—¿Lo ves?
—No aún no. Espera. Si, allí está. ¡Oh Dios es tan bello! Tu turno— anunció mi mejor amiga Marypaz, o Pacita como me gustaba llamarla, bajándose del pupitre roto que precariamente usábamos para asomarnos por las ventanas altas del laboratorio sin uso de manualidades.
Como ya era rutina para nosotras, aprovechábamos cualquier hora libre que tuviésemos para irnos a ese salón abandonado a pasar el tiempo. Pero cuando descubrimos que las ventanas daban justo a la cancha donde los chicos practicaban voleibol, nos dedicábamos ahora a espiarlos y suspirar en secreto por ellos.
Malditas hormonas que nos hacen hacer cosas ridículas.
—¿Por qué tiene que ser tan sexy?. Virgen santísima, se quitó la camisa—exclamé aferrándome al marco de la ventana como si pudiese verlo más de cerca
—¿Qué? Déjame ver—dijo Pacita, subiéndose a mi lado en el pupitre maltrecho.
Un ruido sordo embargó la vacía aula cuando nos desplomamos en el piso en un revoltijo de manos, piernas y pedazos de madera. Por suerte no salimos lastimadas. Nos comenzamos a reír aun sobándonos y no paramos de hacerlo hasta que regresamos al salón para iniciar las clases.
—Necesitamos buscar otro pupitre—dijo sentándose con una pequeña mueca de dolor
—Necesitamos una vida—la corregí, mientras me sentaba de lado en mi asiento, mi nalga derecha había recibido todo el impacto. Gracias a Dios que tenía nalgas suficientes para recibirlo.
—Buenos días alumnos—dijo nuestra profesora de historia universal, entrando al salón— Hoy teníamos un examen, pero lo tendré que suspender hasta la próxima semana.
La clase estalló en gritos de alegría, creo que fui la única que me lamenté en silencio. Había invertido el fin de semana estudiando.
—No se alegren mucho. Hoy se integrarán dos nuevos estudiantes que necesitaran ayuda para ponerse al día. Así que Maggio y Flores—dijo usando nuestros apellidos— quiero que los ayuden a ponerse al día.
Cualquier otra persona se hubiese sorprendido o quejado, pero en nuestro caso estábamos felices así que aceptamos complacidas. Las dos teníamos los promedios más altos del instituto y no era la primera vez que ayudábamos a algún compañero en una clase. Bueno en realidad si era la primera vez para Marypaz, ella era muy tímida y le costaba interactuar con cualquier persona, más con el sexo opuesto, le gustase o no, fuese atractivo o no. Yo en cambio era tan solo un poco menos tímida y aunque me llevaba bien con la mayoría, tampoco era monedita de oro para caerle bien a todos y todos tampoco me caían bien a mí.
—Oh, aquí están—dijo la profesora—. Él es Gabriel—dijo la profesora señalando a chico de piel pálida con cabello castaño claro peinado con perfección hacia un lado, ojos caramelos y una amplia sonrisa que entró al salón con paso seguro. Fue inevitable que todas las féminas del salón sonriéramos como idiotas—. Y él es Ramsés—. El cuchicheo que había empezado en cuanto vieron a Gabriel, frenaron de forma brusca.
—E Rámses- Es Rámses— respondió con cierta prepotencia y cansancio en otro idioma. Era alto, con el cabello castaño oscuro y bastante largo. Cejas gruesas y pobladas que resaltaban el color caramelo de sus ojos haciéndolos lucir más claro de lo que ya eran.
—¿Quieren presentarse a la clase?— Rámses no emitió ninguna expresión en su rostro.
— Olá, meu nome é Gabriel O'Pherer Dusaillant e ele é meu irmão Ramses. Nós somos de Portugal e temos pouco tempo no país- Hola, mi nombre es Gabriel O'Pherer Dusaillant y él es mi hermano Ramses. Somos de Portugal y tenemos poco tiempo en el país — ante la mirada de confusión de la mayoría de la clase, Gabriel corrigió—. Lo lamento. Yo soy Gabriel O'Pherer Dusaillant y él es Rámses mi hermano, somos de Portugal y llegamos hace poco.
—Muy bien—dijo la profesora con la típica cara que indicaba que los haría pasar por la tortura de interrogarlos en frente de la clase—. Cuéntanos más de ustedes. ¿Hablan otros idiomas?
