—¿Aló?—atendí dudosa el teléfono, no tenía registrado el número.Rámses y Gabriel me miraban expectantes. Estábamos viendo una película cuando mi teléfono nos interrumpió.—¡Amelia! Es Isaack—una música estruendosa lo hacía gritar para hacerse escuchar— Este es el número de Donovan, guárdalo, mi teléfono se quedó sin batería.—¡Hola!—saludé con evidente cariño y los hermanos O'Pherer torcieron el gesto y arrugaron el ceño de una forma tan similar que me dio risa—Ya lo guardaré. ¿En dónde estás metido?—¿Quién es?—le preguntó Gabriel a Rámses, y cuando éste negó siguieron observándome con detenimiento.—Estoy en una fiesta en casa de Donovan, es nuestra despedida, ya mañana partimos para Boston, me preguntaba si querían venir.Le había comentado a Isaack que desde el secuestro no salíamos mucho, porque terminábamos siempre siendo objeto de miradas y preguntas.—¿En dónde es la fiesta?—pregunté y las cejas de Rámses se dispararon hasta el cielo. Gabriel lo vio sorprendido, cómo preguntá
Finalmente llegó el día de la graduación.Veo mi reflejo en el espejo de la habitación de huéspedes, la que utilicé para cambiarme de ropa y alistarme. Mis abuelos llegaron hace menos de una hora por un retraso en el vuelo y se encontrarán con nosotros en el auditorio del Instituto. Mike y Hayden fueron a buscarlos y Fernando nos espera para llevarnos.No soy muy amante de los vestidos, pero en este me esmeré en seleccionarlo, era la primera vez que regresaría al Instituto después del secuestro, estaría en la mira de todos, en la boca de cada uno de los asistentes, así que quería verme muy bien. Escogí un vestido ceñido, de encaje, azul marino. No llevaba escote, aunque el encaje era más transparente en la zona del busto. Si Marypaz me pudiese ver diría que le causaría una erección muy dolorosa a Rámses y estaría completamente de acuerdo.Planeaba pararle, entre muchas otras cosas, su corazón cuando me viese.Desde el día de la pelea y sabiendo que Marypaz intervino en mi ayuda no he
—No puedo creerlo de verdad. No lo esperaba de ninguno—Fernando manejaba a la casa. Mike iba de copiloto, Gabriel, Hayden, Rámses y yo íbamos apretados en el asiento trasero—. ¿Y si los hubiese descubierto la policía? Ahorita estuviese pagando una fianza por allanamiento a instituciones públicas. ¿Qué mierda estaban haciendo?Sentí como mi cuerpo entero se tiñó de rubor. Gabriel y Rámses se rieron por lo bajo.—¿Tú qué crees Fernan?—dijo Mike uniéndose a las risas.El pobre diplomático al parecer no había considerado esa opción.—¡Dios! Era una iglesia.—No era una iglesia, era un campanario, al lado de la iglesia—aclaró Rámses y la mirada que su papá le dedicó a través del espejo retrovisor lo hizo encogerse en su asiento.—¿Cómo entraron?—preguntó Hayden, tratando de calmar su propia risa.Yo quería saltar por la puerta del auto, la vergüenza me estaba matando. Rámses se negó a responder, al parecer era secreto incluso para su papá lo que me contó de su mamá.—Yo sé cómo—dijo Mike a
—No me quiero levantar—refunfuñé contra el pecho de Rámses.—Pero tenemos que hacerlo si no quieres conocer a un Fernando O'Pherer muy estresado. Odia las mudanzas y llegar tarde a los aeropuertos.Como si lo hubiese invocado Fernando tocó en la puerta del cuarto: —Chicos, hora de levantarse.Rámses sonrió y se levantó arrastrándome con él. Tomamos un baño juntos, pero fue solo un baño por más que insistí en que se convirtiese en otra cosa, pues lamentablemente su papá no dejaba de gritar desde abajo, dando órdenes y recordatorios para lo último que debíamos hacer antes de marcharnos.Ya vestidos salimos del cuarto y conseguimos a Mike y a Hayden en la sala, tomando café y desparramados en el mueble. Creo que no fuimos los únicos con una noche bastante movida porque ellos lucían fatal.En la cocina Fernando nos sirvió un plato con nuestros desayunos y volvió a gritarle a Gabriel para que se apurase. Cuando pasaron cinco minutos sin que el portugués apareciese, Fernando refunfuñando su
