrando para comprar una casa e irme a vivir sola, pero de momento es más fácil ahorrar así —Trato de sonar lo más madura posible.

—Qué bueno que tengas tus cosas claras —Toma su café y le queda un poco de crema en el labio, por lo que me acerco y le limpio con el pulgar. Me acomodo en el asiento y lo veo sonrojado y eso me sonroja a mí también.

—Sí, además que necesito salir de la casa de mis padres, ya que vivir ahí es como vivir con el mismísimo Hitler —digo graciosa, intentando que no suene tan terrible.

—¿Por qué necesitas salir de tu casa? ¿Será tan así, Emilia? —pregunta, alzando una de sus cejas.

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