Desperté envuelta en los brazos de Rámses. No puedo decir que me haya sorprendido, porque la verdad era que me aferré a su cuerpo toda la noche, aunque en ningún momento él intentó zafarse. Me sentí segura, como nunca y no quería dejar ir ese sentimiento tan fácilmente.Fue el reloj despertador el que me hizo abrir los ojos para conseguirme un par de ojos intensos y caramelos mirándome con intensidad, un brillo los hacía lucir ligeramente divertidos ante mi agarre posesivo. Giré los ojos en respuesta y lo solté. Después de ir al baño y cambiarme de ropa bajé apenada hasta la cocina donde Rámses y Gabriel me esperaban para desayunar.Gabriel me trataba como si fuese normal que apareciera en la cocina de su casa a las siete de la mañana, y Rámses actuaba como si aquello fuese a repetirse todos los días. Me enseñó donde estaban los platos, los vasos y los alimentos, bajo mi mirada avergonzada. No quería familiarizarme con esta casa ajena, a pesar de que eso era justo lo que sentía.—Tene
—Tengo miedo de preguntar—dijo Rámses cuando perdimos de vista a Stuart. Sin embargo su mandíbula tensa, el siseo de sus palabras y la fuerza con la que apretaba su puño en la palanca de cambio de la camioneta, no correspondía con el miedo que decía sentir.—Entonces no preguntes—le respondí.—Tienes el brazo enrojecido, me atrevo a apostar que mañana tendrás un hematoma. Tus nudillos también están rojos. Así que repito: Tengo. Miedo. De. Preguntar—siseó con sus dientes apretados—, por lo que preferiría que me contaras, y como me digas que te puso una mano encima...Fue tanta la furia que desprendió de su boca, que no pudo terminar ni siquiera la amenaza. —No lo hizo—me apresuré a responder, una extraña vena en el cuello de Rámses amenazaba con explotar—, intentó retenerme por el brazo, pero estampé mi puño en su pecho. Corrí apenas me soltó.Después de un largo suspiro donde sus músculos comenzaron a relajarse un poco se atrevió a hablar—No tengo ningún problema en buscarte todas l
La luz que entraba por la ventana me sacó del sueño que estaba teniendo. Por primera vez en varios días mis sueños no involucraban a Daniel o a Stuart. Era un sueño sin sentido, como los que tenía antes de todo, que eran tan absurdos que nunca les encontraba inicio ni fin. Me volteé en la cama con un pequeño quejido huyendo de los rayos del sol. Seguía aún adormilada cuando unas manos fuertes me abrazaron por la cintura y el calor del cuerpo de Rámses contra el mío se sintió agradable. Su respiración chocó contra mi cuello descubierto contrarrestando con el aire frio que había en la habitación. Sentía su pecho contra mi espalda subir y bajar con la lentitud de sus respiraciones, sus piernas enredadas con las mías y su erección matutina en mi trasero...¡¿Qué?!Me levanté con tanta rapidez que quedé enredada en las sabanas. Creo que Rámses había seguido la misma línea de pensamiento porque también pataleaba para quitarse las sabanas de encima y cuando por fin yo pude levantarme, él cay
Contaba con pocos minutos para arreglarme, así que lo hice lo más rápido que pude. Me di un baño rápido, limpié una vez más el piercing como me enseñó Ramsés que debía hacerlo, y me puse unos jeans sencillos, y un suéter manga larga azul. No me maquillé ni me arregle el cabello más allá de peinarlo y darle un poco de forma. No me importaba ni un poco verme bien para mi mamá, quien no lo notaría, ni mucho menos para Stuart. Suficiente llamaría mi atención mi nueva adquisición, como para sumarle a eso maquillaje para resaltarlo.La bocina sonó varias veces anunciando que habían llegado por mí. Suspiré profundamente y salí de la casa. Quedé en escribirle a Rámses que estaba viva después de que viesen mi piercing, antes, en la soledad de la casa, no tenía sentido hacerlo.Entré el auto respondiendo solo el saludo cariñoso que me dio mi mamá y manteniendo mi perfil derecho lejos de las miradas de ambas, no quería causar un accidente de tránsito. Mi mamá comenzó a parlotearme sobre su traba