— Cette suce – esto es una m****a—refunfuñó muy bajito Rámses cruzando los brazos sobre su pecho.
Llevaba una camisa manga negra debajo de la camisa blanca del uniforme. No llevaba la chaqueta azul marina y ni siquiera había rastro de la corbata a juego que debía usar. Su hermano, en cambio, estaba vestido de punta en blanco luciendo como el próximo modelo institucional, ya casi podía verlo en el afiche del instituto.
—Está bem- Está bien—dijo Gabriel sin lucir ni siquiera apenado—. Tenemos 17 años y hablamos español, inglés, portugués et français— dijo cada idioma en el acento respectivo y juro que escuché algunos suspiros cuando dijo «y francés».
La profesora lucía impresionada y cuando se disponía a seguir con el interrogatorio Rámses giró los ojos y entró al salón, sentándose en el último de los asientos, justo al lado mío. Gabriel en cambio le dio las gracias a la profesora con esa adorable sonrisa que tenía y caminó hasta sentarse en el asiento frente a su hermano.
Me giré para ver a Marypaz a mi otro lado. Sus mejillas de un rojo intenso y con la mirada clavada en el libro.
—Bueno chicos, la directora Elvira me pidió que les asignara tutoras para que puedan ponerse al día de estos tres meses de clases. Así que Amelia y Marypaz los ayudaran—les informó señalándonos mientras yo alzaba la para saludarlos con repentina timidez, pero fue cuando Gabriel me miró y sonrió, que mis mejillas estallaron tan rojas como las que le había visto a Marypaz segundos antes.
***
—Te digo que lo amo— me dijo Marypaz cuando las clases terminaron y mientras estábamos sentadas sobre el mesón del aula abandonada—. ¿Lo escuchaste hablando en francés?—y largó un eterno, sonoro y melodramático suspiro.
—Lo escuché y elevó a otro nivel lo sexy. Pero que hermano más distinto, ¿no?—respondí continuando con mi almuerzo.
Según lo que habíamos averiguado desde que entraron al salón hasta este momento, su padre era diplomático y había sido transferido a nuestro país. Por esos continuos viajes era que habían aprendido todos esos idiomas.
—Yo escuché que Ramsés fue expulsado de su antiguo instituto por golpear a un chico hasta mandarlo al hospital y que estaba drogado y borracho cuando lo hizo—dijo Marypaz casi susurrando, como si alguien nos pudiese escuchar.
—Suena demasiado rebuscado, ¿no crees?
—Cuando el rio suena es porque piedras trae— me respondió
—Bien—dije cambiando el tema mientras limpiaba mis manos—¿Cómo haremos lo de la tutoría?
—Tú ayudas a Ramsés y yo a Gabriel.
—E Rámses—dije imitando su acento robándole carcajadas a Marypaz. Cuando se calmó proseguí en mi propia voz—. En realidad pensé que yo podría ayudar a Gabriel
Mis mejillas me traicionaron y mi mejor amiga me descubrió.
—¡Te gusta también!—dijo divertida e incluso alegre—. Esto es genial.
—Nos gusta la misma persona, es una catástrofe.
—No lo es—porfió—, porque ahora podremos sufrir de desamor juntas.
—Hablas como si alguna vez hubiésemos sido correspondidas—rodé mis ojos en respuesta aunque me contagié de su alegría.
—Pero no puedo enseñarle a Rámses—dijo exagerando su pronunciación— me intimida demasiado. Por favor, por favorcito Mia, por fis—rogó con tanta insistencia, usando el diminutivo que usaba mi familia—. ¡Tengo una excelente idea! Propongamos la tutoría al mismo tiempo. Así podemos pasar tiempo con Gabriel y rehuirle a Rámses al mismo tiempo.
—Bueno Marypaz, por fin usas esa cabecita tuya para algo más que esas coletas—dije burlona, ganándome un merecido empujón—.
—Chicas—dijo la directora Elvira pegándonos un susto de muerte—. Sabían que estaban aquí, pero ¿Cuántas veces les he dicho que este salón esta fuera de los límites?
—Lo lamentamos tía—dijo Marypaz mostrando su labio inferior en un clásico puchero—pero es nuestro pequeño santuario.