34 días después.—Eso es asqueroso Rámses—torcí el gesto con su exageradamente gráfica descripción y él se carcajeó.—Suena peor de lo que es—terció—. ¿Y a ti como te fue hoy?—Bien, mañana tengo una evaluación y mi calculadora se dañó. Gabriel me traerá una nueva.—Entonces asumiré que hoy no habrá nada de nada...— hizo un puchero.—¿Qué te parece si te despierto cuando termine de estudiar?—Me encanta esa idea, adoro los madrugonazos contigo—Beleza llegamos—gritó Gabriel desde la sala.—¡Mierda!—susurré—. ¡Hola!—grité ahora para que me escuchase.Comencé a rebuscar en los papeles que tenía regados sobre la cama por aquel pos-it donde Gabriel me anotó los nombres.—Mierda, mierda. No lo consigo... ¿Qué día es hoy?Rámses se reía: —Miércoles. Creo que es Pam.—¿Y no saludas?—insistió el portugués—Hola... amiguis...—torcí el gesto porque no me pudo sonar más falso ese saludo, la risa de Rámses no me ayudaba y comenzaba a contagiármelas.—Pam, creo que es Pam—me dijo el francés aún ri
—¿Lo ves?—No aún no. Espera. Si, allí está. ¡Oh Dios es tan bello! Tu turno— anunció mi mejor amiga Marypaz, o Pacita como me gustaba llamarla, bajándose del pupitre roto que precariamente usábamos para asomarnos por las ventanas altas del laboratorio sin uso de manualidades.Como ya era rutina para nosotras, aprovechábamos cualquier hora libre que tuviésemos para irnos a ese salón abandonado a pasar el tiempo. Pero cuando descubrimos que las ventanas daban justo a la cancha donde los chicos practicaban voleibol, nos dedicábamos ahora a espiarlos y suspirar en secreto por ellos.Malditas hormonas que nos hacen hacer cosas ridículas.—¿Por qué tiene que ser tan sexy?. Virgen santísima, se quitó la camisa—exclamé aferrándome al marco de la ventana como si pudiese verlo más de cerca—¿Qué? Déjame ver—dijo Pacita, subiéndose a mi lado en el pupitre maltrecho.Un ruido sordo embargó la vacía aula cuando nos desplomamos en el piso en un revoltijo de manos, piernas y pedazos de madera. Por
—No tenemos por qué empezar ya mismo—dijo Gabriel mirando a una muy sonrojada y de repente muda Marypaz.Después de que la directora Elvira, tía de Marypaz, se encargara de arruinar nuestro santuario personal con dos intrusos nuevos y muy atractivos, nos dejó a solas. Gabriel se subió al mesón frente a nosotras y su hermano se quedó parado recostado a la pared con los brazos cruzados y luciendo bastante fastidiado.Como Marypaz seguía sin hablar me tocó intervenir: —Podemos comenzar mañana si quieren y por lo pronto pueden sacarle copia a nuestros apuntes de las clases de hoy—ofrecí bajo su atenta mirada. Mis manos temblaban y no sé cómo logré que mi voz no lo hiciera.—¿Pourquoi avons-nous besoin de mentors?- ¿Por qué necesitamos mentores?—preguntó Rámses a su hermano con una mueca de fastidio en sus ojos, más como una queja que como si esperase una respuesta sincera—Nosotras tenemos los mejores promedios del instituto y si ustedes quieren aprobar necesitaran ayuda— respondí clavand
—Mia, tenemos que hablar— dijo mi mamá despertándome. Era domingo y me negaba a levantarme de la cama—. Tenía que hablar con tu papá...— comenzó a explicar—No. No quiero escucharlo. Él no es mi papá. No entiendo que hacías con él después de todo lo que nos hizo pasar, después de lo que hizo; y no hay nada que puedas decirme que me haga entenderlo. Solo te pido, que la próxima vez me avises, y me evites el susto de no conseguirte y la molestia y la pena de tener que escuchar su voz.En nuestra relación madre e hija yo siempre he sido la adulta, pero como todo, se había acentuado desde que mi padrastro la traicionó. Incluso, fui yo quien lo echó de la casa, porque mi mamá estaba en el piso llorando, sosteniéndose el corazón como si quisiera mantener las piezas en que se había roto, unidas.La frialdad de mi voz le quitaron las ganas que tenía de hablar conmigo, lo pude sentir cuando tragó grueso y asintió sin rechistar.—¿Podemos hablar entonces del chico de tatuajes que está acostado