—No me quiero levantar—refunfuñé contra el pecho de Rámses.—Pero tenemos que hacerlo si no quieres conocer a un Fernando O'Pherer muy estresado. Odia las mudanzas y llegar tarde a los aeropuertos.Como si lo hubiese invocado Fernando tocó en la puerta del cuarto: —Chicos, hora de levantarse.Rámses sonrió y se levantó arrastrándome con él. Tomamos un baño juntos, pero fue solo un baño por más que insistí en que se convirtiese en otra cosa, pues lamentablemente su papá no dejaba de gritar desde abajo, dando órdenes y recordatorios para lo último que debíamos hacer antes de marcharnos.Ya vestidos salimos del cuarto y conseguimos a Mike y a Hayden en la sala, tomando café y desparramados en el mueble. Creo que no fuimos los únicos con una noche bastante movida porque ellos lucían fatal.En la cocina Fernando nos sirvió un plato con nuestros desayunos y volvió a gritarle a Gabriel para que se apurase. Cuando pasaron cinco minutos sin que el portugués apareciese, Fernando refunfuñando su
34 días después.—Eso es asqueroso Rámses—torcí el gesto con su exageradamente gráfica descripción y él se carcajeó.—Suena peor de lo que es—terció—. ¿Y a ti como te fue hoy?—Bien, mañana tengo una evaluación y mi calculadora se dañó. Gabriel me traerá una nueva.—Entonces asumiré que hoy no habrá nada de nada...— hizo un puchero.—¿Qué te parece si te despierto cuando termine de estudiar?—Me encanta esa idea, adoro los madrugonazos contigo—Beleza llegamos—gritó Gabriel desde la sala.—¡Mierda!—susurré—. ¡Hola!—grité ahora para que me escuchase.Comencé a rebuscar en los papeles que tenía regados sobre la cama por aquel pos-it donde Gabriel me anotó los nombres.—Mierda, mierda. No lo consigo... ¿Qué día es hoy?Rámses se reía: —Miércoles. Creo que es Pam.—¿Y no saludas?—insistió el portugués—Hola... amiguis...—torcí el gesto porque no me pudo sonar más falso ese saludo, la risa de Rámses no me ayudaba y comenzaba a contagiármelas.—Pam, creo que es Pam—me dijo el francés aún ri
—¿Lo ves?—No aún no. Espera. Si, allí está. ¡Oh Dios es tan bello! Tu turno— anunció mi mejor amiga Marypaz, o Pacita como me gustaba llamarla, bajándose del pupitre roto que precariamente usábamos para asomarnos por las ventanas altas del laboratorio sin uso de manualidades.Como ya era rutina para nosotras, aprovechábamos cualquier hora libre que tuviésemos para irnos a ese salón abandonado a pasar el tiempo. Pero cuando descubrimos que las ventanas daban justo a la cancha donde los chicos practicaban voleibol, nos dedicábamos ahora a espiarlos y suspirar en secreto por ellos.Malditas hormonas que nos hacen hacer cosas ridículas.—¿Por qué tiene que ser tan sexy?. Virgen santísima, se quitó la camisa—exclamé aferrándome al marco de la ventana como si pudiese verlo más de cerca—¿Qué? Déjame ver—dijo Pacita, subiéndose a mi lado en el pupitre maltrecho.Un ruido sordo embargó la vacía aula cuando nos desplomamos en el piso en un revoltijo de manos, piernas y pedazos de madera. Por
—No tenemos por qué empezar ya mismo—dijo Gabriel mirando a una muy sonrojada y de repente muda Marypaz.Después de que la directora Elvira, tía de Marypaz, se encargara de arruinar nuestro santuario personal con dos intrusos nuevos y muy atractivos, nos dejó a solas. Gabriel se subió al mesón frente a nosotras y su hermano se quedó parado recostado a la pared con los brazos cruzados y luciendo bastante fastidiado.Como Marypaz seguía sin hablar me tocó intervenir: —Podemos comenzar mañana si quieren y por lo pronto pueden sacarle copia a nuestros apuntes de las clases de hoy—ofrecí bajo su atenta mirada. Mis manos temblaban y no sé cómo logré que mi voz no lo hiciera.—¿Pourquoi avons-nous besoin de mentors?- ¿Por qué necesitamos mentores?—preguntó Rámses a su hermano con una mueca de fastidio en sus ojos, más como una queja que como si esperase una respuesta sincera—Nosotras tenemos los mejores promedios del instituto y si ustedes quieren aprobar necesitaran ayuda— respondí clavand