—¿En qué momento se nos acumuló tanto trabajo?—le pregunto a Pacita mientras vamos en el auto de Rámses rumbo a su casa, junto con Gabriel.No sé si es que los profesores se volvieron locos, hicieron algún complot en contra de los estudiantes o que quizás, he estado tan distraída que olvidé por completo los tiempos de entregas de tres trabajos en tres asignaturas distintas. Pero como fuese el caso, vamos camino a casa de Marypaz para reunirnos los cuatros y terminar de una buena vez con todos ellos.Tuvimos que escoger la casa de Pacita, porque sus papás le negaron por completo la posibilidad de que ella fuese a la casa de Gabriel, a quien anunció como su novio. Por supuesto, que esa parte los chicos no lo saben, mucho menos que fue lo que mi querida amiga tuvo que decir cuando, dormida en el auto con su familia, terminó suspirando el nombre de Gabriel. No pude negarme, yo también había mentido sobre la relación que existía entre Rámses y yo. Si él se enteraba de que era mi novio fict
Mi cama es mucho más pequeña que la de Rámses, o por lo menos así me parece porque pasé toda la noche con su cuerpo pegado al mío, bien porque nuestros traseros chocaran, porque mis manos rozaran su espalda o su pecho, o porque estando apunto de amanecer me tiene rodeada con sus brazos.Creo, que mi cama es mucho más pequeña porque soy yo la que está durmiendo sobre su pecho, con mi pierna entrelazada a la suya. Y lo más incomprensible de esta bizarra situación, donde nunca me imaginé estar con él ni con ningún otro chico desde Daniel, es que estoy muy cómoda y no quiero ni pienso en moverme.Vimos dos películas en la noche, ambas las escogió él, y peleé por su segunda condición, porque finalmente es mi cuarto, así que estoy durmiendo en mis pijamas, y el permaneció sin su camisa aunque conservó sus pantalones. Stuart solo molestó una vez, cuando insistió en comer pizza, solo dije «no quiero», aunque pude haber agregado «de ti no quiero ni un vaso de agua» pero no quería que se enfras
El club nocturno resultó ser el evento del fin de semana. Todo el instituto se encontraba aquí, algunos esperando por entrar, otros ya de seguro dentro del lugar. Nos bajamos del auto y como lo había hecho en el pasado, Rámses tomó mi mano y me mantuvo cerca de él mientras saludaba al grandulón de la puerta, que reconocí como el mismo del local donde me llevó a ver tocar a su amigo Cólton y el resto de la banda. Gabriel consiguió una mesa no sin esfuerzo y pidió un servicio de Vodka para todos. Después del primer brindis, Gabriel arrastró a una Pacita que no dejaba de sonreír hasta la pista de baile, y los vi bailar entre risas y algunos besos.—¿Te dije que luces bellísima?—gritó Rámses por encima de la música para que pudiese escucharlo—Me dijiste que estaba hermosa y que odiabas mi falda—respondí dando un pequeño sorbo a mi bebida.—Es que hermosa no es suficiente y odio esa falda porque te queda... muy bien—arrastró la palabra mientras volvía a girar su cabeza para mirarmeEnroje
Las palabras de Rámses danzan en la comisura de mi boca produciéndome cosquillas que me hacen sonreír. Saboreó en silencio mi helado, ajena a la conversación que mantienen los otros, concentrada en la cara de boba que debo tener por sus palabras, tratando de que no se filtren mis sentimientos hasta ellos. Sin embargo, cuando llega el momento de irnos, el peso de la realidad vuelve a aplastarme.Rámses de una forma u otra me acaba de decir lo que siente por mí y yo de la misma forma evasiva le confirmé que él para mí no es me es indiferente, que me gusta, una revelación tanto para él como para mí, para ser bien sincera. Y ahora, nos dirigimos juntos a su casa, donde dormiremos juntos, bajo la estúpida regla de que no debo usar ropa interior en su cuarto. Esto pinta muy peligroso para mí.La verdad es que confío en Rámses, más que en mi misma si de instintos hablamos, pues no sé lo que él piensa, pero yo aún suspiro con el recuerdo de aquel despertar; pero no me siento capaz de que entr