—Bueno ahora será santuario y salón de tutorías—dijo al tiempo que daba paso a Gabriel y Rámses al aula.
—No tenemos por qué empezar ya mismo—dijo Gabriel mirando a una muy sonrojada y de repente muda Marypaz.Después de que la directora Elvira, tía de Marypaz, se encargara de arruinar nuestro santuario personal con dos intrusos nuevos y muy atractivos, nos dejó a solas. Gabriel se subió al mesón frente a nosotras y su hermano se quedó parado recostado a la pared con los brazos cruzados y luciendo bastante fastidiado.Como Marypaz seguía sin hablar me tocó intervenir: —Podemos comenzar mañana si quieren y por lo pronto pueden sacarle copia a nuestros apuntes de las clases de hoy—ofrecí bajo su atenta mirada. Mis manos temblaban y no sé cómo logré que mi voz no lo hiciera.—¿Pourquoi avons-nous besoin de mentors?- ¿Por qué necesitamos mentores?—preguntó Rámses a su hermano con una mueca de fastidio en sus ojos, más como una queja que como si esperase una respuesta sincera—Nosotras tenemos los mejores promedios del instituto y si ustedes quieren aprobar necesitaran ayuda— respondí clavand
—Mia, tenemos que hablar— dijo mi mamá despertándome. Era domingo y me negaba a levantarme de la cama—. Tenía que hablar con tu papá...— comenzó a explicar—No. No quiero escucharlo. Él no es mi papá. No entiendo que hacías con él después de todo lo que nos hizo pasar, después de lo que hizo; y no hay nada que puedas decirme que me haga entenderlo. Solo te pido, que la próxima vez me avises, y me evites el susto de no conseguirte y la molestia y la pena de tener que escuchar su voz.En nuestra relación madre e hija yo siempre he sido la adulta, pero como todo, se había acentuado desde que mi padrastro la traicionó. Incluso, fui yo quien lo echó de la casa, porque mi mamá estaba en el piso llorando, sosteniéndose el corazón como si quisiera mantener las piezas en que se había roto, unidas.La frialdad de mi voz le quitaron las ganas que tenía de hablar conmigo, lo pude sentir cuando tragó grueso y asintió sin rechistar.—¿Podemos hablar entonces del chico de tatuajes que está acostado
Pasé la noche en vela después de leer el mensaje de Rámses. ¿Significaba eso que él me había cambiado la ropa? ¡Dios mío santísimo, ¿me había visto desnuda?. Le escribí a Pacita pero por la hora en que lo hice de seguro estaba durmiendo, así que no me quedó de otra que conformarme con ver el techo de mi cuarto y las ya casi nada brillantes, estrellas fluorescentes que había pegado allí de pequeña con ayuda de mi mamá y mi padrastro.Cuando el sol entró por mi ventana, decidí que ya podía levantarme. Me di una larga ducha, incluso tuve tiempo de secarme y plancharme el cabello. Me preparé un buen desayuno mientras miraba a cada momento mi teléfono para comprobar si Pacita había respondido. Cuando me encontraba lavando el plato, después de comer, la puerta de la casa se abrió y mi mamá entró en puntillas, tratando de no hacer ruido. Con mis brazos cruzados sobre el pecho me acerqué con sigilo hasta detrás de ella.—¿Y en dónde estabas?—pregunté haciéndola dar un salto del susto al tiemp
—¿Así que Rámses lo noqueó?—preguntó Pacita cuando terminé de contarle mi día anterior. Había omitido muchos detalles, como lo de mi padrastro y que continuaba detrás de la mujer con quién engañó a mi mamá, o lo de la mamá de los chicos.—No lo noqueó, pero sí logró lanzarlo al piso. Déjame decirte algo Marypaz Flores, no es la primera vez que Rámses pelea, lo hubieses visto, la forma como posicionó sus pies, sus brazos, los golpes que lanzó...—Y menos mal que no lo ví, porque esas cosas me ponen con los nervios de punta. Pero bueno, no fuiste la única con una tarde divertida el día de ayer. Después de que Gabriel supo que tenía que regresarse solo a la casa y en taxi, me invitó a comer.—¡Qué bien!—exclamé genuinamente feliz por ella. Pacita reía y sus mejillas se sonrojaron.—No fue la gran cosa, pero dijo que podíamos llamarlo una cita. "Nuestra primera cita". ¿Puedes creerlo?.Y claro que podía hacerlo. Pacita era una chica muy linda aunque insegura de sí misma, pero un día descu