—Mia, tenemos que hablar— dijo mi mamá despertándome. Era domingo y me negaba a levantarme de la cama—. Tenía que hablar con tu papá...— comenzó a explicar—No. No quiero escucharlo. Él no es mi papá. No entiendo que hacías con él después de todo lo que nos hizo pasar, después de lo que hizo; y no hay nada que puedas decirme que me haga entenderlo. Solo te pido, que la próxima vez me avises, y me evites el susto de no conseguirte y la molestia y la pena de tener que escuchar su voz.En nuestra relación madre e hija yo siempre he sido la adulta, pero como todo, se había acentuado desde que mi padrastro la traicionó. Incluso, fui yo quien lo echó de la casa, porque mi mamá estaba en el piso llorando, sosteniéndose el corazón como si quisiera mantener las piezas en que se había roto, unidas.La frialdad de mi voz le quitaron las ganas que tenía de hablar conmigo, lo pude sentir cuando tragó grueso y asintió sin rechistar.—¿Podemos hablar entonces del chico de tatuajes que está acostado
Pasé la noche en vela después de leer el mensaje de Rámses. ¿Significaba eso que él me había cambiado la ropa? ¡Dios mío santísimo, ¿me había visto desnuda?. Le escribí a Pacita pero por la hora en que lo hice de seguro estaba durmiendo, así que no me quedó de otra que conformarme con ver el techo de mi cuarto y las ya casi nada brillantes, estrellas fluorescentes que había pegado allí de pequeña con ayuda de mi mamá y mi padrastro.Cuando el sol entró por mi ventana, decidí que ya podía levantarme. Me di una larga ducha, incluso tuve tiempo de secarme y plancharme el cabello. Me preparé un buen desayuno mientras miraba a cada momento mi teléfono para comprobar si Pacita había respondido. Cuando me encontraba lavando el plato, después de comer, la puerta de la casa se abrió y mi mamá entró en puntillas, tratando de no hacer ruido. Con mis brazos cruzados sobre el pecho me acerqué con sigilo hasta detrás de ella.—¿Y en dónde estabas?—pregunté haciéndola dar un salto del susto al tiemp
—¿Así que Rámses lo noqueó?—preguntó Pacita cuando terminé de contarle mi día anterior. Había omitido muchos detalles, como lo de mi padrastro y que continuaba detrás de la mujer con quién engañó a mi mamá, o lo de la mamá de los chicos.—No lo noqueó, pero sí logró lanzarlo al piso. Déjame decirte algo Marypaz Flores, no es la primera vez que Rámses pelea, lo hubieses visto, la forma como posicionó sus pies, sus brazos, los golpes que lanzó...—Y menos mal que no lo ví, porque esas cosas me ponen con los nervios de punta. Pero bueno, no fuiste la única con una tarde divertida el día de ayer. Después de que Gabriel supo que tenía que regresarse solo a la casa y en taxi, me invitó a comer.—¡Qué bien!—exclamé genuinamente feliz por ella. Pacita reía y sus mejillas se sonrojaron.—No fue la gran cosa, pero dijo que podíamos llamarlo una cita. "Nuestra primera cita". ¿Puedes creerlo?.Y claro que podía hacerlo. Pacita era una chica muy linda aunque insegura de sí misma, pero un día descu
Cerré con tanta fuerza la puerta que pude resquebrajar la madera. Furibunda como estaba lancé todo a mi paso.¿Cómo mi mamá podía hacernos esto? ¿En qué estaba pensando? Lancé algunos cuadernos al piso y pisoteé los lápices que cayeron por accidente. Empujé la silla del escritorio y la escuché estrellarse contra la pared. Mis lágrimas remplazaron las ganas de vomitar que había tenido. Lloraba de rabia y de tristeza. Me sentía tan traicionada por mi propia madre que no estaba ni siquiera segura de como volver verla. No quería mirarla a ella ni al idiota de Stuart.¿Qué iba a hacer ahora?. No quería vivir con él después de lo que hizo. Lo odiaba y no desea tenerlo ni siquiera remotamente cerca de mí, y se lo había dicho a mi mamá mil veces. Se lo dije llorando furiosa, se lo dije llorando de tristeza, se lo dije calmada. Lo habíamos hablado tantas veces que no pensé que llegaría el día donde estuviese en esta posición. ¿De qué me sirvió decirle? Me hubiese quedado callada la boca y por