Epílogo

34 días después.

—Eso es asqueroso Rámses—torcí el gesto con su exageradamente gráfica descripción y él se carcajeó.

—Suena peor de lo que es—terció—. ¿Y a ti como te fue hoy?

—Bien, mañana tengo una evaluación y mi calculadora se dañó. Gabriel me traerá una nueva.

—Entonces asumiré que hoy no habrá nada de nada...— hizo un puchero.

—¿Qué te parece si te despierto cuando termine de estudiar?

—Me encanta esa idea, adoro los madrugonazos contigo

—Beleza llegamos—gritó Gabriel desde la sala.

—¡Mierda!—susurré—. ¡Hola!—grité ahora para que me escuchase.

Comencé a rebuscar en los papeles que tenía regados sobre la cama por aquel pos-it donde Gabriel me anotó los nombres.

—Mierda, mierda. No lo consigo... ¿Qué día es hoy?

Rámses se reía: —Miércoles. Creo que es Pam.

—¿Y no saludas?—insistió el portugués

—Hola... amiguis...—torcí el gesto porque no me pudo sonar más falso ese saludo, la risa de Rámses no me ayudaba y comenzaba a contagiármelas.

—Pam, creo que es Pam—me dijo el francés aún ri
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