Cerré con tanta fuerza la puerta que pude resquebrajar la madera. Furibunda como estaba lancé todo a mi paso.¿Cómo mi mamá podía hacernos esto? ¿En qué estaba pensando? Lancé algunos cuadernos al piso y pisoteé los lápices que cayeron por accidente. Empujé la silla del escritorio y la escuché estrellarse contra la pared. Mis lágrimas remplazaron las ganas de vomitar que había tenido. Lloraba de rabia y de tristeza. Me sentía tan traicionada por mi propia madre que no estaba ni siquiera segura de como volver verla. No quería mirarla a ella ni al idiota de Stuart.¿Qué iba a hacer ahora?. No quería vivir con él después de lo que hizo. Lo odiaba y no desea tenerlo ni siquiera remotamente cerca de mí, y se lo había dicho a mi mamá mil veces. Se lo dije llorando furiosa, se lo dije llorando de tristeza, se lo dije calmada. Lo habíamos hablado tantas veces que no pensé que llegaría el día donde estuviese en esta posición. ¿De qué me sirvió decirle? Me hubiese quedado callada la boca y por
Me costó calmarme, pero al final lo logré.Tomé varias respiraciones profundas, aun con el agua hasta las rodillas y cuando estuve segura de que no volvería a llorar como demente, a gritar como psicópata o a salir huyendo por tercera vez en menos de veinticuatro horas, me decidí a buscar a Rámses. Se merecía una explicación y mis sinceras disculpas. Aun no me sentía lista para explicarle todo lo que ocurría en mi vida, pero lamentaba profundamente haberlo tratado de esa forma. Esperaba que no se hubiese marchado, pero si resultaba que se había largado, dejándome aquí botada, me lo merecía.Sin embargo cuando me giré para salir de la playa me sorprendió verlo sentado en la orilla, con su vista fija en mí. Tenía las rodillas flexionadas y sus brazos apoyados sobre ella. Su cabello se mecía libre con el viento, haciendo que varios mechones se cruzaran sobre su rostro y él tuviese que abanicar su cara para apartarlo.Mientras más me acercaba notaba que se encontraba molesto. Sus manos est
Recuperé la consciencia sintiéndome descansada a plenitud. Me estiré cuan larga era y me acurruqué a la almohada con su olor mentolado y masculino, aspirando esa esencia que me agradaba tanto.Espera... ¿Qué?Los acontecimientos del día anterior me llegaron en una película a gran velocidad. Me aferré a la almohada como si la vida se me fuese en ello. Abrí los ojos y me encontré en la habitación de Rámses, pero él no estaba por ningún lado. Me vejiga estaba llena y necesitaba ir al baño con urgencia. Me levanté de la cama y me encerré en el baño, justo cuando escuché la puerta del cuarto abrirse.Me lavé la cara y los dientes, y en la medida en que pasaban los segundos, comencé a recuperar parte de mi sensatez. Me había escapado de la casa, aunque seguía considerando que era justificado, había pasado la noche en una fiesta en una playa y el amanecer también, y había dormido en la casa de un chico que apenas conocía y con él que también compartí su cama. El calor se agolpó en mis mejill
No puedo creer que por fin, después de tanto tiempo esté por conocer a Daniel.Parece que fue ayer cuando comenzamos a escribirnos con tonterías de nuestro día a día. Y como siempre, cuando el amor toca la puerta de nuestro corazón, no sé en qué momento me enamoré de él. Parecía una locura enamorarme de una persona por solo sus letras, pero no tengo la culpa de que las suyas fuesen siempre tan acertadas. Sus continuos mensajes me hacen reír, me alegran el día, me emocionan cada vez que llegan. Me apoya todo lo que puede a través de mis exámenes, e incluso me ayuda a estudiar por llamada de Skype. Cuanto lamento que mi cámara se haya dañado, aunque nos enviamos muchísimas fotos, nunca será igual que poder hablar en video en vivo.El día que me dijo que tendría una cita, mi corazón se partió y allí fue cuando supe lo mucho que lo quería.Estuve deprimida por varios días, tratando de actuar normal cuando me escribía, pero fue imposible disimular todo el tiempo, y ese buen domingo, ¡Dios,